—¿Nos vas a decir qué fue lo que hiciste? —insistió Belphegor con desesperación.
Los seis Lores estaban reunidos en la sala de comando del castillo de la Piedra Negra; se encontraban sentados alrededor de la mesa redonda de color oscuro que hacía juego con los tonos de las paredes. Cada uno de los Lores lucía su fachada representativa y única.
—No podemos ignorar el hecho de que los ángeles se retiraron sin una explicación aparente. Lord Belphegor tiene razón, así que habla —ordenó Samael.
Cuatro de los Señores del Infierno tenían su mirada clavada en la imagen mística de Astaroth; pero el Lord de la Piedra Gris no reaccionaba, sólo mostraba su rostro semi-cubierto y vacío de otra expresión que la seriedad. Por otro lado, Baphomet mantenía su atención en el centro de la mesa; él sabía exactamente qué había sido aquella acción antinatural que había ocurrido durante la batalla.
—El Dominio de las Sombras ha quedado desplazado de este plano —la voz de Baphomet volvió a tomar por sorpresa al Consejo—, solamente aquellos con el poder de percibirlo pueden convivir con éste, o aquellos que descienden de las Sombras. ¿Te das cuenta de lo que eso conlleva? Le has dado ventaja a unos cuantos y desventaja a casi toda la existencia.
—Mammon posee artefactos que pueden trasladarnos a ese Dominio y volver a convivir con éste —resolvió Astaroth.
De pronto, Baphomet transformó su cuerpo en una silueta ennegrecida y reapareció con una figura extraña. Su cabello castaño oscuro estaba despeinado, su tez era de un pálido pútrido, ya no presentaba sus alas ni sus cuernos, su cuerpo era delgado y sólo estaba cubierto de la cintura para abajo por una especie de túnica oscura; su rostro estaba protegido por una máscara de un cráneo de ternera con unos cuernos idénticos a los suyos en su antigua apariencia.
—Afectaste mis poderes y ahora yo les aseguro que tomaré una postura amenazante ante su estúpido reino.
—¿Baphomet? —Belphegor contempló con incredulidad al individuo—, ¿de qué hablas?
—Al final ustedes decidirán —aseguró Baphomet con una voz jovial y seca—, yo no hice ninguna advertencia antes porque creí que sólo había sido un juego de palabras, Astaroth.
—Mal por ti —respondió el Lord de la Piedra Gris—, por creer que no había seriedad en mis observaciones.
La nueva imagen de Baphomet se puso de pie y caminó hasta la puerta sellada.
—¡Oye!, ¡tú también eres un Lord de este reino y debes respetar las leyes! —Belphegor insistió.
—Ya les dije —volvió a parlar Baphomet con un tono oscuro—, de ustedes dependerá la solución a este problema.
Y, como si se esfumara en una nube de oscuridad, Baphomet abandonó la habitación.
—Astaroth —ahora la voz de Samael inundó la sala—, ¿lo que dice es verdad? ¿Hiciste algo con el Domino de las Sombras?
—Sí.
Belphegor, Mammon y Leviathan hicieron sonidos de reproche y comenzaron una acribillada de acusaciones. Por supuesto que los demonios conocían sobre los Planos; estaban enterados de la importancia que cada uno tenía para la Creación y el Balance.
—No nos afecta a nosotros —explicó Astaroth con fuerza—, por que no lo destruí. Ahora pertenece al Plano Inmaterial y ya no ocupa un sitio entre dos caras. No se pongan a recriminar si no comprenden la situación. Baphomet no es un demonio ordinario, vivió como una Sombra y sus poderes se ven afectados con este pequeño cambio; aún así no ha perdido la capacidad de usar su magia y la inmensidad de sus habilidades. Si no hubiera hecho esto, los ángeles habrían destrozado nuestro territorio; así que no voy a aceptar sus estúpidos reclamos.
—Estoy de acuerdo con Lord Astaroth —agregó Samael con un tono solemne; esto causó sorpresa en los otros tres Señores que aquejaban—, además, Baphomet planea algo y no podemos fiarnos de él. Nunca había intervenido en nuestras decisiones y no ha sido de mucha ayuda durante las dos últimas invasiones. También debemos considerar que en estos momentos debemos preocuparnos por hacer más fuertes a nuestros demonios y estar listos para la siguiente masacre.
—Lord Samael está en lo correcto —Astaroth se unió a la explicación de su enemigo—, ustedes vieron las armas que esos ángeles han diseñado y están dispuestos a usarlas para aniquilarnos.
