Corro a la entrada, y sin importar que cierro las puertas de golpe. Un grito ahogado proveniente del frente junto con varios quejidos que resonaron en los pasillos despiertan mis miedos.
—No pierdan el tiempo; bajen —declaro mientras rearmo la barricada, y los chicos se unen.
—"espero que los retrase, al menos lo suficiente" —agrego para mi mismo.
Los chicos bajaban por la manguera uno por uno y los más rápido que podían a la vez que los quejidos crecían. Eva y Ángel permanecían entre las ramas haciendo lo único a su alcance, ver y esperar; mientras los demás esperaban su turno y permanecen inquietos ante la situación me dedico a conservar la calma. Opto por un momento de impulso sucumbir a mis instintos y me acerco a la parte frontal del edificio. En el se encontraban un montón de infectados que se mantenían pegados de las rejas, quizás intentando entrar, y del otro lado de la contrapuerta se encontraba la ciudad completamente destruida. Las casas cercanas se encontraban invadidas, los edificios tenían varios cristales rotos, los autos se encontraban volcados, y otros incendiados, los infectados a parecer tenían una gran fuerza; pero eso es algo ilógico son cadáveres. No, todos esto es causa del pánico al que han sucumbido las personas.
El golpeteo de unos pasos me devuelve la mirada al suelo y veo un chico correr con un bate. Varios infectados lo seguían. Las palabras intentaron salir de mi boca en un intento por decirle que volviera y se alejara de aquí, hasta que los infectados del portón notaron su presencia y se dieron la vuelta rodeándolo en un callejón. Golpeó a uno de ellos y se fue hacia otro, pero este le quito el bate. Empezó a retroceder y a defenderse a puño limpio, no obstante no tenía oportunidades de salir vivo de allí. Finalmente los infectados lo rodearon pero ni aun así sucumbe ante ellos. Golpea a uno o dos, hasta que se le enciman dejándole imposible el defenderse, y los gritos despiertan. Con su último aliento pide gritos de ayuda, junto a estos está su lamento e imploro divino, pero nadie está allí para su rescate, y termina en un charco de su propia sangre y carne. Veía la escena un poco incrédulo y escéptico, aún conociendo mi realidad. Cruda, nueva y cruel realidad. Me alejo y me doy la media vuelta. Me encuentro con la barricada levantada nuevamente y quedamos Alice, Sean, Ryan y yo. No titubeo al respecto y centro mi atención en Alice.
—Alice es tu turno —señalo—. Quizá suene contradictorio lo que diré. ve con cuidado; pero a la vez apresúrate, no sabremos cuando los infectados estarán... — soy interrumpido por un estruendo.
Me doy la vuelta y veo como la barricada se movía y estremecía constantemente tras cada empuje que los infectados daban a la puerta. parecía un momento de película, en el momento menos esperado y más predecible en la trama.
—"Ya están aquí" —pienso en voz alta y al igual que yo centra la vista en la puerta—. No hay tiempo, vete.
—No, no puedo hacerlo —pronunció mientras sus brazos y piernas temblaban por el miedo y los nervios.
Me acerco a ella sosteniendola y evitando que caiga.
— Claro que puedes Alice —declaro buscando convencerla de lo contrario, pero el miedo la domina y cae de rodillas.
Alice divaga en su paranoia, y forcejeo verbalmente con ella porque salga de su miedo, contrario a esto se enfrasca es su miedo y tomo una palabra fuerte.
— ¡Alice! —le grito y ella levanta la mirada temerosa y sollozante— Sé que es así —alego colocándome de cuclillas—. Todos; incluyéndome tenemos miedo. Pero no puedes dejar que tu miedo te domine. Es difícil lo que está pasando, pero darle cavidad a nuestras debilidades no es lo mejor en este momento.
Tome su bastón y lo coloque en sus manos.
—No te salvé para nada Alice. Enfrenta tus temores, demuestra que no te doblegas ante los problemas.
Me puse de pie y extendí mi mano hacia ella. Por su parte toma mi mano se pone de pie. El sonido de las puertas y las mesas la sacan de su trance, y a mí igual
—Te daremos tiempo, apresúrate —acote dándole la espalda mientras las bisagras de la puerta se desprendían de la pared.
Lo único que alcanzo a escuchar son los pasos de Alice alejarse, y que mi percepción del tiempo transcurre más lento preso de la adrenalina.
Las puertas no resistía más las embestidas de los infectados. Los gruñidos y quejidos toman presencia en la azotea. No dilucido respecto a atacar o no, ya no eran las personas que una vez conocí. Me voy contra ellos aún entorpecidos por los muebles, ya que darles la oportunidad de acercarse acortaba cualquier posibilidad de salir ilesos.
