Tres semanas más habían pasado y entre esos días, uno era mi cumpleaños. Cómo la señora Dia me había dejado faltar al trabajo, me pasé ese día por el trabajo. Me festejaron con algo pequeño. Por su parte, Nia y los demás chicos me festejaron también algo pequeño. Como la fecha estaba cerca, me la pasaba más ocupada. En los últimos días, tenía mis últimas clases y al fin era completamente libre.
Estaba en casa de mis abuelos, ansiosa, ya traían el vestido ese día, solo para última revisión y ver que todo quedaba bien. Yaya estaba sentada en el sofá con Yeye, mientras que yo me encontraba en el otro sofá leyendo un nuevo libro.
En el momento que llegó Daniel, corrí hacia él. Le arrebaté el vestido entre sus manos y fui a una de las otras habitaciones, seguida por él. Al sacarlo del protector, sentí la suave tela entre mis manos. Aún sin probarmelo, sentía que era perfecto para la ocasión.
Comencé a cambiarme rápidamente, al final Daniel me ayudó acomodarlo y cerrarlo. Me vi al espejo. No era nada de lo que Yaya antes me había obligado usar, no. Esta era yo. Me pasó varios pares de zapatos a elegir, al igual que joyería. Tomé un par de zapatos de tacón negros no muy altos y unas arracadas algo grandes.
Regresé a mi atuendo normal y le dí de vuelta el vestido a Daniel. Cuando salí de la habitación Yaya se encontraba esperando.
– Y bueno... ¿dónde está el vestido? Quiero verte con él puesto–. Pasé a lado suyo y recogí mis cosas en la sala.
–Otro día será. Además, todavía no está–. Yaya tenía una cara de sorprendida, al estar conviviendo más, era obvio que se estaba acostumbrando a mis modismos.
Me despedí de Yeye dándole un beso en la mejilla y para Yaya solo un ligero asentimiento de cabeza.
Al salir de la pequeña residencia, Damian ya me esperaba ahí para regresar a casa.
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Era Viernes 6 de Diciembre. Después de dos meses de espera, hoy era el día que me iba a lanzar a la boca del lobo. Fuera lo que se fuese a dar, estaba lista. Daniel había traído a todo su equipo y yo obligue a Nia venir a mi casa. Por primera vez, cooperé con ellos y por su parte, no sentían que iba a escapar en cualquier momento.
Estaba recién bañada, exfoliada, depilada y muchas más cosas. Nia discutía con los maquillistas que era lo mejor que podían aprovechar del maquillaje. Yo por mientras descansaba, confiaba en la elección de Nia y de Daniel para aquello. Además de que no sabía mucho sobre éste.
Listo mi maquillaje y peinado, me puse los tacones y me despoje la bata blanca que cubría mi cuerpo, al seguirle la sedosa tela del vestido. Me quedaba como un guante a la perfección. El vestido tenía una amplia falda mate los suficientemente largo para llegar al suelo y el torso era de una tela negra transparente con un calado de parones de plantas con unos cuentos bordados de cristales negro. La tela cubría el cuello y los brazos en mangas largas. Todo en ese vestido era exquisito y sencillo.
Con el cabello suelto en ligeras ondas y un maquillaje lo bastante sencillo, solo remarcando mis ojos con un cat-eye y un labial nude, estaba lista. O al parecer eso creía. Nia sacó algo entre sus cosas y me lo tendió.
–Te lo voy a prestar solamente, porque es uno de mis favoritos–. Tomó mi mano izquierda y colocó en mi dedo índice un pequeño anillo. La joya brillaba bastante aún de ser un color bastante oscuro. Lo miré detenidamente, ¡era un diamante negro!
–Nia... Yo no puedo usar esto, además es tuyo–. Al querer quitármelo, Nia me detuvo y negó con la cabeza.
–Ya después me lo recompensaras. Por mientras no quiero que te sientas intimidada ni nada parecido en la fiesta, ¿okey? Y si ves por ahí alguien que me pueda interesar... No pasa nada si me pasas su contacto–. La dos reímos juntas, claro que a Nia no se le iba a escapar nada para conseguir una nueva pareja.
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Salí de la habitación y la familia me estaba esperando. Damian se veía bastante bien, con un traje grisáceo hecho a la medida y con algo realmente shockeante fue verlo con el cabello atado en una coleta. No estaba segura cómo, pero se veía demasiado sensual para su propio bien. De nuevo me quejaba con los dioses de por qué él tenía que ser mi tío.
Por otra parte, Yaya parecía escandalizarse con mi vestido. Se mantenía en silencio, al parecer asimilaba lo que observaba. Al terminar de inspeccionar, posó sus dedos sobre los labios. El primero en hablar fue Yeye: –Estás divina. Ven para acá mi niña. Ya ves Fayma, no había nada de qué preocuparse. Ciara tenía todo bajo control–.
Terminé siendo abrazada ligeramente por Yeye e inspeccionaba todo a fondo. Me siguió felicitando, hasta que me percaté que ninguno de mis dos abuelos estaban vestidos para la ocasión.
–Ehmmm... ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué ustedes no están listos?–. La cara de arrepentimiento de Yeye me desconcentró.
–Eso es fácil niña. Nosotros dos no vamos a ir, ustedes van a ir en representación nuestra–. Yaya era la que respondió, como si no fuera algo importante.
¡¿Qué?! ¿No iban a estar? Entonces... ¿cómo sabría si me estaba comportando de buena manera? Necesitaba a Yeye en la fiesta, no quería estar sola rodeada por todas esas personas. Ese no era el plan. Nunca lo fue.
–Pero...–.
–Nada de peros, ya están listos ambos, así que será mejor partir de una buena vez–. Yaya tomó sus cosas, mientras que Yeye me acompañaba fuera.
Ya una vez abajo, ingresamos al vehículo. Damian se encargó de manejar con Yaya como su copiloto. Yeye y Yo nos encontrábamos en la parte trasera. Mi abuela no le paraba de preguntar a su hijo sobre familias y quienes eran más importantes. Me impresionaba escuchar como Damian podía responder todo de una manera tan fluida. No tenía ni la menor idea de quiénes eran esas personas ni familias. Al escuchar toda esa nueva gran cantidad de información me abrumaba.
Yeye se dio cuenta de esto y me pidió que ignorara todo sobre eso. Para mí no era tan importante saber que familia era más importante, inclusive, era mejor que terminara interesada en alguien de una familia un poco más promedio. Distraerme era su meta. Lo logró perfectamente, de la nada ya habían pasado una hora y estábamos frente a un gran edificio que era un hotel. Corrección, no era cualquier hotel, era el Nox Caelo. Se podría decir que el hotel era casi casi el corazón de la ciudad. Con su exclusividad y grandes lujos, toda la ciudad de Ziawan estaba de cierta manera orgullosos del edificio. Al ser un país neutral, Asmara era donde se firmaban los tratados entre los demás países bajo el mando de sus respectivos Soberanos. Aunque más que países deberían ser mejor llamados territorios. Pero todo tratado, reunión entre soberanos o lo que fuese importante, se organizaban en Ziawan, específicamente en ese edificio.
Al bajarnos del automóvil, un par de jóvenes nos ayudaron a bajarnos. Yaya le entregó a Damian un sombre con lo que pensaba que sería nuestra invitación y Yeye me abrazó una última vez.
–¿Vamos?– Damian me ofreció su brazo. Miré el edificio frente a nosotros e inhalé con fuerza. No era la gran cosa, nada saldría mal ésta noche. Acepté su brazo con una sonrisa en los labios y nos encaminamos a la entrada.