—Hey, chica nueva —una mujer de cabello largo y rubio claro habló con entusiasmo. Vestía con una especie de traje grueso y justo, a pesar de que era delgada, la tonificación muscular era notoria. Su rostro era muy agraciado y todavía lucía joven—. Ven a desayunar con nosotros.
Corey entró a la habitación extensa y se sentó junto a la mujer rubia. Ya había tomado una ducha y arreglado un poco su ropa para dar un estilo un poco distinto.
—Es la primera vez que nos vemos, ¿debo llamarte sólo Corey? —insistió la mujer rubia—. Yo soy Hilda Kirog. Supongo que ya conoces al idiota de Donovan.
—¡Oye! —Donovan replicó desde su lugar; estaba junto a la mujer pelirroja y el arquero.
—Bueno, es tu fama lo que te precede. Siempre detrás de las mujeres —Hilda dijo con jugueteo. Luego señaló a la pelirroja y al rubio—. Ella es Rebecca, nuestra experta en tácticas, y él es Julien, nuestro arquero estrella. Ah, y también está Marty —ahora Hilda expresó con una sonrisa alegre.
Marty estaba parado; servía los platos y los alimentos. A diferencia del resto, él lucía mayor, con la cabeza calva, la tez muy oscura, el cuerpo ancho y musculoso y con una estatura de más de un metro noventa. A pesar de su apariencia de guerrero veterano, Marty portaba una mueca cálida y sonriente.
—Entonces, bonita, ¿sólo te digo Corey? —Hilda indagó.
—S-Sí, por favor… —Corey no prosiguió.
De entre los presentes, faltaba Raymond y el líder Chad, su padre. Corey suponía que ellos debían estar reunidos con los representantes de la familia Von Werff, así que decidió no preguntar.
—Corey, eres tan linda, pero te ves muy joven… ¿cuántos años tienes?
—Eh —Corey titubeó—, y-ya no soy tan joven. Tengo diecisiete años.
De pronto, Hilda se hecho a reír.
—Por favor, Corey, eres una niña todavía. Después de ti los más jóvenes somos Donovan, Raymond y yo. Pero tú eres como nuestra hermanita menor.
Corey ya había deducido que Raymond y Donovan eran de la edad, quizás veinte o veintiún años, y por el comportamiento de Hilda entonces ella también debía ser de la generación. Tal vez Marty era el mayor junto con el líder Chad; mientras que Rebecca y Julien debían tener entre treinta y cinco o un poco más.
Sin previo aviso, Marty se acercó a Corey y colocó un plato con comida; era una especie de omelet acompañado de verduras y una salsa rojiza. También puso un vaso grande con jugo de naranja y un tipo de pastel con betún blanco.
—Anda, Corey, vamos a comer —Hilda dijo con un guiño al mirar al menor—; te aseguro que Marty cocina delicioso.
Con tan sólo el aroma, Corey sintió al apetito aparecer en su interior, así que se dispuso a comer. El comentario de Hilda era certero, la sazón de Marty era excepcional, por lo menos tan delicioso como Corey podía recordar; había pasado tanto tiempo desde que no comía algo así de bueno.
Durante unos minutos, el comedor se inundó de comentarios sin importancia, risas y elogios hacia Marty; era como si una familia común estuviera presente, como si cada una de esas personas tuviera años de conocerse. Corey se sintió desolado y excluido; jamás había disfrutado de la presencia de nadie en su familia, ni siquiera de su propia madre. No había convivido con sus hermanos menores, porque había huido de casa cuando ellos habían sido apenas unos bebés; y sabía muy bien que nunca podría regresar a esa infancia destruída y aborrecible. No deseaba volver al pasado, pero todavía era incapaz de encontrar un sitio donde pudiera sentirse en paz.
De forma repentina, la puerta del otro extremo del comedor se abrió; Raymond y su padre entraron y saludaron al resto del grupo.
