"𝕷𝖆 𝖛𝖎𝖉𝖆 𝖊𝖘 𝖚𝖓 𝖘𝖚𝖊ñ𝖔, 𝖊𝖑 𝖉𝖊𝖘𝖕𝖊𝖗𝖙𝖆𝖗 𝖊𝖘 𝖑𝖔 𝖖𝖚𝖊 𝖓𝖔𝖘 𝖒𝖆𝖙𝖆"
𝖁𝖎𝖗𝖌𝖎𝖓𝖎𝖆 𝖂𝖔𝖔𝖑𝖋.
Aquí y ahora es el final. Posiblemente hace mucho tiempo atrás lo fue, pero más ahora, cuando por fin me di cuenta de que nací sola y así me quedaré por petición del público, y posiblemente ya sepas cuál es ese público. Los días pasaban lento, los pensamientos le daban vueltas y vueltas a mi cabeza, siempre se quedaban allí, las voces nunca salían de mi mente, permanecían activas en cualquier momento, en cualquier día, en cualquier hora, en todas las noches. Sufría un grave insomnio físico y emocional que me carcomía el alma, solo pensaba en si podría recuperar lo que solía ser, si podría recuperar mi razón, mi conciencia, o si me tenía que dejar rendir y mandar todo a la grandísima mierda, que si bien se trataba de morir, lo empecé a anhelar con el paso del tiempo. Estaba en un punto de mi "vida" en el que no tenía ni la menor idea de que hacer, porque a la muerte nunca le temí. Quizás ese fue el problema. Nos preparan para poder temerle, pero aunque digan que huyamos, en lo más profundo de su ser saben que no es así. La realidad es muy diferente a como las personas la ven. De uno u otro modo la muerte se debe ver como un final, no hay nada después de eso, el corazón deja de latir, ya no llega oxígeno en el cerebro, este se desconecta y los órganos de todo el cuerpo dejan de funcionar. Luego el cuerpo se va descomponiendo en la tierra, a menos de que lo conviertan en polvo, pero ahí queda todo. Nunca pasa algo más fuera de ello. Mucha gente opina lo contrario, pero siempre queda una duda interior que los hace flaquear después del análisis. Lo sé, y ese fue el maldito problema, que mi caso no fue ese, que yo no dudaba, que yo creía que la muerte era eso y nada más, lo creo. Porque a la muerte nunca le temí. Es el suspiro, el descanso y el stop a lo caótica que puede llegar a ser la vida, la erradicación del veneno que mata al mundo en el que vivimos. Es irónico que la gente retrase la inevitabilidad de la muerte, ¿De qué sirve? Tarde o temprano a todos nos llega nuestro momento, solo nos queda disfrutar, tratar de buscar nuestra felicidad; y si somos felices haciéndonos daño con cosas que nos matan más rápido da igual ¿Quién se preocuparía por ti al punto que te detendría? ¡NADIE! Lo bueno es que no tenemos que llegar a viejos con una enfermedad terminal, con incapacidades físicas y mentales, y con miles de pastillas recetadas en nuestros bolsillos en lugar de LSD. Mucha gente siente placer en el dolor, de cualquier modo; una de las más comunes es el sexo violento, actos que dan dolor y placer dependiendo del modo en el que lo practican, así que sentir placer por medio del dolor es algo tan cotidiano como el aire que solemos respirar, mi debilidad siempre fueron el alcohol, las drogas y las cuchillas que estuvieran dispuestas a rasgar cada centímetro de mi piel. Era una adicción que me consumía en dolor y satisfacción. Cuando cumplí recién los ocho años llegó el cigarrillo, un Marlboro que me secó la garganta durante todo el resto de día. Dos meses después llegaron uno tras otro, en la lluvia, en la oscuridad, pero siempre a solas; jamás me gustó que alguien me viera jodiéndome los pulmones, y no por miedo, sino porque me gustaba reflexionar mientras las bocanadas de humo salían por mis labios, por otra parte, no quería que se burlaran de mí o que pensaran que lo hacía por moda, y eso es lo difícil de tratar de ver que alguien está necesitado de ayuda, nunca sabes que tan mal puede estar o que tan idiota es para "verse cool" con un cigarrillo entre la boca. Un año más tarde llegó lo peor, comencé a adentrarme en el mudo "adulto" de los pecados capitales; Llegó el Tabaco, la Marihuana, el alcohol…Consumí LSD. Por cosas del destino nunca alcanzó a ser una adicción, pero los pensamientos suicidas comenzaron a llegar, de todas maneras los contenía muy dentro de mi ser. A mis 11 cortos años ya había consumido Marihuana, Popper, LSD, Anfetaminas, e incluso llegué a consumir Benzodiacepina pulverizada (Que no era más que uno de los tranquilizantes más adictivos del mundo) por lo menos una sola vez. Así pasaron un par de meses y dejé las drogas por miedo a caer en una adicción y porque no tenía el dinero suficiente para pagarlas, pero la Marihuana y el Tabaco siempre estuvieron junto a mí. Después cambié el Marlboro por Lucky Strike debido a mis gustos. No era muy difícil conseguir cigarrillos o porros de Marihuana en la calle y en cualquier otro lugar, solo tenías que preguntar. Duré un poco más de dos años limpia de toda sustancia narcótica, pero la vida te da sorpresas, todo se giró después y lo que pensé había dejado atrás se agravó a tal punto que tuve que drogarme cada vez que tenía problemas, o me sentía nerviosa o angustiada por algo; a veces no tenía razón para estarlo, pero lo estaba. Prometí a varias personas dejarlo sin interés, repentinamente boté todo durante los próximos dos meses, aunque sabía que luego volverían.
