La sala de invitados tenía unos muebles de madera en tonos blancos y detalles dorados, había una mesita de centro con un hermoso mantel de figurillas grises y blancas, los sillones tenían curvaturas en los costados que los hacían relucir elegantes con las telas doradas y bordadas. En el techo se apreciaba un candelabro con joyas colgantes de un tono azul marino; incluso las tacitas de té combinaban a la perfección con los elementos del lugar.
En uno de los sillones se encontraban Sadim y Jolgrazog con sus rostros de sorpresa por la elegancia del castillo de la Piedra Gris. Frente a ellos, en el otro sillón, estaba Astaroth con una túnica de colores blancos y grises que hacían un juego espectacular con su antifaz inmaculado con bordes plateados. En el extremo derecho, cerca de una puerta plateada, se encontraba Swan junto a otro individuo. El esclavo lucía como un joven, con un rostro agraciado; sus ojos eran de un azul cristalino y su tez era blanca pero un poco bronceada, sus cabellos eran cortos y negros, así como los cuernos con una forma de copa ancha y punta recta que estaban un poco desgastados. El sujeto era alto y de complexión gruesa y musculosa con un montón de heridas visibles en sus brazos y torso semi-cubierto.
Una vez Astaroth asintió con la cabeza, Swan se acercó a la mesita y colocó una bolsa negra cargada de créditos; después regresó hasta el híbrido y lo condujo fuera de la habitación.
—Cinco millones, como lo prometí —rompió el silencio Astaroth.
Sin pensarlo, Jolgrazog tomó la bolsa y palpó el peso del dinero entre sus manos.
—No voy a preguntar por qué ese esclavo —dijo Sadim con un tono informal—, pero sí voy a insistir en que esto me parece muy misterioso.
—Tenemos un trato, joven Sadim —reiteró Astaroth con su tono clásico de seriedad. Bebió un sorbo de su té y se deleitó del resultado que obtenía con ayuda de esos mercenarios—. Ahora, bien, mi siguiente petición es diferente. Necesito que encuentren a un archidemonio de nombre Arxeus; deberán informarme únicamente de su posición exacta, condición y si está acompañado o solo. Deberán hacer contacto conmigo una vez tengan esta información, pero él no debe enterarse de su presencia.
Cuando Astaroth terminó, notó que los rostros de los otros dos demonios denotaban cierta duda e inconformidad.
—Espere un momento, milord —Jolgrazog inquirió con rapidez—, ¿nos dará diez millones de créditos sólo por darle una localización, por unas simples coordenadas de un archidemonio?
—¿No se supone que los archidemonios fueron asesinados en la rebelión? —preguntó Sadim.
—No todos. Yo soy un archidemonio; así que no den por hecho los rumores que se escuchan por allí. El archidemonio que buscan fue el segundo príncipe del viejo trono. Además, debido a que se trata de un demonio-arcano, es obvio que corren un peligro enorme; sin contar que otros enemigos lo estarán buscando. Es por eso que les ofrecí diez millones más.
—Comprendo —expresó Sadim.
—Les pido que sea lo más rápido posible; tengo un mal presentimiento respecto a esto.
—Entendido —replicaron los dos mercenarios.
***
Durante el resto del día, Astaroth decidió visitar al esclavo; a pesar de que no había contactado con Mammon todavía, él quería cerciorarse de que no había actuado sin cuidado al capturar a ese híbrido.
La habitación que se le había otorgado al prisionero era una de las que se usaban para los invitados; estaba ubicada en el extremo oriente del castillo y contaba con un balcón que permitía contemplar las montañas. El lugar tenía una cama acogedora, unas cajoneras, un escritorio y un ropero de tonos grises y dorados. Por supuesto que para el híbrido era sospechoso que le permitieran estar en ese tipo de cuarto.
De pronto, Astaroth entró a la recámara y encontró al cautivo cerca del balcón. A diferencia de él, el híbrido presentaba una apariencia poco temible, aunque sí un tanto rebelde. Astaroth se acercó al muchacho y descubrió que parecía ser casi de su edad; ese híbrido mostraba un rostro serio y un poco molesto.
—¿Cuál es tu nombre? —inició Astaroth con una pregunta fácil de responder.
Los ojos azules del mestizo se clavaron en la mirada roja del Lord de la Piedra Gris; aquella mirada no mostraba el miedo usual en los esclavos que residían en el Infierno. Sin embargo, Astaroth no estaba de humor para torturar al joven híbrido, así que no había tomado como un reto aquella actitud.
—Mi nombre es Astaroth, soy el Lord demonio de esta Zona, de la Piedra Gris —parló el demonio con elegancia; luego dio unos pasos más para abrir el ventanal del balcón—. ¿Te gusta la vista?
—¿Qué estoy haciendo aquí? —sonó la voz varonil del muchacho de cabellos negros. Su tono había denotado enojo.
