Me levanto temprano con la esperanza de hacer los bellos preparativos para Navidad. Lo único que deseo es que todo quede perfecto para lograr una fiesta única. No quiero que sea la mejor fiesta de la ciudad, solo deseo la mejor para lograr la integración de Paul a mi familia. Después de todo, esta será la primera Navidad junto a mi novio y mi familia.
Esta relación no era una tontería, tampoco un capricho de adolescente. Siento que por primera vez en la vida esto es real, autentico, bello y algo mágico. Siempre a su lado, el tiempo se detiene volviéndose nada.
Todo debe salir a la perfección. Necesito que todo quede perfecto, sé que muchas veces pienso de aquel modo, pero no tengo idea de cómo lograr hacer que todo cobre sentido.
Hace muy poco nos mudamos juntos y las cosas que suceden eran fantásticas. Todos los días algo nuevo y magnífico, todavía puedo imaginar que todo es un sueño. Tengo miedo de despertar, pero si lo llego hacer, sé que él está a mi lado hasta el final. Las cosas que pasan por mi mente me hacen pensar ardientemente en cosas que no debo. Supongo que las cosas más secretas de mi mente no tienen importancia en momentos como este.
El día de hoy se ve realmente hermoso. El sol ya comenzó a picar, no hay ni una pequeña brisa de viento en el aire. Hace mucho calor, simplemente, pierdo mucho tiempo haciendo una lista completa de las cosas necesarias para asegurar una buena fiesta de Navidad.
Ladeo la cabeza y observo a Paul dormido. Supongo que eventualmente despertara, siempre lo hace y cuando eso sucede mi día recién comienza.
Sin él, no sería nadie, no sería nada.
Aquel hombre es justamente vital para seguir con mi vida.
Al notar que se voltea hacia un lado sospecho que está despierto. No es así, observo sus omóplatos que se mueven con seguridad y tranquilidad. Claramente, está dormido, ya que de otro modo se hubiera levantado de la cama.
Me pongo de pie con rapidez de aquella silla en la que me encuentro sentada y camino hacia él, ya era tiempo de despertar.
—Despierta —susurro cerca del oído de él joven dormido en el gran colchón de dos plazas.
Lo que recibo de parte de él es un simple gruñido de enfado, jamás me imaginé que recibiría eso de su parte, ya que nunca se comporta de aquel modo pedante y mucho menos conmigo. Él sabe que detesto aquel sonido. Aquello realmente me parece extraño, pero últimamente todo me resulta demasiado extraño.
—Arriba, hay muchas cosas que hacer el día de hoy. —Me siento en el colchón con una pequeña sonrisa sobre mi rostro.
El día ya comenzó, pero él sigue con sus bellos ojos cerrados. Lo único que me deja pensar es que se enfermó o algo así, pero con más razón tengo que despertarlo.
Comienzo a estirar mis brazos y tomarlo de los hombros, para lograr alguna reacción de aquel joven, pienso que quizás si lo molesto, recibo un sonido o algo de parte del bello durmiente.
Gruñe y toma mis manos con fuerza, un pequeño bufido ronco sale de sus labios.
—Cinco minutos... o podrías esforzarte y hacer que me levante con rapidez. —Es lo único que logro sacar de sus labios.
—Cinco minutos serán.
Suelto una pequeña risita de mis labios, esa risita que trato de mantener dentro de mí y asiento recostándome nuevamente a su lado. También estoy demasiado cansada por el día anterior. Todo lo que hicimos nos había dejado realmente cansados; todo el día estuvimos fuera de la casa por los preparativos para Navidad.
—Que lastima... —Susurra.
Aún no suelto aquellas grandes, fuertes y perfectas manos que él posee. Me gusta estar así a su lado. Cierro mis ojos por un par de segundos y me quedo completamente dormida.
Me encanta ser lo más honesta y sincera ante él. Puedo ser yo, nunca había encontrado en mi vida a un hombre como Paul, él fue el único que cambió completamente todo.
