—No quiero que pienses que me estoy aprovechando de la situación que estás pasando. En este momento estás muy vulnerable y lo mas probable por eso dijiste eso, pero no quiero hacerte sentir incomoda por mi. Eres muy bonita y realmente me gusta todo lo que he conocido de ti, y a decir verdad, quisiera conocerte mucho mejor. No quiero faltarte el respeto, haciendo algo que solo por las ganas y el momento suceda.
—¿No te das cuenta que en este momento muero por eso? Solo bésame, y no digas nada más.
A pesar de lo que dijo, no esperé que ella fuera quien lo hiciera. Todo pasó tan rápido, que no tuve tiempo de procesar lo que dijo. El calor y la suavidad de sus labios lo pude percibir claramente en los míos. Y es que no me atrevía a mover ni un solo músculo, luego de esa sensación tan potente que sentí en cada parte de mi cuerpo. Fue como un golpe eléctrico en mi espina dorsal. Si solo con el roce de su piel se me habían nublado los pensamientos, con esto definitivamente podría morir de un ataque cardíaco. El exceso de emoción, me paralizó por completo. Creo que había olvidado incluso cómo respirar. Sus labios se convirtieron en el postre más dulce y suave que haya probado alguna vez. No pensé que solo el roce de nuestros labios pudiera causar tantas emociones en mi.
—No tienes que aguantar la respiración— la vi reír, pero no podía apartar la mirada de ella, de sus labios, y de su hermosa sonrisa.
¿Cómo alguien puede lastimar a una mujer tan hermosa y especial como ella? Ese hombre ha debido perder la cabeza. Yo que daría todo por tener a alguien así a mi lado. Alguien como ella, que haga mi vida una más alegre, divertida, y emocionante.
Desde el día que la conocí, algo me atrajo a ella. Llegué a pensar que solo era su cuerpo, pero he ido descubriendo que es algo más. No creo en las casualidades. Si está aquí y ahora conmigo, debe haber una razón; una razón que quiero atreverme a descubrir por mi cuenta.
—Debo verme como una idiota, ¿Cierto? — pregunté embobado, y perdido en su mirada.
—No.
—Gracias.
—¿Por qué? — cuestionó confundida.
—Por esto que me haces sentir; estas emociones y sensaciones indescriptibles. Nunca imaginé que encontraría a alguien tan especial como tú. Quisiera pedirte una cosa.
—¿Una cosa?
—Que te hagas cargo ahora que robaste mi primer beso, Mónica.
—Cuando dices hacerme cargo, ¿A qué te refieres?
—A que me des el privilegio de conocerte mejor y estar cerca de ti, a que no te alejes como la última vez. Quiero verte y compartir más a menudo contigo. Sé que el trabajo me limita un poco, pero te prometo que buscaré la forma de hacer los arreglos pertinentes con tal de estar disponible para cualquier cita que tengamos.
—Eso suena a una propuesta de novios, Steven.
—Si así lo quieres tomar y no te molesta, entonces no tengo ningún tipo de problema. Reconozco que esto debe ser por etapas y que hay que tomar el tiempo de conocernos, por eso dejaré que seas tú quien decida si sientes la misma necesidad que yo de vernos más a menudo. Quiero que estés consciente de que no hago esto porque tengas malas intenciones. Te puedo jurar por todo lo que quieras que jamás jugaría contigo. Me gustaría conocerte con la intención de tener una relación seria, pero si no estás interesada en eso, puedo entenderlo y creeme que no te forzaré a que desees lo mismo que yo. Aún si no tienes lo mismo que yo en mente, siempre contarás con mi amistad y mi apoyo incondicional.
—Eres muy dulce. ¿Por qué no te conocí antes? Para serte totalmente honesta, no creí que podría confiar en alguien luego de lo ocurrido, pero de alguna manera, tu mirada me hace dar cuenta de que eres alguien honesto. Tu forma de ser, de expresarte, comprueba lo maduro que eres y eso me gusta mucho. Para algunas cosas eres muy inocente, pero eso también me gusta de ti. Quiero conocerte mejor y también verte más a menudo, así que de ahora en adelante, prometo hacerme cargo de lo que hice— se acercó, y desvié la mirada tratando de ocultar el nerviosismo por su acercamiento.
Su suave y delicada mano acarició mi mejilla, y todo mi cuerpo tembló.
—Deberíamos cerrar esta charla con broche de oro.
—¿Cómo es eso? — mi pregunta le provocó una sonrisa.
Me empujó suavemente contra la pared, y se acercó hasta que su cuerpo rozó con el mío. Me puse el doble de nervioso al notar su repentino cambio. Se acercó a mi cuello, hasta escuchar su respiración cerca de mi oído, fue cuando la piel se me puso de gallina.
—Si te digo pierdo—susurró en mi oído.
Pude percibir su lengua en el lóbulo de mi oreja, y la taquicardia regresó. Incluyendo ese escalofrío y calor constante por todo el cuerpo. Si esto continúa, yo no podré soportarlo más.
—Espera, Mónica. Debemos calmarnos. No quiero que hagas algo de lo que luego te arrepientas— solté con mi voz entrecortada.
—¿Te digo de lo que me arrepiento? De permanecer lejos de tus labios, cuando muero por probarlos de nuevo— volvió a besarme, pero fue totalmente distinto al primer beso.
La intensidad con la que sus labios se unieron a los míos, hizo que todo mi cuerpo se activara. Estaba ardiendo de nuevo, era como si mi cuerpo estuviera en fuego. Pude percibir su lengua y la forma en que buscaba la mía. Trataba de imitar lo que ella hacía, ya que se sentía tan bien, que no podía evitarlo. La humedad de nuestros besos no impidió que continuáramos, dejándonos llevar por el momento y esas sensaciones tan placenteras que provocaban nuestras lenguas. Su lengua y sus labios fueron mi guía, me llevaron al cielo y más allá de el.