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Chapter 6 - ¿Aceptarte como mi Pareja?

Una hora había pasado y no quería separarme ni un centímetro de Damian. Él se la pasaba saludando a personas que en mi vida había visto. En uno de los ratos que nos quedamos a solas me explicó que la hermosa y bella que es mi abuela, le había obligado a relacionarse con estas personas desde jóven.

Relajándome poco a poco, me fui acostumbrando a todos los aromas de los distintos alfas por toda la zona. Llegué a un punto donde la conversación de mi tió con alguien más se tornaba demasiado aburrida y lograra que me separara de su lado.

Me paseaba por la Terraza del hotel, aunque era un insulto llamarla de esa manera. Baldosas de mármol gris oscuro cubrían el piso, reluciendo el reflejo de las luces cálidas por toda la zona. Al acercarme al barandal, la sensación de vértigo cada vez era mayor. No me daba seguridad alguna el tener una ligera capa de vidrio que me separaba de una caída con una muerte segura.

Aún así, por fin sentía lo que los demás que pertenecían a clases voladoras sentían. Estar a grandes alturas y tener una visión mucho más amplia de los lugares.

Euforia era la emoción que sentía, claro que también era acompañada de una buena dosis de vértigo y pánico puro que venían de mi animal interno. Claramente éste no era un animal de vuelo y le agradaba mucho la estabilidad del suelo.

–Si yo fuera tú, no me acercaría mucho, más si no eres un animal volador.– Escuché una voz sonar a lado de mi oreja, mientras me ponía muy nerviosa al sentir unos brazos alrededor de mi cintura.

Prefería estar cayendo al vacío que sentirme aprisionada entre los brazos de alguien desconocido.

–Tranquila, no voy a dejarte caer. Y si lo fuera, puedo atraparte en la caída–. El hombre al tratar de impregnarme con ferormonas me quedó claro que era un Alfa. Y ¿qué era esa forma de ligar? En verdad creía que si me dejaba caer, iba a saltar a sus brazos. Solo en sus sueños.

Pero tenía que ser diplomática y no responderle como normalmente lo haría. –La verdad no me gustaría que vivir aquella experiencia. Así que si me disculpa–.

Me removí entre sus brazos para liberarme. Al girarme, quede frente a frente con mi carcelero. Oh no. Era un alfa rubio con unos ojos que me causaban escalofríos, color de un amarillo tan claro que casi eran blancos, rodeados de un rojo tan intenso. Por escalofriantes que fueran sus ojos, su sonrisa era la que realmente no me dejaba parar de temblar.

PELIGRO. Era lo único que mi instinto me decía. Me quería alejar lo más pronto posible. Al parecer él lo tomó como si quiera separar lo más posible del barandal, permitiéndome salir de la prisión entre sus brazos.

–Ah... disculpa, tengo que irme–.

Me alejé lo más que pude. No quería saber más de ese Alfa jamás en mi vida. Ni aún peor, que me tocara. Sin realmente fijarme si me seguía o no, solo regresé al interior del edificio.

Dentro, sentía como mi cuerpo temblaba, no por el frío, sino por el miedo. Traté de actuar lo más normal posible, al parecer muchas m��s personas se encontraban reunidas dentro del recinto. Me adentre aún más, paseándome entre el gran salón.

Se encontraba en la parte posterior, al contrario de donde se podía subir a la terraza. De nuevo me sentía incómoda con los distintos aromas que me rodeaban. Prefería estar al aire libre de la terraza, que estar encerrada con los fuertes aromas que emanan los demás. No obstante, el regresar a donde se encontraba el Alfa de unos minutos me impedía regresar con Damian.

Así que me quedé, sin notar como era atraída a una fragancia en específico. No podría describirla, sin embargo, me resultaba tan atrayente que inclusive la podía separar del resto. Me tranquilizaba, como a la vez me ponía deseosa de más. Eso era lo que quería y mi cuerpo me pedía a gritos, quería saborear aún más. Tenerlo cerca y no dejarlo escapar nunca.

Por primera vez en mi vida, sentí que mi animal encerrado en mi cuerpo despertaba de su largo letargo. Cual felino, se estiraba perezosamente y se interesaba en su alrededor. Mientras más despierto se encontraba, mi raciocinio disminuye. El animal comenzaba a tomar control de mi cuerpo. Me clavaba las pequeñas garras que estaban apenas creciendo en la palma de mi mano, en un intento de mantenerme consciente. Una pequeña dosis de dolor que era mi conexión a la realidad.

No había peor cosa que tu animal te controlara. Solo los Alfas tenían el permiso para hacerlo, pero inclusive ellos ya no eran tan bien vistos. Solo era una nueva forma de etiquetarte y ser despectivo hacia la persona por tener tan bajo control de su propio cuerpo y dejar que su animal los controlarse.

De nuevo, las ferormonas me cubrían. Me sentía asqueada y mi animal interno molesto por perder el delicioso aroma. El Alfa rubio me tocaba los brazos mientras me giraba para quedar a su vista.

