Después de clases, Megan y Scott se reunieron para hablar acerca de su salida. Estuvieron unos quince minutos decidiendo donde ir. Pensaron en el cine, un parque de diversiones, pero nunca llegaban a un acuerdo. Entonces Scott propuso solo caminar hasta el aburrimiento. Caminar y hablar, quizás en el camino algo les llamaría la atención.
—Entonces —dijo el chico dedicándole una mirada a Megan y luego a su al rededor—, ¿cómo lograste deshacerte de tu novio?
—¿Quién? —preguntó la chica riendo—. ¿Angel?
Caminaban por afuera de un edificio de no más de tres pisos de altura y en el techo se encontraba Angel, siguiéndolos a escondidas. Obviamente, escuchando atentamente la conversación.
—Él no es mi novio —agregó ella riendo—, ni siquiera somos amigos. —Angel se detuvo un momento, apretó la mandíbula y luego retomó el paso—. Es más como un familiar, uno que no me agrada mucho.
—¿Segura? —preguntó sorprendido—, porque ayer cuando lo viste parecías preocupada. De hecho, creo que tú misma dijiste que lo estabas.
—Si, bueno. Es normal que me preocupe cuando un conocido desaparece y unos vándalos sean los responsables —respondió segura—, pero no sé por qué me preocupé tanto. Si sé muy bien que puede defenderse sólo.
—¿Sólo defenderse? Parecía dispuesto a asesinarme en cuanto me vio —mencionó Scott sonriendo sarcásticamente.
—Angel tiene un gran conocimiento en métodos de defensa según tengo entendido, pero su temperamento y paciencia no parecen ser los mejores del mundo.
Scott se detuvo y Megan volteó para mirarlo.
—¿Quieres un helado? —le preguntó el chico señalando con su pulgar una tienda que estaba detrás de él. Una heladería.
—Eh, claro. Si, me gustaría uno.
Angel asomó la cabeza por el borde del techo para mirarlos, pensó en que si entraban no podría escucharlos. No podía bajar, si alguien lo veía parecería sospechoso. Enojado, decidió quedarse ahí arriba hasta que Megan y Scott salieran del lugar, se sentó y se quedó contando el tiempo que pasaba.
—De hecho —dijo Scott—, no tengo dinero. Y como no sería caballeroso pedirte a ti que pagues, ¿qué te parece si nos vamos? Pero sin hacer ruido.
—¡Ooh! —gruñó Megan—. Y yo que quería helado. De igual forma no tengo dinero encima. ¿Por qué sin hacer ruido?
—Tu novio, Angel, está observando.
—¡¿Qué?! ¿Dónde? —Pensó unos segundos—. ¡Ya te dije que no es mi novio! —agregó.
—Lo siento, lo siento —dijo con una sonrisa, luego volvió al tema—. Está en la azotea del edificio. Si salimos sin hacer ruido podremos zafarnos de él.
—Bien. —Respiró profundo—. Hay que hacerlo.
Scott caminó hacia la puerta y la abrió, se asomó para mirar hacia arriba y verificar que Angel no estuviera vigilando. En voz baja le indicó a Megan que saliera en silencio. Ella caminó con cuidado a paso acelerado pero mudo. Scott la siguió y cerró la puerta con cuidado para no hacer sonar la campanilla.
Se colaron en un callejón, ahí cerca, después de escuchar a unas personas saliendo de la heladería. Scott se asomó un poco para ver a Angel, quien ya se encontraba observando desde el techo hacia abajo. Al no ver a Megan o Scott, el chico volvió a sentarse mirando el cielo.
—Listo —dijo Scott volteando a ver a Megan—, logramos escapar.
—Si... —Megan respondió en un tono de preocupación y mirando al suelo.
—¿Estás bien? —preguntó el muchacho posando una mano sobre su hombro derecho.
—Si, si —dijo intentando sonreír—. Es sólo que me parece mal lo que le hicimos a Angel. Quizás hasta qué hora se quedará esperando a que salgamos.
—No creo que sea tan tonto como para quedarse ahí todo el día —mencionó Scott con una gran sonrisa—. Descuida, estará bien.
Megan se quedó quieta, pensando en silencio mientras que Scott le hablaba, pero ella estaba tan concentrada que no le prestó atención alguna. De repente volteó, respiró profundo y con una gran sonrisa le habló a Scott.
—Realmente me divertí hoy, pero creo que volveré a casa con Angel —dijo.
—Pero... —intentó decir, pero se rindió—. Bien, bien —agregó finalmente aceptándolo—, no te culpo. Además, eres libre de hacer lo que quieras, pero ¿saldríamos nuevamente en algún momento?
—Yo te llamo —respondió alegre.
