Su mano libre mueve mejor mi ropa interior a un lado, teniendo mejor acceso a mi vagina, donde no pierde tiempo en probarme. Sintiendo como su lengua hace un excelente trabajo, todo mi cuerpo se calienta. Hace mucho quería sentir esto, realmente me hacía falta y me lo merezco. En esta posición tiene la oportunidad de probarme completamente y acaparar todo de mí, justo como lo está haciendo ahora. Su lengua es tan juguetona en todos los aspectos que, me hará enloquecer. No iba a quedarme atrás, por lo tanto, saco la sábana y la tiro a otra parte, en busca de dejar expuesta su erección, la cual está a la altura de mi boca, viéndose tan apetecible ante mis ojos. No había tenido oportunidad antes de probarlo, pero esta vez no voy a desaprovecharla. Paso mi lengua alrededor de la cabeza de su pene, probando a su vez, los fluidos que están brotando de ella. Humedezco mis labios con ello y los lamo paulatinamente, saboreando y disfrutando de ese sabor tan adictivo al máximo.
—Tu sabor es igual de adictivo que tu olor — adentro su pene a mi boca, permitiendo que experimente la humedad y calor de ella, cubriéndolo con sumo cuidado y presionando los labios alrededor de el.
Solo con eso, puedo percibir cómo se ha endurecido un poco más y un gemido se escapa de su garganta. Permito que sienta el roce de la punta de su pene en el exterior de mi mejilla, mi paladar percibe sus fluidos casi instantáneamente y entre más tiempo lo hago. Sus chupadas se han vuelto más intensas, probablemente por lo excitado que está. Escucho claramente como chupa mi clítoris y siento una fuerte corriente. Muevo mis caderas para frotar mi vagina en su boca y escucho sus constantes y dulces jadeos.
—¿Así que esto te gusta? Eres tan pervertido, me encantas — vuelvo a adentrar su pene en mi boca, pero esta vez llevándolo al fondo de mi garganta y sacándolo, todo eso sin dejar de masajear sus testículos con la yema de mis dedos.
La repentina nalgada que me da, me endereza y me enciende más de lo que pueda describir.
—Nalgueame más — siento su segunda nalgada, mucho más fuerte que la otra que, hasta resuena en la habitación. Mi nalga arde, este hombre no mide la fuerza, pero me encanta—. ¿Por qué te contienes? ¿Por qué no me das más duro? — lo provoco, cuando siento la siguiente y, sin poder recuperarme de esa, siento la otra y todo mi cuerpo tiembla del ardor; es un ardor placentero. Creo que solo con eso, mi vagina se ha mojado más.
En ese momento en que más sensible estoy, presiona su lengua en la apertura de mi vagina y un escalofrío recorre mi cuerpo, a una velocidad inaudita. Un fuerte gemido se escapa de mi garganta cuando comienza a moverla en el interior. Me encanta cuando hace eso. Gimiendo a causa de eso, su mano vuelve a aterrizar en mi nalga y la corriente se hace presente de nuevo. Una especie de hormigueo se centra en el área que me nalguea varias veces seguidas, elevando a tope esa corriente y el calor. Continúo chupando su pene, gimiendo debido al sinfín de sensaciones que estoy teniendo. Tenerlo en mi boca, ser nalgueada y, a su vez, ser atendida por su lengua, es una maravilla. Siento cómo se va agudizando el hormigueo en mi interior, mientras que su lengua juega ardientemente con mi clítoris y alrededor de el, hace que me mueva yo misma, buscando la perfecta comodidad para alcanzar lo que tanto tiempo me ha costado aguantar; el orgasmo. Al momento de explotar en su boca, tiendo mi cuerpo sobre el suyo, y escucho su satisfactorio gemido mientras acapara mis fluidos con su lengua. El cosquilleo casi me hace perder la cabeza. Estoy extremadamente sensible.
—Eres el mejor — me siento en la cama para quitarme la ropa interior y volver a subirme sobre él, pero esta vez de frente —. Hasta que al fin te tengo así — rozo la punta de su pene en la apertura de mi vagina.
—Los preservativos están en la gaveta.
—¿Has estado guardando? Qué hombre tan precavido. Significa que los has estado guardando con la esperanza de usarlos conmigo, ¿cierto? — adentro su pene en mi vagina y gimo por lo duro que está, mientras él hace lo mismo —. Está justo como lo recordaba.
—No seas necia, Megan. Busca un preservativo en la gaveta.
—Vaya, se ha deslizado sin querer. Me temo que es muy tarde, porque ya estás dentro — me muevo bruscamente sobre él, viendo cómo me observa perplejo y embobado—. ¿Así que los sentimientos y las personas cambian? Es una pena que él sea tan desobediente y te haga quedar como un mentiroso. ¿Eres capaz de negarme que todavía te gusto, mientras tu pene está tan duro y llegando con tanta precisión al fondo de mí?
—No deberías hablar sobre eso ahora.
—Con más gusto lo haré. Si no me dices la razón detrás de haberme desatendido por estos meses, seguiré moviéndome hasta que termines dentro de mí muchas veces. Tengo energía y motivación de sobra para hacerlo.
