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Chapter 7 - Capítulo 6

Siento como mi espalda pega contra la pared de aquella tienda, estoy acorralada por aquel sujeto y claro la anciana, en ese momento, no se encuentra presente. Todas las cosas malas me suceden a mí, eso no es para nada justo. La vida es muy injusta.

Observo al joven fijamente a los ojos y llevo mis manos hacia su pecho para tratar de empujarlo con fuerza y lograr salir de ahí. Claro debo inventar una historia para Paul, no puedo decirle lo que realmente había sucedido.

Siento como aquel joven toma mis muñecas con fuerza y niega con la cabeza, aún posee sobre sus carnosos labios aquella extraña sonrisa que me está asustando. Se ve feliz ante la situación, por supuesto, total él no está en mi lugar.

Trago saliva sonoramente.

—Suéltame.

—¿Realmente quieres que te suelte? Pareces estar cómoda cuando te sostienen de este modo —sale de sus labios.

No esperé que me dijera algo como eso, pero lo hizo y ahora tengo que responderle.

«¿Debía responder? Claro que no», pienso.

Me quedo observando sus ojos con una sonrisa amplia sobre mis labios, aquella sonrisa no puede demostrar el miedo que estoy sintiendo en ese preciso instante. Siempre hago eso para molestar a las personas y ellas siempre caen en mi juego. Este sujeto no tiene porque ser diferente a los demás. Su mirada se vuelve más brusca al notar mi sonrisa.

—¡Responde!—Increpa malhumorado sosteniendo mi cabello con fuerza.

Simplemente, niego con la cabeza, al hacerlo puedo sentir como mi cabello tira.

Mi ceño se frunce aún más y lo empujo con ambas manos. Lo observo caer al suelo y me agacho un poco para lograr tomar el libro que, por suerte se le había caído al suelo, con la caída que le había proporcionado hace unos segundos. Una sonrisa amplia se posa sobre mis labios y lo miro fijamente a los ojos.

—Ten cuidado, no todas las chicas son inofensivas o taradas —murmuro acomodando mi cabello.

Me dispongo a llegar a la fila que se encuentra para pagar, no hay muchas personas, pero sí las suficientes. Cuando llega mi turno le sonrío a la anciana que es la cajera en ese momento.

La mujer niega, toma el libro y el brazalete con su ceño fruncido, evidentemente, no le había agradado para nada lo sucedido. Tiene razón, a mí tampoco me había gustado todo lo que pasé por esos pocos minutos alocados de mi vida.

—Gracias...

Comienzo a caminar con aquellas dos bolsas, no son pesadas.

Tomo asiento cerca de la fuente de agua, para descansar unos minutos mientras que Paul no llega a mi lado. Oigo los villancicos de fondo, ya se está acercando la Navidad y, por supuesto, que los centros comerciales se comienzan a adornar con colores alegres, casi siempre verdes y rojos.

Tarareo un poco la canción y miro que a lo lejos Paul me está buscando. Alza la mano y se acerca con una sonrisa amplia al notar que le había comprado su libro favorito. Se sienta a mi lado y toma mis manos con delicadeza, no puedo evitar sonreír como boba. Aquello siempre me sucede a su lado.

—No puedo creerlo. Muchas gracias.

Niego con la cabeza y señalo mis labios. Quiero un premio por lo sucedido en la tienda, él no había visto nada, pero aún así yo quiero saborear sus labios.

Él suelta una pequeña risita tierna y posa sus labios sobre los míos, tan solo es un pequeño roce, pero yo no quiero eso. Yo quiero un beso verdadero de esos labios. Extraño sus labios y lo que me produce sentirlos.

—Bésame... —Susurro sobre sus labios.

Paul niega con la cabeza y se separa de mis labios. Mi ceño se frunce inmediatamente al recibir aquella respuesta, no, no recibí una respuesta que salió de sus labios. Yo tomo esa negación como una respuesta.

Bajo la mirada al suelo. Me siento completamente incomoda ante lo sucedido, jamás me hizo algo como eso. No me lo esperaba, bueno... jamás esperaría eso de Paul.

—¿Estás bien?—Le pregunto tomando su mano con delicadeza.

