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Chapter 16 - Capítulo 16: De entre todas las personas (1)

- ¿Están perdidas, señoritas?

Lukene se detuvo en seco y se giró en la dirección de esa voz tranquila como el canto de un violonchelo, que tenía matices discretos e irresistibles de magnetismo. El normalmente funcional corazón de Lukene latió erráticamente, ella no lo sabía pero en ese momento esa magnética y ronca voz se tallo en su corazón profundamente. Sus ojos recorrieron ese rostro cincelado de piel color melocotón, ese puente nasal alto, esos labio delgados que se estiraban en una sonrisa tranquila y superficial, esas pestañas largas que se agitaban a su parpadeó y ese par de ojos coñor verde que ocultan las emociones bajo una capa de indiferencia. No había otra manera de describirlo, simplemente un rostro atractivo que volvería locas a un sinnúmero de mujeres, y un porte noble, inteligente y sereno que gana los elogios de cualquier persona que lo conoce.

Al mismo tiempo que Lukene observaba a Martín, él la observaba a ella. Sus miradas chocaron accidentalmente, la de ella tan profunda y oscura como la noche de otoño, ni cálida ni fría, la de él tan inmensa y tranquila como un lago de aguas inmóviles. Fue solo un choque casual de miradas, pero ambos sintieron su corazón latiendo errático.

- Disculpe, señor - Zurisaday inclinó levemente su cabeza de manera respetuosa - Mi Joven Señorita y yo solo estamos tomando un poco de aire.

- Si ambas honorables damas desean tomar algo de aire, puedo amablemente mostrarles el camino al jardín - el tono de Martín era cordial, ni muy frío ni muy cálido, pero sus ojos nunca abandonaron el rostro encantador de Lukene.

Zurisaday se giró hacia Lukene, buscando en ella la desición sobre este asunto.

- Es muy amable de su parte, señor - Lukene bajó su mirada tímidamente - Pero debemos volver al salón a buscar a mi familia.

- Lo entiendo - Martín sonrió imperceptiblemente - Las dos damas no se negaran a mi compañía supongo.

- Por supuesto no nos desagrada si compañía, ¿señor... ? - Lukene inclinó su cabeza hacia un costado mientras sonreía amablemente.

- Martín Reeve, ¿Lady...?

- Lukene Hauking. Es un placer conocerlo, señor Reeve - un rayo de sorpresa titilo en las pupilas de Lukene, no creía que iba a conocer al Segundo Joven Maestro Reeve en estas condiciones, y tampoco esperaba que tuviera una apariencia tan sobresaliente.

- El placer es mío, Lady Lukene - Martín se inclinó y beso el dorso de la mano de la chica, la sensación que le dio su piel era sedosa y suave.

- Ella es Zurisaday Grimm, mi dama de compañía - Lukene presentó a Zurisaday que se mantenía respetuosamente a su lado.

- Gusto conocerlo, Segundo Joven Maestro Reeve - Zurisaday hizo una reverencia leve, la razón era que este era uno de los hijos del Cansiller, para otras personas de la alta sociedad ella solo tenía que asentir cortésmente.

- Es muy amable, Señorita Zurisaday - Martín asintió suavemente de manera cortés.

- Pediremos al Joven Maestro Reeve que nos guíe en el camino - Lukene sonrió amablemente hacia Martín, la compleja emoción oculta en el fondo de sus ojos.

- Con gusto - Martín dijo esto y empezó a caminar de regreso al salón de recepción con las dos damas siguiéndolo de cerca.

Cuando volvieron al salón principal un funcionario se acercó a Martín y lo alejó de las dos damas.

Lukene se quedó perdida mirando la espalda de ese joven que ya empezaba a convertirse en hombre, un sentimiento extraño lleno si corazón y la hizo perderse en sus pensamientos.

- Ahí estás - Elida se acercó con Nashira junto a ella sonriéndole alegremente a Lukene - ¿Por qué tardaste tanto? ¿prima?

Lukene volvió en sí cuando vio la mano que Elida agotaba frente a sus ojos, sólo así y con renuencia alejó sus ojos de esa silueta ya lejana entre la multitud.

Curiosamente Elida siguió la línea de visión de su prima, cuando sus ojos cayeron en el Segundo Joven Maestro Reeve estaba tan sorprendida que si quijada casi cae al suelo, lo miro a él y luego volvió a mirar a su prima, su mirada paso entre uno y otro mientras su mente empezaba a maquinar una historia.

- ¿Ese es el Segundo Joven Maestro Reeve? - preguntó Elida sonriendo ambiguamente a Lukene.

- No imagines cosas - Lukene lanzó su pañuelo blanco al rostro de su prima para frenar esa línea de pensamientos poco confiables, después camino de regreso al lado de su padre. Elida, por supuesto, la siguió por detrás para molestarla sutil y abiertamente, no dispuesta a soltar el asunto.