Golpeo con fuerza cada uno de los infectados cercanos a la barricada, y la horda se entrona en la azotea en un abrir y cerrar de ojos.
—Sean baja con los demás, te veremos pronto —ordena Ryan. Sean no piensa dos veces las palabras de Ryan y rápidamente se dirige a la manguera— Unidos…
—Y al ataque —decimos en unísono.
Ryan y yo nos enfrentamos a los infectados en un espacio medio de la azotea. Algunos están tan destrozados y devorados que con un swing sus cabezas se desprenden del cuerpo, pero eso no basta para retener a los infectados el tiempo suficiente, y siendo cada vez más nos acortan la oportunidad de escapar. Aunque con todo en contra puede haber una salida para ambos.
Retrocedo acercándome a la manguera para revisar, puede que aguante el peso de ambos. Devolví la mirada a Ryan y me dirijo hacia él. Por su parte el voltea y me mira unos segundos, y con eso le hago señas para que se corra a la vez que camino hacia él. Tomó impulso, hasta que un infectado lo toma del cuello de la camisa y clava una mordida en su hombro.
Ante la escena me quedo perplejo e incrédulo por unos segundos, y el grito de Ryan me devuelve a la realidad. Corro sin ninguna creencia y golpeo al infectada repetida y desenfrenadamente al igual que a los que están alrededor en mi frenesí de ira. Tomo a Ryan y lo apoyo de mi hombro llevándolo lejos de allí.
Lo apoyo del muro, atraco la tela del hombro y lo reviso.
—Mierda —mascullo al ver la marca de los dientes y un mismo diente sobre la herida sangrante—, No puede ser... Quizás podamos...
Ryan colocó su mano en mi hombro. «No lo digas»
— Váyanse sin mí —Dijo quitando su mano de mi hombro y tomando el brazo mordido.
—No, no. Me reuso a dejarte aquí con esas cosas —respondo buscando retener mis emociones.
—No nos pondremos en un cliché emocional Thomas, vete —anunció mientras tomaba de su uniforme haciendo un torniquete alrededor de su hombro mordido—. Sabes lo que les pasa a los que son mordidos, tu mismo lo dijiste —observe su hombro y cuello, esta se tornaba gris lentamente y la sangre se coagula mostrando las venas con una sangre casi negra.
—Lo sé, pero encontraré otra forma, no pienso dejarte aquí —solloseo.
—Sabes que no la hay. Debes irte, vete ya, ¡Vete! —me gritó, algo que nunca había hecho conmigo.
«Ryan...», nombro abrazandolo mientras siento como si una daga se clavó en mi pecho y mi garganta.
—Te juro que protegeré a todos, me cueste lo que me cueste. Es una promesa —agrego tomando su mano.
—No hagas promesas que no cumpliras —replica, y enseguida suelta una risa—. Bromeo, sé que lo harás —agrego, aún sabiendo lo que pasaba no perdía su esencia.
Me empujó y devolvió la mirada a un lado expectorando sangre. Contemplo el acto unos unos segundos. Ryan se muestra sorprendido tanto como yo, y me dirije la palabra derramando unas cuantas lágrimas.
—Ya, vete.
Juntamos nuestros pechos por última vez. Me impulso con mi bastón y aún huyendo sostengo su mano hasta el último momento.
Me abro paso golpeando y esquivando a los infectados que se encuentran en mi camino hasta que llegar a la manguera, y aunque no debería devuelvo la mirada una vez más para ver a Ryan ponerse de pie y asentirme. Me doy prisa y bajo colgado mientras escuchaba como si algo cayera al suelo con gran fuerza, miro abajo solo para ver como los infectados que subían a la cornisa eran empujados por los demás y se mataban a ellos mismos.
Una vez estoy con los chicos sin titubear bajo por las ramas y salto del árbol.
— Tenemos que irnos —declaro, mientras tras de mi saltan Nathan y Alex.
— ¿Y Ryan? —pregunto Alice mirando la manguera mientras todos saltaban para bajar.
—No podrá venir con nosotros —respondí extendiendo mi mano hacia ella—. Rápido Alice.
Alice me miró con sorpresa y negó devolviendo la mirada a la azotea.
— ¡Ryan, Ryan! —grita—. No hagas esto, baja.
—Alice que estás haciendo, tenemos que irnos, baja.
—Te haces llamas su mejor amigo, y lo dejaras allí, ¿Qué clase de amigo eres, Thomas?
—Uno que no puede curar una mordida —confronto—. No me iré sin ti, pero todo será más difícil si no bajas. Por favor Alice, salta.
