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Chapter 3 - ¿Proponer un trato?

Sentía como los rayos del sol entraban por la ventana del cuarto, avisando el comienzo de un nuevo día. Me estiré aun dentro de la cama, en un intento de despabilarme. Al no conseguirlo, salí de mi cama y de mi recámara, para pasar al área común del departamento, donde un fuerte aroma a café impregnaba toda el área. Tuve que mostrar una cara de desagrado, puesto que Damian abrió enseguida las ventanas del área para dispersar el olor.

–¿Sabes?, tienes que aprender a superar tu desagrado al café – comentó al aire mientras ponía una taza con té en mi lugar del desayunador blanco.

–Sí claro, lo dice quien no sabe tomarlo de una manera correcta– lo miré reprochándole al ponerle azúcar y leche al café, al igual que él alzaba una ceja en duda al ver como le agregaba una considerable cantidad de los mismos ingredientes al té. Sabía que no iba a hacer comentario alguno a la manera que tomaba mi bebida, pero en su cara se mostraba cómo es que quería soltar algún comentario sarcástico sobre ello.

Él siguió preparando el desayuno, mientras me sentaba sobre el banco, ojeando la tableta de Damian con la noticias del día. Paseaba de noticia en noticia, sin realmente prestarle atención o importancia a lo que decía en ellas. La mayoría de estos hablaban sobre un nuevo acuerdo que se había llevado en unos de los territorios de Rodinia y Avolonia, cruzando el océano. Como quedaba lejos de Ziawan, no le tomé mucha importancia, el hambre me distraía aún más.

Pasó media hora más, y cada tanto le preguntaba a Damian si necesitaba de mi ayuda, rechazandola a su vez. Cuando estaba a punto de quitarlo de la cocina, estuvo listo el desayuno. Eran huevos benedictos. ¿Desde cuándo Damian sabía hacer cosas "tan complicadas"? Antes de que me dejara preguntarle sobre sus nuevas habilidades culinarias, él respondió que había visto la receta en la red. Ah, eso explica mucho.

Desayunamos platicando sobre qué íbamos hacer cada uno hoy. Le comenté que tenía que ir a trabajar y tal vez pasaría a casa de Nia a recoger mis cosas. Al final Damian solo me respondió que le avisara cualquier plan que tuviera, le contesté que sí. Terminamos de comer, recogí los platos y los lavé. En lo que hacía eso, Damian se alistaba para salir.

Me arregle lo más rápido que pude. Corría de un lado a otro por el departamento. Me bañé en tiempo récord y "sequé" mi cabello con la toalla. Me vestí con un pantalón a la cintura de color arena y una playera blanca con tenis blancos. Para el maquillaje fue algo muy sencillo. Solo me delinee los ojos, les puse rimel y para terminar, pinté los labios de un color rosa pálido.

Ya con un aspecto más presentable, me dirigí a la entrada ya con Damian esperándome para salir. Ambos nos subimos en su carro, después de un rato me dejó en una cafetería cercana a la universidad. Me despedí de él y me bajé.

La cafetería era pequeña con mucha una iluminación natural obtenida por las grandes ventanas. Con un ambiente casero y tranquilo, los clientes disfrutaban su estadía en el establecimiento. Una Delta con unos cuantos años de edad, estaba detrás del mostrador.

–¿Qué tal su semana señora Smith?– Le saludé mientras pasaba a la parte de atrás, para ir por mi uniforme.

–Ciara, mi niña, cuántos años llevamos conociéndonos y me sigues hablándome de usted. Por favor, ya sabes, llámame Dia.– Esa era nuestra discusión que siempre teníamos. Llevaba ya tres años trabajando en la cafetería, era buena la paga, mas la propinas. Además a Yaya le parecía un buen trabajo para los omegas, sin tener un riesgo contra su salud y sin ser tan demandante.

–Perdóneme, pero no puedo llamarla de esa forma–. Era verdad, adoraba a la señora Smith y a su esposo, al haberme dado este trabajo y ayudarme en varias cosas cuando lo necesitaba.

Desde dentro se escuchó un suspiro y algo como: Ay, ¿cuándo cambiarás? Aún así, el tema no siguió y comencé mi turno de trabajo. Al terminar pasaría casa de Nia.

: .

Habían pasado dos semanas y mi abuela era cada vez más insoportable. En estas semanas había logrado "secuestrarme" cuatro veces más. En una casi logra que llegara al restaurante, ya que estaba un par de Alfas en el grupo que tenía que cuidarme. Por los pelos, me escapé a último momento, cuando estábamos en el transcurso para ir al restaurante. Quería que dejara de hacer aquello, pero no tenía ni la menor idea de cómo convencerla del cambio de opinión.

En uno de esos días ya no podía más. La desesperación era demasiada, hasta Nia lo notaba, inclusive trató de darme un consejo.

–¿Ya has intentado hablar con tu abuela?–. Me preguntó mientras me recibía en su casa al entregarme mis cosas, de nuevo. Ni me tomé la molestia de contestarle, ella sabía perfectamente bien la respuesta.

Pasé a la residencia como si fuera mi segunda casa. Corrección, era mi segunda casa desde que había perdido a mi madre. Saludé a la señora Armet y subí al segundo piso, a la recámara de Nia.

Cuando entré, tiré mis cosas en alguna parte del cuarto, al mismo tiempo que me tiraba sobre la cama.

