("La muerte, es solo el comienzo" - "The Mummy" [1999])
Estoy a solas. Las penumbras me rodean, pero, pese a mi nictofobia lo que siento es paz. La serenidad permanece en mi ser, o eso es lo que parece hasta que una extraña sensación asciende a través de mi coxis, hasta la punta de mi primera vértebra cervical. Creo que es todo pero empeora cuando el aire me falta y mi cuerpo se siente tenso y más pesado de lo normal, como si estuviese en el fondo de un lago y que a pesar de creer que me hundo siento como si el poco aire en mis pulmones me hace ascender de nuevo hacia la superficie haciéndome sentir que el sofoco desaparece y que mi rostro por fin emerge del agua dejándome respirar nuevamente.
Abro los ojos con restos de adrenalina ante la onírica y extraña experiencia, y un infernal pitido despierta para mi mal gusto. Despavorido suelto manotazos al lugar del que proviene el ruido, y finalmente después de un fuerte golpe apago la alarma. Suelto un suspiro de alivio y cierro los ojos nuevamente, me quito las lagañas de los ojos con la ayuda de las yemas de mis dedos y abro para ver con menos disgusto la hora, "6:15".
Mientras veo los segundos digitales avanzar me pregunto ¿de verdad será importante ir hoy a clases sabiendo el resultado? Porque lo que realmente deseaba era seguir con el rostro contra la almohada y pasar de largo, aunque si no lo hacía eventualmente mi mamá subiría a tratar de levantarme, y no es algo que quiera.
Con las pocas ganas que tengo me arrastro debajo de las sabanas y llego al frío piso de madera, siendo uno de los detonantes para no seguir recostado del suelo. Me abro paso hasta el baño y suelto un bostezo frente al espejo nublándolo levemente. Tomo mi cepillo y la crema dental. Abro la llave y humedezco una vez el cepillo sin la crema y nuevamente con ella, ¿Por qué? Una de mis muchas manías. Me cepillo y debería de cerrar la llave, pero no; nuevamente otra de mis manías se hace presente, y dejo la llave abierta para lavarme el rostro con jabón con la ayuda de mi mano libre.
«Dichoso Dios por ser ambidextro», sopeso.
No me lleva mucho asear una pequeña parte de mi cuerpo, no obstante permanece la flojera en mi sistema, no he despertado del todo. Antes de caer al suelo por el sueño me desvisto e ingreso a la regadera, abro el grifo del agua caliente y fría de manera simultánea, pero algo de pronto se me hace extraño. Un "Presque vu" me invade, y siento como algo se desprende. Miro mi mano y me encuentro con el grifo del agua caliente en mis manos. Muerto de miedo salto fuera de la regadera cayendo por obra y gracia de Dios sobre la alfombra mientras una nube de niebla se libera en mi baño.
Agradecido de no ser un pavo a "baño de María" me reincorporo y coloco el grifo en su lugar y aprovechando de estar del otro lado templo el agua y entro otra vez.
Mientras el agua quita el jabón del cuerpo un pensamiento acarrea mi cabeza; mi libreta, cosa por la que me la paso sin dormir, y pese a que busco y rebusco no encuentro la muy maldita. Supongo que al cabo me tocará terminar de rehacerla, que más me toca. Salgo de la regadera y sin titubear me seco y tomo la ropa que dejé en el perchero antes de irme a dormir.
Reconteo lo que tengo para hoy, que es nada; salvo que un profesor le pique el bicho de la tarea para joderme la existencia, sin embargo ¿Qué más me toca? Son oficios de ser estudiante.
Salgo del baño y mientras busco calzado una canción se reproduce en la alarma —«¿Aún funciona después de tantos coñazos que ha recibido? Sí»— indicando que estoy sobre la hora.
Levanto la mirada en busca de mi horario en los que amarro las trenzas de mis zapatos. Aunque lo sé de memoria no está de más ver si hay pendiente este día. Termino y me dispongo a apagar la alarma y tomar mi teléfono.
Cruzo el pasillo y bajo casi galopando por las escaleras. Lo primero que llega a mi nariz es el olor del desayuno y almuerzo adelantado. Una arepa reposa sobre la mesa bien rellena de queso y aguacate, y la mantequilla a un lado con un cuchillo en espera de mí. Me siento y sin mucho en mente abro la tortilla de harina de maíz aún caliente y unto el grasoso aderezo.
