Cotta hablaba muy tranquila con Annan que de la nada se había cruzado en su camino, era extraño, no solía dejar a los aprendices a solas, no solía ser tan confiado, era algo de extrañar en él, pero era evidente que depositaba gran confianza en Azazel. La actitud del viejo siempre fue la de alguien calmado pero atento, si dejaba todo en manos de los Soles era porque creía en el potencial de los mismos, al menos esos eran los pensamientos de Cotta la cuál miraba perdida junto a Annan la esfera de energía que había tras el cristal de la sala de Capitanes, Urizen había salido no hacía mucho, la capitana se había quedado estática en la enorme sala mientras esperaba alguna alerta.
- No suele ser propio de tí aburrirte - diría Annan.
- Desde que mis oficiales se fueron todo es más aburrido aún, nunca pasa nada - Cotta se sentaría agotada en su gran silla - me pregunto cuándo volverán todos.
- ¿Los oficiales o los Capitanes? - añadiría el viejo con una sonrisa.
- Ambos - diría en un tono algo melancólico - Kaito se fue hace 3 meses, Ludwig dijo que iba a volver pronto y ya han pasado 5 meses, Selene... ¿Qué está haciendo Selene? Siempre fue misteriosa.
- Ni siquiera yo sé lo que esté haciendo y Edmund no hace mucho fue enviado a otra operación - la mitad de los capitanes por fuera solo podía traer mala espina a todos, desde Jericó hasta Bahía Blanca se escuchaban constantemente los nombres de estas leyendas, leyendas que se dice, cruzaron por el mar muerto y enviaron sus tropas por él Océano de cristal comandadas por sus oficiales, atacaron Acrea en una guerra de 2 frentes, estrategia que se consideraba estúpida resultó en una victoria absoluta para los Orokin pues nadie sabía de qué esos 10 guerreros iban a representar una amenaza.
- Supongo que eso de los acuerdos y los entrenamientos lleva tiempo - Cotta seguía prefiriendo tener una vida desocupada a estar tan agobiada de tareas.
- No niego que su presencia hace falta - Annan se alejaría del cristal y empezaría a salir del salón, Cotta muy dudosa le seguiría por el camino y subirían unos escalones.
Alastor estaba exhausto de explicar mil detalles a Asbeel y compañía, cada vez eran más preguntas que iban aumentando en complejidad, aceptar ayudarlos fue una estupidez. Aún así se notaba que lo disfrutaban, Azazel no se tuvo ni que esforzar, Akatsuki y Hinoka igual, solo faltaban Helena y Asbeel, el resto también había acabado y se habían reunido todos en el mismo sitio de antes, Asbeel se sentía amenazado al principio y empezaba a sudar frío al ver que todos lo veían, pero se llevaría un gran sorpresa al ver que ninguno se limitaría a burlarse y al contrario lo ayudarían. Múltiples consejos salían de la boca de todos, en decenas de intentos Asbeel trataba de moldear una esfera de energía y añadirle una propiedad, pero nada, se había rendido y prefirió pasar el tiempo con sus compañeros, se había distraído por completo y Annan ya había llegado, mejor dicho lo había visto todo y la energía desprendía era de imponencia, parecía más algo amenazante y se dirigía al chico con esa tenacidad.
- ¿No lograste nada? - preguntaba el anciano aún sabiendo la respuesta.
- N-no - diría Asbeel carisbajo y muy frustrado.
- ¿Ni un poco? - Ya no era un amigo con el cuál podría tomarse las libertades que quisiera, ahora era un maestro.
- Ni un poco - Annan se quedaría en silencio mientras el viento sacudía suavemente su kimono negro junto a su larga túnica blanca que tenía por encima.
- ¿Te esforzarte siquiera? - la cara de inseguridad de Asbeel era algo que siempre preocupó a Annan, por mucho que parezca ser alguien alegre, Asbeel hace notar su poca confianza en sí mismo cuando cree que nadie lo ve.