–Perdoneme de mi insistencia, pero me he percatado que no viene acompañada–.Me mantuve lo más tranquila posible y lo único que me ayudó, era que al fin podía aplacar a mi animal. Tiraba de mi brazo para acercarme aún más a él. – Si no le molesta, me encantaría tener el honor de acompañarla el resto de la velada–.

Tragué en seco. Una sonrisa forzada apareció en mis labios, quería que me soltara en estos momentos, ya no podía más con mis nervios. A pesar de ello, el Alfa no rebajaba su fuerza.

–Agradezco mucho su ofrecimiento, pero debo informarle que no vengo sola, sino que vengo acompañada por–.

–Sé quien la acompaña, pero me refiero a su pareja, no alguien de su familia–.

–Puede que no tenga algún acompañante, pero tengo que regresar con mi familia–.

–Vamos, un rato sin ellos no le va a hacer mal–. Cada vez era más claro con su proposición. No quería tener que rechazarla de manera tan directa. Los Alfas tenían un orgullo un tanto nefasto, que no aceptaban el 'no' proveniente de los Omegas. Y por lo que veía, era que ese Alfa era bastante conservador. Nada bueno viene de Alfas como él.

Tomé su mano, intentando quitar el amarre en mi brazo, quiera él o no. Debió notar mi acción, la presión en mi brazo aumentó a la vez que su asquerosa sonrisa.

–Te vas a divertir conmigo–. Me acercó a su rostro, lo suficiente para saborear mi aroma.

–Por favor, déjame ir–. Salió como un susurro. Mi impotencia me desesperaba cada vez más, todo para proteger la imagen de Yaya con estas personas. No debía de hacer una escena. No esta noche.

Cerré los ojos, en la espera de mejora.

La seguridad de respaldo en la elección de mi pareja me tranquilizaba. Rechazarlo después me sabría tan bien, como cualquier postre dulce. No por nada decían que la venganza se sería en un plato frío. Regresaría su regalo de cortejo recién estuviera en mis manos.

Pero la realidad era otra, y si situación no cambiaba. La frustración era mayor, al sentir cada vez una mayor presión provocada por el Alfa. Me estaba llenando de una nueva convicción. Si no me dejaba en paz en unos cuantos minutos más, no me importaría hacer una escena. Estaba harta de sentirme prisionera y aterrorizada.

"Diez, nueve, ocho... Quería ver si al contar los números, me relajaba de alguna forma y no soltar algún comentario grosero. Cinco, cuatro... El delicioso aroma me envolvía de nuevo y con ello mis temores. Estaba tan cercano ésta vez, casi podía identificar a qué distancia se encontraba su fuente de emisión. Eché la cabeza hacia atrás, en forma de buscar el origen del aroma, pero el Alfa lo sintió como una invitación, posando sus labios sobre mi cuello.

Asco, repugnante, y mil palabras más con el mismo significado no podrían siquiera describir la sensación ante el acto. Me retorcí entre sus brazos, no era suficiente. Me eché aún más hacia atrás, chocando contra algo detrás mío. O más bien alguien. Su cuerpo emanaba calor y cierta aura de poder que se fijaba en cada poro mío.

–Si no te has dado cuenta, ella no quiere estar contigo–. Las palabras salían duras y amenazantes, más la voz tenían una sensación aterciopelada. Esa era la voz que me gustaría escucharla por siempre. Sí... Hasta mi animal estaba complacido con semejante tono. No, no debía de divagar. Parecía quien fuera que estuviera detrás mío, se estaba conteniendo. Tal vez era por el evento, aunque su forma de hablar demostraba que tenía el poder suficiente para tutearle mientras le advertía sobre su comportamiento.

Abrí los ojos, encontrando con el rostro disgustado muy cercano al mío. Mantenía sus ojos cerrados, pero el desagrado con el comentario anterior era un interruptor muy grande. Chasqueó la lengua en lo que se alejaba de mí y abría los ojos. En el momento que se encontró con la mirada con quien estuviera detrás mío, su rostro perdió toda seguridad que tenía. Se puso aún más pálido, si eso era posible.

Una nueva mano se puso sobre mi brazo, en un intento de quitar la del rubio. Como si fuera el tacto que le produjera dolor, me soltó enseguida y dio unos pasos hacia atrás. –Ahm... Hmmm... Disculpenme–. Y así fue como salió corriendo el rubio con la cola entre las patas.

Cálido, necesito más de ésta calidez. No sabía si gritar o sorprenderme. Mi animal quería más de éste calor emanado por la mano sobre mi brazo, cuando odiaba cualquier calurosa. Lo necesito. No, mi mente se estaba fundiendo con la del animal. No debía pasar esto en público. Mandé al rincón más alejado y oscuro ese pensamiento. Ahora me preguntaba, ¿quién era quién estaba detrás mío? Mi cabeza estaba toda confusa y mi juicio no era sano, de alguna manera sabía que la persona que se encontraba atrás era "peligrosa", sintiéndome atraída de una forma u otra a él.

