El paso del tiempo en la capital era apenas perceptible, 3 semanas pasaron desde que los Soles son entrenados por los Capitanes, modelos de conducta, reglas y demás cosas les fueron explicadas una por una a detalle para tenerlas en cuenta, así mismo los procedimiento de misiones y protocolos, control de amenazas de bajo y alto nivel y los rangos fueron repetidos hasta el cansancio, no era lo que esperaban.
- Escuché que son las futuras estrellas del imperio – Lein y Eijey pasaban por el pasillo de largo mientras Guz y Romina miraban por el barandal a los Soles entrenando arduamente, unos tomaban apuntes mientras observaban y escuchaban a sus tutores
- Vi las grabaciones de esas tales Helena y Akatsuki – afirmaría Eijey – es casi imposible de creer que hayan seres con esas capacidades.
- No querría tenerlas de enemigas – Guz y Romina empezarían a moverse, el escuadrón recibiría órdenes del mismísimo Pontífice los esperaba en el único patio bajo que había, justo antes de los hangares, era un sitio inmenso en el cual cabían una cantidad de soldados sin igual, también era usado cómo zona de embarcó.
- Lo mejor será no legar tarde, es una de las pocas veces que el Pontífice nos da órdenes directas.
El equipo aceleraría el paso y empezaría a bajar hacia los pisos bajos, por el camino se toparían con soldados de Élite que rondaban la zona haciendo guardia, varios de ellos los saludaban, otros ni se inmutaban, Neuer estaba preparando la nave para cualquier imprevisto, los hangares estaban listos y en el patio ya estaba el escuadrón, allí estaba un hombre que vestía una casulla de un bordado hecho de oro sobre un alba roja, en su cabeza tenía una mitra también con detalles en oro y del mismo color rojo y en su mano portaba un báculo qué representaba al sol éste tenía joyas incrustadas que irradiaba una tenue luz, era un hombre ya mayor, la edad parecía a empezar a cobrarle factura, pero aún así no parecía tan viejo cómo Annan.
- Llegan a tiempo, agradezco su puntualidad – diría el hombre al tiempo que se giraba para poder verlos.
- Pontífice – el escuadrón pondría su mano en el pecho mostrando respeto y admiración.
- No hay tiempo para las formalidades, concretamente no hay tiempo si quiera para saludos, vayamos directo al grano, les explicaré todo.
- ¿Todo?
- El motivo por el que los llamé – el hombre los miraría de reojo.
- ¿Es para otra operación? – preguntaría Eijey con seriedad.
- Así es joven, pero no una cualquiera – Su voz iba cambiando mientras más avanzaba la conversación.
- ¿Qué hay de especial en ésta? – Romina estaba disgustada por esas palabras, nada bueno podía salir de aquí.
- Esta vez marcharán con rumbo a Nurel – la ciudad más cercana a Nur y el Estrecho.
- Eso es cerca de la anomalía – Lein intervendría en la conversación de forma atrevida, el equipo voltearía a verlo.
- ¿Hay algún motivo por el cuál tengamos que preocuparnos por el Estrecho? Está siendo reconstruido así que hay monitoreo y los niveles de energía son normales.
- No hay datos – el equipo se quedaría en silencio preguntándose si el Pontífice sabía algo más.
- ¿Lo vio con sus propios ojos? – Guz se empezaba a poner inquieto, como uno de los altos mandos solo por debajo del Gran Sabio y los Capitanes, el hombre era alguien que marchaba por el mundo para mantener el orden, más concretamente, el del Imperio.
- Tampoco – el hombre cerraría los ojos.
- ¿Entonces qué es Pontífice? – Romina ya estaba desesperada, no entendía la petición, aún siendo una orden de su superior para ellos el tiempo era valioso.
- Intuición – Él equipo no lo podía creer, en la cabeza de todos sólo se pasó la idea de que aquello era una estupidez – la oscuridad empezó a crecer a un ritmo acelerado, Valasia ya no es lo mismo que antes – poco a poco avanzaba hacia los soldados y alzaría su bastón en contra de ellos haciendo brillar las joyas – el aire se hace pesado, ya no siento paz.
- ¿Paz?
- No, ahora no siento tranquilidad, definitivamente no, ahora solo siento un instinto, un instinto asesino, cómo el de un lobo que quiere engullir la Tierra, el Sol y la Luna.
- ¿Un lobo? – Lein y el resto sabían perfectamente a lo que se refería.
- Me veo en la obligación de pedirle que pare señor – Eijey se pondría en frente, decidido y fuerte – eso es un tema que no puede ser tratado, si alguien llega a saber de esto y se genera pánico en la multitud tendré que encerrarlo por tiempo indefinido.
- Jum, tienes razón, pero me estás malinterpretando, esto no tiene que ver con una anomalía de ese calibre, me refiero a algo desconocido para nosotros, algo que está en nuestras narices, siento que sabemos mucho y a la vez tan poco – el hombre parecía cansado – es mi intuición, puedo estar equivocado, puedo no estarlo, pero si una anomalía se generó en la frontera sería bueno investigar Valasia, ahí es donde quiero llegar, lo demás es solo un planteamiento arriesgado de la situación.
El Pontífice era un hombre que tuvo que ver lo peor durante la guerra contra Acrea, cómo muchos otros estaba paranoico ante cualquier señal de peligro, fueron épocas oscuras que nadie quería repetir, Romina, Eijey y el resto lograban entenderlo a medias.
- Pero como dije no podemos perder el tiempo en estupideces, estarán en Nurel investigando y darán informes semanales, yo daré la orden de volver, eso es todo, no necesitan más explicación, lo entenderán cuando pasen por la frontera, eso es todo – el escuadrón haría una reverencia y empezaría a marcharse sin mirar atrás, Neuer tenía lista la nave y estaba recalibrando su traje, los demás llegarían y se sentarían a esperar, no necesitarían gestos ni palabras, ya sabían qué tenían que hacer, los detalles se lo ahorrarían para cuando estuvieran en el cielo.
La investigación en Valasia había dado inicio.