Mi madre cruza de la sala— Bendición —pronuncio mientras ella trae su bolso de maquillaje y vestida con su uniforme de enfermera.
—Dios te bendiga —contesta—. ¿Cómo amaneces?
—Sin muchas ganas de ir —respondo, y suelto casi de manera conveniente un bostezo indicando mi falta de descanso y latente sueño.
— ¿Aún nada, eh? —consultó.
—Sí.
Mi mamá tomó asiento a mi lado con un polvo compacto en una mano y un pincel con maquillaje en el otro
— ¿Alguna idea de donde pueda estar? —cuestionó.
—Más bien, creo que sé quien lo tiene.
— ¿Quién? —curiosea con un peculiar tono de voz.
— "La plaga" —aludo y le doy un bocado al desayuno.
—Thomas Reiden Shuschman... —regaña casi entre dientes.
Sé que no le gusta como le digo a mi hermano, pero en ocasiones suele serlo.
—La dichosa; más bien, tu dichosa libreta aparecerá cuando la mica de mi teléfono se reponga —irrita Tanner, mi hermano.
—Tanner ya hablamos de esto. Si tienes la libreta de tu hermano entregasela, ahora. Sino perderás también tu computador, y esta vez no será culpa de Thomas —señala.
El ambiente de por sí está pesado con Tanner y mi mamá, y el resonar de las pisadas de unos inconfundibles calzados cruzan por la entrada puerta por la que cruzó Tanner.
— ¿Alguien mencionó algo de una libreta perdida? —menciona mi padre mientras saca mi libreta de su bolsillo—, la encontré en la ropa sucia de cierta persona.
Tanner no evitó enojarse en vista de que su plan se desmoronó causa de la única persona de la casa que apenas lo apoyaba.
—Bueno, eso arregla todo —formula la voz de mi abuela, empeorando la situación.
— ¿Algo que mencionar Tanner? —replica mi mamá.
—Déjalo —declaro y saco el teléfono de Tanner con la pantalla repuesta.
—Thomas... —pornuncia mi mamá quedando las palabras en el aire y la neutralidad de apodera del momento.
Termino de comer la última porción del desayuno y coloco el plato en el fregadero.
—Ya es tarde, y no tengo un auto, ni bicicleta, y corriendo no creo que llegaré, no si hago como papá ese día...
—No creo que haga falta mencionar eso Thomas... —A pesar de querer permanecer serios o molestos ante los acontecimientos la risas se liberan.
—Encárgate de Tanner, yo llevaré a Thomas —señala mi mamá tomando su bolso y las llaves del auto, por mi parte tomo mi bolso y me dirijo al porche.
La alarma suena indicando que no tiene seguro. Abro la puerta y coloco el bolso en el asiento trasero.
El auto sale del estacionamiento y mientras veo por el retrovisor como el portón se cierra no evito preocuparme por esta mañana, aunque la preocupación y angustia debo dejarlo atrás y ver adelante, esperando lo mejor por mi bien y el de mi familia.
Mientras salimos de la urbanización miro a los lados; observando a las demás personas ir a sus trabajos o escuelas, esperando en la ventana con una taza de café. Un poco más aproximado al centro de la ciudad las personas abren los locales y se preparan con sus respectivos uniformes —sí es que lo requieren— sonriendo a los que pasan trotando o ayudando a montar su negocio y fuente de ingreso. Es simple, pero lo simple me demuestra cuanto avanzó todo. Cuando todo lo perdido, y separado finalmente volvió a establecerse.
Mi sentido del oído despierta ante la radio, donde suena uno de los temas pasados un tanto atrasada al año, pero que dejó una huella en la "Comunidad Millennial"; "Señorita" de la pareja pop del momento Camila Cabello y Shawn Mendes. La música en sí es buena, o lo está hasta que la radio empieza a fallar y la transmisión se corta, es algo que me extraña y por lo que veo también a mi mamá. Ella dirige su mano al estereo. Gira la perilla y presiona los botones en busca de sintonizar una estación, pero resulta en un intento fallido, ninguna de las emisoras transmite. Es extraño, en contradicción no le damos atención, por lo que decido usar el Bluetooth.
Mi lista de reproducción de "Morat" abarca el auto, dejando un poco de lado la preocupación. Contra todo lo esperado y sin ninguna explicación algo nuevo surge. Una extraña sensación, como si se tratase de una angustia mezclada con ira y acoso. Esa sensación recorre todo mi abdomen, y se abre paso alojándose en mi mente. Aunque quiero mencionarle a mi mamá opto por ignorarlo y pocos segundos después va decreciendo, desapareciendo por completo.
