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Chapter 26 - 26

Dejé todo como estaba y terminé de subirme el cierre; cogí las llaves del auto y bajé rápidamente a la entrada, pero no la vi.

Al salir del Hotel, vi que se subió a un taxi y me di prisa para ir a mi auto y seguirla.

No fue tan lejos de ahí, el taxi se detuvo en una casa y me estacioné, no tan distante de ella. No podré hacer nada hoy, es el colmo que dejé escapar a esa perra. No pensé que sería capaz de hablarme así. Es una mocosa malcriada.

Cuando se bajó, un hombre y tres chicas salieron a recibirla; el taxi se había ido y vi como el hombre que salió, le agarró el pelo y la arrastró. Creo que el Karma se ha encargado de ella. Es una lastima que no terminé con ella como quería, me quedé vestido y alborotado. En primer lugar, no sé porqué me detuve, bueno que me pase.

Fui de vuelta al Hotel y me senté en la cama.

Llamada telefónica:

—Quiero que busques a una persona. Su nombre es Daisy Molina, tiene 19 años y es latina. Quiero que encuentres toda su información, necesito saberlo todo, hasta el color de su ropa interior. ¿Lo comprendes?

—¿Puedo hacerle una pregunta?

—Ya la estás haciendo.

—¿Por qué ese interés de saber sobre esa mujer?

—Digamos que necesito pasarle factura, no hagas más preguntas y busca la información.

—Sí, señor— colgó la llamada.

Hablando de ropa interior, esa mocosa no tiene ninguna ahora.

Me levanté y caminé hacia donde la había tirado y la cogí. Debía estar al aire libre y, aún así, se fue como una loca histérica. No se veía sangre en ella, entonces ¿Por qué actuó como una loca? No creo que lo haya hecho tan duro, bueno a veces no mido. Acostumbro a lidiar solo con prostitutas, quizá no esta acostumbrada al sexo así, pero llamarme animal fue muy bajo. Le haré tragar todos esos insultos, a mí ninguna zorra me habla así.

2 semanas después:

Busqué toda la información de ella y, al parecer, con quienes vive es su padrastro, su madre y tres hermanastras. Ahora entiendo la razón por la cual la tratan así. Su padrastro es agente de la policía, he visto como llega en una patrulla muchas veces. Ella es una cobarde que no busca defenderse.

He estado vigilando todo lo que hace, pero no he tenido oportunidad de hacerle pagar por lo que me hizo. Es el colmo que después de viejo este acosando a una mocosa. Como se nota que no tengo vida en este lugar. ¿En qué me he convertido? ¿Qué estoy haciendo con mi vida?

Anoté su rutina diaria para atraparla en la oportunidad que tuviera. Va a las 6 AM a la universidad, se mantiene dentro todo el día, a las 4 PM sale, la buscan con sus tres hermanastras y la llevan a su casa. La arrastran según llega y, ella sigue sin hacer nada, eso es todos los días. La he visto con moretones en la cara y en sus brazos, pero luego desaparecen, o más bien los oculta; ellos no desaparecen de una día para otro. ¿Por qué demonios no se defiende? Es irritante ver cómo actúa esa mujer.

Hoy, como todos los días estuve siguiéndola; extrañamente salió de la universidad antes de tiempo y se subió a un taxi. La seguí hasta que vi que se bajó en una cafetería, compró un café, pero no sé lo tomó; se quedó mirándolo y recostó su cabeza sobre la mesa. Lo más probable si me ve acercarme saldrá gritando. No puedo acercarme a ella todavía.

Transcurrieron unos 15 minutos y ella salió de la cafetería; no llamó a ningún taxi y caminó lentamente por la acera. Mi oportunidad era ahora.

Estacioné el auto más al frente de donde venía caminando, abrí la puerta de atrás y me quedé en espera de que pasara cerca, pero no pasó. Al mirar por el retrovisor, vi como se desplomó en el suelo y una joven se acercó a asistirla. No tuve de otra que acercarme a ella.

—¿La conoce, señor?

—Sí, es mi hermana, yo me encargo— traté de levantarla, pero la muy condenada pesaba.

Tengo que llevarla al auto y no puedo arrastrarla, o van a saber que no tengo buenas intenciones.

Logré levantarla y puse su brazo alrededor de mi cuello para llevarla al auto; la metí en el asiento trasero y la toqué. Su cuerpo estaba muy caliente y se veía muy pálida.

—No te vayas a morir y, si lo harás, al menos que no sea ahora. Todos me han visto contigo. ¿Será que vas a responder, estúpida? — no hubo respuesta de parte de ella. Tengo que llevarla a otra parte.

Me subí al auto y manejé hasta mi apartamento. Subir las escaleras con ella será complicado; preferí irme por el ascensor. Todos me estaban mirando y no tuve de otra que decirles que estaba borracha. Ni siquiera sé qué demonios le pasa.

Al llegar al apartamento, entré lo más rápido que pude, no quería que Daniela fuera a salir y me viera con ella. La llevé a mi cuarto y la tiré sobre la cama; no debía traerla aquí, pero no conseguí otro sitio, y llevarla a un Hotel hubiera sido peor.

La amarré a la cama y toqué su frente, pero aún continuaba caliente. Espero no se vaya a morir todavía, tiene prohibido hacerlo.

Busqué en internet remedios para bajarle la fiebre y no tuve de otra que salir a la farmacia a buscarle medicina. Estuve rogando de que no despertara mientras iba.

Al llegar, aún estaba dormida y pude relajarme.

—¿Podrías despertar, mocosa? — hundía con mi dedo sus cachetes, esperando que respondiera, pero no lo hizo.

Los apreté fuertemente, pero nada; eran muy blandos y suaves. ¿Y ahora cómo mierdas le doy la medicina?

—Tienes prohibido morirte, tonta, aún no te he cobrado las que me debes. Es el colmo que este cuidando de una mocosa. ¿Hasta dónde he tenido que llegar?

Busqué un paño húmedo y lo puse en su frente; estaba supuesto a exprimirlo, pero no lo sabía, hasta que sin querer le mojé todo el pelo y su rostro. Ahora parecía un pollo mojado. Esto definitivamente no es lo mío. ¡Debí dejarla allí!

Cogí un paño seco y lo pasé por su rostro; sin darme cuenta me quedé acariciando sus labios con el paño. Mirándola así de cerca, no es tan fea. ¿Qué demonios estoy pensando? Creo que la fiebre me está atacando también a mi.

Me quedé vigilándola y esperando a que despertara. Habían pasado varias horas y seguía igual; tampoco había encontrado una forma de darle a tomar las pastillas. Busqué formas de hacerlo, pero las opciones que habían eran muy pocas. No meteré esas pastillas en mi boca y se las daré. Ni en sus putos sueños, prefiero que se muera.

El tiempo seguía pasando y ella no reaccionaba, no tuve de otra que tratarlo. Metí las dos pastillas en mi boca y me acerqué a ella, al acercarme, vi que abrió sus ojos y saqué las pastillas de mi boca. Ese sabor amargo se quedó en mí paladar, era un asco.

—Hasta que al fin despiertas, mocosa— se me quedó viendo y entrecerró sus ojos.

—¿Acosador?— preguntó en un tono bajo.

—¿Acosador? ¡Eres una atrevida!