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Chapter 4 - Capítulo 4

Scott se encontraba caminando en paz hacia su hogar, pensando en alguna excusa para volver a salir con Megan, pero tan solo se imaginaba a Angel cruzándose en su camino. De repente sintió un escalofrío tan grande que le llegó a dar miedo unos segundos, luego el viento comenzó a correr poco a poco en dirección a la heladería en donde se encontraba Megan. Tuvo un mal presentimiento, razón por la que corrió enseguida.

Mientras tanto, Angel percibía como poco a poco incrementaba el poder y la fuerza de quien alguna vez fue su amigo. Y, por alguna razón, el chico recordó el momento en el que se conocieron 17 años atrás, cuando Angel fue nombrado futuro guardián de Megan Arcile; y también recordó el día en el que perdió a su amigo.

—Estoy seguro de que el destino tenía esto preparado —dijo Miguel, el arcángel jefe del ejército celestial, al Concejo de Serafines, seres angelicales superiores con 6 alas, pertenecientes al nivel más alto de la jerarquía de ángeles.

Los serafines por su parte, tan solo lo miraban en silencio, sin expresión alguna. Pasaron unos segundos antes de que todos asintieran con la cabeza.

—Gracias —decía Miguel—. Muchas gracias, yo me hago cargo de él, no se preocupen.

El arcángel dio media vuelta y se fue. Llegó hasta una zona repleta de ángeles que estaban rodeando algo. Miguel les ordenó retirarse y dejaron ver a un muchacho sentado en el suelo, le extendió la mano y le ayudó a levantarse.

—Tranquilo, el Concejo te ha aceptado —dijo Miguel.

—Me... ¿han aceptado? —preguntó el chico—. Pero ¿quién soy?

—Al parecer tus recuerdos han sido dañados y no sé mucho de tu pasado, pero el Concejo ha decidido ponerte un nuevo nombre adecuado. —Pensó unos segundos y llamó a un ángel cercano—. Uziel, ¿podrías hacerte cargo de él? Necesito que le enseñes a ser un buen guardián, los serafines ya decidieron de quien será protector, una chica que va a nacer en menos de un año.

—Un placer —dijo el ángel—. Me llamo Uziel.

—Soy... yo soy... —mencionó el chico.

—Cierto —agregó Miguel—. Desde hoy te llamarás Angel.

—Que original —susurró Uziel.

—No cuestiones las decisiones del Concejo.

—Como sea, vamos Angel, tienes mucho que aprender.

El joven ángel y su maestro aparecieron en una extensa pradera verde y cielo azulado. Uziel comenzó el entrenamiento mencionando las habilidades de los ángeles y los aspectos básicos de cada uno.

—Para empezar —dijo él—, no todos los ángeles tienen el mismo nivel de poder. Digamos que dentro de la categoría de ángeles existen tres clases, del más débil al más fuerte: los que no poseen forma física, los que sus almas fueron trasladadas a un cuerpo celestial y los que son resucitados como ángeles.

—¿Y cuál soy yo? —preguntó Angel.

—No lo sé, Miguel no lo mencionó, pero más tarde le consultaré. En fin —prosiguió—, todos los ángeles poseen algunos, o en pocos casos, todos los poderes que diré a continuación: levitación, control elemental, habilidades sobrehumanas, teletransportación, camuflarse entre los mortales y atravesar superficies sólidas... —Hizo una pausa para respirar—. Eso sí, todos los ángeles, sin excepción, tienen la capacidad de utilizar los milagros o "magia" para cambiar su vestimenta y la habilidad de alterar los recuerdos de algunas personas, aunque para esto último se necesita haber pasado un largo periodo de tiempo con aquellas personas, mínimo 7 años.

—Vaya, sí que hay mucho que aprender.

—Además, se dice entre los ángeles de bajo rango que han escuchado de algunos ángeles con la capacidad de moldear mínimamente la realidad misma, pero nunca se ha llegado a comprobar del todo, y no importa cuánto le preguntemos a alguno de los siete arcángeles, siempre niegan la existencia de tal poder... ¡Bueno, suficientes clases de historia por ahora! Centrémonos en descubrir tus habilidades y en qué clase de entrenamiento podrás hacer.

—Pero aún sigo con una duda...

—¿Cuál?

—¿Quién soy? Es decir, sí, soy Angel, pero hablo de quién era antes. De dónde vengo, acaso era humano y fallecí para ser resucitado como ángel, o era algún animal y mi alma fue trasladada a un cuerpo celestial. No logro... recordar nada...

—Un momento, ¿no tienes idea alguna de tu pasado? ¿Estás seguro?