Mi mamá se estaciona a algunos metros de la entrada del instituto.
Tomo mi bolso y abro la puerta del auto
—Te veo después de clases... —pronuncio colocando un pie fuera, pero ella me detiene tomándome de la mano.
—Thomas... sé que a veces es difícil estar en casa, y solo quiero decir que te agradezco el "número" que haces para no sacar lo peor de cada uno de nosotros —alude.
«Quizás es cierto que los hago reír»
—No finjo nada mamá —digo a medias, pero se me hace muy difícil no colaborar en ser uno de los pilares de la casa—. Solo soy yo. Ninguna familia es perfecta, pero mientras estoy en casa quiero ayudarlos a llevarse bien. Sé que en ocasiones no compaginamos, pero todo debe ser paso a paso.
—Thomas, te amo, y sabes que cuentas conmigo si algo pasa. Todos necesitamos ayuda de vez en cuando, el orgullo no es la salida —agrega, pues sabe que no estoy del todo bien.
Quizá he mejorado en tratar de no salir tanto, pero si supiese que en realidad cuando voy de fiesta soy el peor cuando me embriago, y que en realidad me quedo —o más bien, los chicos me hospedan— porque no tengo el valor de decirle que fumo y bebo hasta el punto en que desconozco quien soy, ¿con qué cara la vería?
—Te amo, nos vemos —digo sin más y salgo apresurado cruzando la calle casi sin ver.
Cruzo el portón y me adentro al instituto. Una que otra persona me saluda de camino a mi aula en los pasillos, llego a la "ala 4" y entro a mi aula para mis clases recurrentes. Saludo a mis compañeros y voy con mi grupo de amigos, en espera del timbre —el cual y de manera conveniente suena— y ver nuestras clases, o debería decir bucle de clases, puesto que teníamos media eternidad en una clase por unos chicos que eran un poco —excesivamente— lentos para entender la clase.
El profesor llega y los que deben ver su clase sacan sus cuadernos, por mi parte saco un libro para pasar el rato, "Si no muero, Matame".
Los que necesitan entender la materia con urgencia están que botan humo por las orejas, mientras los demás permanecemos en nuestros grupos o pasatiempos esperando.
Permanezco inmerso en las páginas, cuando una vibración en mi bolsillo —mi teléfono— me interrumpe, que era menos que un mensaje de Whatsapp de mi amigo Ryan: «¿Llegaste ya?», consultaba.
«No, apenas voy por la muerte del padre de Marilyn», contesto.
«Bien no te molesto, pero créeme que lees muy lento», menciona.
Aunque optaba por mandar un emoticón de cara enojada prefería seguir leyendo antes que quedarme enviando mensajes estúpidos.
(···)
El timbre se hace presente indicando el descanso para "merendar", no pierdo el tiempo, tomo mis cosas y huyo del lugar.
Salgo del aula y voy directamente a mi lugar de meditación —para reflexionar mis ideas y pensamientos y prioridades—, la azotea.
Mientras los demás se quedan en los pasillos y el patio subo las escaleras y evito que los profesores me vean hasta ver la puerta que daba a dicho lugar, subo con velocidad antes de que me vean y giro la manilla, mientras abro la puerta suenan las oxidadas bisagras desgastadas por el poco uso, finalmente abro el espacio suficiente como para deslizarme. El camino solo son una cuantas escaleras, que si alguna persona de los años 2000 viera asimilaría con las escaleras de "Súper Mario 64", poca luz y un largo pasillo estrecho y que al final en vez de estar un túnel se encuentra la puerta rodeada por un aura de luz causa de su umbral, y que extrañamente y sin esfuerzo se abre.
Camino hasta la cornisa, y veo abajo solo para ver a los demás jugar, hablar y hacer una que otra estupidez, ignorando lo que está por encima de sus narices, y ahora levanto la mirada y veo el horizonte.
Me quede perdido en el, entre el cielo y las llanuras lejanas del otro lado de la ciudad, y entre esa divagación mis pensamientos se desvían y entrelazan a la vez de una abstracta manera, y ahora pienso en el futuro, en la universidad, y en lo que elegiría; una de ellas me lleva a una vida independiente llena de desafíos, lejos de mi familia. Otra tras la chica de la que me había perdidamente enamorado, un cliché de películas que posiblemente no tenga un final feliz, o que quizá si lo tenga, pero no es mi final feliz.