—Precisamente quería llegar a eso —Belphegor interrumpió con presura; a continuación puso sobre la mesa uno de los cañones de mano que había robado de los ángeles. El objeto rectangular, con una punta al final, era de un tono dorado y tenía una especie de mango en la parte superior para sujetarlo; el cuerpo estaba dividido por tres cámaras alargadas y poseía un núcleo entre los dos apartados superiores que era de color azul resplandeciente—. Mammon es un demonio que adora recolectar reliquias, así que pensé que era una buena idea robar una de las armas de esos ángeles y transformarla en una ventaja para nosotros. Sé que Mammon podrá hacer algo con esto.
El joven Mammon extendió la mano y se movió para arrastrar el cañón hacia él. Sus ojos analizaron cada detalle de la construcción del arma, sus manos recorrieron algunas piezas y su mente se inundó de teorías para rehacer el cañón.
—Podemos enseñar a una parte de nuestros guerreros élite de artillería pesada a usar este tipo de armas —volvió a expresar Belphegor—, y con ello obtener diferentes formaciones.
—Puedo crear un cañón mejor que este; mucho más estético y letal —aseguró Mammon sin desprender su interés del arma.
—¿Lo ven? —sonrió Belphegor—. Fue una gran idea robar uno de estos.
—Sin embargo —antepuso Samael con presura—, esos ángeles han construido armas de poder masivo.
—Podríamos arreglar eso —arrebató la palabra Astaroth con una voz distante.
—¿Cómo?
—Usar esa excusa como nuestra próxima guerra. Ellos cometieron el error de provocarnos, así que nosotros vamos a demostrar nuestro poder.
—¿Cómo? —insistió Samael nuevamente.
—Crearemos demonios de destrucción masiva; máquinas de guerra incapaces de otra función, con defensas extremas y agresión incontrolable.
—Necesitamos a Mammon otra vez para esto —divulgó Belphegor con seguridad.
—Sí, es verdad, él trabaja con los esclavos y sus mutaciones. Es una buena idea que controlemos el ADN de algunos demonios —opinó Leviathan.
—Bien, acepto ambas tareas —aceptó Mammon con su voz llena de placer—, trabajaré con un equipo especializado en la construcción de los nuevos cañones; pero Lord Belphegor y otro de ustedes deberá estar presente en los programas de prueba. Necesito opiniones variadas. En cuanto a la mutación, ya tengo en puerta dos proyectos; uno es crear demonios gigantescos en masa corpórea y con un cerebro único para obedecer nuestras órdenes.
—Excelente —Belphegor aprobó con satisfacción.
—Yo te ayudaré, Lord Mammon —dijo Astaroth—, y creo que los otros deben involucrarse lo más posible también.
—Si me lo permiten, estoy dispuesto a formar parte de este proyecto muy de cerca —expresó Samael con elegancia.
—¿Y qué haremos con Baphomet? —rompió la atmósfera de triunfo Leviathan.
Los rostros de los demonios expresaron consternación; con las leyes actuales no podían sacar a Baphomet sin esperar una reacción negativa por parte de la población de la Piedra Púrpura.
—Si vamos a expulsarlo —Belphegor buscó la atención de sus homólogos—, tendremos que cambiar un poco las reglas.
—Necesitamos excusas que parezcan reales y suficientes para convencer al reino entero —dedujo Samael.
—Destierros —la voz de Astaroth sonó como un susurro, luego usó un tono fuerte para hablar—, la excusa no importa. A raíz de la última invasión podemos usar esto. Lord Belphegor mencionó que ha tenido problemas con unos desertores que han ayudado a levantar el movimiento de la resistencia; esta es nuestra mejor opción. Impondremos una orden de Selección, donde todos aquellos involucrados en la 'Resistencia' serán catalogados como culpables de pasar información a los reinos enemigos. La conmoción no tardará en surgir y tendremos una fuga de demonios en los bordes, así que cooperaremos con esto. Una vez la gente se convenza de que así ha sido, inmiscuiremos el nombre de Baphomet. Sin embargo, debemos conocer lo que planea con exactitud para despojarlo de su poder y no ganar a un enemigo bastante peligroso.
—¿Espías? —inquirió Mammon.
—Sí, o un sentimiento de nacionalismo. Les aseguro que habrá un caos por unos años; pero si mantenemos el orden desde nuestra posición política, lograremos desterrar a Baphomet sin tanto problema.
—Me parece estupendo —aseguró Belphegor con complacencia.
—Sí, a mí también —agregó Leviathan.
—Está bien, apoyo el plan —habló Mammon con un tono poco incierto.
