En la mansión Sonobe, Gianluca descargaba su ira contra un saco de boxeo. Su definido torso desnudo desprendía sudor al propinar golpes en secuencia dirigidos al saco, el cual se zarandeaba con fuerza hacia delante para después volver nuevamente a su posición inicial.
Su furioso comportamiento se debía a solamente una razón, Adeline. No había contestado ninguna llamada ni mensaje de texto suyo y eso lo ponía de muy mal humor. No tener respuesta de ella lo enloquecía por completo.
Después del suceso trascurrido en la cena, él fue a su búsqueda. Tal acto fue en vano cuando no dio con ella. Intuyó que posiblemente esta ya se encontraba rumbo a su casa. Por lo que, vio como mejor opción concederle algo de espacio.
El segundo hermano de los Sonobe hizo presencia en la estancia. Inclinando su cuerpo en el umbral de la puerta, entrelazó sus brazos.
_ Alguien amaneció de mal humor. _ Mencionó desviando sus ojos dorados del saco, hasta posicionarlos en su hermano menor.
Al no captar su atención, prosiguió.
_ ¿Acaso es por la chica?. _ Expresó con actitud flemática, adentrándose al salón de entrenamiento. Ganándose totalmente el interés de Gianluca.
_ ¿Cómo sabes de ella?. _ Frunciendo el ceño, desató los vendajes que cubrían sus puños.
_ Rompió una de mis esculturas favoritas. Y luego se dio a la fuga. _ Respondió observando con minuciosidad la pintura fauvista que se hallaba situada en la pared. _ Al parecer su timidez fue el impedimento a que se presentara ante mí. _ Concluyó, ladeando su cabeza.
El menor de los Sonobe se encaminó con paso amenazante en dirección a él.
_ No interfieras Jean Pierre. _ Advirtió. Pasando por un lado de este, le concedió un leve empujón para después desaparecer por la puerta...
....
El Sonobe Royal Empire se hallaba en el centro de la ciudad de Lyon. Una edificación al estilo futurista fue lo primero que ella presenció al contemplarlo. Su longitud tanto como su volumen eran bastante extensos. Compuesto por enormes ventanales que desde abajo se podían observar a los empresarios desplazándose por los pasillos.
Aparcaron el Lamborghini negro al frente del omnipotente edificio, del cual descendió el mayor de los Sonobe, quien se dirigió de inmediato ha abrirle la puerta a su acompañante.
_ Después de ti. _ Inclinándose ante ella, estiró su mano.
_ De todos los lugares turísticos de la zona, decidiste llevarme al más aburrido. _ Resoplando, se bajó del vehículo.
_ ¿Qué creías?. Tengo que trabajar y también debo cuidar de ti y no podré hacerlo si estás lejos. _ Acomodando su corbata, se encaminó en dirección a la entrada.
_ Deja de tratarme como si fuera una niña indefensa, puedo cuidarme sola. _ Respondió, rodando sus ojos.
_ Claro, porque eso te funcionó de maravilla como la ultima vez. _ Empujando la puerta de cristal, se adentró al sitio. _ Así que sí, eres una niña indefensa que tuve que salvar. En vez de estarte quejando deberías agradecerme. _ Expresó con molestia.
Adeline no pudo articular palabra alguna ya que había quedado pasmada ante la majestuosidad del imperio Sonobe.
Detalles tallados en oro y plata decoraban la estancia, otorgándole al lugar un aire suntuoso. Esculturas labradas en piedras preciosas, las cuales contenían formas extravagantes, se encontraban esparcidas en diferentes áreas.
Empresarios masculinos como femeninos se desplazaban con determinación por los amplios pasillos, portando atuendos sumamente elegantes, con sus respectivos maletines de trabajo.
_ Esto es una completa locura. _ Expresó asombrada, admirando cada fragmento de la decoración.
Una amplia sonrisa de arrogancia hizo aparición en las comisuras de los labios de Jean Paul.
_ Supongo que ya sabes lo que preguntaré, así que no lo diré. _ Rodando sus ojos se encaminó junto a él en dirección al ascensor.
_ Mi padre y el abuelo formaron este impresionante imperio. _ Presionando el botón del ascensor, este se abrió. _ Y tras la muerte de mis padres, tuve que tomar el control de la empresa. _ Explicó, sin poder mirarla.
Adeline atisbo por unos instantes una expresión de abatimiento en él pero esta se desvaneció, como si nunca se hubiera asomado en su rostro.