Eran las dos elecciones más sencillas, pero difíciles de mi vida. Por una parte empecé a unirme más a mi familia, y aunque han avanzado en tratar de llevarse bien, siento que soy parte sustancial para que la calma y serenidad permanezcan sustancialmente, pero en aumento cada día, a su vez debería considerar por qué debería ir con ella, quizá el hecho que es muy dependiente de los demás y le cuesta desenvolverse con los demás. Estudiaré la misma carrera en donde esté, pero como si se tratase de un videojuego la historia se desarrollará de manera diferente, sea cual sea la decisión que tome. Para mi edad preocuparme por dónde estudiaré quizás es solo una niñería, pero sigue sin ser una angustia. Por ahora me abstengo de seguir persiguiéndome con mis dudas y me dispongo a bajar —además del hecho de que el calor es un tanto insoportable.
Llego a la planta 2, y el camino está rodeado de las típicas conversaciones de adolescentes; de los equipos de las copas españolas e inglesas, los espectáculos de farándula como "la actriz fulana va por su tercer hijo" o "Las Kardashian esto y aquello" por supuesto no faltan los "nerds", "geeks" y "gamers" que se ponen a hablar de las franquicias de juegos que los tiene "idiotizados" o los "remakes" de sencillos o franquicias con nuevas inclusiones o mejoramientos en la jugabilidad de tal, cosas típicas de cada grupo, y cosas que no eran de interés.
El timbre suena y me dirijo a mi aula de clases. El camino está rodeado de esas conversaciones al menos hasta llegar a la planta baja. Cruzo los pasillos, lo que hay para variar son las interacciones de los profesores con estudiantes fuera de la correlación susodicha.
Ingreso al aula, y me extraño al ver la ausencia de todos en él. Me dirijo a mi puesto y mientras abro, saco el libro y dejo en bolso en mi asiento; saco mi teléfono y envío una nota de voz por Whatsapp— ¿Ryan, dónde están todos? Ya sonó la alarma y no hay nadie aquí en el salón —resalto.
Aunque rebusco en mi bolso no doy con el libro, así que lo dejo a un lado el teléfono y busco con detenimiento, dando con él. Una hoja se despega del libro y cae, una foto de un ultrasonido, la recojo y me quedo un momento apreciando, y recordando, hasta que el teléfono me saca de mis memorias, con respuesta a mi primera duda.
Presiono en botón de "reproducir" y escucho el mensaje— ‹Mano, el profesor se enfermó unos minutos después de salir, hasta ahora no sabemos dónde está. En "control de estudio" nos dijeron que tendríamos la hora libre, ya que el suplente "suple" al profesor de la sección "B"› —notifica. y seguido de ese llega otro mensaje de voz—. ‹Estaremos en la biblioteca, por si acaso.›
Presiono el botón de "grabar"— Bien los veré después, en ese caso —es mi última palabra.
Aunque no debo, dejo mi bolso en mi puesto —sé bien que nada pasaría y que si alguien lo tomaba quedaría grabado— y abandono el lugar únicamente con el libro y mi teléfono a la mano.
Voy camino a la biblioteca en busca de los chicos —que conociéndolos deben estar jugando ajedrez— cortando por el "vestíbulo". Allí las conversaciones se mantienen, pero están acompañadas de ciertas inquietudes que apenas se escabullen entre los cuchicheos de la gente. Busco introducirme en el libro, ahora bien un leve siseo llama mi atención. Volteó encontrándome a Alice, la chica de quien estaba estúpidamente enamorado; junto a su novio, Kyle.
A expensas de su relación tenía la leve esperanza de que se fijara en mí. Mi amor hacia ella era un cliché, un chico iluso enamorado de una chica guapa desde pequeño con novio algo narcisista y súper bueno del salón y que le pretende medio instituto —incluyendo de manera disimulada las profesoras— y cuya pocas relaciones que tiene con respecto a su amistad es conocerse desde pequeños en algún punto de sus vidas y un amigo en específico.
Me señala y dirijo la mirada al libro, se acera en compañía de su pareja— ¿Por dónde vas? También quiero leelo, Ryan dice que es muy bueno —menciona.