—Cada vez que intento recordar mi mente solo llega hasta oscuridad y...

—¿"Y..."?

—Y una mirada de ojos amarillos aterradores...

Uziel guardó silencio unos segundos, sabía que había escuchado acerca de una mirada así antes. Le dijo a Angel que se concentrara e intentara materializar sus alas, no sería muy difícil, tan solo debía dejar su mente en blanco y pensar en músculos aparte en su espalda. El chico le hizo caso y comenzó a pensar. Mientras tanto, Uziel lo dejó ahí sólo y fue en busca de respuestas, algo grande se aproximaba.

El ángel decidió hablar con el Concejo de Serafines, si alguien conoce la respuesta esos debían ser los serafines. Uziel solicitó una audiencia de corto plazo con el Concejo y una vez que lo aceptaron, ingresó a la recámara.

—Oh gran Concejo de Serafines, ruego por la respuesta a mis preguntas... —dijo Uziel arrodillándose frente a los seres.

—(Haz tu pregunta...) —respondió uno de ellos en la mente del ángel.

—Quisiera saber... de donde proviene el nuevo ángel... el chico llamado Angel...

—(Esa es información no permitida para alguien de tu rango, Uziel...)

—Bien, lo entiendo... entonces voy a mi segunda pregunta... ¿cuántos seres poseen ojos amarillos?

—(A lo largo de la historia... este mundo ha llegado a ver el nacimiento de tres seres con tal descripción... algunos animales, un hombre mortal... y tan solo un demonio...)

—¿Y quién es ese demonio...?

—(...Tu tiempo se ha acabado, ángel...)

—Pero...

—(Solicitaste una breve audiencia... Fuera de aquí...)

Uziel respiró profundo, agradeció las respuestas a regañadientes y luego se fue para regresar junto a Angel en su entrenamiento. Al llegar, el joven ángel se encontraba acostado en el césped, mantener su mente en blanco era más difícil de lo esperado, pero Uziel aseguraba que una vez hecho podría materializar sus alas cuando quisiera sin tener que repetir el proceso. Entonces el chico intentó nuevamente. Pensaba y se concentraba. Los días pasaban. Uziel y Miguel comenzaban a creer que quizás sería mejor avanzar con los otros poderes y dejar las alas para el final, de otra forma, Angel jamás estaría calificado para proteger a la futura bebé de Evelyn Arcile.

A veces, antes de partir a entrenar, el joven ángel le solicitaba a las Virtudes —ángeles miembros de la segunda jerarquía encargados de vigilar y producir milagros en el mundo humano— un pequeño tiempo para observar a Evelyn, la madre de su futuro y primer encargo como guardián. Angel observaba como ella tenía que mantener la casa sola. Su esposo y su hijo de 5 años habían fallecido en un accidente unos pocos meses atrás, tiempo después de que Evelyn descubriera su embarazo. Ordenaba y limpiaba la casa, cada día. Mantenía el cuarto de su hijo intacto, con todos sus juguetes esparcidos por el suelo, tal como los tenía el día de su partida.

Un día, se le acercó un arcángel, Raguel, encargado de la justicia, la imparcialidad y la armonía. Le platicó acerca de que todos en algún momento se tendrían que ir y que era cosa que no se podía evitar si así lo tenía escrito el destino. Angel se quejó de que siempre todos hablan del destino, pero Raguel le explicó que El Destino es una entidad presente y ausente en el mundo que nunca nadie ha visto pero se sabe que existe, al menos los serafines lo aseguran a pesar de que jamás lo han visto.

Casi dos semanas después, Angel había conseguido dominar sus poderes básicos de guardián. El joven ángel tenía habilidades sobrehumanas como velocidad, fuerza, reflejos; también poseía un gran manejo con la magia, no le tomaba más de 10 segundos realizar conjuros básicos y no llegaba a los 30 con un conjuro avanzado. Con el paso del tiempo, la amistad entre Uziel y Angel progresaba y ya se habían convertido en mejores amigos, mientras que los escasos poderes de Angel incrementaban cada día, llegando a igualar a Uziel.

Dos meses después, el entrenamiento había acabado, el día de mañana Megan llegaría al mundo. Angel estaba nervioso, no faltaban más de 24 horas para dejar de ser un aprendiz, por fin, oficialmente se convertiría en ángel guardián. Claro que eso apenaba de cierta forma al joven, no volverá a pasar tanto tiempo con Uziel como antes.

