Luego de tres horas de pedirle perdón a la anciana, decidimos comprar algo de la tienda. Quizás, de ese modo, las cosas cambien y nos dejen salir de la tienda en paz y con un nuevo regalo para alguien; esa mujer no se da cuenta de la vergüenza que corre por todo mi cuerpo.
En esta época importante como la Navidad, hay que hacer buenas acciones y realmente siento que lo que sucedió hace unos minutos con Paul no fue para nada apropiado y mucho menos en una tienda. No puedo creer cómo fue que permití que eso sucediera, me siento una sucia.
De la mano, caminamos por la tienda, mis ojos se posan en un excelente brazalete elegante; pienso que puedo comprarle eso a mi madre. Lo tomo y se lo muestro a Paul con una pequeña sonrisa posada sobre mis brillantes labios.
—¿Qué harás con eso?—Pregunta inspeccionando el brazalete con el ceño completamente fruncido.
Sé gracias a su mirada que eso no le gusta para nada, él es demasiado selectivo y encontrar algo que realmente le guste es un gran reto del que seguramente siempre saldré perdiendo.
Lo observo y agarro el brazalete de sus manos. Parece que muy pronto lo va a destruir si sigue haciendo aquello con sus manos, no quiero perder la oportunidad de comprarle eso a mi madre. Supongo que a mi padre le compraré algo que le guste a Paul, no soy muy buena con el tema para los regalos de los hombres.
No me gusta mucho eso, pero trato de hacer lo posible para no dejar a alguien sin su bello y tonto regalo de Navidad. Quizás lo que les regalo no son cosas caras ni de gran tamaño, pero trato de hacer lo mejor con lo poco que tengo. Por lo menos, yo pienso en las personas que no veo todos los días. Me pregunto si esas personas me recuerdan como yo a ellas.
—Se lo voy a regalar a mi madre, ¿qué opinas?—digo observando fijamente lo que parece ser oro.
Aquel brazalete elegante se ve realmente perfecto para mi madre y evidentemente no puedo perder la oportunidad de comprarlo.
—Es perfecto para ella, supongo...
—¿Supones?—Cuestiono.
—No la conozco. Todavía no —responde observando una estantería llena de libros de todo tipo y género.
Paul toma un libro, la cubierta es azul oscuro y posee letras góticas en el mismo. Me gusta mucho aquella tipografía y mucho más con ese bello encuadernado, me resulta única a la vista. Alzo una ceja para luego ver los ojos de él.
Puede ser que aún tenga aquella fascinación por los clásicos, aunque también en casa hay novelas contemporáneas. Debo confesar que, no tengo un género en específico, desde libros científicos, hasta infantiles.
—Estuve buscando este libro por años, creí que ya no lo conseguiría —hace una mueca con sus labios y luego agrega—: Cuídalo, iré al baño... Espero encontrar uno cerca.
Le quito el libro de las manos y me pongo a ojearlo, el sonido que se desprende de los labios de Paul me deja muy claro que no le gusta para nada mi acción y mucho más si él estaba leyendo.
No puedo negar que las primeras páginas son detalladas y extensas, su color amarillento me deja notar que, evidentemente, había sido escrito y publicado hace varios años atrás, quizás ya hasta se haya vencido los años del derecho de autor.
Mi ceño se frunce inmediatamente al notar como un joven llega a mi lado y me quita el libro del mismo modo que yo se lo había quitado a Paul. Puedo notar que, ese joven no tiene modales, y sé que las cosas con Paul se volverían tensas. Tengo que recuperar el libro de Paul, aunque sea lo último que haga el día de hoy.
—Oye, ese libro lo pienso comprar ¿me lo regresas? Por favor. —Trato de ser lo más amable posible.
El joven observando el libro levanta la vista y me mira fijamente a los ojos; sus ojos son marrones amielados, posee unas grandes ojeras, supongo que por leer sus libros y no dormir; su atuendo me hace recordar a los comensales del restaurante: oscuro y frío. Su cabello es extraño, pero no voy a criticar, me niego a criticar nuevamente a otra persona.
—Claro que no, ese libro me lo llevaré yo. Yo vine por él y yo me lo llevaré.
El joven no dice nada más y simplemente se dirige a la caja, con su andar elegante y seguro. Niego con la cabeza y lo sigo del mismo modo en que él camina. No dejaré que se lleve aquel libro que Paul compraría, sé que a él le importa demasiado y con eso me es suficiente.
—¡Alto ahí!—Exclamo mal humorada por aquella situación en la que yo misma me estoy colocando, en ese preciso instante. No puedo negar que aquello me está volviendo realmente loca.
El joven vestido con harapos extraños gira para lograr verme a los ojos. Supongo que quiere observar con detenimiento el rostro de la mujer que lo está desafiando en medio de una tienda casi vacía.
Tiene suerte de que Paul se había ido al baño, aquello le llevará bastante tiempo. El único baño que vi en el centro comercial está bastante lejos de esta maravillosa tienda.
—¿Qué te pasa, loca?—Es lo que sale de los labios del joven con su cabello oscuro, diría que negro a la vista.
Su outfit no es malo. Combina a la perfección, no puedo creer que recién me doy cuenta de aquella tontería. Sus tatuajes extraños me dejan pensando que, ya los había visto en alguna parte, pero no lo recuerdo. No recuerdo de dónde había visto aquellos grandes y oscuros tatuajes que él posee sobre su piel.
Mi ceño se frunce inmediatamente y niego con la cabeza tan solo una vez.
—No soy ninguna loca y ya te he dicho que yo seré la dueña de ese bello espécimen literario —digo acercándome al joven con ahínco.
Una sonrisa blanca se posa sobre los labios carnosos del joven, los labios son los únicos con un color rosado. Ese es el único color que ese hombre posee sobre su cuerpo.
Ladeo la cabeza un tanto confundida por la situación.
Al notar que, él se acerca a mí, comienzo a retroceder unos pequeños pasos hacia atrás. No me gusta mucho la situación en la que me encuentro, pero yo había comenzado la jugada y yo seré la que termine el juego, ganando aquel bello y perfecto libro importante de la literatura.
—Ese libro es mío...
¿Qué fue lo que hice?, ¿en qué me metí ahora?