Alice me mira y ve a la azotea, sus lágrimas son sustituidas por la incredulidad. Giro la mirada a la azotea y fijo la mirada la mismo lugar. Veo a Ryan vuelto un infectado. Subo al árbol con rapidez y tapo la mirada de Alice abrazandola. Apenas volteo miro el cuerpo inconsciente de Ryan caer el concreto y cubrir una porción de pared y suelo con su sangre. Siento mi hombro humedecerse por las lágrimas de Alice, y sé que por más que bloquee su mirada su mente no evitó visualizar la caída y deceso de nuestro amigo.
El llamado de los chicos por nosotros me hace volver a la realidad, y desvio la mirada del cadáver de mi amigo.
—Alice vamonos —declaro.
—Déjenme aquí —indica en voz baja, casi afónica.
—Alice no seas estúpida y baja —reclama Rose.
Los chicos luchan porque baje, pero ella solo se rehúsa a hacer caso a sus palabras. Mientras los infectados se acercan y se nos acaban las opciones juego una cruel carta, pero espero surta efecto.
—Larguémonos de aquí, si quiere morir dejemosla morir —aludo soltándole y saltando de árbol.
—Lo sabía, no te importo —replica.
—Decidí ayudarte, y subi allí no por ti sino por Ryan, siempre fue por él. Pero no sé qué vio él en ti, una mocosa llorona buena para nada.
—Retira lo dicho —amenaza casi gruñendo.
Funciona, pero aún no surte efecto. Espero que con lo siguiente pueda hacerla bajar.
—Lo haría si no fuese cierto. Pero como no tienes nada más que perder te reusas a seguir —destaco—. ¿Quieres quedarte Alice? No te detendremos, solo déjame decirte algo. No eres la única que ha perdido a alguien. Todo lo han hecho y seguimos aquí. Por eso te pregunto ¿Te dejarás vencer tan fácil. Dejarás que lo que hizo Ryan por ti sea en vano?
Obtengo un "no" afónico.
— ¿Dijiste algo? —enuncio en busca de provocarla.
—¡No! —grita, y se prepara para saltar. Los chicos se acercan y me ayudan a atraparla. La bajamos—. No soy débil —agrega y corremos.
Avanzamos entre las ramas y arbustos hasta la cancha trasera de deportes. Miramos hacia todos lados buscando donde refugiarnos, mientras infectados salen de las instalaciones y se acercan.
—Bien; escapamos, pero no hay salida, igual moriremos —se queja Eva.
Dirijo la mirada a todos lados en busca de algún lugar, hasta ver una tienda a través de la cercas con un letrero de "farmacia 24 horas", un Farmatodo. Hay infectados a la vista pero la entrada puede cerrarse. Es la mejor opción.
—Suban la reja —anuncio apuntando—. Al Farmatodo.
Nos ayudamos a subir los unos a los otros, mientras los infectados del instituto se acercaban. Una vez arriba del portón Ryan viene a mi mente. El dolor y la nostalgia son las primeras emociones que nacen, siendo seguidas por el odio y la ira, despertando mis deseos homicidas. Salto de la cerca y me adelanto a los chicos, golpeo a los infectados en un frenesí de ira. Los demás pasan de mí y corren al edificio, por mi parte mis demonios crecen y los deseos de matar dominan mi mente. El choque del metal contra la carne y los huesos alimenta mis deseos de sangre y venganza y acabar con cada infectado con mis propias manos lo es todo.
El poder de una mirada agudiza mi ser. Giro la mirada me encuentro con Alice observandome con miedo y asombro en su rostro.
Vuelvo en mí y me analizo, ella se acerca al igual que yo, observo como levanta su tubo contra mí.
— Abajo —indica.
Me agacho y alcanzo a escuchar como el tubo de metal choca contra algo. Me devuelvo unos segundos y veo como un infectado cae al suelo muerto en su totalidad. Por segundos me imagino el odio que debía sentir Alice en aquel momento tanto como yo. Aunque desconocía por su actitud y su manera de verme si era hacia mí o al infectado a quien miraba. Por los momentos me decido a ignorar el posible móvil y corremos para con los demás.Todos se encontraban en la entrada asesinando a los infectados circulantes al lugar, para cuando llegamos entramos al establecimiento y cierro la entrada.
Las luces del lugar eran tenues, pero el brillo era lo suficiente como para ver las cajas, los productos, la sección de fármacos y a nosotros mismos. Nos quedamos inmersos en el silencio. Los chicos se quedan reunidos en un grupo consolando a Alice, y por mi parte me distancio a lamentarme y sumirme en el silencio y la soledad.
Pese a que mis lágrimas era lo que me tenía atrapado en la indecisión y desánimo no pensaba quedarme allí a que los infectados viniesen hacia nosotros. Internalizo adónde ir mientras pasaba todo lo ocurrido. Como toda persona lo primero a venir a mi mente es ir a casa por mi familia, típico del razonamiento y pensamiento humano. Aunque, detallando más la situación, en mi condominio (una urbanización semi-privada), contamos con un portón y un puesto de vigía, bomba de agua y la mayoría de las casas contaban con plantas eléctricas. No destaca en defensa, pero serviría para refugiarnos de los infectados hasta que lográramos dar con la policía o cualquier servicio de rescate, y ya que nos encontrábamos en una "tienda", no viene mal llevar suministro; es lo que me habría sugerido Ryan.