A veces solo me gustaría tirarme desde la ventana del último piso de algún edificio. Dicen que antes de caer el cerebro se desconecta cuando sabe que va a morir, así que supongo que si pasa eso, lo que me mata más allá que el golpe o la acción de tirarme, es mi propio cuerpo, es el que se rinde además de mi yo emocional. Solo quisiera poder tener una vida normal, ya sabes, las personas tienen depresiones y eso es normal, pero estar en ese estado todos los días desde hace más de cinco años, hiriéndote desde hace cuatro e intentando matarte desde hace tres… Parece un corto tiempo pero suma todas las horas y todos los malditos días que se pasa así, y multiplícalos por dos porque gente como nosotros siente el tiempo lento y pesado, es como una enfermedad terminal, sabes que morirás, sabes de qu�� morirás, pero no sabes el día exacto en el que tendrás paz por fin. Es algo generalizado, muchos dicen que es cobardía, que es huir al primer problema, otros lo hacen por un juego, por un reto o por moda, simplemente no me gusta comentar ese tipo de cosas, lo que sí sé es que la culpa no la tenemos nosotros por ahogarnos, por cortarnos, por lanzarnos desde edificios o por ahorcarnos, la tienen los demás que con sus actos hacen que una persona quiera lastimarse a sí misma y sienta la necesidad de acabar con la mierda de vida en la que se la convirtieron. Mi cabeza da vueltas sin parar, me estoy volviendo loca. La ansiedad ya diagnosticada me está haciendo polvo por dentro, siento que ya no puedo más. La tentación de volver a caer, de fumar. Así es la cosa, no importa lo que hagas, de todas formas morirás. Después del infierno en el que suelo vivir casi a diario… Bueno, en realidad nunca hay un después. ¿Qué tan bajo podríamos caer los que vivimos muertos? ¿Qué podríamos perder los que no tenemos nada? ¿Vida? Al menos esa ya la perdí hace mucho. Esa tentación que provoca la ansiedad muchas veces es insoportable, hasta que sientes que te hace más polvo y más mierda que las drogas a las que estas acostumbrado a fumar. Pasando de problema a problema, tratando de arreglar todo sin conseguirlo, te das cuenta de que lo único que estás logrando es cagarte más las cosas. Recuerdo la última promesa que hice… Dije que no volvería a fumar, sabiendo que me costaría dejar lo que me permitió sobrevivir durante casi seis años. Lo cumplí, pero no por mucho tiempo. No podía dejarlo tan repentinamente, entonces llegó la ansiedad de estrés por trastorno postraumático. Hasta diría que el nombre se me da muy bien. Comencé a ponerme nerviosa por cualquier cosa, comencé a revivir recuerdos en forma de pesadillas, mi insomnio se intensificó aún más, de un momento a otro tuve miedo sin razón, empecé a sudar frío y a temblar sin poder controlarlo casi a diario. Aún trato de que las personas a mi alrededor no noten cuando me dan los episodios. Es difícil esconderlo, pero todo se trata en retirarse y permanecer solo. Entonces cuando me empezaba a descontrolar, solo me fumaba un cigarro, bueno, tal vez dos o tres hasta calmarme, en casos mayores tenía que tomarme las pastillas que el doctor me había recetado. Tal vez por eso he permanecido sola, porque tengo tantos problemas encima que la gente se da cuenta y piensan que es contagioso o algo parecido y se van. ¿Y si es cierto? Realmente no quiero seguir sola, a veces solo quiero escuchar una voz, tener a alguien a mi lado que me entienda, que me ayude a salir de la mierda de vida que tengo, al menos que me ayude a sobrevivir en ella, que me haga olvidar lo que me pasa, pero ese alguien aún no aparece. Todos siguen pensando que soy una chica demasiado problemática, y que mis problemas siempre terminan involucrando a cualquiera que se me acerque. Tal vez sea así, prefiero no pensarlo.