—Pensé que una bonita habitación daría un toque más agradable a tu estadía aquí en el castillo. —Astaroth sonrió—. ¿No te gusta?
—Soy un esclavo, ¿no es así?
—Había considerado darte la oportunidad de vivir aquí en el castillo. Puedo decir que eres parte de mi corte de asistentes, o que trabajas en la cocina o en el jardín, o donde más te agrade estar. No hay necesidad de decir que eres un prisionero de la Piedra Gris.
—¿Soy o no soy? —insistió el híbrido.
Por unos segundos Astaroth se permitió sonreír con una mueca de diversión; a pesar de que no tenía deseos de hacer amistad con ese individuo, necesitaba obtener el objeto que, de acuerdo a Mammon, protegía.
—Eres libre de abandonar el castillo y la Piera Gris, pero será bajo tu propio riesgo. Para el resto del reino eres sólo un objeto que pueden robar, mutilar, violar y usar como les plazca. A mí no me importa lo que te pase a allá en el exterior; pero te he ofrecido una oportunidad rara. Si quieres vivir en libertad, puedes quedarte aquí en la Piedra Gris. Yo no tengo motivos ni deseos de hacerte daño ni de usarte como a un esclavo. Lo dejaré a tu juicio.
El demonio Lord se acercó a la baranda y dejó que el frío recorriera su cuerpo. A estas alturas, Astaroth ya no resentía la temperatura baja como al inicio; ahora era parte de su propia esencia.
—¿Por qué haces esto? —decidió indagar el híbrido; esta ocasión utilizó una voz tranquila y honesta.
—Porque me place hacerlo. No hay un motivo especial. Quizás pueda agregar que alguien me pidió que te sacara del pozo donde esos mercenarios te tenían; pero no fue por una causa especial.
—¿Fue el demonio Mammon?
Astaroth suspiró con fuerza y llenó sus pulmones del aire fresco. Se sentía satisfecho con la forma de reaccionar del mestizo; así sería más fácil obtener la reliquia que escondía.
—Sí, fue Lord Mammon quien me indicó de tu caso. Dijo que fuiste robado antes de que pudieras ser asignado a un comprador.
—No fui robado —reveló el sujeto de ojos azules.
Aquella frase no sorprendió al Lord de la Piedra Gris. Ya se había formulado algunas teorías sobre por qué ese esclavo no había pasado por el borde de inspección en la Piedra Blanca.
—¿Hablas en serio? —fingió un tono de sorpresa el demonio Lord.
—Sí —insistió el híbrido. Luego agachó la mirada—. Yo dejé que los demonios mercenarios me sacaran de allí.
—Ya veo. —De forma casi natural, Astaroth hizo una pausa larga. Continuó—: supongo que esos demonios te despojaron de tus pertenencias.
—Lo sabía —rebatió el mestizo. Después se acercó a Astaroth y buscó encararlo. Su rostro era real y mostraba una mueca de cansancio, dolor y enojo—. Tú sabes por qué escapé del borde de la Piedra Blanca. Sabes quién soy y qué poseo. No fue una coincidencia.
—En realidad no sé quién eres. No sé ni tu nombre ni tu procedencia. Aunque eres un híbrido mitad demonio, puedo deducir que tus poderes son peculiares. No tengo idea de lo que posees; no soy capaz de saberlo todo con sólo mirar a una persona.
—¿Por qué me rescatarías, entonces?, ¿sólo porque no crucé el borde como los demás? Muchos otros no lo hacen.
—Es verdad —resolvió Astaroth con serenidad—, muchos otros huyen de su destino creyendo que los mercenarios son una escapatoria; pero no es así.
Por un momento prolongado no hubo respuesta. Astaroth contuvo su posición y esperó por el siguiente movimiento del híbrido. Sin embargo, de una forma imprevista, el individuo de ojos azules alzó la mano y tocó el rostro del demonio; luego detuvo su tacto en la máscara blanca.
—¿Por qué cubres tu rostro?
La duda del esclavo denotó inocencia; Astaroth así lo creyó. No había contemplado la posibilidad de ese tipo de conversación.
—No creo que sea por lujo. A pesar de que tu castillo es elegante al punto de caer en lo grotesco; no es más que una fachada. Tu actitud es la de un líder, y tu postura de un guerrero experimentado con la muerte. Una máscara no es más que un toque extravagante y poco real.
Antes de que el híbrido lograra retirar el antifaz, Astaroth tocó sus muñecas y detuvo el movimiento de las manos. Después movió la cabeza en forma negativa.
—Yo también tengo una así —reveló el sujeto de cabellos negros.
Casi con emoción, el mestizo levantó la pequeña túnica que Swan le había entregado y mostró una quemadura cerca de su ingle derecha. La piel estaba desgastada y desfigurada que dejaba ver tonos rosados por la cicatrización. Astaroth tocó con un suavidad una parte de la piel dañada y recordó como un flechazo la sensación vivida durante la rebelión.