En vida tan solo estuve con dos hombres, uno era mi mejor amigo Alexander y luego Paul. Sé que ya no habrá ningún otro hombre para mí. De igual manera, no considero demasiado a Alex, él era mi mejor amigo de la infancia y ahora ya no lo veía. Se había olvidado de todos nosotros, a esas personas que él mismo llamaba amigos. Quizás yo también había contribuido para terminar con esa hermosa amistad.
—¿No te piensas levantar hoy, princesa? —Oigo la voz de él sobre mi oído, me agrada sentir su calidez en mí.
Abro mis ojos con una pequeña sonrisa sobre mis labios.
Asiento estirándome cómodamente en el colchón.
—Creí que dormiríamos cinco minutos más. —Me repongo tomando asiento para lograr ver sus perfectos ojos.
Simplemente, quiero una respuesta, siempre espero una respuesta concreta de todo el mundo.
—Así fue, yo me desperté luego de los cinco minutos, pero alguien siguió durmiendo pacíficamente y notoriamente no podía despertar a mi hermosa princesa. Sé que no te gusta eso —comenta con una pequeña sonrisa ladina sobre sus labios.
Se acerca a mí con delicadeza y toma en cuenta la diferencia de altura para dejar un beso frío, pero adorable sobre mi frente.
—¿Qué soñaste?—Pregunta tomando asiento a mi lado.
La yema de sus dedos sube con lentitud por mi muslo. Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios al sentir su acción, niego con la cabeza tan solo una vez y tomo su mano, simplemente, para acariciarlo.
«¿Qué había soñado?», pienso en mis adentros.
No recuerdo el sueño que tuve, por lo que niego con la cabeza y comento la situación con sinceridad. No recuerdo nada de lo que había sucedido, simplemente, era un sueño ridículo y fácil de olvidar.
—No lo recuerdo, quizás soñé contigo. —Tomo su rostro con mis pequeñas manos y beso su mejilla, para luego ponerme de pie y dirigirme hacia el baño y lavar bien mis dientes y rostro—. ¿Qué haremos hoy? Supuestamente, mi familia vendrá a vernos para pasar la Navidad todos juntos —comento sin dejar de cepillar mis dientes.
Al no oír su voz me dirijo hacia la habitación reiteradamente y lo observo. Se ve perdido y algo adolorido, pero no sé nada de lo que él puede estar pensando o pasado en este día tan hermoso.
Escupo la crema dental y lavo el cepillo para luego regresar a él y tomar asiento juntos.
Apoyo mi cabeza sobre su hombro y espero que algo salga de sus labios. Debo saber que quitarle los sentimientos es complicado, él nunca habla de lo que siente, simplemente, se lo guarda dentro de sí.
—¿Qué sucede?—Pregunto con un tono de voz preocupante por la situación.
Él simplemente niega.
—No lo sé. Creo que me hubiera gustado poder invitar a mi familia... —Comenta con un tono de voz difícil de definir, parece realmente preocupado y desolado—. Lamento mucho no poder... no poder hacer nada por ti y tu familia, yo... —Dice limpiando sus ojos. A él no le gusta para nada mostrar sus emociones—. Aún falta bastante para Navidad —agrega a la conversación.
Al verlo de ese modo mi corazón se parte en millones de pedazos que caen con lentitud al suelo. Me destroza verlo en aquella situación en la que se encuentra. No quiero verlo de ese modo tan adolorido.
—Todo está bien, no hablemos más de eso —digo mirándolo fijamente a los ojos.
Él asiente.
—¿De qué quieres hablar?—Pregunta con una pequeña sonrisa sobre sus labios—. Quizás podríamos salir a comprar o hacer algo interesante fuera de la casa, ¿qué te parece?—Aquellas preguntas que salen de sus labios me dejan pensando gravemente en que le respondería.
—Sí. Me gustaría salir de aquí, ya encontraremos algo interesante para hacer. —Me acerco y beso la mejilla de él con cuidado absoluto en mi accionar.
Me pongo de pie y le tiendo mi mano, él la toma y se acerca a mí.
—Vamos.
—Andando —murmura de un modo más cálido.
Me hace dar una vuelta como si fuera su princesa. La única de su vida, la que siempre amaría, aún después de su muerte, a la que la muerte jamás podría separar. Seríamos almas unidas para siempre, no había y no habrá ningún tipo de problemas en nuestra perfecta relación.