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El atardecer culminaba con rapidez mientras la noche caía suavemente sobre el cielo. El frío comenzó a recorrer con brusquedad mi piel mientras mi cuerpo comenzaba a temblar débilmente.
-Tranquila amor, falta poco para llegar. –Me dijo abrigándome con su chaqueta y abrazándome.
-Dime flaco, ¿A dónde me llevas? –
-Que no te lo diré, es una sorpresa. Confía en mí amor, ¡ten paciencia! –
-Está bien mi vida, yo espero –Sonreí feliz. –Es que me pones algo nerviosa. –Lo miré a los ojos y me sonrió. Esa sonrisa me encantaba, era tranquila, suave, me aseguraba de que no quería estar en otro lugar. Caminamos cinco minutos más hasta llegar a un bar. El lugar era cálido, con rock en su repertorio musical. Luces anaranjadas lo iluminaban levemente y los sillones eran blandos y muy cómodos. Hablamos por horas mientras tomábamos un par de tragos (Bueno, él no tomaba mucho y yo solía ingerir casi todo lo que él no bebía) y nos mirábamos a los ojos, nos tomábamos de las manos mientras él me abrigaba con sus brazos y me besaba tiernamente la boca. Era perfecto, simplemente no quería estar en otro lugar. Luego de pasadas las doce nos fuimos a su casa. Cuando llegamos me cubrió los ojos con su bufanda y sonreí con nerviosismo.
- ¿Qué haces? –Le dije tomándolo del brazo.
-Nada amor mío, te tengo una sorpresa. –Me respondió besándome la frente.
-Y… ¿Me dirás qué es, amor? –
-No mi vida, si te lo digo ya no sería una sorpresa, ¿No lo crees? –Dijo con picardía.
Luego me guio a quién sabe dónde, estaba desubicada, pero a pesar de todo estaba segura de lo que él hacía, confiaba al cien en él. Sentí cuando paramos frente a las escaleras y de un momento a otro me levantó y me llevó en sus hombros.
- ¡Amor! ¿Qué haces amor? ¡Bájame, nos vamos a caer! –Le dije muerta del susto y de la risa mientras me aferraba a él para intentar no caerme de sus hombros.
-Vida mía, si nos caemos, lo haremos juntos. –Dijo burlándose de mí. Me pareció muy tierno de su parte. Amaba a ese hombre. Me guio a un cuarto, creo; el aire se sentía tibio y un aroma suave me invadió por completo, era dulce, como me gustaba. Me bajó de sus hombros con cuidado y se paró atrás mío.
- ¿Lista cariño? –dijo a mis espaldas consintiéndome los brazos.
-Sí amor, no me hagas sufrir más, te lo pido –Le dije sonriendo. Me desamarró con suavidad la bufanda hasta que se deslizó por mi cara y cayó al suelo. Puso su rostro junto al mío y me dio un beso en la mejilla.
- ¿Te gusta amor? –dijo nervioso. No podía creer lo que mis ojos veían, era algo hermoso; de repente mis ojos se aguaron y mi única reacción fue tomarlo por el cuello y abrazarlo con fuerza.
-Me encanta amor –le susurré al oído entre sollozos. –Te amo tanto… No tenías que hacerlo amor, gracias –Lo tomé en mis brazos y lo besé en la boca. Él había dejado el cuarto con un ambientador que me pareció muy delicioso, olía a vainilla con rosas; me había dejado un Lirio morado con blanco en la mitad de la cama junto a un libro que deseaba comprar hace un largo tiempo, y un tarrito de aceite que emanaba un olor floral muy suave. Las luces del cuarto eran anaranjadas y todo se veía muy bonito, por fin alguien me conocía a la perfección, no deseaba cosas ostentosas, o caras, o lujosas, quería algo sencillo que me llegara al corazón. Ese hombre logró tocarme el alma.
Sus manos acariciaron mi cintura mientras apretaba su cuerpo junto al mío. Me apretó el cuello con suavidad mientras nuestras bocas se movían con brusquedad e intentábamos incitarnos a algo más. Una de sus manos comenzó a bajar con lentitud y se dedicó con gran habilidad a despojarme de mi camisa y mi sostén. Bajó mi pantaloneta con rapidez y apretó mis senos mientras los lamía. Sentía su respiración acelerada a la vez de que yo le gemía al oído y acariciaba el gran bulto que tenía debajo del pantalón.
-No quiero que pares amor -le continué diciendo mientras mi cuerpo se estremecía cada vez más.