Tomé su mano, recibiendo un estremecimiento intoxicante por todo el cuerpo con el simple roce de la piel. Con toda mi fuerza de convicción, logre quitarlo y me di la vuelta. –Gracias por la ayuda con...–. Las palabras se me quedaron atoradas. Parado justo frente mí, me quedé impactada ante aquel poder que desprendía.

Me topé con un cuerpo bien trabajado cubierto por un traje sastre de color negro. Pocas veces en mi vida, lograban las personas que la ropa les quede divina, hasta les ayude a mejorar por completo su apariencia. Sin embargo, la forma en cómo le quedaba el vestuario, era un delito mayor. Nadie más le tenía permitido usar eso en alguien más, solo en él. Mi curiosidad aumentaba, quería ver su rostro que no me quedaba a la altura de mi mirada con su alta complexión. Tuve que hacerme para atrás para poder ver su cara. Gran error. Era mucho más impresionante, sintiéndome derrotada por completo.

Sí, Sí. ¡Sí!

Mi animal se emocionaba, de igual manera que yo. Al fin habíamos encontrado quien era la persona que emanaba tan delicioso aroma. Impactada ante aquella masculinidad que tenía a la altura de los ojos, me encontraba atónita.

Él también se me había quedado mirando y mientras lo hacía, algo en su mirada cambió. Por unos fracciones de segundo, expresaron alguna emoción que no podía distinguir. Cómo si se le hubiera puesto un escudo en los ojos y dejara entrever una arrasadora voluntad que me dejó sin respiración. El intenso magnetismo que emanaba se fue haciendo más fuerte, hasta convertirse en una impresión casi tangible de energético e implacable poder.

Me había quedado absorta mirando, fascinada con el hombre que tenía delante. Un cabello castaño oscuro con tintes de bronce enmarcaba un rostro exquisito. Sus facciones eran tan hermosas que cualquier artista desearía poder recrear tal perfección. Mientras su boca era firmemente delineada, con una nariz afilada y unos ojos magníficos que decirles que eran de color azul era quedarse corto. Desde el azul cobalto a un dorado al centro, le daban una mirada enigmática. Aquellos ojos se agudizaron ligeramente, mientras que lo demás de sus rasgos mostraban una estudiada imperturbabilidad.

Sus ojos eran perspicaces y calculadores, y me taladraban. Se me aceleró el corazón, separando los labios para respirar con más facilidad. Sabía que olía divinamente, pero ahora podría saborearlo, tragando fuertemente y el calor subiendo a mi cara. Me sentía intimidada y atraída a aquel espécimen de Alfa. Porque no había otra dinámica que pudiera quedar si no fuera esa. Sus ojos se pasearon por el resto de mi cuerpo, arrugando el ceño que echaba a perder el espacio de entre sus cejas de corte arrogante.

–¿Estás bien?–.

Esta vez su voz era culta y suave, con un tono que me agitó el estómago. Me hizo pensar en muchas cosas indecentes, que estaría muy complacida que se hicieran realidad.

Tenía los labios secos, y me los lamí antes de contestar.

–Sí, gracias–.

Pasó su mirada al resto del recinto. Aún con el ceño fruncido, mantenía su semblante impasible. No podía controlar mi mente ni mucho menos mi cuerpo. Dio un ligero asentimiento con la cabeza, le agradaba la respuesta que le había dado.

La mirada azul se volvió a pasear por el recinto, parecía que algo se mantenía en su mente. Al posar de nuevo su mano sobre mi brazo, ahora con más suavidad, se sintió como un golpe bajo a mi cordura.

Sus labios se movían, pero no podía detectar sonido alguno, seguía perdida en el transe. Besalo, comprueba que tan bien saben. No, no, y no. Yo tenía un mejor control sobre mi propio cuerpo. Su ceja estaba arqueada en duda, ¿me había preguntado algo?

–Mmhm... perdón... Me podías repetir lo que acabas de decir, ¿por favor?–. Oh no, lo había arruinado. Esperaba el reproche instantáneo, así que preferí cerrar los ojos, antes de ver su cara de disgusto.

A pesar de ello, escuché uno de los sonidos más deseables. Una risa gutural, era ligera, aún así, se colaba hasta mis huesos. –Respira–. Ni me había dado cuenta que había estado conteniendo la respiración, hasta que me lo mencionó. Sonaba un poco más cerca de lo que podía aguantar. Todavía no, todavía no abras los ojos.

–Tranquila... Relájate–. Su aliento cálido pegaba contra mi oreja, erizandome toda la piel con escalofrío de placer.

Abrí lentamente los ojos, encontrándome con su rostro muy cercano, con una sonrisa que me dejó fuera de combate. Palabras foráneas fueron pronunciadas por él, pero no había hablado lo suficientemente claro ni alto para que le pudiera entender. Si es que sabía el idioma.

–Lamento que tu primera noche en un evento así, haya siendo arruinado por un evento así–. Dijo, mientras me tendía una mano que aceptaba gustosamente. –Así que para arreglarlo. Aceptaría ser mi acompañante por ésta noche–.