—La diferencia es que el lugar en donde te hicieron eso a ti es visible.
Astaroth detuvo su actividad al percatarse de lo que podría ocurrir; dio una media vuelta y caminó hacia el interior de la habitación. De manera imprevista sintió cansancio en todo su cuerpo, empero ignoró el momento.
—No le diré a Lord Mammon que estás aquí; por lo menos no aún. Espero que disfrutes la estadía en mi castillo.
Con rapidez, el Lord de la Piedra Gris abandonó la habitación y se dirigió a la sala de comando que usaba para planear sus movimientos. Hizo un llamado para solicitar la presencia de Swan y borró las imágenes del pasado de su cabeza. Aunque había sido marcado de por vida, eso no era una excusa para sentir enojo o tristeza. De pronto, se dio cuenta de que era la primera vez que daba importancia al incidente; algo en aquél híbrido le había recordado a su yo del pasado. Una imagen intrépida, rebelde y cautelosa.
***
Una vez arribó hasta la sala de comando, Astaroth se acercó a una de las sillas junto a la mesa ovoide; relajó su cuerpo y creó un espejo con su poder. De forma repentina su reflejo figuró frente a él; retiró la máscara y reconoció su rostro horripilante. El demonio Lord suspiró con pesadez, lucía irreconocible para él mismo, como si fuera una persona diferente a la que recordaba.
De repente, la puerta se abrió y Astaroth se exaltó un poco y colocó de vuelta su antifaz. Swan entró con unos documentos y un rostro de preocupación.
—Mi Señor —la voz habitual del demonio gárgola inundó la sala—, temo informarle de que el joven híbrido no porta ningún objeto de valor inusual. Es muy probable de que esté escondiendo aquella reliquia de la que Lord Mammon habló.
—Descuida, Swan, ya hablará y nos entregará el objeto por sí mismo. Por el momento, quiero que no envíes nada a Mammon. Quiero descansar un poco y analizar las situaciones que tenemos frente a nosotros.
—Comprendo, mi Lord. Lo dejaré descansar —expresó con sumo respeto el demonio gárgola.
***
La noche pasó con rapidez y los días siguientes fueron bastante tranquilos para el gusto de Astaroth. A pesar de que había pasado la mayoría del tiempo en la sala de comando, el mestizo había espiado de cuando en cuando sus acciones. Durante una de las tardes, el demonio Lord había entablado una conversación interesante con su nuevo huésped; por fin había descubierto el nombre del híbrido.
Gilbert, pensó Astaroth. Era un nombre común y poco usado en el Infierno; quizás denotaba el origen de su mestizaje.
El demonio Lord se encontraba sentado frente a la mesa y tenía su mirada fija en el mapa del Infierno que había dibujado anteriormente. Swan lo acompañaba en esa noche y le informaba sobre los pendientes; todavía no recibía noticias de Sadim y su grupo, y ya habían transcurrido tres días exactos.
Por un rato prolongado, Astaroth discutió algunos detalles con Swan; ninguno de los dos se había percatado de un extraño objeto que había aparecido frente a ellos. Tampoco habían notado a Gilbert detrás de la puerta principal. De pronto, el objeto circular de cristal brilló y se encendió como una pantalla tipo holograma. Astaroth no reconocía ese tipo de tecnología, aunque era capaz de sentir la magia que impregnaba al objeto.
Como un imprevisto, una imagen cortada se plasmó sobre la proyección; mostraba el rostro de Sadim lleno de sangre y con una mirada de terror.
—Mi Lord —la voz del demonio mercenario cruzó a través del comunicador y resonó en la sala—, un grupo de soldados atacó al archidemonio. El dragón escapó hasta el bosque del territorio próximo al Edén. Nosotros nos metimos en problemas con unos ángeles que nos encontraron en el sitio; tuve que llamar al grupo a una retirada. El archidemonio rompió el sello —titubeó Sadim—, no sé cómo; pero logró abrir las puertas del Edén y entró. Por desgracia la puerta se selló detrás de él y no pudimos acceder a esa tierra. Mi Lord —suspiró el demonio joven—, yo, yo lamento informarle de esto, pero ya le hemos dicho a la Guardia Infernal que sólo estábamos haciendo un trabajo aquí en Exilia, pero ellos estaban molestos porque mencionaron que vieron a otro grupo, a otros demonios que no eran mercenarios. No tuve otra opción que enviar el Comunicador Espejo que conseguimos en Exilia; todavía estamos evacuando y llegaremos al Infierno en un día o dos cuando mucho. Yo le haré saber de los siguientes movimientos del grupo, pero le advierto que nos debe cinco millones extras por la pérdida de mis hombres.
Una vez la imagen desapareció, Astaroth no se movió. La situación se había complicado al punto de optar por una resolución poco acertada.
Lo mejor será matarlo, resolvió en silencio del Lord de la Piedra Gris.