Los dos ángeles se juntaron en la pradera para despedirse, pero no sin antes tener un combate para probar sus fuerzas. Durante la pelea Uziel demostró sus grandes habilidades, tanto en fuerza como en estrategia. Finalmente, el combate acabó de manera rápida con Uziel como vencedor, pero eso no desanimó a Angel, todo lo contrario, eso lo impulsó a seguir entrenando para vencerlo si llegaban a encontrarse nuevamente. Luego se despidieron con un fuerte apretón de manos y Angel utilizó su magia para aparecer junto a Gabriel, el arcángel mensajero que lo llevaría a la tierra de los mortales.

Mientras tanto, Miguel se dirigía a otra audiencia con el Concejo de Serafines.

—¿Solicitaron mi presencia? —preguntó haciendo una reverencia.

—(Hemos tenido un presentimiento oscuro...) —dijo uno de los serafines.

—¿De qué se trata esta vez?

—(La profecía del regreso de los pecados... es inminente...)

—Pero han pasado siglos —mencionó—. La paz abunda en la Tierra.

—(Tu paz... es una ilusión, Miguel...)

—¡Pero los demonios... el tratado con los del infierno... nadie ha quebrantado el acuerdo...!

—(Eso lo sabemos... pero nadie dijo que los pecados necesariamente resurgirán del infierno...)

—¿Entonces?

—(Temo que no sabemos la respuesta... sólo el tiempo lo dirá...)

—No puede ser... —Miguel bajó la cabeza, mil cosas pasaban por su mente en ese momento, pero nada estaba claro—. ¿Cuánto tiempo tenemos?

—(Suponemos que faltan al menos 10 años todavía... debes tener a todo tu ejército preparado para cualquier cosa...)

Miguel cerró los ojos, respiró profundo y se despidió. El regreso de los pecados era algo que no podía evitar, pero desearía que no fuera así. La profecía habla que el regreso de los pecados traería grandes consecuencias para todo el mundo celestial. Si de algo estaba seguro, era que no podía hablarle a nadie de eso, al menos no por ahora, ni siquiera a sus hermanos arcángeles, pero debía preparar al ejército de los cielos, entrenarlos para una gran batalla sin decirles la verdad.

Doce años han pasado desde que la encomienda de Angel comenzó, día a día cuidaba de la joven Megan, día y noche. La verdad, el ser guardián era una tarea de lo más aburrida, pensaba que todo su entrenamiento había sido en vano, pero al menos el tiempo pasaba volando debido a que los ángeles no pueden envejecer. Entonces, aquel día ocurrió algo. Angel se encontraba vigilando a Megan cuando sintió algo extraño, un mal presentimiento, sentía un aura oscura creciendo poco a poco en algún lugar. Gabriel apareció en un abrir y cerrar de ojos y solicitó la ayuda del joven, dijo que alguien más cuidaría a Megan por el rato, pero el chico se negaba hasta que Gabriel dijo lo siguiente.

—Se trata de Uziel... —dijo con una mirada seria—. Tienes que acompañarme.

Angel posó su mano sobre el hombro del arcángel y desaparecieron. Habían viajado de vuelta a los terrenos celestiales, en donde había un montón de ángeles de todo tipo observando algo al centro. Gabriel se abrió paso entre el ejército con Angel detrás de él, al llegar al centro había una escena horrible y macabra: un ángel se encontraba muerto en el suelo con sus alas arrancadas de la espalda, y a unos escasos metros se encontraba Uziel sentado en el suelo con la mirada perdida y las manos manchadas con sangre. Angel sintió ganas de vomitar, pero se aguantó, respiró profundo y se acercó a su amigo.

—¿Uziel...? —le preguntó tocándole el hombro—. Amigo...

—No, no, no... —susurraba él sin parar.

—Soy yo, Angel —mencionó el chico.

—¿An... gel...?

—Si. —Sonrió—. Exacto.

—Tienes que alejarte... soy peligroso...

—¿Tú hiciste esto...?

—Tengo que sacarlos de aquí —dijo Gabriel desde atrás—. Miguel solicitó una reunión con el Concejo, van a hablar acerca de lo que pasó, qué es lo que harán con él y te necesitamos ahí porque eres su amigo más cercano, con tu ayuda podría no recibir un castigo tan severo. Pero te advierto, conociendo a los serafines debes prepararte para lo peor.

—Bien... —dijo Angel.

El muchacho ayudó a su amigo a levantarse mientras que Gabriel ordenaba al ejército de ángeles retirarse del lugar. Luego los tres aparecieron frente a la cámara del Concejo, en la cual no estaban presentes tan solo los serafines. Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, algunos ángeles que llegaron a presenciar aquel acto sangriento; y los otros 6 Arcángeles: Miguel, Rafael, Uriel, Raguel, Sariel y Remiel. Todos estaban allí para discutir el futuro de Uziel, su acción no sería perdonada con tanta facilidad, mucho menos por haber sido ejecutada en terrenos celestiales.