Estoy a punto de responder, no obstante algo me frena, un fuerte portazo que me detiene frente a uno de los pilares principales del instituto. Un sujeto con aspecto extraño sale de los sanitarios, pero al denotar mejor me doy cuenta de quién es.
«¿El profesor Manuel?», sopeso con las palabras casi saliendo de mi boca.
Se aleja de los baños y se acerca a un grupo de chicas populares —rubias, extravagantes y faranduleras— con un extraño andar.
—Ahg —formula una de ellas con un tono engreído, y muy evidente disgusto—. Más o menos qué es lo que quiere —agrega levantando la mano con un gesto de diva.
Él no responde y si un por qué se le abalanza sobre ella.
Sus amigas permanecen a su lado y actúan en busca de ayudar a su amiga. Y tanto Kyle como y no nos quedamos de brazos cruzados y nos dirigimos hacia ellos.
La chica forcejea con él, incluso lo golpea en la ingle, pero no se inmuta ante esto, y sucede lo peor. Veo como el profesor que una vez admiré clava una mordida en el cuello de la chica y desesperadamente grita por ayuda mientras le arrancan un gran trozo de carne de su cuello. Esta muestra un gesto de desesperación y pavor al verse a ella, el profesor, el piso y sus amigas cubiertas de sangre. Kyle en un intento por ayudar a la chica se lanza contra Manuel mientras la chica cae al suelo agonizando y aparentemente muere.
Kyle lo golpea haciéndole perder el equilibrio, y una vez en el suelo arremete repetidas veces, y él recibe los golpes sin inmutarse. Estoy a punto de aproximarme a la chica en un intento por verla, hasta que el profesor logra tomar su mano y muerde a Kyle.
Él grita e intenta ponerse de pie junto con el caníbal Manuel. De la nada la chica que yacía en el piso aparentemente muerta se levanta, y se lanza contra Kyle.
—Que demonios pasa (?) —cuchicheo. Es algo inexplicable lo que pasa.
— ¡Kyle! —vocifera Alice acercándose corriendo hacia Kyle, dispuesta a ayudarlo.
Me antepongo a ella y la tomo de una muñeca deteniéndola, y se devuelve mirándome sorprendida y un tanto asustada
—Thomas, sueltame —agrega con sus ojos llenos de lágrimas mientras con su otra mano intenta zafarse de mi agarre, pero yo nuevamente reafirmo mi agarre a su muñeca.
Desvía la mirada hacia Kyle y mientras este nos ve la chica se acerca y clava una mordida en su cuello, él expectora sangre y nos mira con terror.
—¡Kyle!
—Espero que algún día me perdones —declaro—, pero no dejaré que corras con las misma suerte —y corro arrastrando a Alice.
Aunque al principio ella me sigue el paso se detiene de golpe. Se me escapa su muñeca, y me doy vuelta solo para recibir una bofetada con la misma mano.
—Enloqueciste (!) —reclama—. Qué es lo que tienes en la cabeza. ¡Cómo pudiste hacer esto! ¡Cómo pudiste hacerme esto!
Un poco fuera de mí le devuelvo la bofetada.
—Quieres ir con él, lo dejaría, pero te matarán. Esto ya no se trata de ser sentimentales, sino de usar la cabeza —aclaro. Ella se queda congelada, en shock, ya sea por el hecho que la golpeé o por lo que le dije.
Tomo nuevamente a Alice y aún en medio de shock corre conmigo. Cruzamos la puertas de la biblioteca y con las restricciones impuestas corremos por el lugar hasta dar con mis amigos, Ryan, Nathan y Tony.
—Ryan —nombro al verlo con la respiración algo agitada.
— ¿Thomas? —exclama—, qué es lo que pasa, escuchamos unos gritos hace un rato y...
Unos gritos suenan en la instalaciones dejándonos a todos con un frío de ultratumba en la espalda y la piel erizada, en especial a mí.
—Les explicaré todo después —reafirmo mi posición y mi postura—. Pero necesito que me escuchen y que confíen en mí. Lleven a Alice a un lugar seguro.
Aún cuando veo algo de duda en sus rostros Tony se acerca y toma a Alice aún en estado de shock
—Cuenta con nosotros —declara.
—Bien —respondo—. Llevenla a un lugar alejado y seguro; nuestro vieja aula de clases, estaré con ustedes en un minuto. Cierren la puerta, eviten usar los pasillos; usen los atajos, y si es posible manténganse en silencio. Cuando llegue les daré una señal —los chicos asintieron y se dieron la media vuelta dispuesto a irse—. Una última cosa, que nadie se les acerque, algo raro está pasando con las personas, los veré pronto.
