Era sábado y habían pasado solamente tres días desde que tuve ese colapso mental. Acababa de llegar a casa, después de mi turno del día en la cafetería. Lo que no me esperaba, era ver a Yaya sentada en el comedor, en la cabecera y justo a su lado contrario mi tío descansaba.
–¡Hola pequeña! ¿Qué tal tu día de hoy?–. me preguntó Damian como cualquier otro día, mientras que Yaya dirigía su mirada pesada hacía mí. Sentada de manera elegante, soltando un aura de superioridad alrededor de ella.
No importaba cuantos años hayan pasado, Yaya se mantenía viendo como una poderosa Alfa. Su cabello rojizo tenía mechones grises, mostraban la verdadera edad de Fayma Kaehi. Sus ojos azulados no dejaban de analizarme, sintiendo su molestia. Su codo se recargó sobre la mesa y se cubrió los labios, enarcó su ceja. Sabía lo que significaba.
–Hola abuela, ¿cómo has estado?–. Cerró los ojos e inhaló con fuerza.
–¿Cómo he estado? He estado mejor en otras ocasiones, gracias a ti���. Ya no me regresó la mirada, inclusive se giró a su hijo. Con un movimiento de su mano, me despidió. No me iba a regresar la palabra hasta que cumpliera mis funciones como Omega.
Mis manos se volvieron puños a cada lado de mi cuerpo. Cerré los ojos y respire.
Un poco mas tranquila y con una mirada comprensiva de Damian, me dirigí a la cocina y le serví una taza de café a Yaya. Al dejárselo frente a ella, al fin regreso su mirada molesta.
–Y qué niña, ¿qué es lo que querías discutir conmigo?–. Siendo directa como siempre, aún así agradecí con todo mi ser que Damian me diera ésta oportunidad para hablar con ella.
Inhalo, exhalo. Podía ser franca con las demás personas, pero con Yaya... La cosa era diferente. Ya, que importa.
–¡Estoy harta de como me obligas a ir a esas citas a ciegas!–. Oh no, había salido más intenso de lo esperado.
Con toda la tranquilidad del mundo, Yaya bebió del café. Hasta que no bajó la taza, todo se mantenía en un silencio incómodo: –Eso está fuera de discusión–.
Así de simple, se deshizo de todas mis esperanzas. Pero, no quería quedar de esa manera. No ésta vez.
–¡¿Por qué no?! ¡Vamos! Es mi pareja de la que estamos hablando. Por lo menos yo debería escogerla, ¿no?–.
–¡Ja! ¿Tú escogerla? ¿Cómo podría? La única vez que te dejé, no viste como terminaste con esa Epsilon–.
Con solo recordarla temblaba. Aún no la superaba. El solo recordarla entraba en pánico, más con el aroma del café por toda la casa. Me sentía acorralada, como hace dos años.
Sus roces, sus caricias, cada palabra dicha por ella regresaba a mi. Mientras más me adentraba en mis recuerdos, pasaba a nuestra última época, cuando algo se rompió en nuestra relación. Cada vez era más dura, manipuladora, hasta el grado de que casi me había quebrado por completo. De amarla con todo le podía a tenerle solo terror.
Azoté mis manos sobre la mesa y con todo el resentimiento que sentía le grité a Yaya:
–¡Tú ni te atrevas a mencionarla! ¡No tienes ni idea de lo que pase con ella, ni como era mi relación con ella!–.
Parecía que echaba humo por la cabeza de lo molesta que estaba, aún así continué: –¡Solo la arruinaste! Si nunca te hubieras metido en nuestra relación, tal vez ésta nunca habría acabado de esa manera. Te culpo por todo–.
La miraba directamente. Su mandíbula se tensó, se estaba carcomiendo por dentro Yaya. Seguramente pensaba en cómo era posible que una Omega le estuviera contestando como a su igual a un Alfa.
–Ciara– Solo mencionando mi nombre sentía como un balde de agua fría caía sobre mi cuerpo. De estar furiosa pasé a estar aterrada. Bajé la cabeza, no debía mirarla a los ojos. Me senté de nuevo en la silla, lista. Como siempre, la Voz me controlaba, me quebraba por dentro. Sentía la tortura de nuevo.
