—Son cosas que deberías decirle. Tener secretos no es saludable.
—Yo nunca la toqué, ni le hice nada.
—¿Esa es tu defensa? Con solo tener pensamientos sucios con una niña, debes saber que algo no anda bien en tu cabeza. Si yo no te hubiera encontrado aquella noche tocándote y gimiendo su nombre, ahora mismo seguiría casada contigo y siendo infeliz a tu lado. No sabes lo poca cosa que me sentí cuando nos casamos. Creí que el problema era yo, buscaba la forma de "cambiar" para poder seducir a mi marido o que al menos tuvieras una noche conmigo, ¿y qué recibía de tu parte? Desprecio. Si hubiera sabido mucho antes que estabas interesado en esa niña, hubiera hecho todo por no casarme.
Tras escuchar que las cosas se iban poco a poco tornando más pesadas, decido irme y volver al mismo lugar donde se supone que haya estado en todo momento. Estoy bajo el mismo techo con él, ¿cómo se supone que procese esto y él no se dé cuenta de que estuve escuchando su conversación? Al cabo de un rato, Jensen regresa y no encuentro cómo mirarlo a la cara. A decir verdad, él nunca había tratado de hacerme algo antes, solamente visitaba la casa de mi papá y nunca noté que me viera de esa manera extraña. En todo momento pensé que él me odiaba y por eso hacía todo esto. Además de que, cuando únicamente se atrevió a tocarme, fue aquel día en que estuve en la plaza con mis amigas. Ajeno a eso, no habíamos tenido algún otro contacto físico antes.
—Vamos a la casa — el ánimo que tenía antes de llegar, ha desaparecido por completo.
—¿No vas a seguir corriendo?
—Ya ha sido suficiente.
—Pero no llevábamos ni media hora.
—No pongas resistencia y vámonos.
Regresamos de nuevo a la casa y él sube las escaleras despacio.
—¿A dónde vas?
—Voy a bañarme, ya mismo regreso a preparar el desayuno — creo que lo mejor es dejarlo solo.
Luego de bañarse, aprovecho para hacerlo también. Después, bajo las escaleras y lo sigo a la cocina. El ambiente está cargado, se percibe en el aire.
—¿Te ocurre algo? — pregunto, esperando que corte con el silencio.
—Siéntate en la mesa y espera a que termine.
—Has estado actuando extraño desde que te encontraste con tu ex esposa. ¿Te dijo algo malo?
—No estés metiéndote en asuntos ajenos, Megan.
—No he dicho nada malo. ¿Por qué me hablas así?
—En la tarde vas a regresar a tu casa.
—¿Ya tan pronto?
—¿Tan pronto? ¿Acaso quieres quedarte?
—Dijiste que iban a ser dos semanas, ¿qué te hizo cambiar de opinión?
—Anoche estabas queriendo regresar a tu casa, ya hoy, al parecer, quieres quedarte.
—No sé, tal vez no sea tan malo.
—¿Qué hay con ese cambio tan repentino? — voltea hacia mí y desvío la mirada —. No sueles decir ese tipo de cosas.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Dime.
—¿Yo te gusto? — le cuestiono directamente.
—No entiendo tu pregunta — vuelve a voltearse a seguir cocinando.
Al menos, no lo negó.
—¿Es la razón por la cual has estado detrás de mí todo el tiempo?
—¿Por qué estás preguntando todo esto, Megan?
—Porque estoy tratando de entenderte, pero se me está haciendo difícil.
—Escuchaste algo que no debías, ¿verdad? — su pregunta me pone en sobreaviso de que ya se ha dado cuenta.
Apaga la estufa y se acerca.
—¿No te han dicho que es malo espiar conversaciones ajenas? — acorrala mi cuerpo contra la nevera.
—No sabía que iban a estar hablando sobre algo así. No lo hice intencional.
—Te he dicho lo malo que es mentir, Megan. Ahora sabiendo todo eso, ¿aún tienes ganas de quedarte? ¿Por qué no me has reclamado? ¿Por qué no me has dicho que soy un enfermo? ¿Por qué no estás diciéndome que me odias, que no quieres volver a verme o que vas a irte de vuelta a tu casa?
—Es chocante enterarme de esto, pero no es como que lo encuentre del todo mal.
—¿No lo encuentras del todo mal? ¿Estás mal de la cabeza?
—Esto solo explica muchas cosas.
—¿Y qué es lo que explica, según tu?
—Que hayas estado todo el tiempo detrás de mí, las constantes visitas que le das a mi papá, las reprensiones, tus reclamos y… — me interrumpe.
—Las reprensiones, como le llamas, no son solamente porque te vea de una manera distinta, lo hago porque no me gustaría que te arruines la vida por esa porquería. Independientemente de lo que sienta por ti, son dos cosas diferentes. Yo aprecio a tu papá, él es un buen amigo y por esa misma razón no quiero herirlo. Las cosas se me han salido de las manos, desde el día en que nos acostamos. No debí cruzar esa línea y lo hice. Estoy traicionando a mi mejor amigo, por culpa de esto que estoy sintiendo por ti, Megan. Lo mejor que hago es llevarte a tu casa y no volver a visitarlos. Esto es algo que no debió pasar y, por terco, necio y estúpido, sucedió.