Aunque me cuesta dejar de lado de lado lo sucedido es difícil avanzar si una de las personas que desde que tengo memoria me ha apoyado en mis decisiones, pero ahora me toca tomar la iniciativa que él haría querido tomara hace mucho. Seco las lágrimas que se pasea por mi rostro ojos y tomo aire.
Vuelvo con los demás, quienes me reciben con algo de extrañeza e incertidumbre en su mirada, y no los culpo.
—Chicos —anuncie con algo de indecisión, pero refuerzo mi voz y reanudo las palabras—. No nos podemos quedarnos aquí, saben que será solo cuestión de tiempo para que los infectados vengan.
—No es por sonar pesimista Thomas —replica Sean—. pero dinos algo que no sepamos.
—Puede que sepa donde nos podamos refugiar —estremezco, y al momento sus miradas cambiaron con ese brillo de esperanza y atención—. Las defensas del lugar no serán de los más resistentes, pero si nos tendrá a nosotros de un lado y a los infectados del otro —poco a poco parezco convencerlos por lo que fijan su mirada y atención en mí—. Y ya que estamos aquí no vendrá mal que tomemos algunos suministros y provisiones. Así que pongamos manos a la obra.
—Te escuchamos —anuncia Alice.
—Primero lo primero: los suministros; así que sugiero dividirnos —propuse con cara de poker, pero por dentro estaba algo incómodo al dar órdenes—. Jenny, Félix, Dany, busquen comida. Sé lo que les gusta a cada uno, pero en este momento no estamos para exigencias, así que tomen de todo. Martha, Alex, Rose, agua; necesitaremos mucha. Adonde vamos habrá, pero en este momento todo es incierto y cuanto más mejor, ya que no sabemos si volveremos para buscar más. Nate, Sean, Ángel, sé que saben algo de mecánica y necesitaremos movilizarnos así que revisen los autos que están afuera. Si necesitan ayuda no duden en venir. Finalmente Alice, Eva y Yo, buscaremos medicinas en la sección farmacéutica. Si necesitan algo no duden en ir.
Me acerque y tome una canasta de compras cerca de un mostrador.
—Con las canastas es más que obvio la intención. Manténganse alertas a cualquier ruido y no intenten nada solos. Debemos tener todo listo antes del atardecer —delimito tomando mi teléfono y colocando una cuenta regresiva en mi teléfono —. No se confíen de los infectados.
Nos dividimos con nuestras cestas a la mano, y nuestras mochilas y bastones. Andamos de un lado al otro tomando todo y colocándolo en los mostradores y acomodando en los carritos.
Salto en mostrador y tomo todos los medicamentos a mi alcance. Conforme avanzo algunos pasos se me hacen incómodos por algo que tengo pegado en la suela del zapato. Sea lo que sea con lo que esté pegado logro despegarlo. Es una hoja doblada. Quito lo que sea que la mantiene pegada limpiándola de la pared y mi ropa y la desdoblo para leer su interior.
—Vaya... —sopeso en voz alta al leer el singular hallazgo.
Las chicas se acercaron y se ponen al mis hombros para leer la hoja que tome; una lista de fármacos, posiblemente de un cargamento reciente, desvio la mirada a un costado de la hoja, y veo que la fecha es reciente. Dejo eso de lado y paso el dedo por cada fármaco que veía.
—Tomen todo del papel, en especial... —Marco los más en importantes según mi punto de vista y los rasgo en varias partes—. Estos.
entrego a cada uno sus pedazos y vuelvo a mi labor de recoger los medicamentos. Lleno las cestas como si se tratara de rellenar lo que te pide en un examen cualquiera o las solicitudes de Facebook para crearte un perfil, mientras las chicas se toman cierto tiempo para mirar los nombres o buscar solo un tipo de medicamento a la vez.
—Thomas, cómo es que esto se te hace tan fácil, y más aún como sabes sobre estos medicamentos —consulta Eva.
Observo las cajas y ampollas, y las palabras de Eva me confrontan. No quería pensar en ello, contra todo pronóstico se manifiesta.
—Mi mamá es Enfermera —contesto—. Trabaja en el nuevo Hospital "José Gregorio Hernández", en el área de Oncología, ya que es lo que su cuerpo le permite.
—¿Qué es lo que tiene? Por que por lo que sé debería brindar atención general —cuestiona Alice.
—Tenía una hernia discal en las vértebras lumbares 2 y 3 —respondo—, y no hace mucho fue operada. No hablemos de ello por ahora y sigamos.
