El carruaje se alejó de la Mansión Hauking ubicada en los linderos del bosque para acercarse a una ciudad bulliciosa. Hombres y mujeres caminaban por los andenes y carruajes iban y venían por todas partes. El carruaje en el que iban Lukene Hauking y su madre era bastante llamativo debido al símbolo que llevaba grabado en la puerta, era una orquídea que llevaba en uno de sus pétalos un pequeño sol y en otro pétalo una pequeña luna menguante, este era el escudo de la familia Hauking que era una de las cinco grandes familias de brujas blancas que vivían en el Reino Flor de Durazno (dependiente del Imperio Lago Cristal, junto con el Reino Nieve Negra), la presencia de ese o de cualquier otro carruaje con el mismo escudo era respetada y temida, en una tierra donde la tercera parte de los habitantes eran humanos, cuya vida era de por si frágil y efímera, los mortales apreciaban que los singulares dones de las brujas blancas fueran empleados en bien del interés de los humanos, por supuesto también habitaban en ese reino un pequeño grupo de vampiros y hombres lobo.
El carruaje de Halana Hauking se detuvo en la puerta de una mansión rodeada de un glamuroso jardín, la arquitectura también era exquisita y frente a la puerta principal se hallaba ubicada una hermosa fuente. Halana bajó del carruaje y ayudo a Lukene a bajar cargandola entre sus brazos, cuando se acercaron a la puerta un hombre mayor vestido limpiamente les hizo una reverencia mientras las saludaba:
- Buenos días, Segunda Joven Madam. Buenos días, Lady Lukene.
- Buenos días, Thiago - saludo Halana con una suave sonrisa en sus labios.
- Buenos días, abuelo mayordomo - Lukene sonreía ampliamente, sus labios de color rosa pálido se estiraron hasta hacer que en su mejilla se formará un hoyuelo encantador.
- ¿Mi padre y mis hermanos están en la mansión? - Halana le pregunto al mayordomo mientras daba un par de pasos hasta estar dentro de la casa justo en frente de las escaleras al segundo piso.
- El Viejo Maestro Eloy y la Anciana Madam Coell están en la segunda planta jugando ajedrez en el balcón de su habitación. El Primer Maestro Cassiel está en el estudio hablando con la Tercera Joven Madam Ixia y con el Segundo Maestro Maciel. La Primera Joven Madam Cicely está cuidando de los niños en el patio trasero.
- Ven a saludar a tus abuelos antes de ir al patio a jugar con tus primos - Halana bajó la mirada hacia su hija.
- Si mamá - Lukene asintió con su cabecita, se adelantó para subir las escaleras y correr animadamente hacia una habitación. En el espacioso balcón de esa habitación estaban dos ancianos jugando ajedrez con rostros concentrados, era un hombre y una mujer; el hombre tenía facciones imponentes y naturalmente carismáticas, su cabello era color rubio rojizo y ya estaba mayormente lleno de canas, sus ojos eran insondables con iris color negro, su piel era color crema y su figura era delgada pero sin llegar a ser enfermiza; la mujer tenía piel color melocotón con algunas arrugas en su agraciado rostro, su cabello era rizado y color rubio cenizo, sus ojos emitían rayos de inteligencia y tenían iris color castaña, la apariencia de la anciana era bastante parecida a la de Halana, tanto que si se viera quince años más joven podría hacerse pasar por la hermana mayor de su hija. Lukene se abalanzó a los brazos de la anciana.
- ¡Abuelita!
La mujer correspondió felizmente al abrazo de la niña, sus inteligentes ojos castaños brillaron con amor.
- Lukene, pequeña... Deja que la abuela te mire... has crecido un poco desde la última vez que te vi, te pones más hermosa cada día, como una flor que crece para convertirse en una hipnótica presencia...
- No exageres abuela - los ojos de Lukene brillaron con timidez cuando bajo la cabeza y jugó con un mechón de su ondulado cabello blanco seda.
- Ven Lukene, dale un abrazo al abuelo - el anciano extendió sus brazos para recibir la pequeña figura de la niña y palmear suavemente su pequeña cabeza.
- Abuelito - Lukene hundió su cabecita en el pecho de su abuelo, en sus ojos se notaba todo el cariño y devoción que sentía por él.
- Padre. Mamá - Halana entró un momento después que su hija y se inclinó levemente para saludar a sus padres.
- Muchacha engañosa, me prometiste que me traerías a mi pequeño encanto más a menudo - Coell Hauking le lanzó una mirada resentida a su tercera hija. Había tenido cinco hijos: Cassiel, Cicely, Halana, Ixia y Maciel; todos ellos ya se habían casado, pero Ixia y Maciel no tenían hijos a diferencia de sus hermanos. Cassiel tenía dos hijos: Juvenal y Araceli; Cicely tenía tres hijos: Jay, Austin y Elida; mientras que Halana solo tenía una hija viva, Lukene, su primer hijo Xoel había desaparecido sin dejar rastro con cuatro años de edad justo el año que Halana recogió a Lukene, todos supusieron que ya estaba muerto a pesar de lo mucho que habían intentado encontrarlo.
- Lo siento mamá... he tenido mucho que hacer en los últimos días - Halana sonrió avergonzada hacia su madre.
- Ja... Y yo supongo que no viniste para visitarnos sinceramente, sino más bien a hablar de trabajo con Cassiel, Ixia y Maciel... - Coell se cruzó de brazos con un gesto malhumorado en el rostro.
- Pero yo vine a verte abuela - Lukene tomó con sus manitos la mano de la anciana para sonreírle con ternura.
- Es cierto... mi Lukene es la más filial - Coell palmeó suavemente las manos de Lukene - Ve a jugar con tus primos y saluda a tu tía.
- Si abuela - Lukene abrazo una última vez a sus abuelos antes de correr en dirección al patio trasero.