Lukene bajó las escaleras con elegancia, su apariencia era encantadora y sofisticada. Al pie de la escalera Horacio y Halana le esperaban con sonrisas pintadas en sus rostros, Horacio vestía elegantemente con un traje color negro, Halana usaba un hermoso vestido color beige y su cabello color rubio ceniza estaba peinado en un elegante moño. Lukene se paró junto a ellos y pregunto con sus ojos brillantes:
- ¿Me veo bonita?
- ¿Qué tontería es esa? Mi hija siempre es hermosa - Horacio respondió confiadamente.
- Estoy de acuerdo con tu padre: Tú siempre te ves muy hermosa, mi princesa - Halana acarició suavemente el rostro de Lukene - Pongámonos en marcha o si no llegaremos tarde.
Lukene asintió y camino junto a su padre obedientemente.
- ¿Recuerdas tu promesa, mi pequeña princesita? - Horacio desvió su mirada protectora hacia su hija.
- No alejarme de tu vista. Lo recuerdo, papá, y no te preocupes, yo cumpliré mi promesa - Lukene sonrió suavemente a su padre.
- Esa es mi niña - Horacio sonrió complacido mientras ayudaba a su esposa y su hija a subir en el carruaje antes de subir el mismo.
***
La entrada principal de la mansión Reeve estaba iluminada por faroles que colgaban de coloridas cintas, también habían muchas velas encendidas por el suelo. El salón estaba decorado en tonos cálidos, muchos ramos de flores coloridas y cintas de seda adornaban el gran espacio. En el centro del salón suspendido en el aire estaba un hermoso candelabro de cristal, completamente ocupado por velas de colores amarillo y rojo, haciendo el lugar casi tan iluminado con el día. Hombres y mujeres finamente vestidos entraban desde la puerta principal al gran salón, y todos debían presentar una carta de invitación antes de que se les permitiera entrar.
Horacio, Halana y Lukene llegaron juntos. Su aparición, como la de cualquier miembro de la familia Hauking, atrajo instantáneamente la atención de todo el mundo. Muchas personas se acercaron a saludar a Horacio y Halana al momento de entrar, también saludaron amablemente a Lukene, la chica solo les sonreía amablemente y les saludaba cortésmente, las personas se llevaban una muy buena impresión de ella, no solo por su apariencia cautivadora sino también por su buen carácter y finos modales, es por eso que las interacciones y saludos de las personas de la alta sociedad se volvían más sinceros al conocer a la niña.
- ¡Tío Horacio, Tía Halana! - Elida se acercó rápidamente y abrazo cálidamente a sus tíos, su sonrisa era radiante y su actitud alegre y elegante hacía que las personas le miraran con una sonrisa.
- Mi bella sobrina Elida está muy bella esta noche - Horacio palmeó suavemente el hombro de la jovencita y le sonrió de manera casi imperceptible, pero Elida notó su sonrisa y le sonrió de vuelta.
- Estás hermosa querida - Halana se inclinó y abrazó a Elida suavemente.
Elida sonrió cariñosamente a sus tíos y luego se giró para saludar a Lukene.
- ¿Puedo ir con ella? - Lukene le pregunto a su padre tiernamente.
- Zurisaday.
- ¿Si, señor? - Zurisaday había entrado por una puerta lateral como todas las acompañantes de las niñas solteras de la alta sociedad, después de encontrar a sus amos se había quedado parada obedientemente cerca de ellos, en especial. cerca de Lukene ya que ese era su trabajo.
- Sigue a la Joven Señorita y cuídala - Horacio asintió hacia Zurisaday, él estaba muy satisfecho con el desempeño de esta chica, además de conocer la etiqueta ampliamente también sabía cómo utilizar armas blancas por lo que estaba seguro de que podría proteger a su hija, además Lukene había mencionado en repetidas ocasiones que le gustaba su compañía, el título de dama de compañia era muy díficil de obtener especialmente para familias que protegían a sus niñas como a un tesoro, de hecho Zurisaday había sido seleccionada personalmente por Eloy y Coell Hauking, era de esperarse que fuera una de las mejores damas de compañia si no es que la mejor en todo el Reino Flor de Durazno.
- Si señor - Zurisaday se inclinó hacia Horacio respetuosamente y siguió a Lukene y a su prima a través de la multitud, se encontró con la dama de compañia de Elida y le sonrió suavemente - Hola, Señorita Nashira.
- Señorita Zurisaday, es un gusto verla de nuevo - respondió cortésmente una muchacha de cabello castaño rojizo, piel color melocotón y ojos color avellana. Ambas vestían vestidos que no cualquier sirviente podía permitirse, después de todo eran damas de compañia, no tenían las obligaciones de los demás sirvientes comunes, su única obligación era acompañar y proteger a sus amas; su origen familiar también era diferente, algunas venían de los monasterios de las iglesias, otras de las familias de comerciantes, y la mayoría de las familias de eruditos o médicos; este era el caso de Zurisaday, su padre era un médico de renombre, por ello se le había dado la oportunidad de entrar en la alta sociedad como una dama de compañia; Nashira por otro lado era hija de un renombrado comerciante y hombre de negocios que era uno de los quince socios mayoritarios de la compañía ferroviaria del continente, su educación también fue exquisita y se la entrenó en el uso de armas blancas y armas de fuego. Un plebeyo podía decir que solo eran un sirviente en una categoría más alta que los demás, pero solo la alta sociedad sabía que hasta las amas de llaves y mayordomos jefes les debían respeto a estas chicas, de hecho ningún aristócrata podía gritar o golpear a la dama de compañia de otra familia ya que sería ajusticiado y condenado, finalmente las damas de compañia debían ser refinadas y elegantes pero jamás harían reverencia a otros que no fueran su ama y su familia, y está era una regla escrita en piedra en la sociedad.
La convivencia entre damas de compañia variaba dependiendo de su carácter, por ejemplo Nashira y Zurisaday no eran tan cercanas pero no tenían por qué tratarse mal, la relación entre ambas era simple cortesía; por otro lado Zurisaday se llevaba mejor con Nahla, la dama de compañia de Araceli Hauking, mientras que Nashira se llevaba mejor con la dama de compañia de una amiga de Elida.