–Ciara, en verdad tienes que hablar con tu abuela. No puedes seguir así, más con los departamentales próximos–. Solo gemí contra la cama. Solo quería ser dejada ahí, sin tener otra preocupación. ¿Por qué tenía que ser tan terca? Podía haber elegido cualquier otra carrera menos absorbente, pero no... Tenía que elegir una donde los omegas era menospreciados y la carga al semestre era mayor.

–Oye... Se que tu abuela no es la mejor, perooo ¿qué tal si intentas proponerle un trato?–. ideó tal cosa sin realmente pensar en las consecuencias.

Alcé la cabeza y me le quedé viendo. Gemí contra las almohadas en un intento de sacar la frustración acumulada. Levanté mi cabeza para encontrarme con los hermosos ojos claros de Nia, mirándome determinada. –No es tan sencillo como eso–. Traté de excusarme, sabía a la perfección a dónde me llevaría el tratar de discutir el tema con Yaya.

–Entiendo que sea estricta y no se salga de su pequeño cuadrado que es su cabeza, pero sé que pueden llegar a algún tipo de acuerdo...–.

–Créeme, me encantaría poder llegar a cualquier acuerdo, pero cualquier cosa que intento proponer, me calla antes de poderle decir algo excusándose con alguna otra cosa– le respondo.

–Hmmm... y ¿si la obligas a qué te escuché?–. Una vez que Nia tenía alguna idea en la cabeza, no había fuerza que le impidiera torcer. Aún así me reí. ¿Una omega intentando obligar a una Alfa a que la escuchara? Ni en sueños. – Vamos Ciara. Algo debes de ser capaz de hacer. No sé... ¿Qué tal si le pides la lista de sus posibles candidatos? Si terminas eligiendo a uno de ellos no debería de haber problema, ¿no?–.

Por primera vez, sentí un rayo de esperanza con eso. Me senté bien y la miré. –Eso... No suena tan disparatado. Aún así, todavía no quiero enlazarme con nadie, quiero disfrutar de la vida un poco más–.

–Y ¿quién dijo que te enlazarías ahora? Solamente le vamos hacer creer a tu abuela que quieres algo serio con ese Alfa que elijas y te dejará sola por un buen tiempo–. Nia aplaudió contenta con su plan.

En realidad no era para nada un mal plan. Sentía como recobraba las fuerzas para continuar. La abracé y le agradecí. –Ya sé, ya sé. Soy la mejor. ¿Qué harías sin una amiga como yo?–. Me reí y le seguí el juego, exponiendo cómo era la mejor amiga del mundo.

Al llegar a la casa, cerré la puerta principal con más fuerza de lo normal y Damian salió del estudio con una expresión de confusión. Aventé las cosas sobre el sofá y lo miré molesta.

–¡Estoy harta de tu madre! ¡¿No tiene otra cosa más que hacer?! Por su culpa, los profesores me reprobarán en los departamentales–. Estaba furiosa y le señalaba, culpándolo. Sabía que no era parte del plan de Yaya, aún así quería salir de esta situación. En una de las ocasiones, ni había llegado a clases en día de exámenes. Todas las horas invertidas a la basura. – Y tú, no haces nada para detenerla. Solo te burlas cada vez que regreso con un atuendo cada vez más ridículo que el siguiente–.

Comenzaba a hablar sin pensarlo. Entendía perfectamente que mi tío no hacía nada malo. Que me dejaba a mi sola arreglar mis problemas, para no sentirme como una inútil omega, pero no podía parar las palabras. –¡Nunca haces nada, solo te limitas a ver!–.

Su mirada expresaba dolor. Lo había lastimado. Aún así trató de acercarse a mí. Traté de empujarlo, pero antes detuvo mis manos por las muñecas. No era un agarre fuerte, pero era lo suficiente para no soltarme. Me atrajo a su pecho y me abrazó.

–Perdón pequeña. No sabía que te estaba lastimando tanto esto... Tranquila. Ya, ya... –Me mantenía entre sus brazos y me tranquilizaba, acariciando mi cabeza con movimientos ligeros. No sé cuando, pero ya me encontraba llorando. –Voy a hablar seriamente con mi madre. Ya, tranquila Ciara.–

Se agachó hasta que sus ojos quedaron a la altura de los míos. Con una mirada intensa, el derecho siendo un azul gélido y el izquierdo café fundido, le regresé la mirada ya más segura. Confiaba en él. –Además, si ella no da su brazo torcer... Bueno, ella no tiene tu custodia ni ningún poder legal sobre ti. Así que sería tiempo de que ella aprenda que no puede obtener todo lo que desea–.

Para ser un Alfa, Damian era demasiado gentil. Aún así, cuando el tiempo lo necesitase, él reaccionaba como el alfa que era.

–Señor, aquí están los papeles que solicitó. Y felicidades por lograr el acuerdo–. Dio una ligera reverencia el beta para felicitar al otro hombre en la habitación. El hombre estaba quieto, solo una pequeña sonrisa de satisfacción se posó sobre sus labios. Solo pensaba en como era obvio que iba a lograr el acuerdo. Le ordenó al beta que dejara los papeles sobre la mesa y se marchara.

Al escuchar cerrar la puerta, se acercó al barandal que dividía su hogar temporal y la gran ciudad bajo él.

–¿Cuándo te será suficiente, eh?– Se giró al escucharlo, eran una de las pocas personas que podían hablarle de aquel modo. Sonrió mientras metía las manos a los bolsillos del pantalón:

–Nunca–.