- Hice de todo pero yo... - el chico se tragaría las palabras, todos lo escuchaban y lo estaban viendo - yo no soy capaz.
El estruendo del bastón de Annan bastó para que los Soles dieran un paso atrás asustados y para que los ojos de Asbeel se aguaran, Azazel se bajaría del muro, Annan ejercía presión en su bastón, esa spalabras lo habían enfurecido.
- ¿Qué no eres capaz? - la sombra del hombre ya causaba pavor en todos, no sólo en Asbeel - ¿Fallaste al primer intento y dices no ser capaz? ¿Crees que estás en un cuento de hadas? - el Nifil no se atrevería a confrontar a Annan con la mirada, sabía que daba miedo, incluso se podía escuchar a Vida y Muerte dentro del cristal del bastón chocando con brusquedad contra las paredes de vidrio.
Alastor no se movería, pero no le parecía lo que estaba haciendo, Cotta también miraba disgustada.
- ¡Mírame a los ojos cuando te hablo! - exclamaría Annan que alzaría la voz de la nada.
- Ya es suficiente - Azazel se pondría entre ambos.
- Ésto no es contigo.
- ¿Qué crees que estás haciendo?
- Enseñarle disciplina.
- ¿Y ésta es la forma correcta? ¿Asustándolo? - en contra parte Azazel si desafiaba a Annan con la mirada, no se inmutaba y no daba marcha atrás.
Asbeel no aguantaría más y se echaría a correr, quería huir, huir de todo, huir de los Orokin, huir del Gran Sabio, huir a dónde pueda sentir paz, pero no había un lugar seguro para él, no había paz para él, su corazón sólo se aceleraba, bajaba por escaleras y corría a todas las direcciones. Annan estaba por seguirlo pero Alastor le cortaría el paso y avanzaría él solo.
- Todos son iguales - nadie era cómo él creía - Annan, los Capitanes - Nadie era bueno con Asbeel - sólo me van a usar, me van a dejar tirado cuando no sirva para nada - pero había un lugar en donde quizás podría sentir algo de seguridad - solo quiero paz - su cuarto, varios Orokin lo veían y por poco chocaban con él, la habitación estaba cerca, un lugar seguro por fin, un sitio dónde nadie le haría daño - Papá - en el momento en que cerrarse aquella puerta todo estaría bien, por eso corría, y cuando entrara la iba a cerrar, no iba a salir jamás, nadie lo seguía pero aún así como si su vida dependiese de ello, entraría al cuarto y la puerta caería, la había cerrado.
Asbeel solo pudo romperse, aún le dolía y ya ni sabía el motivo, los minutos pasaban y el llanto no cesaba y mientras sollozaba alcanzaría a escuchar varios pasos.
- ¿Asbeel? - era la voz de Alastor - ¿Estás bien?
No habría respuesta alguna, aún así podía escuchar a Asbeel del otro lado.
- Sal, hablemos.
- ¿Pará qué? ¿Por qué quieres hablar conmigo? - la rabia que se podía sentir en sus palabras dejaba anonadado a Alastor.
- Si huyes no conseguirás nada.
- ¿¡TÚ QUÉ SABES DE MÍ!?
- No sé nada, así como tú no sabes nada de mí, ni de nadie por acá, no puedes huir y quedarte solo.
- Me las arreglaré.
- No lo harás, cerrarte a los demás no te hará fuerte, ni mucho menos servirá de algo.
Ambos se quedarían en silencio por unos instantes hasta que de repente Asbeel abriría la puerta, sus ojos estaban algo enrojecidos y aún tenía lágrimas que brotaban.
- Solo tú - se le escucharía decir en voz baja y algo tímido.
- ¿Solo yo? - Alastor estaba confundido.
- Solo puedes pasar tú.
No podía evitar sonreírle, pero el chico sólo miraría hacia otro lado y no le devolvería la sonrisa.
- Por supuesto
-