—¡Jefe! —Hilda gritó con fuerza—, ¡el desayuno está listo!
El líder se sentó junto a Hilda y Corey, y sonrió con paternalismo. Raymond, sin pensarlo, se quedó junto a Donovan.
—¿Cómo les fue con Von Werff? —Rebecca inquirió con un tono de respeto distinguible.
—Bien —Chad inició con sus palabras mientras comía—; el Señor Von Werff quiere que busquemos a las afueras de Greysten, hacia el norte, un mineral que se encuentra cerca de los lagos de "la Bendición de Vida".
—Pero, jefe —Hilda interpuso rápidamente—, quedarnos en ese territorio por más de un día significa enfrentar a monstruos y seres mágicos. ¡Oh! —Cubrió su boca y dirigió el interés a Corey—. ¡Por supuesto! Ahora tenemos a Corey en el grupo, así que ya podemos aceptar misiones de ese tipo otra vez.
—Jefe, ¿qué clase de mineral buscamos? —Donovan preguntó al ignorar a Hilda.
—Dragonita.
Toda la mesa quedó en silencio. Incluso Corey miraba con sorpresa al líder Chad.
¿Dragonita?, pensó el adolescente, ¿para qué desean la Dragonita ellos?
—Pero nadie de nosotros puede controlar ese mineral —por fin recriminó Julien—, y eso significa que tendremos que robar un recipiente especial.
—Es doble trabajo —Hilda opinó.
—Pero triple paga —Raymond aseguró con seriedad.
—Jefe —Rebecca decidió hablar—, aunque sea triple paga, estaríamos exponiendo al grupo entero. Sabe bien que la Dragonita es en exceso peligrosa y si está activa, entonces sería peor. Nosotros podríamos enfermar y morir.
—No podemos negarnos —el líder aseguró—, porque eso significa que los mercantes deshonestos tomarán el trabajo y nosotros quedaríamos en ridículo. Con la piratería actual y los nuevos grupos organizándose para monopolizar el mercado de la Dragonita, entonces quedaremos rezagados por completo.
—Con todo respeto, señor, sin un plan, esto es una misión suicida.
—No, no lo es.
El líder se puso de pie y dio unos pasos para colocarse detrás de Corey; luego tocó los hombros del jovencito y agregó:
—Tengo un plan, pero necesitamos la magia de nuestra nueva bruja.
Corey contuvo las ganas de moverse y salir corriendo. No estaba seguro de las palabras del jefe, ni tampoco podía afirmar que alguien del grupo sospechara de él y su magia.
—Robaremos una reliquia especial —continuó Chad—, y Corey usará su magia al procesar el poder de la reliquia y así controlar la Dragonita. La transportaremos hasta acá y la entregaremos en tres días.
—¿Tres días? —Hilda y Donovan cuestionaron en coro.
—Sí. Por eso, nos iremos hoy mismo. Llegaremos hasta las afueras de la ciudad costera de Breeck, allí robaremos la reliquia y para la madrugada estaremos en el lago de "La Bendición de Vida". Así que prepárense —ordenó Chad al soltar a Corey y colocarse frente a la mesa—; nos iremos en unos minutos.
Ante las palabras del líder, todos se pusieron de pie y salieron del comedor. Corey se acercó a la puerta y abandonó el sitio junto a los demás.
Durante el camino hacia la planta alta, Corey se cuestionó respecto a las verdaderas intenciones de la familia Von Werff. Debido a las conexiones entre su propia familia y esos políticos, sabía que los Von Werff eran los representantes legales de la familia real en Greysten, pero también eran los proveedores ilegales de las nuevas compañías piratas que iniciaban con negocios de minería y se anteponían al grupo más poderoso de piratas: la Bandera Negra. Hasta la fecha, los grandes magnates no habían prestado interés en una piedra como esa, por lo que era muy sospechoso ese cambio por parte de los Von Werff.
