{Octubre de mil seiscientos ochenta}
Noreste de La Ciudad de los Reyes, Lima, capital del Virreinato del Perú, pasado el quinto día del mes de octubre de mil seiscientos ochenta, un regimiento de soldados de su Majestad marcha de regreso a Lima después de estar meses comisionados en un pueblo al centro del virreinato.
Al amanecer, el comandante del regimiento, el cabo Juan Manuel de Arona, observa una luz brillante que provenía de lo que parece ser unas ruinas antiguas. Al avanzar en dirección a las ruinas encuentran un monasterio pequeño, por lo que deciden preguntar el origen de dicha luz al abad a cargo, Miguel Nuñez. Este explica que nunca han visto esta luz proveniente de ese lugar antes, sin embargo, los indígenas de la cercanía si la conocían. De acuerdo a lo que dijeron, ese lugar era sagrado para sus ancestros por lo que nunca se atrevieron a acercarse.
El regimiento se encuentra a unas pocas leguas de Lima, por lo que el cabo decidió seguir su camino a Lima e informó de lo observado a sus superiores, quienes al escuchar lo sucedido les ordenaron regresar a investigar el sitio pues, según rumores y relatos provenientes de otros indígenas y españoles, los lugares donde se ocultaban los tesoros incas solían brillar durante las noches.
Dos semanas después, en la tarde del día diecinueve de octubre, treinta soldados, el cabo que los comanda, Juan Manuel de Arona, y el abad Miguel Núñez llegan a las ruinas. El regimiento y el abad quisieron llevar a los indígenas, pero se negaron a ir debido a sus creencias. La ruina a vista de los presentes se podría describir como una cueva en la ladera de una pequeña montaña, en la entrada se pueden observar algunas inscripciones que no entienden, además de unas figuras humanoides. El cabo ingresa al sitio acompañado de diez soldados armados, pues podrían estar acercándose alguna trampa, sin embargo, no regresan, los demás soldados se quedan esperando hasta el día siguiente.
Los soldados y el abad acampan a unos metros de las ruinas. Cerca de las cuatro de la mañana, en medio de la oscuridad de la madrugada se escuchan gritos provenientes de la cueva, tan pronto como los vigías se acercan ven a un soldado llamado Francisco gravemente herido, casi moribundo y gritando ¡Demonios, hay demonios adentro!
Los soldados alertados por los gritos, se preparan para la lucha con sus arcabuces y lanzas. Ven llegar luces desde el interior de las ruinas, en ese instante un fuerte movimiento se siente sobre la tierra, y ven derrumbarse completamente las ruinas. Inmediatamente revisan si puede haber más sobrevivientes que hayan salido de la cueva, pero ven que está completamente destruida, además encontraron que Francisco, acababa de morir. Al amanecer del veinte del octubre los soldados regresan al monasterio en su camino a Lima. El monasterio fue completamente destruido por el terremoto y el abad se queda para ayudar a los heridos. Al llegar a Lima también encuentran la ciudad en pésimo estado, las casas destruidas, muchos muertos y heridos. Finalmente, debido a que no sabían que sucedió dentro de la cueva, evitar más preocupaciones a sus superiores y con el temor que los tilden de herejes o locos, deciden no informar sobre lo visto en las ruinas e informan que los soldados perdidos y el cabo murieron durante el terremoto que acababa de suceder.