"𝕬 𝖑𝖆 𝖒𝖚𝖊𝖗𝖙𝖊 𝖘𝖊 𝖑𝖊 𝖙𝖔𝖒𝖆 𝖉𝖊 𝖋𝖗𝖊𝖓𝖙𝖊 𝖈𝖔𝖓 𝖛𝖆𝖑𝖔𝖗 𝖞 𝖉𝖊𝖘𝖕𝖚é𝖘 𝖘𝖊 𝖑𝖊 𝖎𝖓𝖛𝖎𝖙𝖆 𝖚𝖓𝖆 𝖈𝖔𝖕𝖆"
𝕰𝖉𝖌𝖆𝖗 𝕬𝖑𝖑𝖆𝖓 𝕻𝖔𝖊.
Cuando veía la luna llena me sentía capaz de todo. Escuchaba más vida de noche que en el día, cuando veía a todos haciendo sus cosas, charlando, caminando o haciendo cualquier otro trabajo; prefería quedarme sola pensando en por qué me sentía diferente. Esa noche era especialmente negra, no se veían aviones, ni estrellas, ni cualquier otra cosa que se posara en el mar negro del cielo. Solo pensé, era una noche de pensar. Usualmente no puedo dormir, el insomnio me vuelve alguien incomprensible e inadaptada, esa es una de las razones del porqué estoy sola, entonces en el día me daba un terrible cansancio que me dominaba hasta hacerme quedar dormida. Muchas personas me repiten a diario que no pertenezco aquí, que solo quiero ser la persona deprimida a la que todos aborrecen y que intenta llamar la atención sin lograrlo, tal vez sea cierto, pero simplemente no lo siento así. Casi a diario le sonrío a todo el mundo, no me gusta que me vean frágil, vulnerable, intento hacerme fuerte ante los demás, pero la verdad es que todo el tiempo estoy asustada por todo, me aterra no saber lo que piensan de mí, me aterra no dar más de lo que doy, me aterra no poder llegar a ser lo que todo el mundo espera que sea, lo que esperan de mí, pero sobre todo me aterra no poder ser yo misma y a la vez tenerlos contentos a todos. No me puede dar igual, aunque trato de disimular lo que en verdad siento, aunque intento ser feliz y no solo mostrarlo por fuera, prefiero quedarme callada, lo prefiero así porque la gente se cansa siempre de escuchar lo mismo, se cansa siempre de tener que escuchar lo que ya sintió, lo que no conoce. A fin de cuentas entiendes que solo te tienes a ti mismo, que tu brazo es el único que te va a ayudar a levantarte cuando caigas, porque después de todo resulta que estás solo. Le preguntaba cada noche a la luna la misma cosa esperando a que me ayudara: ¿Estaría sola el resto de mi vida? Nunca me respondía, sin embargo, noche tras noche le preguntaba, viendo cómo se agotaba de mis susurros y se descomponía lentamente, para que un mes después renaciera redonda y brillante, dispuesta a escucharme durante un mes más. Jamás hubo respuesta.
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Un día me dediqué a analizar la gente que me rodeaba, gente arrogante que solo se quería a sí misma, sin embargo hacían pasarse por personas cariñosas que se preocupaban por todos sus seres queridos, como si en realidad temieran a ser descubiertos por lo que eran, pero yo podía verlos, los descubrí siendo unos idiotas buscando aprobación unos entre otros, siguiendo el mismo camino para llegar al mismo lugar, cual rebaño esperando a que su pastor los llevara a alimentar a su familia, cual vaca caminando con el resto del ganado hacia el matadero sin saber su destino, yo lo sabía todo, al fin y al cabo el mundo sobrevivía así, fingiendo que todo estaba bien. Siempre he pensado que las personas son como las cebollas, tienen varias capas para que nadie llegue a su interior, y cada capa que se lleven encima siempre es la que primero se pudre, cada falsedad más es siempre la que primero se destruye, la mentira que primero se delata. Pero ellos no lo saben… No por ahora.
Yo no estaba loca, ellos pensaban que yo no me daba cuenta de lo que hacían, pero la verdad era que sí; jamás tuvieron en cuenta lo que yo podría llegar a hacer. La venganza era muy mala, pero cuanto valor se debería tener para cometer tal acción. Muy por dentro los veía muertos y me alegraba por ello, era algo malo, pero ¡maldita sea, cuanto me alegraría hacerles sentir lo que me hicieron sentir! No importaba, todos tienen secretos después de todo. Newton tenía razón en su tercera ley: Para cada acción hay una reacción. Eso nunca lo tuvieron en cuenta. Yo sí.