En el centro de los pisos bajos del templo justo en las celdas había revuelo, pues por primera vez el Gran Sabio pasaba entre esa gentuza, muchos imploraban misericordia pues las torturas ya eran insoportables, otros ya se habían quebrado mentalmente, ninguno sería atendido y mucho menos determinado por el gran líder, su motivo de visita era claro, el recluso más reciente Ross y su aura que generaba intriga y desprendía misterio había llamado la atención del líder, y él lo sabía pues parecía estarlo esperándolo con los brazos abiertos y una sonrisa marcada en el rostro.
- Es un placer tener tan inesperada visita - diría confiado y el Gran Sabio ni se inmutaba.
- ¿Estar envuelto en una anomalía y justo en el intercambio que habíamos acordado es una coincidencia? - Su actitud parecía ser más amigable, no se notaba su característica hostilidad y su firmeza no salía a relucir.
- Digamos que fue mala suerte - tenía su misma ropa de diplomático, no parecía haber sido afectado por el hambre ni la sed.
- El Estrecho de Nur fue severamente dañado y tiene que haber un responsable.
- Pero el Imperio no es el afectado, te has vuelto un viejo rabioso.
- Veo que aún eres consciente del proyecto - diría en un tono serio a la par que Ross lo miraba fijamente, la visión que tenía de él era más bien como la del verdugo del mismísimo Señor de Hel, esas túnicas de seda largas y blancas con ese casco que dejaba al descubierto su boca no hacían nada más que infundir terror.
- ¿Esas decoraciones son para conquistar o algo? - los presos que veían la situación sólo podían oler la muerte o algo peor si escuchaban de más, pues de un momento a otro una presión se empezó a generar en todos ellos a la vez que el pánico los invadía, el Gran Sabio había volteado a verlos, violadores, secuestradores y asesinos habían sido reducidos a simples escorias y eran vistos como seres inferiores por el líder de los Orokin.
- No vine acá para perder el tiempo.
- Oh, cierto que estás muy ocupado, supongo que todas las fichas están en el tablero, y una de ellas llegó de imprevisto.
- Esto ya no es de tú incumbencia, no será un juego el cual vayas a jugar - el Gran Sabio se daría vuelta y empezaría a marcharse sin mirar atrás.
- Por mucho que lo quieras evitar siempre te toparás con un obstáculo.
- Mi obstáculo ya fue eliminado.
- Ellos siempre vuelven - esas palabras habían detenido su avance, por primera vez alguien había captado su atención.
- Los Nifil fueron eliminados de la faz de la tierra.
- El linaje Bloodfallen junto a las 4 casas de Nifilheim nunca serán borrados de la creación.
La figura del Gran Sabio empezaría a desaparecer a la par que los vidrios de la celda de Ross se oscurecían. En el patio superior estaba Helena la cual después de un rato largo charlando tocaría el tema de Nifilheim.
- Asbeel, ¿Haz escuchado alguna vez sobre el linaje Bloodfallen? - la pregunta había sido repentina, Asbeel levantaría la mirada sorprendido.
- Si - diría a secas - uno de los 5 linajes que hubo en Nifilheim.
- La más legendaria de todas - Helena parecía divertirse hablando de ello, parecía interesada en toda la historia de los Nifil.
- Es irónico que la más legendaria fue la primera en extinguirse, aunque las otras 4 no fueron la excepción.
- Pareces saber mucho - una suave brisa pasaría por todo el patio - ¿Podrías contarme más?
Asbeel lo pensaría, sabía que tenía que decír las cosas con cuidado, algo demás y lo delataría fácilmente.
- La casa del dragón, los Ashina, eran la mano derecha de los Bloodfallen y técnicamente eran hermanos de guerra, todo su linaje siempre luchó al lado de los Señores de Hel sin descanso hasta el final de la guerra mítica. Después de ellos venían las casas del guardián, el linaje Tumin y el linaje Asforgan, según el nombre eran los guardianes de la casa primordial. Justo después de ellos venía la casa del brujo, los Apocrypha, el mismo nombre lo indica, rituales, hechizos, conjuros, pociones, dicen que hacían todo eso.
- Es increíble pero ¿Qué hay de la última? - Helena lo miraba alegre.