Corría apresurado buscando cada cosa que marqué en el pequeño trozo de papel imprimido. Mientras llenaba las cestas con los fármacos corría de ida y vuelta y tomaba otras dos cestas y las llenaba rápidamente. Mientras camino por los estantes me encuentro un cuarto con la puerta entreabierta. Entro y con la poca luz de la habitación a una mujer que yacía muerta en una silla. Me acerque lentamente y la golpee —a pesar de no estar infectada aparentemente— repetidas veces. Accione el interruptor una otra vez, pero este no respondió. Miré a los lados y doy con una vitrina de emergencias rota, con una manguera y una linterna y posiblemente un kit de primeros auxilios.
Tomé la linterna, gracias a su potencia ilumino el lugar. Doy con varios kits de sutura, bisturíes, guantes, gasas, vendas, tijeras, algodón, alcohol y yodo. El lugar por lo que asemejaba podía ser un lugar de asistencia médica.
Salgo y tomo una cesta llenándola con lo que encontré a la vista —incluyendo un libro de pasos, medidas e instrucciones médicas—.
La conversación con las chicas es una mecha encendida que no deja de crecer desde su mención, y éste libro es un acelerador.
Saco mi teléfono y voy directamente al "Whatsapp" con los pocos datos que tengo abro el grupo "Familia Shuschman" y presiono el boton de mensaje de audio.
—Hola mamá, papá, Tanner. Espero que se encuentren bien. Logré escapar del Instituto y espero lo mismo de ustedes donde quiera que estuviesen. Llevaré algunas… bueno muchas personas a casa. Espero que no les moleste. Y espero encontrarlos allí. Los quiero —Suelto el botón y el mensaje se envía.
La primera paloma aparece, y espero a que aparezca la segunda pero no lo hace. Aunque mi naturaleza me mantiene la mirada fija en el teléfono lo suspendo y lo guardo en mi bolsillo.
La preocupación crece en mi mente, y miles de cosas vienen a mi mente, torturándome y quebrantándome. El temor por ellos me hace abrir la llave del grifo de agua en mis ojos. Respiro y me calmo. De nada me servirá llorar y perder la cabeza, ahora me necesitan otras personas. Seco mis lágrimas y vuelvo con los demás.
Llevamos todo y lo dejamos apartado. Con las medicinas listas las chicas y yo nos dedicamos a ayudar a los demás a buscar comida y agua. Transito a través del pasillo de lácteos y un ruido llama mi atención, como si alguien rasguñaba cajas.
Me separé de los demás, y sigo el ruido hasta la sección de dulces y golosinas, conforme avanzaba el ruido se hacía un poco más fuerte. Giré la esquina de golpe y me encontré con una caja que se movía con el mismo ruido y una idea circula por mi mente. Levanto la caja y aún sabiendo lo que había dentro la rata pasa a gran velocidad por mis pies asustándome. Con la pequeña alimaña fuera del lugar respiro al saber que era ella y algo más grande. Paso mis manos por las cajas y paquetes de dulce y me siento más feliz que lesbiana estudiando ginecología. Tomo varios de ellos y los guardo en mi mochila. Estoy por retirarme pero me doy la vuelta y tomo una caja destapada con varios chocolates.
Los chicos se detienen al verme llegar con la caja. Lanzo una a Alex, y él la atrapa. Luego a Jenny y a los demás.
—Vaya ventaja del apocalipsis, comida gratis —comenta.
—¿Otro? —menciona Tony.
—No tener que ver clases o estudiar. En especial con la Profesora Maydele.
Los chicos se entretienen bromeando unos segundos hasta que una voz mata el momento: — ¿Contradicciones? —atrona Alice. Ninguno de nosotros responde—. ¿Nada? Bueno les diré uno. Unos viven y otros mueren. Ya sea por ineptitud, suerte, deficiencias o sacrificios. Deben ver morir a las personas que son importantes para ellos.
Los chicos quedaron callados, atrapados en sus blues y el momento que pasé en la habitación no era de ayuda. Tomé a Alice de la muñeca y la llevo lejos de los demás.
— ¿Qué carajo pasa contigo Alice? —confronto.
— ¿Qué me pasa? Te dire, Thomas. Estamos en un maldito Farmatodo. En una ciudad devastada por muertos vivientes, no sabemos nada de nuestros familiares, y nuestro mejor amigo le dieron "doble kill". Eso es lo que me pasa —replica—. ¿Y qué hacen?, ponerse a hablar de estupideces.
—Quizá sean estúpidas, pero le dan calma y esperanza a los demás, Alice —apelo—. Es enorme lo que pasamos, pero mientras podemos encontrar algo bueno en una montaña de problemas valdrá la pena. Te detuviste a pensarlo siquiera, no; porque la señorita "los problemas giran alrededor de mí" está demasiado ocupada para ver los problemas de los demás. Es difícil ponernos de acuerdo pero piensa en las posibles razones de porqué las personas tonas esas decisiones.
