¿Qué hago?
Johnny observó con detenimiento las ropas de aquel sujeto, llevaba puesto un pantalón holgado y de una tela muy suave, traía además una especie de camisa ligera de un material muy delicado y blanco, relucía tanto que la luz lo hacía ver impecable e inmaculado, Johnny nunca había visto un blanco así, por lo general las prendas que llamaban blancas estaban teñidas de un castaño tenue.
--- <¿Así brillarán los ángeles? ... No , no te engañes es posible que los demonios también se disfracen>
Sencillamente, no era normal, se veía vestido de forma simple pero era muy diferente a lo que Johnny podía reconocer. Giró el cuerpo con delicadeza evitando que se despertara o reaccionara de alguna forma, la cara del sujeto se veía tersa y de tono muy claro, no habían signos de cicatrices, marcas de guerra, combates o manchas de sol, igualmente sus manos no tenían callos ni estaban ásperas por las tareas del campo.
--- <¿Un príncipe?... ¿Un rey?... ¿Un engendro de Avalon?... AHHHHH>.
Johnny gritaba para sí puesto que se encontraba confundido, no podía creer que el día que había decidido ser libre se encontrara con eso.
---<¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?>. Apretaba los dientes con desesperación
No cabía ninguna duda que sí ese sujeto resultaba ser un ser sobrenatural, él debía eliminarlo tal y como lo habían instruido.
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Tomó puesto así su cuchillo y lo posó en el cuello del condenado. Cerró sus ojos y se hecho la bendición.
--- < Ahhhhh, cobarde, cobarde. ¿Por qué vacilas? es tu oportunidad... pero... pero... luce como un hombre ¿Verdad?>
La verdad es que Johnny no había matado personas antes, las cacerías hechas en el bosque correspondían a bestias y engendros menores, especímenes insulsos y animalescos. No hasta hace unas cuantas horas había experimentado en terror de la batalla.
Matar, matar, sabía que en algún momento debía hacerlo, pero dentro de él guardaba algo de honor, matar a lo que parecía o podría ser una persona y más aún indefensa o desprotegida no le parecía correcto.
--- Maldita sea. Susurró
--- No puedo.
Se levantó, guardó su cuchillo, tomó el cerdo y procedió a marcharse. Tan solo dio unos pasos hasta que.
---< Tonto, tonto, déjalo, déjalo aquí...te vas, huyes rápido, nadie te ha visto, tomas tu presa , eres libre y eres feliz> Si, si, si ... eso haré.
Caminó otro tanto hasta que se detuvo mientras su rostro hacia caras de inconformidad y sus ojos se crispaban al cielo.
---< No puedo ¡No puedo irme y dejarlo así!... ¿Por qué mi madre me enseñó a ser buena gente?...Fijo eso me va a costar la vida> Reprochó.
Tontamente Johnny no pudo dejar atrás a ese sujeto, le daba lástima dejar a alguien que parecía no ser de allí. Su familia quienes siempre habían sido hospitalarios le enseñaron que debía ayudar al que lo necesitará y en ese momento la culpa de dejarlo abandonado fue más fuerte que el temor de encontrarse con algo realmente peligroso.
Arrastró como pudo al sujeto alejándolo del estanque, al tocarlo percató que este tenía algo de fiebre y que sudaba frío.
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Como pudo organizó una hoguera y puso a ahumar el cerdo, tomaría horas antes de que este estuviera listo, solo podía esperar y babear al imaginarse lo delicioso que este sabría una vez pudiera comerse.
---< Y todo esto para mí solo, me va a dar dolor de estomago... pero no importa... tengo tanta hambre que hasta me antoja comerlo crudo> Suspiró.
Pero sabía que debía cocerlo así si deseaba guardar comida para los próximos días.
Continuó organizando ramas para evitar que la lluvia repentina los mojara. Una vez terminó, se sentó mirando al sujeto y le habló al sujeto.
--- No sé lo que eres, no sé si eres humano. ¡Ah!.. no sé nada... pareces salido de esas historias que le contaba mi mamá a mi hermana, donde había príncipes y princesas.
---No pareces real.
---Los hombres con los que viajaba, eran una partida de brutos y ordinarios, parecían salvajes con forma humana, todos unos animales... tan solo de recordarlos me da...me da...
Reía mientras recordaba a sus compañeros haciendo locuras, bebiendo, eructando, comiendo como cerdos cuando podían, sin modales ni educación alguna, toscos, burdos y maldiciendo por todo, luego la expresión de su rostro cambio.