—Está decidido. Así que no hay tiempo que peder —decretó Samael e hizo un ademan con las manos de forma elegante—, iniciaremos cuanto antes con las acusaciones hacia la 'Resistencia' y bajaremos las guardias internas en nuestras fronteras. Dejemos que los traidores abandonen nuestras tierras.
—Una última cosa —interrumpió Belphegor al mostrar un rostro de preocupación genuina—, hay que hacer un decreto donde los mercenarios puedan vagar con libertad en cualquier territorio. Ellos hacen sus trabajos con las mejores intenciones, así que merecen nuestra protección. Los ángeles deberán comprender que los mercenarios no trabajan para nosotros y son libres de aceptar proyectos de cualquier índole y vagar en la infinidad de reinos de la Creación.
—Si así será, entonces debemos ser precavidos —aseguró Astaroth—, podrán vagar bajo nuestra protección, sí; pero no podrán aceptar trabajos del Cielo. ¿De acuerdo?
—Sí —replicó Belphegor.
Los otros Lores aceptaron la resolución y cerraron la sesión con su despedida y partida. Astaroth se dirigió de vuelta a su castillo.
***
A pesar de que la reunión con el Consejo había resultado prolifera, Astaroth debía asegurar la posición y lealtad de su compañero de secretos. Mammon había aceptado la cita secreta en una de las salas de invitados del castillo de la Piedra Gris. Una vez ambos demonios se encontraron en soledad, la tensión se apoderó del ambiente.
El Lord de la Piedra Gris podía ver en el rostro del joven demonio su desprecio, dolor y enojo; aunque no tenía deseos de hacerlo sentir mejor, Astaroth debía demostrar cuál era su posición ante él.
—Mammon, debo informarte de algunas cosas que —empero, Astaroth no pudo continuar.
Mammon se levantó de su lugar y se acercó hasta el otro demonio Lord; su posición era retadora y estaba listo para atacar.
—¿El Dominio de las Sombras?, ¿enserio? ¿Y no pudiste decirme nada? —la voz de Mammon sonó recriminatoria. Estaba a punto de sacar una de las cuchillas que mantenía ocultas con sus poderes—. Yo te dije todo, absolutamente todo. Tú eres quien ha mentido. ¿Ahora quieres mi ayuda de nuevo a cambio de tus mentiras?
—Mammon, conserva la calma y así podré explicar la situación.
—¡No! ¡Lo único que haces es usarme!
Astaroth se levantó y acortó la distancia entre los dos sin titubeos; con su mano palpó el rostro del demonio joven. El cuerpo de Mammon se tensó y quedó estático.
—Mammon, no te he usado. No lo estoy haciendo. El no haberte mencionado nada del Dominio de las Sombras fue una forma de mantenerte protegido. ¿A caso no te diste cuenta? —Astaroth acercó su rostro al oído de Mammon y prosiguió—: Baphomet me ha recriminado a mí y no a ustedes; no a ti.
Cuando Astaroth se alejó unos centímetros de Mammon, descubrió que el otro demonio mostraba un rostro calmado y un tanto impresionado. La estrategia de Astaroth había funcionado; se movió un poco y volvió a sentarse.
—El esclavo escapó, pero obtuve el objeto de valor que tenía en su poder.
—¿Eh?, ¿escapó?, ¿no lo habías rescatado con ayuda de los Mercenarios de Arena?
—Sí, pero logró huir. No lo detuve porque dejó la reliquia.
—¿Dónde está? —preguntó Mammon con seriedad y se sentó junto a Astaroth.
A continuación, el Lord de la Piedra Gris sacó una máscara de un tono metálico oscuro de entre sus ropajes. El objeto tenía unos detalles en la parte superior, como unos seis picos tipo cuernos pequeños; también tenía marcada la textura del resto de lo que era la cara. Pesaba un poco y la expresión que denotaba era de misterio y furia. Mammon contempló el objeto con impaciencia y lo sostuvo entre sus manos.
—Espero un análisis completo sobre esto y tu opinión.
—S-Sí. Es… increíble. Emana un poder de oscuridad.
—Ya habrá tiempo para que me digas lo que es exactamente y para qué funciona —Astaroth tocó con suavidad el rostro de Mammon y movió un mechón de cabellos blancos.
El Lord de la Piedra Blanca sonrió con timidez. Astaroth notó aquél cambio y se deleitó. Mammon estaba a punto de ser completamente suyo y con ello aseguraría una posición superior en el Consejo del Infierno. Todo aquello era un resultado placentero para el demonio Lord.