Me di la vuelta y veo como los chico con algo de dificultad subieron a Alice a las aulas de arriba.
Corro a nuestra aula actual y tomo la foto del ultrasonido y salgo nuevamente.
Los pasillos se encuentra repleto de personas gritando y otras como las demás personas. Lo único a lo que me dedico es correr y esquivar a las personas sin importar que.
Llego al vestíbulo y me dirijo a las escaleras dispuesto a subir con los demás, sin embargo me detengo al ver que mis compañeros se encuentran rodeados y luchando. Se enfrentaban a más personas que actuaban igual que el profesor y aquella chica. El tiempo se ralentiza. Entro en una disputa interna; quiero ayudarlos, pero del mismo modo quería huir, soy yo o ellos, y si no reacciono quedaré en la misma posición que ellos. estoy por subir, yreacciono dandome cuenta que conservo mi moral aún. Sabiendo que los puedo ayudar no me quedaré de brazos cruzados.
Tomo una escoba recostada de la pared, la rompo y corro hacia ellos. Golpee a unas de las personas, seguido lanzo una patada a otro abriéndome paso.
Ayudo a uno de ellos a ponerse de pie, luego a otro. ogramos ayudamos y peleamos frenéticamente hasta que todos se encuentran fuera de peligro, no obstante solo los contenemos, y los que debemos hacer es huir.
—Vengan conmigo —dirijo a mis compañeros.
Martha McKenzie, Sean Bucter, Ángel Robles, los gemelos Álex y Félix Sandrew, Dany Mitchell, Rose Boulder y Eva Given.
No se cuestionan, toman sus cosas y me siguen. Galopamos por los pasillos tomando varios atajos y evitando a toda costa el contacto con los que actúan de manera loca.
Los gritos cesan de pronto, y eso no es algo que mejore la situación. Termino de subir las escaleras encontrando a los demás viendo el pasillo lleno de personas infectadas que centran su mirada en nosotros.
—Thomas... —formula Álex y los infectados avanzan hacia nosotros.
—Al salón ahora —dirijo casi empujándolos.
Corremos al aula y apenas logramos cerrar la puerta. Los infectados arremeten contra ella, y esta no durará en ceder por lo que se ve.
— ¿Estamos atrapados? —exclama Eva.
—Felicidades Thomas, escapamos del desastre abajo, pero moriremos aquí —amarga Sean.
—Todavía no me agradezcas —pronuncio.
Uno de los infectados logra hacerse paso entre la abertura de la puerta y pone sus manos en Ángel, para su suerte estoy cerca y clavo el palo en su cara matándolo al costo de perder el arma entre las manos de los infectados.
—Chicos, el pasillo de emergencias —señala Martha.
Abren la puerta del pasadizo y mientras algunos se movilizan otros se mantiene en la puerta evitando el paso de los infectados.
Me dirijo al escritorio y lo empujo.
— Dany ayúdame con esto —indico y los aún presentes me ayudan.
Empujamos el escritorio hasta la puerta, dándonos tiempo de poder entrar al pasillo mientras el grupo de infectados viene tras nosotros.
Entramos a hurtadillas y logramos alcanzar a los demás.
— ¡Maldita puerta! —exclama Álex—, No tiene la llave.
Mientras veo a los infectados gatear y avanzar hacia nosotros busco una salida. Fijo la mirada en la puerta del pasillo.
— Salgamos de aquí —anuncio y pateo la puerta de otro salón para abrirnos paso.
Salimos del pasillo y nos abrimos paso nuevamente en las aulas. Encontramos las escaleras, subimos a toda marcha hasta dar con nuestra vieja aula, toque la puerta en clave, y para mi calma los chicos están, los demás entran y mis oídos se agudizan al escuchar un extraño quejido, y veo a las personas subir por las escaleras. Mi moral juega con mi mente, pero sé que ya no son aquellas personas que alguna vez conocí. Corro y me sujeto de un tubo expuesto en la pared. Con el impulso de mis piernas pateo a las personas quienes ruedan por las escaleras. Me doy la media vuelta y cierro la puerta.
—Ahora si Thomas —formula Ryan cruzado de brazos sentado sobre una de las mesas—. Explicamos, ¿qué es lo que pasa?