- ¿Quieres que siga?
-Claro que sí, termina lo que iniciaste galán -le apreté un poco el cuello mientras me seguía besando con violencia. Me acostó suavemente en la cama y comenzó a quitarme las bragas con una sutileza anormal. Miró fijamente y deseoso mi sexo ya húmedo y se quitó el saco. Me senté mientras le acariciaba el miembro por encima del pantalón y le desabrochaba su cremallera. Segundos antes de despojarlo de ellos me levantó rápidamente y me cargó hasta el baño, sinceramente me asusté un poco.
- ¿Qué pasa amor?
- Esta no es una noche como las demás. -dijo con picardía mientras me soltaba en la tina. Estaba con agua tibia llena de espuma y olía muy bien. Estuve de pie un tiempo mientras él veía mi cuerpo de un lado a otro y pasaba su mano por él. Tocaba mis orejas, mis pechos y mi cola y acariciaba suavemente mi sexo de vez en cuando. Me hacía incitar cada vez más hasta el punto de casi hacerme gemir. Se bajó el pantalón y el bóxer y permanecimos completamente desnudos cruzando miradas. Sonreí con curiosidad de saber qué pasaba por su cabeza. Entró conmigo a la tina y me pidió que me recostara boca abajo y me relajara. Se puso encima de mí. Apretaba mi cola con brusquedad y halaba suavemente mi cabello. Sentía su miembro rozándome las piernas y eso me excitó aún más. Estaba en medio del sueño y del placer.
-Hazme el amor -le supliqué; sin embargo hizo caso omiso de lo que le dije y comenzó a lamer mi oreja.
-Esto no termina así mi vida -dijo. -Hoy quiero enamorarte más allá de lo físico, hoy es un día que quiero regalarte solo a ti. Eres hermosa, te mereces lo mejor.
Eso me sorprendió, estaba exhausta de trabajar y quería un poco de cariño antes de quedarme dormida. Luego sentí sus manos cálidas por mi espalda que hacían una leve fuerza recorriendo cada centímetro.
- Deberías considerar ser masajista de un lujoso spa. -
- Entonces solo te haría masajes a ti. No sabes lo reconfortante que es verte en este estado. -
- ¿Cómo me ves ahora?
-Tranquila, adormecida, relajada… Tal vez un poco excitada, no te lo niego; -dijo entre risas – pero me encanta que en cualquier forma te ves hermosa.
Pasó una media hora más hasta que escuché entre un leve sueño que él había salido de la tina, el agua seguía tibia.
- ¿Qué haces amor?
-Amor, pensé que habías quedado dormida, te iba a sacar de la tina.
-Creo que tengo mucho sueño, lo siento…
-No te preocupes vida, esa era la idea
- ¿Tener sueño?
-Si amor, ven acá
Cuando me puse boca arriba de la tina, me tomó de la espalda y de las piernas y me levantó con sus brazos repentinamente. Me llevó al cuarto y me bajó al piso. Tomó una toalla y me secó el cuerpo aún desnudo a la vez que recorría cada parte de él con sus ojos.
-Te ves tan sexy…
-¡Claro que no! -Sonreí con algo de vergüenza.
-Claro que sí, ojalá entendieras lo que ven mis ojos. Eres preciosa.
-Sabemos que el guapo de la relación eres tú -lo miré son cierta perversión mientras lo tomaba del cuello y apretaba su cuerpo sin ropa contra el mío- mira todo esto… Que delicia.
Me tomó por mis piernas nuevamente y me levantó contra su abdomen. Aferré mis piernas a su espalda y mis brazos a su cuello y le di un beso en la boca. Sus labios suaves y cálidos me seducían cada vez que acariciaban los míos. Me botó a la cama y se fue por el aceite que olía a flores. Me estremecí pensando en lo que haríamos con eso. Por mi mente pasaban todo tipo de posiciones que no hacían más que excitarme.
- No es lo que estás pensando amor
-¿Qué estoy pensando? – Dije con un tono algo pervertido
-Sé lo que piensas garosita, pero te puedo asegurar que es algo que te va a gustar de todas formas
Me hizo voltear de nuevo en la cama y se sentó desnudo sobre mí. Otra vez su miembro rozándome, instintivamente suspiré caliente. Lo notó y se acostó sobre mí mientras me daba un beso en la oreja. Posó sus manos cubiertas de aceite sobre mi cuello y recorrió toda mi espalda. Sentí un pequeño chorro del líquido cayendo sobre mí, hizo que mi piel se erizara. Comenzó a darme suaves masajes por mi espalda y mi cuello, y en ocasiones tocaba mi cola. Sentí un placer que me adormecía con rapidez.
Tres segundos después había despertado de mi sueño.