---Pobres, murieron y esta es la hora que no sé por qué, pero lo que sí sé, es que no me hubiera gustado haber estado allí, fue demasiado, tanto que me da impresión imaginarme que fue lo que les ocurrió, no quiero ni saberlo.
Cerró los ojos y a su mente vino el recuerdo de cuerpos irreconociblemente quemados y desmembrados por doquier, una mezcla de hedor, carne y cabello cuyo olor nauseabundo logró impregnar su ropa y mente, olor y recuerdo que lo perseguiría por algún tiempo.
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Alice caminó por el bosque, caminó por instinto y sus pies se movieron involuntariamente como si un recuerdo la guiara igual que en sus sueños, y fue así como prontamente llegó a una cabaña.
Esta se encontraba cubierta de mucha maleza, además un árbol la escondía, tanto que sus raíces y ramas la abrazaban caprichosamente.
--- <¿Estaré soñando?>
No, no era un sueño o al menos no lo sabía con certeza, parecía tan real. Luego Alice empezó a reconocer la cabaña, tanto así, que tenía miedo de entrar y encontrar lo que la podía estar esperando en su interior, pensar que allí podría estar él no la tranquilizaba y lejos de experimentar la sensación de sus sueños, empezó o temblar ya que esta vez, quizá, si sería cierto.
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--- Sir Jonas. Los caballos están cansados.
--- Descansaremos junto al camino y organiza los turnos de guardia. Estos bosques ya no amparan engendros solamente, ahora también refugian ladrones y asesinos.
Era una de las tantas realidades de un mundo corrupto que arremetía contra cualquiera, lo peor de una sociedad que se lastimaba una a la otra, en eso se había convertido el sueño efímero de Arthur que otorgaba prebendas y tierras a nobles poderosos que hacían crecer las diferencias sociales y el odio entre los hombres.
La importancia del linaje y la sangre ¿Cómo no? Sangre era la que corría cada vez que se temía por las diferencias, al fin de cuentas la sangre de todos era la misma, tanto hombres nobles, hombres comunes, bestias, gnomos, faunos, hechiceros, en todos corría una sangre espesa, caliente y roja, entrelazados en las emociones y la muerte tal vez en algunos más cercana que en otros, tal vez no bajo el mismo ritmo pero sí con las mismas reglas de vida, amor, alegría, odio y dolor.
Sir Jonas, a veces cuestionaba los designios del ser, aunque era extraño que un hombre de linaje juzgara la diferencia y la crueldad de la vida de aquel que no había nacido en noble cuna y mucho menos en un mundo de magia.
No compartía decisiones, pero no era tan estúpido o tan valiente como para enfrentarse a la nefasta transición que enfrentaba el antiguo poder de Avalon y que ataba nuevamente la mente, las creencias y las tierras de las personas.
Como era de esperarse ninguna de las partes ofrecía nada nuevo, los sacrificios igualmente se pagarían con sangre, al igual que los favores obtenidos que cobrarían la libertad de las personas.
Del régimen de los amos de Avalon, al régimen del hierro y el reinado de Arthur no había mucha diferencia, solamente que esta vez los monstruos serían los mismos hombres. Temible por cierto.
--- Sir Jonas, su lugar y cena están dispuestos.
--- Te lo agradezco Cliff.
--- Sir Jonas, si todo continua sin contratiempos en tres días llegaremos a la corte.
Sí, la corte, el centro del poderío humano. El lugar donde las decisiones solamente llevaban a falsos sentimientos de seguridad. Aún así, Sir Jonas protegería su ideal de entregarle el mundo al hombre y el hombre a dios.
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Alice tomó aire, decidida a entrar allí, sacó fuerzas y abrió la puerta, pero solo encontró una chimenea apagada y helada junto a una silla vacía y empolvada. Años de abandono estaban carcomiendo esa casa, el aroma de la soledad penetraba la fortaleza de Alice quien solo optó por abrazarse a sí misma mientras encogía sus hombros y arrugaba su gesto.
No pudo evitar, mostrar la desilusión de no hallar a alguien, de no hallarlo a él, de alguna forma el temor que sintió al principio se disipó con la idea de que quizá él la protegería, pero no, ya no era así, en el momento que más lo necesitaba él no estaba allí, quizá nunca lo estuvo.
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Pero no, el frío era real, lo húmedo era real, los ratones de campo que corrían dentro eran reales al igual que el polvo y lo lúgubre de la cabaña que también eran muy pero muy reales. Tan reales que Alice cayó de rodillas mientras se rompía en llanto ahogado. Su rodilla le dolió y comenzó nuevamente a sangrar.
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Lloró entre suspiros desconsolados.
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