Él niega con la cabeza tan solo una vez.

—¿Qué sucede? Dime... —Murmuro levantando la mirada del suelo para verlo a él.

Espero que él me pueda oír con claridad lo que sale de mis labios. Me siento realmente obsoleta ante la situación en la que me encuentro parada en ese momento. El tiempo parece detenerse y yo sigo viéndolo a los ojos esperando una respuesta.

—Mi mejor amiga regresó de los Estados Unidos y tengo que ir por ella. Su novio ya llegó y él irá para casa en estos momentos, Katy. Necesito que vayas a la casa y lo atiendas, mientras yo me dirijo al aeropuerto en la búsqueda de Laby —aquello sale de sus labios, no se detiene ni un solo segundo para respirar.

Lo miro a los ojos, mucho más calmada, por la respuesta que por fin me da, necesito una respuesta. Asiento con una sonrisa amplia, pienso cualquier cosa. Creo que mi mente no es tan buena como yo pensaba que lo era, supongo que las cosas van a ser mejores ahora que sé lo que está atormentando a mi prometido.

Debo admitir que, no esperaba eso de él. Jamás me había contado de su amiga o su amigo, no sé muchas cosas del pasado de Paul y eso no me agrada demasiado. Me gustaría que él pueda confiar en mi tanto como yo en él. Él sabe todo mi pasado, se lo había contado, en el inicio de la relación, pero él nunca me comentó lo que había vivido.

Sé que, yo no era la primera en su vida, eso es evidente y tampoco me importa, mientras que yo sea la última que esté con él.

Sus amigos deben ser muy importantes y, por eso, hoy los conoceré, estarán invitados a la boda. Por eso, están de visita, Paul es un muy buen hombre y no le diré que no puede invitar a sus amigos. Eso no estaría nada bien.

—Tranquilo, Paul. Iré a casa para esperar a... —Le hago una mueca con mis labios esperando que él responda con el nombre del joven que debía esperar.

—Su nombre es Javier.

Asiento con la cabeza al oír el nombre que escucho salir de los labios de Paul. Javier, ese nombre siempre me había gustado. Cuando tenga un hijo con Paul le pondré Javier, estoy segura de eso.

Beso la mejilla de Paul y me dirijo a la salida del centro comercial, llevo las bolsas con una sonrisa amplia sobre mis labios. Abro la puerta y salgo con cuidado, me dispongo a caminar con rapidez para llegar a tiempo a casa. No me gusta no llegar antes que el invitado, eso no está nada profesional.

No me detuve en ningún momento, no puedo perder el tiempo mirando las hojas amarillentas en de las calles o bellos pájaros cantores sobre los árboles. Simplemente, debo llegar a la casa de una vez por todas y esperar a ese tal Javier.

Llego a la casa y abro la puerta con una pequeña sonrisa sobre mis labios, estoy muriendo de cansancio. Dejo las compras a un lado en la mesada de la cocina y luego me dirijo al sofá. Amo mi bello sofá, es el lugar que me hace sentir bien y a gusto con la casa.

Supongo que los amigos de Paul deben saber muchas anécdotas bellas para contarme, creo que esto me va a gustar más de lo que podría haber imaginado hace unas horas atrás.

Quiero olvidar lo que sucedió en la tienda, pero se me hace muy complicado. Espero no soñar con ese momento horrible y espero que en algún momento pueda olvidar cada una de esas cosas que pasaron.

¿Cómo será Javier?, ¿lograremos los cuatro ser amigos?, ¿ellos me aceptarán?

Suspiro cómodamente sobre aquel sofá que se encuentra en medio de la sala. La comodidad en la que me encuentro es magnífica, no quiero volver a ponerme de pie hasta que toquen el timbre. Espero que, para eso falte mucho tiempo, porque si fuera ahora, no abriría la puerta ni en sueños. No quiero que la comodidad se desvanezca tan rápido junto a mi felicidad en un momento de nerviosismo como este.

Soy una persona bastante feliz cuando me encuentro en mi mundo, quizás no lo soy...

Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios al notar que puedo mejorar la espera con el libro que le compre a Paul. No soy una persona de leer demasiado, pero no negaré que, en este momento, se me hace apetecible.