—No lo sé —respondo confundido pero poco a poco pienso en lo que ha acontecido. Parece sacado de una película de miedo y ciencia ficción lo que acontece, y por más que reniego mi realidad la asumo finalmente—. Pero creo que hemos sido invadidos por...
— ¡Dejemonos el drama! —pregunta Nathan—. Qué son con exactitud.
Empiezo a unir los puntos, y no puedo estas errado.
—Zombis —respondo sentándome sobre el viejo, pero firme escritorio.
— ¿Zombis? —cuestiona Alice.
—Piensenlo —reitero poniéndome de pie—. Su caminar, su apetito, su fuerza, su conducta, no hay otro indicativo... El profesor estaba infectado. Mató una chica a mordiscos y esta regresó de la muerte. Luego se fue contra Kyle, y el resto de la historia la conocen.
—No puede ser —pronuncia Nathan afónico llevándose las manos a la cara.
Los chicos entran en una fase de negación, pero al final aceptan la realidad de la situación.
El ambiente empeora al resonar un grito.
— ¿Qué hacemos? —duda Ángel.
—Debemos contactar a los servicios del gobierno. Los bomberos, la policía; alguien, no nos podemos quedar aquí —propone Martha, todos sacan sus teléfonos e intentan marcar.
—Será una pérdida de tiempo —comento volviendo a sentarme.
—Estoy de acuerdo con Thomas —objeta una voz conocida, pero de la que desconocía su presencia, Jenny Augune.
—Jenny (?) —nombro extrañado.
—La encontramos en los pasillos, no podíamos dejarla sola —indica Tony.
—Los servicios públicos y privados de ayuda y asistencia deben están completamente saturados ante esta amenaza —continúa—. Pienso que fuimos uno de los últimos lugares en ser contaminados con el virus, por la lejanía entre las ciudades y estados —todos ante la declaración de Jenny guardaron nuevamente sus teléfonos.
Nathan suelta una risa nerviosa— ¿Entonces, qué hacemos ahora? —dudó, y sé el porqué de su actitud, su padre trabaja en la policía.
Respiro y formulo las palabras a su respuesta: —Hay dos alternativas —rompo el silencio poniéndome nuevamente de pie—. Nos quedamos aquí y esperamos a que los infectados se den un bufet con nosotros. O por otra parte, buscamos la manera de escapar de aquí y nos refugiamos de los infectados.
—Cómo lo haremos según tú —dice Sean—. Eramos mas de 1500 estudiantes y maestros. Necesitaríamos una maldita granada, y ni aún así lograríamos acabar con ellos.
—Apoyo a Sean —respondió Nathan—. La entrada debe estar repleta, ni mencionar los pasillos. Escapar de cualquier manera es un suicidio.
—La azotea —propuse—. Hay una manguera que se usa para regar las plantas, podemos usarla de alguna manera y escapar.
Los chicos se voltean esperando respuesta de Jenny. Por su parte se siente un poco irritada siendo un comodín para ellos. Respiró profundo para hablar.
—Usarla como una simple cuerda y bajar verticalmente es riesgoso, ya que la cuerda con el tiempo la estructura molecular serán menos estables y no aguantara la tensión del peso de una personas y finalmente se romperá, y con algo de suerte algo roto —explicaba—. Por otro lado anclarla a un árbol es menos riesgoso, no se le aplica mucho peso, este se distribuye, es más seguro de que no se rompa.
—Perfecto —acote. Pienso un poco la situación, y veo que fue estúpido dejar atrás esa escoba.
Ojeo el lugar en busca de una posible arma, y me percato de las sillas.
No pierdo tiempo y me acerco a una mesa. Piso de una de las patas, la muevo de un lado al otro hasta desprender una de ellas. los chicos me miran como si me tratara de un demente.
—Necesitaremos algo para defendernos, así que les recomiendo que busquen algo con que armarse —señalo.
Los chicos tomaron las mesas más viejas y logran desprender las patas, y Álex y Eva se arman con la escoba y el palo del trapeador. Tomaron sus mochilas y nos acercamos a las puertas, y aunque estoy por abrir me preocupo por todos.
—Una cosa más. Son zombis, así que las mordidas... —balbuceo pero se da a entender el mensaje—, Eviten a toda costa que se les acerquen de más —todos asienten.
Abrí la puerta de la par en par, por suerte no había ningún infectado, replanteo todo.