No sé por qué sus palabras me dolieron. Tal vez porque, anteriormente y, sin darme cuenta, verdaderamente me ilusioné con saber que le gusto a alguien. Tal vez porque también me estaba dando cuenta de que, todo lo que hacía era por esta razón, no porque me odiara. El primer día que estuve aquí en su casa, él me lo dijo y soy tan estúpida, que no lo comprendí.
—¿Estás renunciando? No sabía que eras tan cobarde.
—Esto no se trata de cobardía.
—Solo lo hemos hecho una vez y no creo que sea suficiente, como para detener esto ahora.
—Deja de decir tantas necedades, Megan.
—Creo que me conoces lo suficiente, como para saber que siempre hago lo contrario a lo que dices — aferro mi mano a su cuello para atraerlo a mí y poder besar sus labios —. Te he odiado por tanto tiempo y, por alguna razón, ahora solamente quiero tenerte dentro, Jensen. Qué irónico, ¿verdad?
Tras mi confesión, sus brazos rodean mi espalda y me carga en el aire hacia la encimera de la cocina. Su cuerpo se acomoda entre mis piernas, mientras presiona mi cuerpo contra el de él y, estando a su altura, nos besamos fogosamente, como si hubiéramos esperado mucho por esto. Nunca antes me habían levantado así, así de mucho deben ser sus ganas.
—Quiero sentirte — musito a centímetro de sus labios.
—Mierda.
—¿Qué sucede?
—Sube a la habitación, tengo que salir.
—¿No tienes condones?
—No, no tengo.
—Hagámoslo sin el.
—No, eso es peligroso.
—Consigo pastillas, no te preocupes.
—¿Lo has hecho con alguien más sin esto?
—No, me gusta protegerme.
—¿Y por qué quieres hacerlo conmigo así?
—Quiero saber si se siente alguna diferencia. ¿Lo has hecho tú sin el?
—No, no me gusta arriesgarme.
—Bueno, entonces que cuente como nuestra primera vez — muerdo mis labios, llevando mi mano a su pantalón.
—Debo estar loco para aceptar esto.
—El arrepentimiento para luego, ¿sí?
Se aleja para quitar mi pantalón corto, junto a mi ropa interior y bajarse el de él; luego vuelve a acomodarse entre mis piernas. Para hacer todo un poco más fácil, acomodo mi cuerpo en el borde y curvo la espalda. Sus manos se posan en mi espalda baja y la presiona hacia él para embestirme. No podía esperar un segundo más para esto. Cruzo las piernas a su espalda, obligándolo a no despegarse de mí, y sus movimientos repetitivos se agudizan, siento el roce mucho más profundo y mis manos se terminan aferrando a su cuello, acercando su boca a la mía y robando esos labios que tan bien me saben besar y esa lengua que juega ardientemente con la mía.
—¿Sientes alguna diferencia? — cuestiono entre jadeos.
—Estás el doble de húmeda y caliente —dice jadeante, mientras una de sus manos agarra fuertemente mi cabello hacia atrás, haciendo que pueda adueñarse de mi cuello.
—Es tu culpa. Me has hecho desear tanto este momento — muerdo mis labios por la llenura de tenerlo en mis profundidades y el cosquilleo que provoca —. Más, quiero más, Jensen — le pido, entre constantes gemidos.
Levanta mi cuerpo por segunda vez y me lleva a la mesa del comedor, tendiendo mi cuerpo sobre ella y retomando sus precisas, bruscas y profundas estocadas. Mis piernas permanecen cruzadas a su espalda, mientras que sus manos, presionan las mías fuertemente contra la mesa. La forma en que se mueve tan deliberadamente y muestra esa sonrisa de satisfacción y malicia, calienta a tope todo mi ser. Se escucha claramente el sonido de sus fuertes, repentinos y profundos golpes que proporciona, más los movimientos circulares que da entre cada uno de ellos, con la intención de hacerme enloquecer. Al momento de soltar mis manos, levanto parte de mi cuerpo, y rodea mi espalda para llevarme más al borde; procuro mantener cruzadas las piernas.
—¿Por qué no sales conmigo? — su inesperada pregunta, calienta todo mi rostro.
—¿Qué tipo de pregunta es esa, idiota?
—Tu interior me ha respondido bastante bien. Si nos arriesgamos lo suficiente y ya hemos llegado hasta aquí, entonces no voy a contenerme.
—¿De qué hablas?
Levanta mi cuerpo de nuevo, pero esta vez sus manos están sujetando mi trasero, sin darme oportunidad de evitarlo. Tras su inesperada acción, me aferro a su cuello con miedo a caerme.
—Lo tomaré como una aprobación.
No logro procesar su comentario, cuando muerde mi cuello y sus movimientos se vuelven más bruscos. Al oír su quejido y sentir un extraño calor esparcirse en mi parte baja, es cuando lo comprendo todo. ¿Este tipo está loco? Había pensado en que terminaría afuera, no que se tomaría más riesgo del que ya de por sí había. Sienta mi cuerpo en el borde de la mesa y siento su semen brotar de mi vagina y ensuciar un poco la mesa.
—¿Estás loco, Jensen? Pensé que lo harías afuera. Tengo que limpiarme — entro mis dedos en mi vagina y, al verlos, están llenos de él —. Eso ha sido mucho — niego con la cabeza riendo, cuando al momento de levantarla, alcanzo a ver mi papá en la sala, mirando hacia nosotros, con una expresión de decepción, nunca antes vista en él y sus ojos llorosos—. ¿Papá?