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Chapter 5 - Confusión

El grupo de amigos llegó a Montecristo a las 2 de la tarde y se dirigieron a la casa del alcalde, la cual estaba ubicada en la parte más alta de la ciudad. Cuando llegaron, vieron que el inmueble parecía una fortaleza, ya que por fuera se levantaba un enorme muro cubierto de maleza espinosa y la única entrada era un portón negro protegido por cinco guardias.

Al llegar, Clarissa se presentó ante los guardias y mostró las identificaciones de sus compañeros. Luego de que los oficiales confirmaron la cita e inspeccionaran el vehículo, los jóvenes lograron ingresar.

Marcos y Clarissa se sorprendieron que estaban rodeados de árboles frondosos. Era como si hubieran entrado a un bosque encantado que ocultaba el castillo de un hechicero. Al volante iba César, quien no se inmutó ante el escenario.

Luego de recorrer el boscoso jardín, estacionaron enfrente de la enorme casa color blanco con tejas rojas. El diseño era similar a una hacienda antigua, una de las últimas que sobrevivieron en la región luego de la Revolución. En la puerta los esperaba el alcalde Andrés Castillo y cuatro guardias.

Los tres bajaron inmediatamente del vehículo y Clarissa se adelantó para ser la primera en hablar. Marcos y César la siguieron, observando discretamente el lugar.

—Buenas tardes alcalde —saludó Clarissa mientras se acercaba para ofrecerle su mano derecha.

Andrés, con varias canas y de complexión promedio, sonrió al ver el alegre rostro de la joven y correspondió al saludo cordial.

—Qué tal Clarissa, espero que no esté agotada por el viaje.

—Claro que no, al contrario, estamos muy contentos de haber venido.

—Excelente, realmente esperaba su llegada —y dirigiéndose a César, continuó—. Supongo que usted es Marcos y este joven serio —mirando a Marcos—, es el gran César.

Clarissa comenzó a reírse, ya que siempre confundían a sus compañeros. Marcos siempre vestía muy formal y se peinaba muy bien. Su rostro era alargado, con la frente muy ancha, y sus ojos daban la impresión de estar siempre analizando las cosas. En realidad tenía problemas de la vista y usaba lentes de contacto porque no le gustaban los armazones.

En cambio César tenía un rostro juvenil y siempre vestía una camiseta negra, jeans y tenis Converse. Su cabello iba revuelto y sus ojos mostraban cierta inocencia. Podría parecer un joven preparatoriano, a pesar de que ya llegaba a los 30 años.

—Jajajaja, casi le atina don Andrés. Que no lo engañe su rostro infantil —señaló Clarissa mientras pasaba su brazo izquierdo detrás del cuello del joven y apretaba las mejillas de su compañero—. En realidad él es el gran César Ruiz, nuestro detective estrella.

—¿Enserio? Realmente me parece muy joven para ser un detective— señaló Andrés sorprendido.

Para desviar la atención, Marcos se presentó ante el grupo.

—Mucho gusto don Andrés, soy Marcos Aguilar y ayudo a reconstruir la psicología de los criminales. Por otro lado...

—No hace falta tantas formalidades —interrumpió César, quien se safó rápido del agarre de Clarissa—. Supongo que estamos aquí por su carrera política.

Un silencio sepulcral inundó el momento. El apacible rostro del alcalde se oscureció, mientras que Marcos y Clarissa quedaron congelados con lo que acababa de decir. Sin embargo el joven detective continuó.

—Y me parece que usted sabe quién es la próxima víctima.