Me suelto de él y niego con la cabeza cruzando mis brazos.
—No pienso salir así —susurro separando mis brazos y señalando mi atuendo, no puedo salir en pijama afuera de la casa—. ¿Cómo no me dijiste nada al respecto?—Hago una mueca con mis labios y camino sin excusas al armario.
El armario era enorme, una mitad es suya y la otra mía.
Me visto con lo primero que encuentro, no quiero perder el tiempo por una tonta vestimenta. Me pongo un jean azul y arriba una de sus bellas y perfectas camisas a cuadros. Tengo una gran admiración por las camisas, pero me agrada. Los zapatos son simples, ya que iríamos a caminar, no sé cuánto pueda tardar, así que la comodidad ante todo.
Ya estoy lista, ya que no me gusta maquillarme y eso me ahorra mucho tiempo en la preparación. Me pongo la colonia por el cuello y salgo de la habitación, camino unos cuantos pasos y lo veo recostado sobre el sofá, ahí cómodamente.
Me acerco como un animal a su presa y me lanzo sobre él. Lamentablemente, no salió como lo imaginé dentro de mi mente, pero sé que mi mente es un poco retorcida.
Un fuerte quejido sale de sus labios.
—Supondré que ya estás lista —dice él acomodando mi cabello revuelto.
Olvide cepillar mi cabello.
«¿Qué más habría olvidado?», pienso.
—Sip. Gracias por... eso —comento y me pongo de pie con cuidado—. Caí sobre ti.
Ambos soltamos una carcajada sonora.
Ya estamos de pie y listos para salir a enfrentar un nuevo y hermoso día.
—Tu cabello revuelto es bonito, pero tú sabes que te prefiero a ti y no a tu loco cabello —dice él acariciando mi mejilla con delicadeza.
Cierro mis ojos para disfrutar de su accionar que tanto me gusta, dejo salir de mis labios un suspiro y abro los ojos para tomar su mano con cuidado y salir por la puerta de la casa.
—¿A dónde vamos?—Pregunto esperando que él supiera a dónde llegaríamos caminando.
—A donde nos lleven los pies —responde con obviedad en su tono de voz.
—¿Dónde es eso?
—Ya lo veremos.
Una sonrisa amplia se dibuja sobre mis labios y entrelazo nuestros dedos para comenzar con el camino. Un camino al que no sabríamos llegar o simplemente detenernos era un camino impreciso y preciso a la vez.
—¿Crees qué sería mejor regresar y cambiarme? No me gustaría hacer el ridículo por las calles, mucho más si adonde llegamos no lo conocemos —digo bastante preocupada por lo que las personas que nos rodean pensarían.
Supongo que luego de ser criada por personas que le dan gran importancia al qué dirán eso es algo muy importante para mí. Trato de hacer lo posible para que ya no me importe lo que piensan los otros de mis actos, pero es algo que seguramente jamás lograría cambiar. Hace varios años que, trato ser mejor persona, de ya no tener una mente tan cerrada. Trato ser como él, pero sé que jamás sucederá. Sé que tratar ser como otro tampoco me ayudará, pero Paul es un ser humano muy bello y me gustaría ser como él.
Nuestras diferencias son lo que nos mantienen unidos, creo que dejaré de trabajar en ser como él y trataré de vivir como realmente soy. Obviamente, trataré de que el qué dirán sea algo insignificante en mi vida y espero lograr aquella meta.
Él al oír lo que sale de mis labios me observa de reojo sin detener su andar y niega con la cabeza tan solo una vez. Parece que aquello que le comenté no le importaba demasiado, quizás tiene razón y yo debería de pensar lo mismo que él. No debe importarme lo que las personas me digan, lo importante es lo que yo piense.
—No te preocupes por como te ves, eres y serás hermosa con cualquier cosa que te pongas. —Levanta mi mano con delicadeza y besa el dorso de esta.
Una sonrisa amplia se dibuja sobre mis labios al oír sus palabras. Él siempre sabe que decir; no era un hombre de mucho hablar, pero cuando lo hace sus palabras impregnan en lo más profundo de mi alma. Aquella situación me resulta completamente adorable. Ese hombre puede ser tierno cuando lo desea y ser un salvaje en otras ocasiones.