_ ¿Desde qué edad te hiciste cargo de la compañía?. _ Su tono curioso era notorio en su voz.
Jean Paul se adentró con Adeline siguiéndole el paso.
_ A mis diecisiete. _ Respondió, situando sus manos en los bolsillos de su pantalón azulado de vestir.
_ ¿Bromeas?. Pero ni siquiera terminaste la facultad. _ Mirándolo con sorpresa, ascendieron al piso número veintitrés.
_ Ni tampoco mis hermanos. Debíamos cumplir con ambas obligaciones al mismo tiempo. _ Sus ojos color avellana no se desviaron del frente.
La imponente presencia del mayor de los Sonobe, lograba intimidar a todos los empleados que transitaban alrededor de él. Quienes inclinaban la cabeza en señal de respeto.
Adeline presenció como los subordinados se hacían a un lado para poder concederle el paso a ambos. Era admirado como la figura de autoridad que imponía ser.
Al llegar al salón de reuniones, se adentraron por una puerta que concedía el paso a una extensa estancia, la cual disponía de una difusa mesa colocada en el centro con sillas giratorias alrededor de esta.
_ Tendré una reunión en unos pocos minutos, así que puedes sentarte en aquel sofá. _ Explicó, señalando con su cabeza en dirección al aterciopelado sillón que se encontraba en una esquina.
Ella asintió dirigiéndose hacia el punto señalado por Jean Paul. Llegando no más de la mitad del camino un dolor lacerante se acentuó en sus costillas, provocando que soltara un gemido de dolor.
El mayor de los Sonobe actuó de inmediato apareciendo a su lado. La condujo al sofá, en dónde con delicadeza la posicionó.
_ ¿Estás bien?. _ La preocupación se adueñó de su rostro como de su voz. Causando que este la examinara meticuloso.
_ Estaré bien, solo tengo que reposar. _ Musitó acomodándose.
_ Prométeme que cualquier cosa que necesites me lo harás saber. ¿De acuerdo?. _ Ubicando su palma en su rostro, acarició suavemente su mejilla para luego apartar su mano y de ese modo levantarse.
Adeline lo interceptó, sujetando su brazo.
_ No tengo hermanos pero entiendo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien. _ Admitió inesperadamente.
Tres toques a la puerta, impidió a que Jean Paul pudiera dar respuesta ante lo dicho por ella.
_ Adelante. _ Profirió este con seriedad.
El segundo hermano de los Sonobe se adentró con elegancia al sitio.
Sus intensos ojos de oro se desviaron del frente a ella, quien se sonrojó debido al recuerdo de su primer encuentro con él.
_ Llegas muy puntual. _ Expresó el mayor de los Sonobe aún manteniendo su tono de siempre.
_ A la próxima avísame que debo llegar impuntual y lo haré. _ Su mirada inexpresiva se encontró con la de Jean Paul.
_ Se supone que Gianluca debía venir contigo. ¿En dónde está?. _ Su voz impaciente dejó en evidencia que hoy era crucial la presencia del menor de los Sonobe en la empresa.
_ Últimamente lo he visto bastante distraído, no me imagino porqué será. _ Mencionó con un tono imperturbable en su voz, mirando de reojo a Adeline. _ Al parecer hoy debía asistir a clases, así que puede que esté allí. _ Culminó encogiéndose de hombros, posicionándose en una silla giratoria.
_ Tendremos que empezar sin él. _ Su voz denotaba molestia ante la irresponsabilidad de Gianluca.
Un conjunto de hombres en traje, se adentraron al salón con sus respectivos portafolios en mano.
_ Vaya vaya Jean Paul, tienes buen ojo. _ Exclamó un hombre con cabello oscuro, avanzando hacia ella con un semblante intimidante.
Sus ojos presentaban heterocromía, por lo cual su iris derecha estaba compuesta por un tono verde, mientras que su iris izquierda disponía de un color café claro.
_ Soy Eydrian, el mejor amigo y compañero del sujeto malhumorado de allá. _ Haciendo un ademán con sus manos señaló a Jean Paul. _ ¿Y tú eres?. _ Sonriendo, alzó su mano en modo de presentación.
_ Adeline Strange. _ Respondió, estrechando la palma de su mano.
_ Es todo un placer Srta. Strange. _ El tono misterioso presente en su voz le causó cierta inquietud. A pesar de ser amigo de los Sonobe, por alguna extraña razón a Adeline no le simpatizó en lo absoluto...