El carruaje de Halana se detuvo ante una gran mansión, está le pertenecía al Cansiller del Reino Flor de Durazno, Sean Reeve. Halana bajó del carruaje con Lukene en brazos, la niña Lucía somnolienta y se apoyaba perezosamente en el hombro de su madre.
- Buenas tardes, Madam Halana Kingston - un mayordomo corrió a saludar a Halana con extremo respeto - El Señor Kingston y el Cansiller Reeve le están esperando en el salón.
Halana asintió y camino con elegancia en dirección al salón, se notaba que no era la primera vez que estaba allí ya que pudo orientarse fácilmente.
El salón era iluminado y estaba decorado elegantemente. Dos hombres de mediana edad estaban sentados tomando té mientras hablaban. Uno de ellos tenía facciones imponentes y carismáticas que despertaban una sensación misteriosa junto con su piel color melocotón, su cabello era color castaño y sus indiferentes ojos tenían iris color negro como la noche, su disposición era naturalmente imponente y sofisticada, este hombre era Horacio Kingston, el esposo de Halana. El otro hombre tenía facciones serenas y firmes, con piel color crema y cabello color negro, sus ojos irradiaban astucia y serenidad a través de sus iris color azul océano, su disposición era tranquila pero también inspiraba respeto, este era el Cansiller del Reino Flor de Durazno, Sean Reeve.
- Cansiller Reeve - Halana se acercó y le hizo una leve inclinación al hombre de cabello negro, aunque con dificultad al tener todavía en brazos a Lukene, quién ya estaba casi dormida.
Al ver su esposa, Horacio Kingston se levantó del sofá y le quitó a la adormilada niña de los brazos, en el fondo de sus indiferentes pupilas oscuras se pudo ver un rayo de cariño al ver a las dos mujeres.
Lukene, que estaba medio dormida, sintió la presencia imponente de su padre e instintivamente se enterró en su pecho mientras sus pequeñas manitos le sujetaron de la chaqueta.
- Puedo ordenar que preparen una habitación para que Lady Lukene pueda dormir más cómodamente - Sean Reeve ofreció con una sonrisa en su rostro.
- Es muy amable, Cansiller - Horacio agradeció mientras acariciaba el suave y ondulado cabello blanco de la niña.
Sean Reeve le hizo una señal a una de las criadas para que preparara rápidamente una habitación para la niña, luego se giró hacia Halana y le habló con un gesto más serio:
- La Señora del Imperio Luna Roja, Alexandra Snowy, ha desaparecido hace tres meses sin dejar rastro.
Mientras estaba adormilada, Lukene escuchó está afirmación y un escalofrío se expandió por su espalda, haciendo a su pequeño cuerpo temblar incontrolablemente, sus labios se apretaron con fuerza y una diminuta lagrima se filtró por la esquina de su ojo. El aire pareció volverse sombrío, pero nadie logró saber que todo esto se debía a Lukene.
***
Lukene abrió sus ojos con lentitud, estaba acostada en una cama grande y suave, su pequeño cuerpo estaba cubierto por el edredón. La niña frotó sus ojos con su puño mientras bostezaba, se sentó en la cama y miró a su alrededor con cautela y curiosidad, la habitación era bastante grande e iluminada, estaba decorada con sobriedad y elegancia. Lukene repaso cada detalle de las habitación y lo gravo en su mente, una pequeña sonrisa se extendió por sus pequeños labios rosado pálido, su piel delicada y blanca como la nieve brillaba hipnóticamente con la luz del sol, su cabello ondulado color blanco seda también desprendía un brillo misterioso bajo la luz del día, en realidad ya a su corta edad su presencia era indudablemente cautivante.
El sonido de la puerta abriéndose desvió la atención de Lukene, sus oscuros ojos repararon en la pequeña figura que cerraba la puerta suavemente.
- ¿Qué estás haciendo? - los ojos de Lukene se llenaron de cautela, en lo profundo de sus pupilas titiló un rayo de frialdad que fue ahogado por el mar de amabilidad en sus ojos.
Quién abrió la puerta era un niño de 8 años de edad, su cabello era color castaño oscuro, sus facciones infantiles y equilibradas despertaban una sensación de serenidad junto con su piel color crema, sus ojos eran color verde esmeralda y tenía en sus iris pequeños rayas de color castaño, por su ropa se podía saber que era un niño de alta alcurnia. Él se puso su dedo índice sobre sus delgados labios y corrió en dirección al clóset donde se escondió y cerró la puerta suavemente.
Lukene inclinó su cabeza y parpadeó sus grandes ojos oscuros como la tinta, se preguntaba por qué el niño actuaba tan extraño y estaba a punto de preguntarle cuando escuchó que la puerta se abrió otra vez pero esta vez no era silenciosamente, instintivamente desvió su mirada hacia la puerta con sorpresa y temor en sus ojos.
En la puerta estaba otro niño, este tenía 11 años, sus facciones eran elegantes y carismáticas, su piel era color crema y su cabello color castaño oscuro, sus ojos indiferentes tenían iris color azul verdoso.
- ¿Quién eres? - Lukene apretó la colcha entre sus pequeñas manos mientras su voz sonaba asustada y curiosa.
- Disculpa, no sabía que está habitación estaba ocupada - el niño de iris color azul verdoso se disculpó con una expresión sincera - Mi nombre es John Reeve...
- Que gusto... - Lukene retorció el edredón en sus manos, parecía estar insegura antes de decir - Soy Lukene Hauking_Kingston...
- ¿De la familia de brujas blancas? - John le miró con intriga.
- Lukene... Oh, Primer Joven Maestro Reeve - Horacio llegó desde el exterior con una indiferente sonrisa al saludar al niño de 11 años.
- Señor Kingston...
- Papá - los ojos de Lukene brillaron con una mezcla de admiración y amor cuando se bajó de la gran cama para abalanzarse a los brazos de su padre.
La expresión de Horacio se derritió al alzar en sus brazos la pequeña figura de Lukene y acariciar su sedoso cabello blanco.
- Regresamos a casa en unos minutos. Despídete del Primer Joven Maestro Reeve.
Lukene giró su cabeza hacia el niño de 11 años, sin siquiera tener la intención de abandonar el protector abrazo de su padre, solamente dijo con su infantil y angelical voz:
- Adiós, Primer Joven Maestro Reeve.
- Adiós - John asintió tranquilamente - Martín deberías despedirte de Lady Lukene - John señaló con su mentón la puerta del clóset en el que estaba escondido el otro niño.
El niño de 8 años salió de su escondite mientras fruncía sus delgados labios, con una mirada derrotada camino hasta pararse junto a su hermano mayor para decir:
- Adiós, Lady Lukene... y gracias por no decir nada...
- Creo que no ayudo mucho - Lukene rió suavemente - Adiós, Segundo Joven Maestro Reeve.
Lukene se aferró a los hombros de su padre como si temiera que la fuera a dejar atrás, Horacio Kingston se despidió de los dos niños y luego se fue con su hija en brazos.