Angel y Uziel se encontraban en el centro de la cámara, rodeados de miradas provenientes de todas partes. El silencio abundaba el salón. El chico volteó a ver las grandes puertas de entrada de la cámara y logró apreciar dos ángeles que vestían una especie de armadura y poseían bastones en sus manos. No todos los ángeles tienen la encomienda de proteger a un ser humano, otros tienen deberes en el reino de los cielos como, por ejemplo, ser guardias de la cámara del Concejo.

Uziel comenzó a toser y escupir sangre, Angel lo ayudó a sentarse en el suelo mientras llamaba a alguien para que lo atendiera, pero nadie respondió. El Concejo se mantuvo inmóvil observando en silencio. El chico les gritó por ayuda, suplicó a los arcángeles, aun así, nadie acudió al rescate.

—(Joven guardián...) —inició el Serafín central—. (Estás aquí para testificar a favor del ángel llamado Uziel...)

—¿Qué no piensan ayudarlo? —preguntó Angel furioso.

—(Nadie se le acercará hasta que la audiencia acabe...)

—Pues si nadie lo ayuda no llegará hasta el final.

—Angel por favor —dijo Miguel—. Obedece y mantente en silencio hasta que se te diga lo contrario.

—Pero...

—Angel... —agregó Gabriel con una mirada compasiva.

—Bien —dijo el muchacho tomando asiento en una silla que no había visto antes.

La conferencia comenzó y los serafines se mantuvieron un buen rato observando en silencio a Uziel. Angel sabía que sin importar lo que dijera, sin importar lo que hiciera, Uziel sería castigado de la manera más vil, lo más grande que se le ocurría al chico era que exiliaran a su amigo y lo enviaran al infierno junto a los otros ángeles caídos que han existido desde hace cientos de años.

En un momento, después de que los ángeles testigos hablaran de lo que vieron, el Concejo solicitó a Uziel contar acerca de lo ocurrido, necesitaban comprobar la historia desde toda perspectiva posible, pero él se mantuvo en silencio un tiempo, Miguel le ordenó hablar, pero nada. Entonces tuvieron que recurrir a medidas drásticas. El arcángel llamó a los guardias y les ordenó golpear las alas de Uziel con sus bastones. Ambos obligaron al ángel a materializar sus alas y una vez hecho, cada uno sujetó un ala con su mano libre y comenzaron a golpearlas brutalmente con los bastones.

Angel se levantó de su asiento enojado, pero antes de hacer nada, Raguel apareció a su lado y lo detuvo sujetándolo del brazo. Miguel levantó su mano para señalar que dejaran de golpearlo, luego le preguntó a Uziel si comenzaría a hablar, a lo que él respondió con más silencio durante unos segundos antes de comenzar a reír.

—Y yo que pensaba que los ángeles eran justos entre sí —dijo Uziel desmaterializando con dolor sus alas ensangrentadas.

—No me dejaste más opción —respondió Miguel seriamente.

—Uziel, ¿estás bien? —preguntó Angel, pero la única respuesta que recibió fue una fría mirada de su amigo.

—...Angel... —mencionó Uziel en voz baja, luego comenzó a reír una vez más—. Claro... Hey Angel, ¿quieres saber de dónde vienes...? —preguntó.

—¿Eh...? —dudó el chico—. Acaso... ¿acaso tú sabes?

—¡No, no lo sabe! —gritó Miguel—. ¡No lo escuches Angel!

—Los serafines se creen los seres más sabios del mundo... —continuó Uziel levantándose lentamente—... Pero no son nada más que unos engreídos que ocultan el hecho de que no saben absolutamente nada. Y lo que sí saben, lo esconden del resto, privan a todos de información. ¡¿Quieres saber quién eras realmente, Angel?!

—Yo... —El chico dudaba, sentía intriga, era la duda más grande que ha tenido desde hace más de una década—. Yo... si... quiero... —dijo bajando la voz que le tiritaba.

—¡Saquen a Angel de aquí! —gritó Miguel a sus guardias.

—¿Qué? ¡No! —exclamó el chico cuando el primer guardia le agarró un brazo—. ¡No pueden privarme de eso! ¡Uziel!

El segundo guardia llegó y entre los dos sacaron a la fuerza a Angel de la cámara del Concejo mientras él gritaba y una lágrima comenzaba a caer por su mejilla. Llegando a la gigantesca entrada, Uziel volteó a mirarlo con una gran sonrisa malévola y luego las puertas se cerraron. Aquella fue la última vez que Angel vio a su amigo en los Reinos Celestiales.