De todos modos, debo ponerme de pie; la ventana del comedor se encuentra mucho más abierta de lo que había pensado. No tardo demasiado en ponerme de pie y alisar mi atuendo con aquella misteriosa sonrisa sobre mis labios.

Estiro mi brazo para lograr alcanzar el borde de la ventana, al hacerlo, la termino de cerrar. Doy unos pequeños pasos hacia la cocina y tomo el libro que aún sigue dentro de la bolsa que se encuentra sobre la mesada.

Me doy cuenta que si me pongo a leer perdería demasiado tiempo y tengo que preparar una cena para cuatro personas. No tengo idea de lo que a los amigos de Paul les gusta cenar, no me gustaría hacer una cena y que a los invitados no les agrade.

Niego con la cabeza, un pequeño suspiro de frustración sale de mis labios.

Camino al sofá nuevamente y dejo el libro sobre la mesita de roble francés en perfectas condiciones; el libro ahora le hace compañía a un viejo y solitario cenicero con forma de hoja. Me doy cuenta cuando lo observo que posee unas cuantas colas de cigarrillos, me frustra saber que Paul volvió con aquel vicio inconfundible que él poseía; más tarde me pondré a hablar de eso con el susodicho. Tomo el cenicero y me dirijo a la cocina para lavarlo, no quiero arruinar mi atuendo, pero sé que de igual modo debo cambiarlo para la cena especial.

Camino comenzando a sentir un poco de hambre, dejo el cenicero en perfectas condiciones sobre la mesita y niego con la cabeza tan solo una vez al oír mis tripas sonar del hambre que tengo ahora mismo.

No sé qué hacer de cenar, pero tengo que hacer algo o me moriré por el hambre que tengo. Seguramente, Paul y sus amigos estarán en las mismas que yo ahora, aunque ahora que lo pienso Paul nunca tiene hambre.

Pienso que lo mejor será irme a bañar, quizás eso lograría relajarme un poco. Asiento con la cabeza comenzando a caminar hacia el baño. No tardaría demasiado en comenzar a ordenar las cosas, ropa, toallas y demás que necesito para salir del baño.

Coloco el tapón en la bañera, no quiero que el agua tibia se vaya.

Me dirijo a la habitación. No sé qué ponerme, hasta que lo veo. Ahí está, frente a mis ojos todo este tiempo. Un bello vestido negro suelto, su largo es bastante decente, llega a mis rodillas o un poquito más arriba. Eso significa decente para mí, sé que para muchas personas, eso es demasiado largo como por ejemplo para Paul. Para él, ese vestido es muy largo, pero en estos momentos no me importa lo que él piensa. A mí me gusta y eso es lo importante.

Hago una mueca con mis labios, pero luego lo tomo. Aquel vestido fue el primero que había usado en mi primera cita con Paul, ese vestido es y será muy importante para mí. Ahora que lo pienso bien... mi primera cita fue con él.

Camino hacia el baño y sé que ya es tiempo de bañarme. Cierro el grifo para que la bañera no se desborde de agua. Comienzo a quitar mi ropa con cuidado, cuando logro deshacerme de mis harapos me sumerjo a la bañera. El agua se encuentra mucho más caliente de lo que había pensado.

Oigo la puerta de la casa. Aquello me parece bastante raro, no es posible que Paul ya hubiera regresado del aeropuerto tan rápido.

Mi ceño se frunce inmediatamente y niego con la cabeza tan solo una vez, no tardo demasiado tiempo en ponerme de pie. No puedo salir del baño en estas condiciones, pero no me queda otra que hacerlo.

Tomo la toalla con rapidez, me envuelvo en ella del mismo modo y salgo por la puerta del baño. Trato de no hacer ningún ruido, para de ese modo no alertar a la persona que está en la casa.

Observo una sombra abriendo el refrigerador.

Trago saliva sonoramente, me acerco al florero que por fortuna está allí.

Evidentemente, no conozco a esa persona, me doy cuenta a medida que me voy acercando por detrás.

Un grito sale de mis labios.

¿Quién es aquella figura misteriosa que abrió mi refrigerador?, ¿cómo entró esa persona a mi casa?