Un gruñido provino por donde estaba Damian y algo que no logré entenderle. Esperaba órdenes de Yaya.
De la nada sentí unas manos cubriendo mis orejas, no sabía que le estaba diciendo Damian a Yaya, pero una vez que terminó pasó una de sus manos a mi mentón para alzar mi cabeza. Se agachó hasta quedar a mi altura y me obligaba a verlo. Quería que saliera de ese estado tan deplorable causado por su madre.
Cuando al fin pude regresarle la mirada, escuché a lo lejos informarnos algo. Damian le contestó de regreso sin dejarme de ver. No dejaban de hablar, a pesar de eso, no les entendía ni una palabra. Poco a poco fui saliendo de éste estado percibiendo las palabras de Yaya primero:
–Solo puede elegir en ese evento. Así por lo menos sabré que son buenos ejemplares para pareja. Le avisaré a tu padre que lo estarán viendo más seguido y que vaya preparando las cosas–.
–Está bien Madre–. Escuché como Yaya se paraba y se iba del departamento. Una vez fuera, Damian me guió al sofá y me cubrió con una manta y me dio una taza de té caliente. Se quería asegurar de que todo estuviera bien.
Al poco rato ya estaba bien, muriendome de calor por la cobija, sin que Damian me dejara quitarla de encima. Le grité quejándome del calor y al fin Damian sabía que ya estaba bien. Había regresado a la normalidad.
Lo primero que hice fue dejar la taza sobre la mesita y aventar la cobija a quien sabe que parte de la sala.
–¡Dios! Cómo es que soportas tanto calor, si es la cosa mas horrenda del mundo–. Me quejaba, mientras trataba de desacalorar.
Se rió mientras que iba por la pobre cobija. –No es mi culpa que no puedas soportar el calor... ¿Todo bien?–.
–Ehm... Sí... Creo que sí–. Tomé de nuevo la taza entre mis manos y la contemplaba fijamente, esperando que me dijera todos sus secretos. Damian soltó un suspiro y agregó: –No debió de haber usado eso, sabe perfectamente lo que te causa eso–.
Traté de restarle importancia, de modo que desvié un poco la conversación.
–Y qué fue todo lo del final. Digamos que no le presté mucha atención–.
–En pocas palabras, Madre aceptó a que tú eligieras tu pareja–. Con solo escuchar eso, ya me sentía mucho mejor. – Pero no te ilusiones mucho pequeña, la pareja que elijas tiene que ser de un evento-cena que se va hacer dentro de dos meses en la ciudad–.
No estoy segura de que cara puse de asco respecto a eso, que Damian se rió. Augh, la cosas de socialite las odiaba, además de que se me hacían absurdas todas las reglas de etiqueta que existían. Era obvio que no me sabía ni una.
–Ah sí, y no te preocupes por todo lo que tengas que aprender para el evento, Yeye te lo va a enseñar–. Eso sí me puso feliz, iba a pasar tiempo de calidad con mi Yeye. Hice un puchero y lo señalé.
–¿Por qué tienes que ser mi tío? Todo sería más fácil si no lo fueras. Eres el Alfa perfecto que todo el mundo querría como pareja. Aún no entiendo cómo es que no tienes una pareja–. Lo último lo dije en un susurro.
–Ya, ya. Perdón pequeña, pero solo te veo como a mi pequeña hermana que debo de cuidar–. Me lo dijo mientras me daba ligeras palmaditas sobre la cabeza.
–¡Ugh! ¡Justo en la Sisterzone! Ese fue un golpe bajo–. Exageré mi actuación en cómo me afectaba lo dicho.
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Había pasado ya un mes desde esa "conversación" con Yaya. Todo iba perfectamente bien. Yaya ya no estaba obligándome a estas citas. Aunque iba casa todos los días a su casa para entrenar con Yeye, muy pocas veces me la topé en la residencia. Por mientras mis días con Yeye eran muy buenos. Sí, en las clases era bastante estricto, corrigiendo duramente cada vez que hacía algo mal. Pero al terminar las clases me daba algo dulce para terminar de pasar nuestra tarde juntos.