—¿A sí?—Pregunto alzando una ceja.
—Sí —responde sin importancia—. Aunque... También te ves hermosa sin nada —agrega con un tono de voz juguetón y divertido ante esas palabras.
Al oír su comentario no puedo evitar reír, pero antes le doy un golpe en el hombro como advertencia hacia sus palabras innecesarias. Debo confesar que esos comentarios no me gustan para nada, no me gusta saber que me ha visto sin nada. No sabía eso hasta ahora.
Seguimos caminando por las calles, están limpias y muchas personas pasan caminando por nuestro alrededor. No me agrada demasiado estar entre tantas personas, pero estoy a su lado y eso me hace sentir indestructible. Sé que estoy exagerado un poco, pero el amor que siento por él me hace sentir de ese modo tan especial y bonito.
Caminando nuestro ceño se frunce inmediatamente al oír unos gritos horrendos, son dos mujeres que al parecer están discutiendo sobre un hombre, pero la voz de una pequeña se hizo presente en la pelea. Claramente, las cosas no son muy buenas en esa familia. Mis ojos se posaron sobre el joven a mi lado, aprieto un poco su mano, ya que me encuentro realmente nerviosa por lo que está sucediendo.
—Tranquila, es solo una pelea familiar —dice él con seguridad.
Se logra notar que, evidentemente, alguna vez en su vida se había peleado con su familia, no le importa lo que está sucediendo con aquella niña, las dos mujeres y su padre. Un padre que al llegar a su casa comienza a gritar desesperadamente. Se nota que está demasiado enfadado con aquellas personas que lo rodean.
Por dentro, quiero correr a ayudar, pero me doy cuenta que eso será una gran tontería y que realmente no podía hacer nada al respecto. Eso me rompe el corazón en pequeños pedacitos.
No me gusta para nada las peleas familiares o quizás ningún tipo de pelea.
La niña no para de llorar y su padre parece que le está pegado severamente.
Los gritos horrendos de las mujeres ya no se oyen más, solo se oye el llanto de la niña.
—¿Solo una pelea familiar?—Pregunto con el ceño fruncido.
No me agrada saber que él piensa de ese modo.
Él asiente con la cabeza.
—¿Cómo estás tan tranquilo?
—No me importan esas personas —responde con sinceridad.
Suelto su mano con brusquedad, quiero alejarme un poco y me adelanto con el recorrido.
No quiero seguir escuchando esas tonterías que salen de los labios de él en ese momento.
Él era una de esas personas con las que no se puede hablar, él siempre tiene que tener la razón de lo que fuera.
Cuando giro en una esquina, siento unas manos sobre mi cadera, su fragancia me llega a la nariz y niego con la cabeza; tomo sus manos con delicadeza y las acaricio con seguridad en mi accionar.
Giro para verlo a los ojos y niego nuevamente.
No quiero verlo ni oírlo, pero sé que me debe muchas respuestas de lo sucedido. No comprendo la situación y me siento como una niña, aquella niña que recibió un castigo de su padre.
—¿Cómo es que no te importa?—pregunto con suma urgencia.
—Porque no conozco a esas personas y no me importa lo que les suceda, pero... si fuera mi familia, si me importaría, Katy —me responde él.
Por fin, una respuesta válida. Algo que me acontece festejar, saber aquello me ha despertado de un modo único.
Paul me había comentado sobre su pasado, cuando era un pequeño. Estoy segura de que las peleas tampoco son de su agrado, por lo que él me contó, cuando nos conocimos era devastador, me había rotó el corazón. No tuvo una infancia bonita, hasta que el marido de su madre apareció y los salvó de una vida llena de miseria y dolor.
Al oír lo que sale de sus labios una pequeña sonrisa se dibuja sobre los míos, supongo que eso es lo que quería oír desde el minuto en el que hice la primera pregunta. Eso es justamente lo que yo quería oír, me había enojado por no oír lo que yo deseaba, ahora me siento egoísta por hacerle cambiar de opinión.