—Bien, tenemos suerte. Álex, Nathan, Sean, ayúdenme a buscar unas sillas y mesas para bloquear la entrada. Los demás suban los veremos en un momento, y tratemos de hacer todo en silencio —todos asintieron—. Ryan, cuida a los demás.
Álex, Nathan, Sean y yo sacamos varias sillas y mesas. Álex se dispone a subirlas junto a Nate, y Sean y yo nos disponemos a dejarla en la entrada. De manera abrupta todo el ambiente parece cambiar cuando la misma extraña sensación de la mañana confronta mi cuerpo. Me doy la vuelta y mientras me acerco de manera casi hipnótica a las escaleras se fortalece hasta llegar a ellas y desaparece de repente. Las escaleras que dan al primer piso y el vestíbulo.
Veo a los infectados caminar a la intemperie. No evitaba sentir escalofríos al verlos, acompañado de una brisa que empeora el ambiente, brisa que hace golpear las ventanas y las puertas, y los infectados alrededor de este empezaron a acercarse a ellos.
«Se guían por el ruido», deduzco al ver la reacción y comportamiento de los infectados. Los chicos me sisearon para llamando mi atención, bien por ellos.
Vuelvo y trato de aparentar todo, al menos hasta subir.
Mientras subo y la luz poco a poco me empieza a cegar, pero ante todo logro ver la inconfundible silueta de Ryan.
Llego y su recibimiento asumo no es con buenas noticias
—Más malas noticias —alude de manera casi predecible.
Me hace señas con la cabeza, indicando que lo siga. Y veo el exterior. Autos incendiados o llenos de cuerpos. Sangre en todas partes. Casas, autos, carretera, paredes, no había un lugar que se ausentara del carmesí líquido.
Dejando de lado —con algo de dificultad— el panorama, me dirijo a los chicos y entrada de la azotea.
—Ayúdenme a hacer una barricada —indico, y los chicos se me unen casi de inmediato.
El silencio permanece unos segundos, hasta que Nate me voltea a ver, y sé que es para preguntarme algo.
—Thomas, qué hacías en las escaleras —consultó Nathan.
—Esas cosas se guían por el ruido —alarmo—. Debemos cuidar nuestros pasos a partir de ahora.
—Saben, esto empieza a tornarse cada vez más a un videojuego de "The Last of Us" o una película de "Resident Evil" —menciona Tony en un intento por quitarnos el miedo, y no lo culpo.
—Dejo esto en sus manos.
Con la barricada casi lista dejó a los demás terminarla.
Tomé la manguera y me fui hacia Ángel.
— "Monkey" crees poder saltar y llegar a aquel árbol —consulto apuntando.
— ¿Qué "Si creo que puedo"? —subestimó subiéndose a la cornisa—. Dame uno de los extremos —le paso unos de los extremos de la manguera, amarró la manguera de su cintura.
El enano moreno demente toma algo de impulso y salta como si fuese cosa de todos los días. Se sujetó de un gruesa rama y se adentró en el árbol amarrando la manguera alrededor del tallo principal. A su vez amarro el otro extremo de la cornisa con un fuerte nudo de "8" doble—. Está listo, pasa a alguien —enerva, y lo chito.
—Eva ven —alarmo haciendo señas.
Ella se aproxima— Dime —responde.
—Serás la primera —señalo—. Pasa...
— ¿En serio me darás una explicación? —se adelanta—, no es por sonar engreída, pero vi esas clases contigo, además de ser la mejor nota de curso, ya que las tuyas no cuentan.
—No es eso —interrumpo—. Necesito que bajes con cuidado, en silencio.
—Si lo recordaré —Vuelve a adelantarse y mi ira se manifiesta.
— ¡Eva, no necesito que lo recuerdes, sino que lo hagas! —ordeno—. No todos lo saben, pero esas cosas les atrae el sonido —Me mira un poco sorprendida por mi actitud—. Un ruido fuerte, y... —respiro buscando calmarme—. ¿Lo entiendes?
—Si... yo lo siento no me di cuenta —contesta, y la situación se estabiliza. Le ayudo a subir a la cornisa, y baja con velocidad y destreza, cosa que para ella parece ser de todos los días.
Ángel me hace señas al recibir a Eva sin complicaciones, un avance en el día.
El oído me alerta al escuchar un estruendo. Me di la vuelta y veo que la barricada que apilaron los chicos se vino abajo. Sé que todo a partir de ahora; la precaución y el silencio no sirven de nada.