Corey sabía que la Dragonita era un mineral muy peligroso y que solía emplearse en la magia experimental; era una piedra misteriosa que todavía representaba un tipo de poder casi indeseado. Además, era sabido en las sociedades mágicas que sólo los descendientes de las Diez Familias Élites de la Magia podían controlar la Dragonita y enfrentar a los dragones. Si él continuaba con la misión, entonces alguien del grupo lo descubriría.
—Oye, Corey —la voz de Donovan sonó cercana al pasillo—, ¿por qué tan triste, dulzura? —Se acercó al adolescente, lo tomó del brazo y lo metió a la habitación de la derecha. Cerró la puerta con seguro y aprisionó a Corey en un abrazo—. No te preocupes, muñeca, te prometo que te protegeré.
Corey empujó a Donovan con suavidad e intentó liberarse.
—¿P-Podrías dejarme en paz? —Corey pidió con cautela.
—Vamos, corazón, no te hagas del rogar.
Entonces, Donovan besó al adolescente en los labios y bajó las manos hasta su cintura. Corey se tensó un poco, pues era la primera vez en toda su vida que besaba a otra persona; cerró los ojos y permitió a las sensaciones apoderarse. Era como si unos rayos electrizantes recorrieran desde su espalda hasta su estómago y bajaran por su ingle; como una calidez ardiente y abrazarte. Luego, cuando Donovan intensificó el beso al meter su lengua en la boca de Corey, el menor imitó los movimientos de Donovan y bajó los brazos para sostenerse de la camisa y el chaleco del otro.
Una vez la caricia terminó, Donovan sonrió con sensualidad y bajó una de sus manos para tocar el trasero de Corey.
—Tranquila, preciosa —susurró Donovan—, no voy a hacerte nada malo. Sólo quería besarte, porque desde ayer que te vi no he podido pensar en otra cosa.
Antes de que la situación escalara, la puerta fue tocada con fuerza.
—¡Corey! —sonó la voz de Rebecca—, ¡nos vamos! ¡Date prisa!
Donovan besó la mejilla de Corey y se alejó. El adolescente suspiró y evitó la mirada del mayor.
—Anda, lindura, vayamos juntos.
Corey asintió con la cabeza, pero se maldijo en silencio. Había deseado evitar otro problema, y ahora no podía ignorar todo lo que había sentido durante el beso con Donovan. Estaba seguro de que cometía un error… pero tampoco podía ignorar el deseo de sentirse querido y protegido.
El viaje hacia el pueblo pesquero de Breeck había sido muy tranquilo. El grupo había usado unos carruajes de caga pesada y habían pasado el acantilado sin problemas con ayuda del nuevo puente de tránsito; llevaban casi seis horas y el clima había cambiado con brusquedad. El calor húmedo de Greysten había desaparecido y el viento entraba por las ventanas de los transportes para advertir del frío seco y penetrante que caracterizaba a la región norte.
Casi todos habían optado por dormir, pero Corey había escuchado a Donovan hablar junto a Hilda de un montón de aventuras que habían vivido desde su llegada al grupo; Corey había notado la buena relación entre Hilda y ese joven, pero se percataba de las miradas serias y penetrantes que Raymond arrojaba hacia él de vez en cuando.
Una vez la tarde llegó, el grupo arribó hasta una posada grande. Se estacionaron y pagaron a unos guardias para resguardar los carruajes. El grupo comería y trataría los últimos detalles antes de adentrarse a una de las bodegas de los comerciantes ilegales de reliquias mágicas y artefactos arcanos.
El jefe mostraba el mapa del pueblo pesquero y hacía anotaciones y marcas para explicar el plan. El resto estaba sentado en la misma mesa; comían y escuchaban con atención las instrucciones de infiltración.
Hasta estos momentos, Corey descubrió el sitio del que robarían la reliquia mágica.
—¿Demmogh? —Corey interrumpió al líder sin cuidado.