- Bien - Asbeel suspiraría - la casa del lobo, el linaje Bloodfallen, los que estaban destinados a gobernar Nifilheim y más allá, su poder llegaba a abrumar a cualquiera, se dice que entre ellos hubo un tal Devoradioses.
- ¿Devoradioses?
- Así es, aquel que mató a más de un Dios - Helena sentiría que su corazón se estremecía.
- Pero es solo un mito ¿No es así?
- Así es, y es imposible de que siga con vida, las 5 casas se extinguieron hace mucho y se renunció a esos nombres y posiciones, más concretamente porque la guerra había acabado, si algún Nifil volviera a usar su apellido, literalmente le estaría declarando la guerra al mundo.
En el final de la Guerra Mítica todas las razas habían acordado abandonar sus apellidos con el fin de olvidar el pasado y abrir paso a un nuevo futuro, todos menos los humanos los cuales fueron víctimas del peor atentado a manos de las otras razas.
- No hay nada de que temer, ahora no creo que sea posible que haya otra guerra de esa magnitud - Asbeel se mantenía positivo ante las infinitas posibilidades.
- Es increíble que sepas tanto.
- También me interesa saber de cosas las cuales no viví.
Detrás de ambos se aparecería Akatsuki y Azazel metiéndose a la conversación como si nada.
- Veo que eres un estudioso, tal vez termines cómo Annan y todo - Azazel le daría un pequeño golpe en el brazo.
- Tienes más pinta de discípulo tú.
- Nah, parezco más un guerrero prodigio.
- Bueno no te equivocas, eres un talento con cero esfuerzo.
- Hablas por hablar.
- Uy si cómo no.
Helena y Akatsuki se quedarían viéndolos calladas, cruzarán miradas y ambas sonreirían.
- ¿Te sientes bien? - preguntaría a Akatsuki.
- Solo fueron unos rasguños.
- Es bueno saberlo - nuevamente su alegría sería contagiada a Akatsuki y compañía, por la gran puerta se veía a Hawk pasar pero no los determinaría, Inki, Jiro y Tomari bromeaban y reían a carcajadas mientras lo seguían, parecían ir hacia sus habitaciones.
- Ahora que lo mencionas ¿Aún te duele? - Azazel haría presión en la espalda de Asbeel.
- Cada vez menos.
- Hinoka se excedió demasiado.
- Sentí como cortaba por dentro y me quemaba, parecía toda una asesina - Akatsuki no diría nada, solo observaría hacia otro lado tratando de evadir el tema.
- Creí por un momento que te había matado - Hinoka pasaría en ese preciso momento por el pasillo y voltearía a verlos, al intercambiar miradas bajaría la cabeza y se marcharía sin decir ni una sola palabra.
- ¿Ni siquiera te ha pedido perdón?
- No, no hemos hablado desde entonces.
- Se supone que los Orokin no buscan mutilar o lastimar, sólo se limitan a incapacitar o dar muerte inmediata - Azazel parecía haberse aprendido las costumbres de los guerreros en muy poco tiempo, Annan se lo repetía hasta el cansancio por lo que era normal - pero eso fue innecesario.
- Sinceramente durante el combate sentía como si la ira fluyera dentro de ella - Helena y Akatsuki no entendían de lo que hablaba, pero, por otro lado Azazel sabía que Asbeel podía notar los sentimientos y emociones de otros en ciertas ocasiones - Aunque parecía divertirse y sólo estar confiada cuando volteaban a ver el combate contra Bruz sentía que sólo atacaba con ira.
- Atacar con ira - Akatsuki finalmente rompería su silencio - a decir verdad Hinoka es impulsiva.
- Eso ya lo podíamos notar, pero ¿Lo es hasta ese nivel?
- Es algo más allá, no es tan simple como parece.
- ¿Se desquita luchando? - Helena intervendría.
- Así es.
Más concretamente a lo que se refería Akatsuki es que dejaba de sentir dolor peleando, solo ahí podía desatar todo lo que sentía, su verdadero ser, ahí podía evadir todo, pero ¿Qué puede ser tan malo como para sentir una ira constante? Aunque muchos lo ignoran la vida no es tan justa como parece, pero puede mejorar... Para algunos es así y para otros no.