Me di la vuelta en busca de regresar con los demás.
—Piensa un poco y relajate, luego vuelve, ¿sí?
Mis palabras son un poco delimitantes, y mis ganas por volver, buscan arrástrame a ella y ser un poco más claro en cuanto lo sucedido y qué hacer con los demás, pero mantengo la distancia y la dejó pensar las cosas por ella misma, siendo que la hago parecer tonta de esa manera.
Regreso con los demás. Aún con lo sucedido les doy una sonrisa, y con la poca amargura se esfuerzan por comprender a Alice.
—Bueno... —enuncio mirando la gran cantidad de comida—. Esto debe ser más que suficiente durante algunos días; bueno, varias semanas. Ahora…
—Chicos… —pronunciaron a nuestras espaldas, me di la vuelta con Alice. Y me sorprende el hecho que con el poco tiempo haya pensado las cosas —. No sé cómo lo tomen, pero con toda la honestidad que tengo, les pido disculpas. Ninguno merecía mi actitud. Creo que lo hice para tener de que estar molesta, pero… Lo entiendo ahora. El hecho que este molesta no implica que mi desahogo sea con los más cercanos a mi alrededor, y más en estos momentos, cuando necesitamos apoyarnos.
Me mantengo expectante, viendo a los chicos de un lado y a Alice del otro lado. Por momentos mantienen una cara de poker, pero Eva suelta una sonrisa por encima del ceño fruncido, cambiando poco a poco por uno de alegria. Todos se acercaron a ella, demostrando su comprensión.
Mi teléfono vibra. Lo saco y me encuentro con mi alarma señalando que el tiempo se apremia.
—No es por interrumpir pero debemos apresurarnos —anuncio—. Suban todo a los carritos. Desde ahora lo que necesitamos es velocidad y movilidad.
Empezamos a colocar la comida en los carritos, a la vez que estaba en espera de Nathan, Ángel y Sean. Un extraño aire me golpea y siento la falta de alguien.
«Alice»
Rebusco alrededor del establecimiento hasta que una luz llama mi atención. La encuentro y pronunció su nombre al verla con su teléfono a la mano.
Ella sobresaltada y nerviosa al nombrarla y verme guardó el teléfono.
— ¿Te encuentras bien? —cuestiono y es evidente que algo le pasa.
Ella se mantiene un tanto controlada ante la evidente sa encontrarla en el aparato. Sacó un teléfono y me mostró una conversación de Whatsapp.
Reconoci el dispositivo, era el teléfono de Kyle. Reconozco su lenguaje corporal, algo le frustra. Toquetea el teléfono y me muestra una conversación de WhatsApp. Al parecer Kyle hablaba con otra chica, de nombre Clarissa, y según lo que leía le era infiel a Alice. Sus manos temblaban, la miré empezó a llorar y se llevó las manos a la boca.
Tomó un respiro y suspiró.
—Después de tanto tiempo de estar a su lado, de serle fiel... Y de casi arriesgar mi vida para salvarlo... Él me era infiel —declaró sollozando y en un arranque de ira azotó el teléfono al suelo y lo pisó —. Fui un estúpida, me vio la cara —se llevó las manos al rostro por la pena y la ira que imagino le invadía.
Los chicos vieron lo ocurrido intentaron acercarse, negué con las manos y la cabeza, y ellos se quedaron distanciados.
—Alice —dirijo—. Sé que esto es decepcionante y vergonzoso, pero no le des cabida a eso ahora. Sé que esto te molesta, y que no es fácil y no será fácil de superar, pero estaremos allí para apoyarte y ayudarte, puedes contar con eso —seco sus lágrima, y ella aparta mis manos y se aleja.
—En este momento, no estoy de humor para hablar respecto al tema —respondió acomodando su cabello—. Pero gracias por tomarte el tiempo de hablar y aconcejarme —agregó sonriendo.
Volví con los demás y empezamos para terminar de meter todo en los carritos del mini súper. La "Santa María" suena y veo como la luz amarillenta del sol se filtra por la entrada mostrando las siluetas de Nate, Sean y Ángel pasando por debajo de la puerta.
—Tommy —llama Nathan por mi apodo. Corro hacía ellos—. Bueno esto es lo que tenemos. Al salir fuimos a la parte trasera del mini súper y encontramos a uno pequeño grupo de infectados devorando a una chica; debo admitir que me sentí extraño al ver eso. Bueno… con un poco de sigilo logramos matarlos, y a la chica para evitar que se levantara como un infectados. Después lo revisamos y encontramos unas llaves en sus bolsillos.
