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Chapter 28 - 28

—Supongo que nunca has tocado uno.

—¡Eres un pervertido! Debería llamar a la policía por tocar a una menor— lo apretó, y sacó su mano.

—Deberías volver a hacer eso. Luego de haberme dejado a mitad ese día, deberías considerar terminar lo que empezaste.

—Ni en tus sueños, viejo pervertido.

—¿Viejo? Te recuerdo que la perra que accedió a irse con este viejo, fuiste tú. Lo menos que imaginé era que una virgencita fuera capaz de regalar su primera vez a un desconocido. ¿Cómo se supone que hubiera sabido que eras virgen? Jamás se me había hecho tan fácil llevar a una mujer a la cama. Eres una mocosa precoz.

—Y tu un pedófilo violador. Ahora mismo me tienes secuestrada, y estás tratando de pervertirme.

—Deja de decir ridiculeces. Parece que te morías por probar uno y, por eso te quisiste ir con el primero que se te cruzó en frente.

—Y de todos los hombres que existen, vine a escoger al peor de todos. ¿Puedo tener más suerte?

Saqué la cuchilla y la llevé a su cuello; extrañamente no mostró ni un poco de miedo.

—No sé cómo he tenido paciencia contigo.

—¿Qué piensas hacer con eso? Dudo mucho que puedas rebanarme con esa pequeña cuchilla.

—Necesitaré mínimo una sierra, pero ese no es el punto. Parece que este tipo de situaciones te excitan, y yo que creí que eras una santa de verdad; ya veo que las apariencias engañan — bajé el filo de la cuchilla por su pecho y ella se estremeció—. ¿No tienes miedo de lo que puedo hacerte con esto?

—No, me da lo mismo.

—Si fueras así mismo de altanera con tu padrastro y hermanastras, otro gallo cantaría— rocé el filo de la cuchilla por encima de su sostén y me miró—. Creo que estoy empezando a disfrutar contigo; mientras sigas así de calladita y obediente, hasta podría considerarte bonita.

—No me interesa que un idiota como tú me vea así.

—¿Puedes decir eso cuando se ve que lo estás pidiendo a gritos? Parece que el haber perdido la virginidad con este inútil, te está haciendo desearlo.

—Creo que tu pequeño cerebro te está jugando una mala broma, porque jamás podría desear algo de alguien que solo busca satisfacerse el mismo, antes que satisfacer a la mujer con quien está. Deberías meterte a marica, porque con mujeres solo das pena.

—Debería cortarte la lengua por hablar tanta mierda, pero sería una lástima, porque después no podrás usarla y la necesitarás — bajé el filo de la cuchilla a su entrepierna y la presioné contra su parte baja, a lo que soltó un suave gemido y arqueé una ceja—. ¿Qué tenemos aquí? ¿Una ex-virgen masoquista? Déjame escucharte un poco más— la moví suavemente y rechinó los dientes, llevando su mano a mis brazos y los apretó—. Te escuchas jodidamente sexy, hasta te me estás antojando, mocosa— tocaron la puerta y llevé la cuchilla a su cuello—. No hagas ningún ruido, o no respondo. Quédate aquí— me levanté de la cama y guardé la cuchilla en mi pantalón.

Ella se quedó acostada y caminé a la puerta. ¡Maldición! Debe ser Daniela.

Abrí la puerta y, efectivamente, era ella.

—John, que bueno que respondes. Necesitaba que me ayudaras con algo en la casa. Juliana quiere que la visitemos esta noche— salí del apartamento y fingí una sonrisa.

Tenía temor de que a la loca le diera con gritar. Sería un fastidio si Daniela sabe que tengo a una mujer conmigo.

Caminé por el pasillo hasta llegar a su puerta, quería asegurarme de que se metiera a su apartamento para poder regresar al mío. 

—Claro, ¿A qué hora? — le pregunté.

—A las 8.

—Que bueno, ahí estaré.

Daniela miró al pasillo y me giré, Daisy había salido de mi apartamento y salió corriendo. ¡Maldita necia!

—No sabía que estabas ocupado. Lo siento, John.

—Luego te explico— corrí a mi apartamento, y busqué las llaves del auto.

Esta maldita acabará conmigo; es la segunda vez que la dejo escapar y, para completar, cuando estábamos en la mejor parte.

Se subió a un taxi a las carreras y busqué mi auto. Si llega a la casa será un problema y, más ahora que, sabe dónde es mi apartamento. No puedo dejar que llegue.

Por más que aceleré para alcanzar el taxi, había mucho movimiento de autos. Es el maldito colmo. ¡Estoy jodido! ¿En qué momento me he vuelto tan imbécil? Me he dejado coger de idiota dos veces por una mocosa de mierda.

El taxi se estacionó frente a su casa y ella se bajó; su padrastro salió a la entrada de la casa y me bajé de mi auto.

—¿Dónde demonios has estado metida? Me contaron que saliste de la universidad antes de tiempo, y te fuiste quién sabe a dónde. ¿Qué te has creído, niña insolente? — alzó la mano para golpearla, pero la sujeté en el aire.

—Si vas a golpear a alguien, al menos que sea alguien de tu tamaño, viejo imbécil— lo miré fijamente.

No pude contener mi molestia y tuve que salir en su defensa; no porque me importe, sino porque es irritante ver que ella no haga nada al respecto.