—Ven, vamos. No hay que arruinar el día —dice tomando mi mano para comenzar nuevamente con el recorrido.
Me quedo pensando seriamente en lo sucedido hace unos minutos atrás.
Hay un poco de viento, pero deja respirar con normalidad. El sonido de los pájaros es justamente lo más relajante de la salida. Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios al oír aquel hermoso sonido que esas pequeñas criaturas emiten. Arriba de un bello árbol se encuentra escondido un perico, se veía realmente adorable. Sé que a Paul le gustan mucho las aves, en eso me hace acordar a mi padre; él también tiene una pequeña obsesión por aquellos animalitos.
—Mira eso. —Señalo aquella hermosa ave.
Él se detiene y la observa con admiración. Le gustan mucho los animales, diría que mucho más que las personas.
—Es uno de los más hermosos que he visto en la vida —comenta—. Algún día tendré uno como mascota, ¿qué opinas, Katy?
Me gusta mucho que me pida mi opinión, me alegra cuando me pregunta cosas como esas. No me importa que tan pequeñas sean o si realmente no son importantes, me alegra de todos modos que pueda confiar plenamente en mí.
Lo que no me agrada es que aún me siga llamando "Katy". Sé que es mi nombre, pero definitivamente cuando él me llama de ese modo parece muy lejano.
—Me parece hermoso, cariño.
—No pensé que te gustaría...
—Ahora ya lo sabes —digo con seguridad en mis palabras.
Nos quedamos observando aquella ave por horas.
Pienso que me quedaría dormida si seguimos en esta situación.
La luz del sol se comenzó a apagar y la noche llegó con seguridad.
Observo el cielo y luego a él con admiración.
—Es hora de seguir adelante, ya es de noche y tenemos que regresar a casa —le informo.
—¿Ya?—Pregunta.
Asiento con la cabeza.
Parece como un niño cuando se está divirtiendo y sus padres lo buscan en una fiesta de cumpleaños. Creo que es así lo que siente Paul en este instante.
—Paul, hay que ir... estuvimos todo el día observando a la pequeña Lane.
Él frunce el ceño algo confundido por mis palabras.
—¿Lane?
—Lane, le puse así.
Él suelta una pequeña risa y pasa uno de sus brazos por encima de mis hombros.
Comenzamos a caminar nuevamente, pero no para casa. Estamos caminando para lograr llegar a un supermercado y comprar algo para cenar.
Se detiene en la puerta de un restaurante y niego.
—Paul...
—Vamos, Katy. Es solo una vez.
Hago una mueca con mis labios y asiento adentrándonos al lugar.
Inmediatamente, un sujeto vestido con un traje elegante se acerca a nosotros, no tarda mucho en entregarnos una pequeña y perfecta mesa. Nos sonríe de modo dulce, adorable; su sonrisa resplandeciente me da buena espina del lugar.
Tomamos asiento y suspiro cómodamente.
—Es un hermoso lugar —comento.
—Así es.
Nunca hacíamos ese tipo de cosas, pero esta vez era justamente lo contrario.
Tomo el menú y comienzo a leer todo lo que hay.
Una gran variedad de alimentos y bebidas que nunca había leído en mi vida.
Cosas extrañas de las cuales me pregunto si realmente son los nombres de comidas, son muy extraños. Supongo que al desconocer ese terreno todo me ha de parecer insólito.
—¿Qué te gustaría cenar?—pregunto bajando el menú para poder verlo bien a los ojos.
—No lo sé, no me gusta nada. —Da vuelta una de las páginas y aquella sonrisa perfecta se dibuja sobre sus labios—. ¿Pizza?—Pregunta subiendo la mirada hasta mis ojos.
Simplemente, asiento.
Una pizza es, sin ninguna duda, lo necesario en este momento. Hace mucho tiempo, no como eso es lo que necesito.
No hay muchos comensales, el lugar parece solo para nosotros.
Toma mi mano con cuidado y logro sentir la suya cálida, me agrada, ya que mis manos siempre están frías. No son tan frías como yo misma, pero tienen aquel lado frío y oscuro que muchas personas describirían como heladas. En una época de mi vida, no era de ese modo, yo también tenía unas manos cálidas y apetecibles, suaves como un pétalo de rosa. Ahora no son más que frías.
