Entre apasionados besos y el vaivén de nuestros cuerpos, no sé en qué momento o cómo llegamos al cuarto. Nuestra respiración estaba agitada, y es que no nos habíamos separado en ningún momento. Mi mente estaba nublada, como para pensar con claridad en lo que hacía.
En el momento de separarnos, posó sus dos manos sobre mi pecho.
—Eres muy lindo, Steven— sus manos se deslizaron hasta llegar al borde de mi camisa, y la subió por completo hasta dejarme descubierto.
—Es muy vergonzoso que me veas así— desvié la mirada.
—No, no debe ser vergonzoso. Me gusta como te ves. Acuéstate en la cama.
—¿Para qué?
—Solo hazlo— tragué saliva por su petición.
A pesar de no estar seguro para qué me pedía eso, decidí hacerle caso y me acosté. No sé si era yo, pero a pesar de no tener camisa, sentía mucho calor.
—Cálmate, estás muy nervioso. No voy a hacer nada malo— se recostó por el lado de mi, y su mano acarició mi pecho.
—Eso da cosquilla— la vi sonreír por mi queja.
—¿Y esto?— besó mi pecho, y cerré los ojos por el temblor que me invadió.
Tenía esa fuerte sensación de que sus besos se habían impregnado en mi piel, ya que se percibía caliente en cada área que sus labios rozaban. Y es que no podía pensar en nada más. Todo mi cuerpo estaba tembloroso y muy caliente. El pantalón me estaba incomodando, y es que se sentía muy apretado por la erección que tenía.
Al percibir su lengua en mi pezón, inmediatamente abrí los ojos, ya que un escalofrío se apoderó de todo mi cuerpo.
—¿Qué haces?— pregunté nervioso.
—¿No te gusta? — preguntó con una sonrisa pícara, y tragué saliva.
—Se siente un poco extraño.
Continuó, y pude observarla mientras lo hacía. No parecía disgustarle en lo absoluto. Al contrario, se veía muy cómoda y feliz al hacerlo. Mis piernas estaban temblando mucho, y no podía evitarlo. Se sentía sumamente bien esto que estaba experimentando.
Mónica se levantó de la cama y pensé que todo había acabado ahí, pero no, bajó su pantalón para quedarse en ropa interior y observé sus lindos y grandes muslos. Son como de ensueños, jamás había visto una mujer tan atractiva y con esas proporciones tan perfectas.
Su ropa interior era color púrpura y se veía ajustada. Quería quedarme contemplándola más tiempo, pero ella entró a la cama y buscó la forma de tratar de bajar mi pantalón.
—Espera...
—Cálmate. Solo será el pantalón, al menos por ahora— bajó el cierre de mi pantalón, y lo haló.
Me sentía mucho más cómodo, pero muy avergonzado. Quise ocultar mi erección poniendo mis dos manos en ella, pero Mónica se subió sobre mí, y llevó mis manos por arriba de mi cabeza. La realidad del asunto es que me tensé mucho al tenerla encima de mi. Ella sonrió al darse cuenta y soltó mis manos.
—Te mostraré algo—se quitó la blusa, y abrí mis ojos en sorpresa.
Todo pasó muy rápido y tan repentino, que no podía disimular. Ya la había visto en algo parecido al sostén cuando bailaba, pero ahora se podía apreciar más de la cuenta. Sus senos encajaban perfectamente en ese sostén del mismo color que su ropa interior. Esa maravillosa línea entremedio de ellas, la hacía lucir más provocativa ante mis ojos. Estaba completamente envuelto en sus pechos y realmente me sentía como un descarado, pero no podía desviar la mirada.
Sentí cuando presionó su parte baja en mi erección, y dejé escapar un quejido muy extraño. Estaba muy apenado, y no encontré cómo mirarla. Había llegado a ese punto sin retorno, y no porque no lo hubiera, más bien porque lo menos que quería era detenerme; a pesar de estar pasando por mucha vergüenza junta.
Ese roce que tenían nuestras partes, hacía que pudiera percibir mi ropa interior húmeda. Eran sensaciones indescriptibles, pero a su vez muy placentera.
Su expresión había cambiado mucho, y no podía dejar de mirarla. No pensé contemplar su rostro de esta manera, ni tampoco escuchar esos gemidos tan suaves y constantes que estaba haciendo. ¿Acaso se siente igual de bien que yo?