—Esa amenaza solo hace que quiera ponerte a prueba.
—Sería una lástima que mañana no puedas ir al trabajo y tampoco tengas oportunidad de avisar.
—No metas el trabajo en esto, Megan.
—Entonces dame una explicación.
—Solo sigue moviéndote y no arruines el momento con tanta plática innecesaria.
—Para ti es innecesaria, pero para mí es importante — me quito la camisa, quedándome completamente desnuda —. ¿Crees que no me doy cuenta de cómo me desnudas con la mirada? Incluso te has estado preocupando por mí y siguiéndome a todas partes. Si ya no sintieras nada, no estarías detrás de mí como antes.
—Solamente he estado asegurándome de que no vuelvas a lo mismo.
—Maldito orgulloso — me detengo y lo encaro —. ¿Por qué debes seguir con esto, idiota? ¿Tienes una idea de la falta que me has hecho?
—A ti lo único que te hace falta de mí es el sexo.
—Eso no es cierto.
—¿No lo has demostrado lo suficiente hasta ahora? Mírate. Estás cabalgando sobre mí y conmigo amarrado, porque sabes que de otra forma, no ibas a obtener lo que quieres.
—¿No me jodas?
—Puedo entender que tus hormonas estén revueltas. Eres joven y tienes esas necesidades fisiológicas, tanto como las tenemos todos.
—Eres un gran cretino.
—Termina lo que comenzaste.
—Eres un maldito perro. De verdad no entiendo cómo puedo estar enamorada de alguien como tú. Haces que no pueda olvidarte, que me enamore de ti hasta los huesos, haciendo que te eche de menos cuando no estás, cuando no te veo, y tú eres tan imbécil que me tratas de esta manera — le doy un golpe en el pecho—. Tan emocionada que estaba hoy, creyendo que las cosas iban a tener algún arreglo, pero veo que tu orgullo puede más que lo que decías sentir por mí.
—Aún eres joven, Megan— desvía la mirada y presiona sus labios—. No pierdas tu tiempo en alguien como yo. Puedes enamorarte de alguien mejor, de alguien que tenga tu edad, que te pueda dar lo que yo no puedo. Mereces más que esto.
—Uno no elige con quién sentir las cosas, simplemente las sientes. Estás admitiendo que sientes algo por mí, ahora mismo lo acabas de insinuar. ¿Qué demonios es lo que te frena? ¿Es acaso la edad? — vuelve a mirarme y noto que he dado en el clavo—. ¿A mí qué me importa eso? La edad es solo un número. Es de cobarde renunciar a algo que realmente quieres, Jensen. Si a mí no me importa tu edad, ¿por qué te debe importar a ti? ¿Por qué no te das cuenta de que me encanta como eres, que no me interesa estar con alguien más y que el único que puede hacerme verdaderamente feliz, eres tú? ¿Es tan difícil entenderlo?
—Lo que sientes no es amor, es un capricho, es la calentura del momento. ¿Has pensado en el futuro? ¿Qué puede esperarte al lado mío? Voy a parecer tu abuelo en unos años más. ¿Dirás que no te importa? — sus ojos se ven brillosos, tal vez por el mismo hecho de haber estado cargando esto solo.
—Entonces me convertiré en una abuelita también. ¿Cómo puedes sentir esa inseguridad? ¿Por qué te importa tanto el qué dirán? Nuestra felicidad debe ir por encima de todo eso. Jensen, si no te quisiera de verdad, hubiera hecho mi vida en otra parte y no hubiera permanecido en esta casa contigo, aún sabiendo que me estabas despreciando y rechazando. Incluso ahora no tendría el más mínimo interés de arreglar las cosas y me hubiera largado en el preciso momento que me dijiste todo eso. ¿Por qué no puedes entender que te amo? — recuesto mi cabeza de su pecho, mientras que lágrimas brotan de mis ojos, cuando siento su mano acariciar mi cabeza.
—Perdóname, yo no quiero hacerte daño, ni tampoco ser el culpable de tus lágrimas. No quiero que por mi culpa, tengas que pasar más situaciones desagradables en un futuro. Por no haber controlado el impulso de tenerte, tu papá te dejó sola y te obligó a casar conmigo — su voz se escucha entrecortada y su corazón está acelerado.
—¿Por qué tienes que culparte a ti mismo? Tú no me obligaste a nada, yo quería que esto siguiera pasando entre los dos. Además, mientras esté contigo, no me siento sola. Soy tu esposa, ¿por qué no puedes tratarme como tal? Me tienes aquí y ya no hay que ocultarnos de nadie, ¿por qué no podemos darnos una oportunidad de arreglar nuestro matrimonio y hacer que funcione?
—Megan…
—¿Por qué no puedes darte cuenta de que estar lejos o renunciar a esto que sentimos, nos hace daño a los tres? —levanto la cabeza.
—¿Qué?
—Sí, Jensen. Estoy embarazada. ¿Esta vez serás capaz de renunciar, aún sabiendo que estoy cargando a tu hijo?