—¿Pasa algo, Corey? —el líder preguntó con un tono serio.
—Son los piratas más temidos, ¿no? ¿La Bandera Negra? Sé que Fabian Demmogh es el actual líder y ha cerrado tratos con algunos nobles de alto rango del reino.
—No te preocupes, jovencita. Fabian es un ladrón cualquiera como su madre; sólo son rufianes que no tienen honor. Así que robarle a ellos no es un robo como tal.
Corey no replicó; tampoco estaba convencido de iniciar un conflicto con Fabian Demmogh y sus hombres.
—Si no hay más dudas… Andando.
Todo el grupo se puso de pie e inició la caminata hacia el exterior de la posada; Corey se quedó hasta el final y Donovan lo acompañó.
—Descuida, lindura, no pasará nada. Ésta es la parte fácil de la misión.
Corey no dijo nada. No estaba de acuerdo con los actos que estaban a punto de cometer, pero no se detuvo.
Al paso de unos quince minutos, el grupo llegó hasta la costa del sur; estaban cerca del edificio de tejas oscuras y ventanas altas. La división fue sencilla: Corey, Donovan y Rebecca entrarían por el este, Raymond, Hilda y Julien por el oeste, y el jefe y Marty aguardarían en el exterior.
Corey siguió a los otros dos y se detuvo detrás de unas cajas apiladas junto a Donovan; Rebecca prosiguió hacia la parte superior para asegurar el perímetro.
Antes de moverse, Donovan sujetó el brazo de Corey.
—Corey —Donovan susurró—, ten cuidado. No te separes de mí.
Corey asintió con la cabeza.
Los dos jóvenes se movieron hacia otra sección y cruzaron unos pasillos angostos creados por cajas gigantes de madera. Corey sentía a su corazón palpitar con fuerza y no podía evitar pensar en el peligro que significaba enfrentar a Fabian Demmogh. Sin embargo, Donovan lo guió hacia otro apartado y se toparon con una especie de cuarto repleto de reliquias mágicas.
Sin pensar, Corey dio unos pasos hacia el frente y contempló los artefactos. Cada reliquia era distinta, desde libros, joyas preciosas, cetros, coronas, hasta objetos que parecían carecer de valor. La magia de casi todas estaba inactiva, por lo que el adolescente se deleitó con el poder oculto de cada una. Era increíble pensar que tantos amuletos estaban reunidos en un sólo sitio.
—¿Es este? —Donovan cuestionó al aire al tocar uno de los objetos con forma de jarros y macetas.
Corey lo miró, pero sus ojos se detuvieron frente a un libro que yacía en una de las mesas de la derecha de Donovan. Se movió a toda prisa, tomó el libro y lo contempló con incertidumbre.
—I-Imposible —susurró el adolescente.
—¿Qué pasa? —Donovan inquirió al notar al menor.
—¿Cómo llegó esto aquí?
—¿Un libro? Ustedes los magos y brujas… De verdad, son como una bola de raritos obsesionados por los libros de magia.
Corey no replicó. Sabía que nadie más que los miembros de las Familias de la Élite Mágica conocían sobre ese libro, por lo que no se dispuso a expresar nada.
De pronto, unos gritos, disparos y pasos se hicieron presente.
—Vamos, Corey, ya no hay tiempo.
Donovan tomó una especie de alhajero, luego agarró el libro frente a Corey y guardó ambos objetos en su morral que portaba en esa ocasión; acto seguido, condujo a Corey hacia una de las ventanas altas por las cajas. Corey hacía su mejor esfuerzo, pero se apoyaba en Donovan para alcanzar la salida. Por fortuna, los dos consiguieron escapar sin encontrarse con enemigos.
En el exterior, el líder y Marty luchaban contra rufianes que vestían con chalecos, gabardinas y pañoletas que mostraban una figura en común: la cabeza de un dragón cadavérico, con escamas en los costados y espadas cruzadas en la parte inferior.