Algo que suponía.
—Fuimos a la parte delantera y revisamos todos los autos hasta dar con los de las respectivas llaves.
—Entre los que encontramos estaban unos con los con los niveles de combustible bajos —sucedió Sean—, así que regresamos a la parte trasera y entramos en un depósito y nos topamos con unas mangueras y unos envaces vacíos. Logramos vaciar los tanques de otros autos y echamos el combustible que sacamos con algo de improvisación.
—A pesar de no tener fallas —continuo Ángel—, uno de ellos es de transmisión manual, y... Bueno es algo vergonzoso, pero no sabemos manejar este tipo de auto.
— ¿Y eso es un problema? —pregunte.
—Qué quieres decir —dudó Sean.
—Sé conducir este tipo de vehículos, no hay problema. Mi tío me enseñó en sus tiempos libres —aseguro—. Si es todo, es hora de irnos.
— ¿Y cuál es el plan? —dudó Dany.
—Que uno de nosotros se adelanten y abran los maleteros para colocar las cosas. En caso de que los infectados se acerquen al estacionamiento, los demás deben estar atentos y enfrentarse a ellos. Al terminar de subir los suministros, suban lo más rápido que puedan y enciendan los autos —explico—. Prepárense.
Alistamos los carritos en la entrada. La tención se cierne sobre el ambiente, no sabemos lo que nos espera afuera, ni mucho menos el camino, pero nos vemos los unos a los otros y nuestras energías emocionales se renuevan. Levanto la puerta y Ángel sale disparado y abre las maleteras, los demás empujabamos los carritos repletos de comida con toda nuestra fuerza. Aunque me centro en los autos a los que fue Ángel no evitó ver un grupo de infectados cerca del instituto voltear a nosotros ante la presencia del ruido que generan las ruedas de los desgastados carritos. El tiempo se ralentiza ante la vista pérdida de los muertos vivientes, y los recientes recuerdos que me fortalecen y angustian vienen a mí.
Colocamos los carritos a los costados de los autos que Ángel preparó. Nos apoyamos pasándonos las cosas mientras acomodamos todo con la intensión de no romper nada.
Analizó el contenido en cada carro y me doy cuenta.
—Metan en sus bolsos, no habrá espacio para todo —indico.
Poco a poco mi plan de complica, y una de las capas dañadas en este pastel de desastre son los quejidos crecientes de los infectados. Me doy la vuelta y me dirijo a combatir a los infectados que se acercan mientras los demás colocan los suministros en las maleteras. Segundos después empezaron a llegar más de ellos, obligándome a retroceder y aún faltando varios suministros.
Retrocedo varios pasos buscando evitar que los infectados se abalancen sobre mi, y en este caso muero sé que no hay un botón de "Reiniciar" para reintentar lo que acontece.
Tropiezo y quedo en desventaja, busco ponerme de pie y uno de los infectados se me lanza encima, y mientras forcejeo con él maldigo mi suerte, al ser tan estúpido como para tropezar en ese momento.
El muerto viviente recibe un fuerte golpe en la cabeza que lo deja fuera de lugar, seguido de otro que acaba con la poca vida que le quedaba.
— ¿Necesitas ayuda? —Una mano se extiende a mi lado, Alex. Me levanto con su ayuda y vuelvo al combate con su apoyo.
La comida dejó de ser prioridad y la mayoría de nosotros se va a todos lados buscando combatir a los infectados. Mi mirada se centra en los muertos vivientes, en sus quejidos ahogados y su deseo innecesario por consumir nuestra carne. mi energías decrecen, y ellos no parecen hacerlo, así que los chicos vuelven y terminan de cargar los suministros, mientras con lo que me resta de fuerzas combato a los infectados.
Finalmente terminan de cargar corremos a los autos. Me encuentro desorientado por mi falta de energía, y no distingo cual es el auto, algo perdido y desubicado miro a mi alrededor, hasta que los chicos tocan el claxon. Emprendo mi retirada y subo.
Los chicos angustiados me piden que encienda y salgamos de allí .empiezo a pisar los pedales y a colocar las velocidades. Alex se adelanta y arrolla a un grupo de infectados que nos bloquea el camino, y escapamos. Me adelanto y pasamos por las calles de la ciudad, un caos. Los edificios y centros comerciales se encontraban destruidos y quemados, la mayoría de los autos estaban manchados de sangre y otros fluidos; sin mencionar las huellas de sangre de posibles personas escapando de la anarquía y la muerte.
—Thomas... —pronuncia Danny.
Desvió la mirada y vemos a un grupo de personas, unas de pie y otras arrodilladas frente a ellos. Tomaron un par de bates y los golpearon hasta asesinarlos, cambie la velocidad y gire la cabeza de vuelta al camino, clamando a Dios no encontrarnos con ellos, y que ellos no nos siguieran.
