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Año 1846. Reino Flor de Durazno.
Estaba anocheciendo cuando en una pobre casa se semana un alboroto.
- ¡Mi niña, no se lleven a mi niña! - era una mujer de veinte años, peil trigueña pero delicada y sin imperfecciones, su cabello era negro y rizado, sus ojos eran del mismo color de su cabello y destellaban con terquedad, su rostro ovalado y refinado a pesar de ser una campesina. Ella gritaba mientras de sus ojos caían grandes lágrimas, se interpuso en el camino para evitar que un par de hombres musculosos se fueran con una bebé de unas pocas semanas de nacida que lloraba a todo pulmón.
- ¡No se atraviese en mi camino! - uno de los hombres le gritó a la mujer apuntándole a la cara con un cuchillo - Esto es algo que su esposo arreglo con nuestro amo, ¡no tiene derecho a interferir mujer!
- ¡Pero es mi hija! ¡No permitiré que se la lleven! - la mujer ágilmente agarró una lámpara y la apuntó contra los hombres fornidos.
- ¡Magali! ¡Hazte a un lado! - un hombre vino de repente, su piel era color melocotón y sus ojos eran color marrón, su cabello despeinado era color chocolate, sus rasgos toscos y su expresión imponente. Con su rostro desfigurado en una mueca de enojo empujó a la mujer con fuerza, quien cayó con un golpe seco en el suelo de madera.
- ¡Alfred, ¿¡cómo pudiste!?! ¡¿Cómo pudiste vender a nuestra hija al establecimiento de esclavos?! - la mujer se levantó del suelo con gran dificultad y le gritó a todo pulmón al hombre que la había empujado.
- ¡Esto no es de tu incumbencia, mujer! - el hombre llamado Alfred le respondió con enojo evidente en su voz.
- ¡Si es de mi incumbencia! ¡¡Es mi hija!! ¡Mi hija! - la mujer se dio la vuelta, dispuesta a recuperar a su bebé, que todavía lloraba a todo pulmón en brazos del hombre fornido que la miraba con desagrado.
- Buah Buah Buah Buah - el llanto de la bebé empezaba a oírse ronco, su piel clara y delicada como la porcelana estaba manchada con lágrimas, su rostro redondo y regordete se puso rojo a causa del llanto, sus ojos con forma de avellana y con unos profundos iris color negro estaban inundados de lágrimas, su cabello corto color blanco se le pegaba a la frente. Era una bebé muy tierna y angelical, pero a los dos hombres fornidos eso no pareció importarles.
- Ya vámonos - el hombre con la niña en brazos le habló al otro hombre quien solamente asintió y empujó a la mujer llamada Magali con bastante fuerza, ella cayó de espalda y se golpeó la cabeza con la esquina de una mesa, el charco de sangre brotó de inmediato y ella perdió la consciencia.
Después de eso ambos hombres salieron por la puerta y taparon por completo a la bebé para atenuar el llanto, subieron a un carruaje y partieron a toda velocidad dejando una nube de polvo detrás de si.
- ¿El amo tenía que elegir a la más llorona? - uno de los hombres comentó con desdén en su mirada.
- No te distraigas, debemos llevarla sin ningún rasguño, nos pagaron mucho por ella - respondió el otro hombre frunciendo toscamente su entrecejo.
- Es probable que fuera por su inusual cabello blanco. Aunque el amo pudo haber esperado a que creciera unos meses más antes de llevarla para disciplinaria - el hombre que llevaba a la niña envuelta en una capa negra se la entregó con desagrado en su mirada al otro hombre sentado junto a él - Ya te toca...
Los dos hombres se atacaron con la mirada cuando de repente el carruaje se agitó de golpe, la agitación duró mucho tiempo y empezó a ser más fuerte con cada segundo.
- ¿Qué sucede?
Los hombres se miraron entre sí con expresiones sombrías y rígidas. Uno de ellos iba a golpear la ventana para preguntar al cochero cuando de repente una de las ruedas del carruaje se volvió completamente astillas, pero eso no fue todo lo que pasó, otra rueda se soltó del carruaje solo para empezar a incendiarse en el segundo siguiente, la otra soltó una chispa cuando se incendió sin ni siquiera soltarse del carruaje...
- ¡Aah!
El cochero gritó lastimosamente cuando su ropa empezó a quemarse por una de las chispas que volaban. El carruaje dio un par de vueltas por la colina mientras cada vez más partes de él se prendían en llamas, lo extraño era que a pesar del fuego lo único que se incendiaba era el carruaje y ninguna otra parte a la que pudiera tocar, únicamente el carruaje y sus ocupantes terminaron gravemente heridos. El cochero murió incinerado, otro de los tres hombres terminó con los dos brazos y dos piernas destrozadas junto con graves quemaduras en su rostro y cuerpo, el último hombre se rompió un par de costillas que perforaron sus pulmones y las quemaduras eran mucho más graves que las del otro sujeto (curiosamente este fue el hombre que empujó a la mujer llamada Magali)
La niña, aunque con quemaduras graves, estaba mejor que los otros. La capa en la que estaba envuelta todo hasta la orilla de un acantilado , un par de golpes hicieron que la pequeña niña perdiera la consciencia.