—¡Vayan a los carruajes y diríjanse al siguiente punto, Donovan! —ordenó Chad.
Corey notó que Marty no tenía problemas al enfrentar a los enemigos, así que obedeció y corrió con Donovan hacia los carruajes cercanos.
Los carruajes estaban aparcados, pero listos para iniciar el viaje. Donovan, Corey, Hilda y Raymond se subieron a uno de los coches y comenzaron la huída.
—¿Lo consiguieron? —Raymond preguntó con seriedad desde su lugar como chofer.
—Sí —Donovan aseguró al mostrar el alhajero con forma de cofre pequeño en tonos negros y detalles dorados—; ahora sólo falta la piedra.
—Menos mal —Raymond respondió—, será mejor que me encargue del camino.
Corey aguardó, aunque estaba desesperado por tomar el libro que Donovan mantenía en el morral; había notado que Donovan no había dicho nada respecto a ese objeto.
—El jefe nos alcanzará allá —Hilda habló con calma. Se relajó, sacó un espejito de mano y comenzó a maquillarse—. Ahora sólo falta que nos paguen mucho dinero y así comprarme un nuevo vestido.
—Es verdad, no he pensado en lo que compraré —Donovan expuso. Se acercó más a Corey, tocó su rostro y sus miradas se cruzaron—. ¿Qué tal si salimos por ahí, corazón? Después de esta misión, me encantaría llevarte a algún buen lugar.
Sin previo aviso, Donovan besó a Corey en los labios y tocó su pierna.
—Qué malos gustos tienes, Corey —Hilda interrumpió—, Donovan sólo te va a embelesar con palabras bonitas, pero con él nunca dejarás de ser un juego.
—Oye —Donovan renegó—, que tú seas una loca de primera no quiere decir que voy a hacer lo mismo con ella.
—Además, es menor que tú. No seas cabrón.
Corey agachó el rostro; no odiaba la interacción que se generaba entre él y Donovan, pero sabía que debía parar antes de que descubriera la verdad.
—Descuida, Corey —Donovan susurró en el oído del adolescente—, no voy a tratarte mal.
—Eso lo veremos —Hilda volvió a opinar.
Durante casi toda la madrugada, los carruajes anduvieron por carreteras en mal estado. Uno era conducido por Raymond y el otro por su padre; habían decidido usar los carruajes de carga para acceder por senderos difíciles.
"La Bendición de Vida" era un recinto natural hermoso, con más de ochocientos kilómetros de extensión, un lago reluciente hasta con ayuda de la luna, un bosque denso y semi-nevado que daba un toque de una protección natural y esponjosa. El nombre había sido otorgado por los primeros pobladores del continente y era una referencia a la belleza y cualidades del Dragón Sagrado de la Vida.
Corey fue convocado por el líder; él, Raymond, Julien y Donovan buscarían el mínela que debían llevar a su cliente. Empero, Chad había sido específico respecto a la piedra de Dragonita que debían recuperar: una de un tamaño grande, casi como el de un corazón humano, y con una marca notoria en la textura del cristal.
A pesar de que Corey prefería alejarse del sitio por el presentimiento de asecho, no objetó. Siguió a los otros tres y con sus poderes aseguró que la Dragonita se encontraba en su mayoría incrustada en los alrededores del lago.
Sin embargo, el agua del lago fue movida y un remolino marino apareció. El poder embistió la costa y se dirigió hacia el grupo que montaba la guardia.
Corey reaccionó sin pensarlo; apareció frente a él un círculo con una estrella de seis picos y runas con sus formas de onda, y con el agua del lago contrarrestó el remolino.
Los atacantes salieron de sus escondites de la zona boscosa; eran magos y brujas que lucían sus rostros cubiertos por antifaces teatrales de colores distintos. Todos poseían unas insignias con las iniciales: IM.