Megan caminó de vuelta a la heladería y abrió la puerta para hacer sonar la campana y provocar que Angel se asomara y la viera. Y efectivamente resultó, el muchacho observó enseguida hacia abajo, pero al verla esperándolo se ocultó otra vez.
—¡Ya puedes bajar, Scott se fue! —gritó ella.
—¡No estoy aquí! —gritó Angel de vuelta, todavía oculto.
—¡Me acabas de responder, te delatas solo!
—Estúpido... —se dijo a sí mismo.
—¡Baja ya, no hay nadie observando! —Esperó unos segundos por una respuesta y al no recibirla decidió sentarse un rato afuera del local—. Bien, ¡aquí te espero!
El chico se quedó sentado en la azotea unos minutos más hasta que un sonido frente a él le llamó la atención. Se levantó inmediatamente y una presencia invadió la zona, una vil, oscura y conocida presencia. Angel comenzó a mirar a los alrededores en busca de aquella presencia.
Todo se encontraba muy silencioso, demasiado. Megan comenzó a impacientarse poco antes de tener un mal presentimiento, razón por la cual decidió buscar alguna forma de subir junto a Angel. Mientras tanto, el chico caminaba hacia el centro de la azotea aún sin localizar con exactitud a ese ser que lo atormentaba internamente. Entonces, aquella presencia se concentró en un punto detrás de él.
—Uziel... —dijo Angel al aire.
—Me conoces tan bien —mencionó aquella presencia—. ¿Cómo has estado? Veo que ya te curaste de las heridas que te dejé la última vez —agregó mientras tomaba forma.
—No del todo. Aún no recupero completamente mis poderes.
—Y yo que creía que eras uno de los guardianes más fuertes de estas tierras.
—Ni siquiera los Querubines estaban preparados para una traición y un ataque por la espalda, aun siendo de parte tuya.
—Detalles, detalles.
Megan había encontrado unas escaleras y ya estaba escalándolas para llegar junto al chico. Angel giró y se vio frente a frente con Uziel, el causante de todo. Se miraron unos segundos hasta que Megan llegó y preguntó quién era aquel sujeto, pero ninguno respondió, tan solo continuaron mirándose fijamente un par de minutos más. Entonces la chica decidió ir y detener aquel concurso de miradas.
—Muy bien, ustedes dos deben parar —dijo extendiendo los brazos hacia ambos.
—No te metas ahora —agregó Angel sin quitar la mirada de su oponente.
—Veo que has crecido mucho, Megan —mencionó Uziel, a lo que la chica reaccionó y miró confusa.
—¿Cómo...? —preguntó ella.
—¿...sé tu nombre? Pues Angel y yo somos buenos amigos —contestó muy seguro.
—Querrás decir "éramos" buenos amigos —impuso Angel.
—Un momento —dijo Megan—. ¿Entonces tú también eres un ángel?
—Ya no —mencionó Angel—. Después de incumplir su trabajo y traicionar al gremio de guardianes fue exiliado al mundo de los mortales. Como éramos buenos amigos decidí visitarlo una vez, pero me atacó y, con alguna especie de "magia" debilitó mis poderes.
—¿Magia? ¿Cómo puedes decir algo así? —agregó Uziel—. Siempre fui diferente a los demás, no fue hasta que me expulsaron cuando me percaté de mi verdadero potencial. —Su rostro comenzó a reflejar una expresión de lunático—. Dentro de mí había algo más grande de lo que pensaba, no era un ángel común y corriente. Al llegar al mundo de los mortales descubrí que mi poder no provenía de los Arcángeles, sino que ellos restringían mi poder. Mi fuerza proviene de mi verdadera naturaleza.
—¿Y esa es...? —preguntó Angel con poco interés.
—¡Yo, soy uno de los pecados capitales! Tal como dice la profecía, he vuelto. —Angel se sorprendió, pero mantuvo una expresión seria.
—¿De qué profecía habla? —preguntó Megan acercándose a Angel.
—Siglos atrás, por Leviatán nacieron los pecados capitales —dijo él—. Gula, avaricia, lujuria, vanagloria, ira, pereza, tristeza y orgullo. Cada uno representando aspectos negativos de los humanos. Pero en un intento de los Arcángeles de erradicar los pecados, en el que eliminaron uno y cambiaron otros, estos adoptaron una ligera forma física y se esparcieron por el mundo. Según el presagio de un antiguo sabio ya fallecido, los pecados regresarán con una fuerza descomunal y derrocarán la tercera jerarquía de ángeles completa.
Megan comenzaba a ponerse seria mientras observaba a Uziel con una mirada fría y con miedo.
—Ahora que ya no soy Uziel el ángel, supongo que podrán llamarme ¡Máximus, el grandioso...! —Extendió los brazos—. Entonces... ¿comenzamos? —preguntó el pecado de la soberbia.