Me extraño al notar la ausencia de infectados en el camino, y se libera mi euforia a la vez que mis temores, por si llega a ver sobrevivientes, pero si los hay serán hostiles, y lo único que prefiero es que hayan sido atraídos por los ruidos de la ciudad y los autos y no porque un grupo de sociópatas. Tomamos un camino de tierra, un atajo poco conocido en dirección al sur, mi casa. El lugar no queda a más de 2 kilómetros en un sitio algo desolado, por lo que no nos encontraran, y al ser apartado de la ciudad los infectados desconoceran nuestra presencia.
Finalmente llegamos a la entrada de la urbanización, el portón se encontraba abierta de par en par —cosa que no me extrañaba ya que no se habían configurado los controles del motor, además de que nadie trabajaba en la pequeña torre de vigilancia. Los chicos entran y conducen hasta mi casa mientras desbloqueo el motor del portón y cierro la entrada. Los chicos estacionan los autos al final de la calle, frente mi casa.
—Para qué tanto misterio con el destino si se trataba de tu casa, Thomas —duda Danny.
Subo al auto y manejo hasta mi casa.
—Porque si les decía que era mi casa se les ocurriría ir a las de ustedes —afirmo.
—Y qué tendría de malo querer ir a nuestras casas —cuestiona Dany.
—Supongamos que dejaba que tú fueras a tu casa, y luego alguien más —explico—, y luego todos se deciden por separarse después de sobrevivir al instituto. De no ser porque nos escondimos y les mencione todo lo que vino a mi mente, además de reunir todo esta comida y alejarnos de la ciudad estaríamos siendo devorados y comiendo sesos, Danny. Si solo fuésemos uno de nosotros en las calles, pero luego que, ir a un lugar donde posiblemente estaría igual o peor que el instituto, o en el peor de los casos toparse con esos sujetos en la plaza.
empiezo a ariscar mi tono de voz. En ese momento respiro, y reafirmo mi posición
—Perdón si lo que hice lo ven de mala manera, no quería manipularlos, o que se sintieran de la misma manera.
El silencio permanece un rato.
—Tus intenciones no fueron malas, Tommy; pero debes comunicarnos bien de qué iba tu plan —menciona Tony—, Y quiza la proxima vez yo pueda elegir el lugar.
Me río al igual que los demás
—Desde aquel dia en Acarigua, sigues en periodo de prueba, Tony —hablo y eso en parte lo desalienta—. Ya veremos —agrego y levanto su moral.
Piso los pedales y estaciono el auto frente a mi casa, saco las llaves de mis bolsillos y me dispongo a salir, pero algo me detiene, la idea de que los demás pensaran de la misma manera que Danny. Me quedo estático pensando y plasmando escenarios mentales, de todos poniéndose en mi contra, en que la comunicación hubiese sido mejor que omitir mis pensamientos.
Siento la mano de Danny sobre mi hombro seguido de otra, miro por el retrovisor y veo a Tony. Su apoyo refuerza mi confianza, y, me decido por salir. Abro la puerta, y mientras los demás están bajando todo de los autos corro adentro y reviso cada habitación pero no hay nadie, siquiera mi abuela —que pasaba la mayor parte del día en casa—. Nuevamente la decepción y la incertidumbre me golpean, y mis demonios empiezan a golpear la puerta de mi conciencia. nuevamente tomo mi teléfono y reviso el Whatsapp, sin respuesta de ellos. presiono el boton de menu y me encuentro con mi fondo de pantalla, a Ryan.
Sus últimas palabras arañan momentáneamente mi conciencia, pero… Cambio la iluminación y el ambiente de ese momento, y ese "Sé que lo harás" retumba en mi mente. quiza no esten aqui, pero los demás cuentan conmigo ahora, y yo con ellos. Los chicos entran y se quedaron expectantes al ver la sala de mi casa.
—Thomas, ¿tu casa? —pregunto Alice tomando uno de los retratos en la mesa de estar de la sala.
—Así es —respondi levantando y señalando a todos lados—. Sientanse bienvenidos.
—Thomas no es la primera vez que venimos a tu casa, pero decirnos no estaba de más —acota Nathan—. No fue mala idea —menciona con una sonrisa.
Salimos y bajamos todos los suministros, nos repartimos entre todos la labor de guardar en la alacenas, la despensa de la casa, la heladera dañada y las repisas de la cocina.
Todos nos quedamos viendonos las caras un momento y me dedico por romper el silencio.
—Bueno... eso es todo de momento —indico desabotonando mi camisa, buscando refrescarme.
Giro la perilla de fregadero, y el agua sale limpia y refrescante, parece que aún funcionan.
—Mejor quitense esa ropa y vayan a bañarse, así no nos expondremos al virus.