Sus movimientos se volvieron más intensos y rápidos, veía sus senos moviéndose a la par y estuve atento a ellos. No pensé que todo esto sería tan increíble. Ese calor estaba muy concentrado en nuestras partes.
—Voy a respetar que no quieres perderla todavía, pero al menos hagamos esto hoy— sujetó mis manos y las aferró a sus senos.
Casi me da un infarto, mi corazón casi se sale del pecho al sentir la suavidad de ellos. Mis manos no podían cubrirlos completamente, pero ella los apretó y un hormigueo recorrió mi parte baja. Se sentían muy blandos y erectos, a pesar de aún tener el sostén puesto.
Sabía que no debía estar tocándola sin ser nada, pero ¿Cómo se lo explico a estas ganas de tocar su piel, y de sentir la suavidad de ella? Creo haberme fallado a mi mismo y haberme dejado arrastrar y cegar por la lujuria, el deseo, y las ganas del momento, pero no sé si en algún momento pueda sentirme sinceramente arrepentido. ¿Cómo puedes arrepentirte de algo que se siente tan bien?
Mónica no se detenía. Sus movimientos me tenían alucinando. No creo que pueda soportar más este tipo de juego. Estaba sintiéndome extremadamente caliente y a tope. Ni siquiera me estaba tocando como para sentirme de esta manera ya. No sabía explicar si era por el hecho de que ella era quien lo hacía y por eso me sentía así.
Ella quitó mis manos de sus senos, llegué a pensar que se sentía extraña al tenerme ahí tocándolos, pero no fue así, recostó su cuerpo sobre el mío y sus grandes senos cubrieron parte de mi rostro. Fue como entrar al paraíso; a un paraíso de donde no deseaba salir. Su dulce perfume me deleitó por completo. Sentía que todo esto solo era un sueño y no quería despertar. Estaba entremedio de esos senos que tanto había contemplado y soñado.
Sacudió sus senos y esa inesperada acción de parte de ella, me provocó de nuevo ese hormigueo constante en mi pene. Ya no aguantaba un segundo más. Era mucho más de lo que podía soportar.
La abracé al sentirme tan excitado y a punto estallar. Fue algo del momento. Apreté mis labios para no quejarme tan fuerte, pero fue inevitable, esa increíble sensación al haber eyaculado luego de tanto tiempo, se escapó en un fuerte gemido. Mi cuerpo no paraba de temblar, estaba sudoroso, caliente, y con ese constante escalofrío y hormigueo en mi parte baja. Sentía la humedad claramente en mi ropa interior, estoy seguro que ella también debía percibirla.
Mónica retomó su postura y se levantó de la cama.
—Lo siento— mi disculpa le provocó una risa burlona, y la miré mientras buscaba reponerme.
—Siento mucho haber causado tanto desastre que ahora te tocará limpiar.
—Eso se sintió increíble— solté agitado.
—Fue solo un poco de todo lo que podemos hacer. Toma esto como una pequeña lección.
—Pero ¿Y tú qué?
—¿Yo qué?
—Tu no disfrutaste, ¿O si?
—Claro que lo hice. No quiero presionarte demasiado. Con lo que pasó es suficiente para mí. Espero haya una próxima vez.
—Espera. ¿Ya te vas?
—Sí.
—¿Por qué? No te vayas. Quiero decir, es muy tarde y no es seguro que te vayas así.
—No te preocupes, iré directamente a mi casa. He traído mi auto, no tienes que preocuparte.
—Pero ¿Y esto que acaba de ocurrir qué? No me gustaría que te fueras así de rápido luego de eso. Se siente muy extraño.
—Entonces ¿Quieres que me quede?
—Sí, me gustaría que así fuera.
—Esta bien. Me quedaré solo por hoy.
—Puedes usar el baño primero. Yo me iré a bañar luego.
—De acuerdo. Eso haré— sonrió antes de irse al baño.
No sé por qué siento como si ella quisiera mantener distancia de mi. ¿Realmente se habrá sentido bien, o es que algo más le sucede? ¿Será que hice o dije algo mal? ¿Es demasiado pedirle que se quede? ¿Está fuera de lugar eso? Quiero decir, soy un hombre y ella una mujer. Solo somos amigos y no se supone que le pida algo así, pero luego de lo que ocurrió, no creo que quedarse sea algo peor. Surgieron muchas dudas, o más bien inseguridades. Creo que será mejor que lo hable con ella, ¿Cierto? Así no habrán malos entendidos entre los dos.