El mesero no tarda mucho en llegar nuevamente a la mesa.
Debo confesar que, el lugar es demasiado ostentoso para nosotros dos, todo luce perfecto y rosado. Los colores son vivos y deja pasar la alegría a sus comensales.
La mesa en la cual estamos es redonda, de madera, posee un hermoso mantel de color pastel y es justamente lo que nunca pondría en mi mesa. Un florero aislado, solitario con una gran rosa turquesa que, parece demasiado pesada, muy pronto caerá de aquel florero azulado de vidrio. No entiendo la razón por la que le doy demasiada importancia a una cosa tan insignificante como esa.
El lugar se ve realmente limpio, lujoso y sin una sola telaraña.
Me gusta mucho observar el lugar donde me encuentro, me agrada saber que es limpio e importante. No me gusta eso, después de todo, estoy vestida de una manera bastante harapienta para un lugar tan tranquilo y perfecto como este.
Mi mirada se encuentra sobre el florero y pienso seriamente cuándo caería el último pétalo de aquella hermosa rosa. Tengo muchas preguntas al respecto, supongo que no es el momento ni la hora correcta para perderme en mis pensamientos.
Observo con detenimiento una pequeña mancha oscura en la pared, justo al lado de un pequeño espejo. Esa mancha es nueva, no la pude notar cuando llegamos al restaurante, sospecho que no soy muy buena con la observación.
Niego con la cabeza y vuelvo a ver el mantel de color pastel.
La caricia que logro sentir en mi mano me despierta de mis pensamientos, es rápido.
Alzo la mirada y veo sus hermosos ojos que tanto me gustan. Azul, celeste con un toque especial de verde y grisáceo. Es una mezcla única y perfecta que logra volverse un maravilloso esmeralda a la vista, algo imposible de no observar con admiración.
—¿Qué opinas?—Oigo lo que sale de esos suculentos labios.
Niego con la cabeza al ver que perdí el tiempo, la comida ya está en la mesa y Paul tiene una pregunta. Una propuesta que yo no escuché, por supuesto, no iba a responder algo que no escuché.
Realmente, había perdido el tiempo con mis pensamientos, hay un montón de personas sentadas observando y comiendo, todos están discutiendo sobre algo. Nosotros dignos de su atención.
—¿Me repites la pregunta?—Alzo una ceja con propósito de volver a oírlo.
Todos los comensales nos están observando fijamente y aquello me está incomodando demasiado, jamás imaginé que sería el centro de atención de una gran cantidad de personas. No tengo la menor idea de lo que Paul me ha preguntado y las miradas de esos no me agradan en lo absoluto.
Miro fijamente a Paul con la esperanza de que él me repitiera su pregunta.
Todos se encuentran girados en sus sillas para lograr oír con atención y no perderse ni un solo segundo lo que está sucediendo entre Paul y yo.
Al parecer, aquellas personas saben la pregunta, yo soy la única perdida en el tiempo.
—¿Está loca, mami?—Oigo la voz de un pequeño niño preocupado.
Regreso la mirada a los ojos de Paul y trato de ignorar al pequeño.
—Te pregunté si te quieres casar conmigo —susurra con seguridad y tranquilidad.
Mi ceño se frunce inmediatamente al oír su tono y la pregunta que sale de sus labios. Jamás me imaginé algo como esto. Trago saliva sonoramente con una pequeña sonrisa sobre mis labios, estoy mucho más nerviosa de lo que cualquiera podría imaginar en un momento como este.
Mi sonrisa pequeña no tarda en volverse amplia y asiento con la cabeza.
No puedo creer que eso realmente está sucediendo.
«¿Realmente está sucediendo?», pienso.
—¡Sí!—Una sonrisa perfecta y amplia se dibuja sobre mis labios de nueva cuenta, mi tono de voz es demasiado elevado para el lugar por lo que decido hablar más bajo y agrego—: Sí, sí quiero casarme contigo, Paul —murmuro sobre sus labios.
Muchas personas niegan con la cabeza. Se ven extrañas, pálidas como una hoja de papel y con ropa negra, ropa oscura. No me importa, después de todo, estoy con Paul que muy pronto será mi esposo.
Tomo el rostro de mi prometido con cuidado, para romper la poca distancia entre nuestros labios. Estos logran aquel contacto que deseo, es lento, delicado y con aquella pizca sensual que él siempre logra al tirar de mi labio inferior.
Los comensales parecen desaparecer durante el beso.
Lo miro fijamente a los ojos y alzo una ceja.
—¿Y las personas?—Pregunto.
Él se encoje de hombros y termina de comer una porción de pizza.
Me doy cuenta de que estoy perdiendo lapsos de tiempo.
«¿Qué me sucede?», pienso en mis adentros.
Tomo en mis manos una porción de pizza, la primera que logro llevar a mis labios.
—Oye, deja para mí también, pequeña ardilla —comenta él con un tono de voz juguetón y divertido.
Observo el plato de pizza y frunzo el ceño al notar que había comido mucho más de lo que yo recuerdo. No comprendo lo que está sucediendo y eso no me gusta para nada. Jamás me había olvidado de algo tan importante como comer. Aquello es como olvidarse de respirar y eso es imposible.
—Sí... Lo siento —susurro con una pequeña sonrisa sobre mis labios.
No quiero perderme en el tiempo, por lo que lo observo fijamente a sus ojos, espero salir de ahí para regresar a casa y hablar sobre el nuevo proyecto. También el tema de la Navidad. Mis padres tienen que viajar desde muy lejos y todavía no sé lo que serviría para cenar en Noche Nueva. Creo que podría hacer lo de todos los años, después de todo, solo vienen ellos. La madre de Paul se había negado a pasar la navidad con nosotros si mis padres venían. No entiendo que es lo que mis padres le pudieron haberle hecho, ella ni siquiera es de Argentina.
Él no es tonto, sabe bien que sabría lo que está pensando dentro de mí.
—Algo te molesta, ¿verdad? —Pregunta con el ceño completamente fruncido.
—Estoy pensando seriamente en todo, Paul y creo que sufro un pequeño colapso nervioso —digo con seguridad. No me molesta decirle las cosas en la cara, sé que él me comprenderá de cualquier modo—. Ahora se suma los preparativos para la boda y la Navidad, mis padres...
Observo como él me mira, parece mucho más perdido que yo con aquel hilo de la conversación mantenida. Supongo que, él también está pensando seriamente en sus cosas, yo no soy el centro del universo.
—No te preocupes, esas cosas pasarán rápido y no lo notarás. Créeme, siempre pasa lo mismo y lo mejor es que logras disfrutar de cada momento, sin importar lo que sucede al rededor, no te preocupes, Katy —dice él hablando con un tono más claro. Su voz es grave, pero con elegancia. Me gusta cuando habla, me hace acordar a Rodolfo Barili.
—Tienes razón... de igual modo, me preocupa no llegar a tiempo —respondo con sinceridad.
Él niega con la cabeza.
Su cabello castaño claro se mueve junto a su negación.
Es él, el hombre con el que pasaré el resto de mi vida y que tanto amo.
Me encanta saber que él siempre estará ahí para mi como yo para él. No espero demasiado en nuestra vida, solo quiero que ambos logremos aquella felicidad anhelada. Creo que es la misma felicidad que toda pareja sueña en momentos como este.
Paul está junto a mí, está aquí para mí. No hay más nada que desee, tengo lo que quiero. Eso es un paso muy grande para muchas personas, para todas las que sueñan.
En un momento de mi vida, había pensado que no tendría a nadie para mí, que estaría sola hasta el final de mis días, pero ese pensamiento desapareció al conocer y amar a este hombre. Paul me enseñó cosas que imaginé que nadie podría. Sé que aún faltan muchas cosas por recorrer, pero a su lado todo valdrá la pena.
Su mirada continúa intacta, penetrando lo más profundo de mi alma. Me pongo nerviosa con su fijación. No comprendo la razón por la que siempre debe observar mis ojos de ese modo, pero hay algo en eso que me gusta. Es algo bastante contradictorio, ya que me dan nervios y al mismo tiempo me deleita.