Hoy no era la excepción, una rebanada de cheesecake me esperaba en la mesita de la sala de té. Le contaba a Yeye mi día y como me desesperaba los Alfas que eran compañeros de generación. Yeye al ser el dulce Omega que era, me decía que los ignorara, que él estaba seguro que yo podría perfectamente con la carrera, aún con las trabas que la misma me ponía por ser también una Omega.
Entre la plática y el delicioso pastel, dos dos escuchamos llegar a varias personas, lideradas por Yaya y el Delta que en varias ocasiones se encargaba de mis atuendos. Varias personas más entraron a la habitación, con varios conjuntos de vestidos, todos en una gama de pasteles y grandes cantidades de tul.
–Ah no. No no no no, ni quieras Yaya que voy a usar eso en la cena. No es como si tuviera cinco años ni nada parecido–. Me acercaba a los vestidos y me horrorizaba de solo verlos.
–Como si supieras que debes usar en esta clase de eventos–. Respondió más para sí misma que para mí.
–Pues se supone que para esto me estás preparando. Para entender cada cada acción, cada regla que tienen los omegas en estos "eventos".– Tomé un vestido lila y lo sobrepuse. –Se podría decir que este es mi primera fiesta y es la primera vez que me estoy "mostrando" al resto de la sociedad, por lo que debería de estar usando un vestuario bastante simple y elegante. Nada de joyas muy ostentosas ni grandes, solo algunas cosas peque��as que pueden complementar mi atuendo. Y lo más importante, cubrir el cuello, dando a entender que no he sido reclamada por nadie ¿o me equivoco? Porque si así es, debes de quejarte con Yeye–. Sabía de memoria las cosas que Yeye me había enseñado y eran correctas, hasta Yeye me abrazó y se unió a la causa.
–Fayma, no te vayas a poner pesada con tu nieta solo por un vestido. Ya escuchaste, sabe perfectamente que debe de utilizar para esa noche. Déjala usar algo con lo que se sienta cómoda, lo va a necesitar entre esos Alfas–.
El suspiro de Yaya se escuchó por toda la habitación. –Mees, sabes que no puedo reprocharte nada... –.
–Lo sé, por eso me aprovecho de esta oportunidad para Ciara, además si no estás del todo convencida, puede ir con Daniel–. Con aquello dicho, Yaya pareció tranquilizarse un poco más y el Delta a su lado asentía. Oh, al parecer ese Delta se llamaba Daniel. Ops, tantas ocasiones juntos y nunca supe su nombre.
Terminé la tarde con mi abuelo, Daniel me pidió que uno de éstos días me pasara por la boutique a empezar a ver mi vestido y ver si se necesitaba algunos arreglos. Por otra parte Yeye me comentó que si podía pasar más tiempo con él, tenía que terminar de refinar ciertos movimientos y modismos que tenía que usar en la fiesta.
Como estaba en las últimas semanas de semestre, le dije que solo me diera unas semanas más para presentar mi exámenes. Por lo menos iba a intentar solicitar en el trabajo "vacaciones" para pasar más tiempo aquí.
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Un día nuevo y tenía a Nia saltando de felicidad al ver la gran cantidad de vestidos a su alrededor. Le había invitado a elegir vestidos para la noche. Corrió por toda la tienda, mientras que pasaba a saludar Daniel. Después de todos los "secuestros" de mi abuela, había descubierto que Daniel no era tan malo, inclusive también estaba de acuerdo que no debía usar muchos de los atuendos elegidos por Yaya.
De la nada, Nia regresó con varios vestidos, todos eran de una gama de color más oscura. El primero que mostró era negro, era muy sencillo y en realidad me agradaba, lo único faltante era algo que cubriera la garganta. Bueno algo más podría complementar el atuendo.
Me metio al probador con todos los vestidos elegidos por ella, confiaba en ella, así que le di oportunidad a los vestidos. Me probé primero el vestido negro recién mostrado. Oh no. Salí y grité:
–¡Nia! ¡No puedo usar algo así en la fiesta!–. El vestido en sí era hermoso, tal vez no mostraba nada en la zona del pecho, pero era tan revelador en otros aspectos. Una abertura de lado derecho que llegaba hasta la cintura, mientras que la abertura del lado izquierdo era peor. En ninguna parte se unía, hasta dejaba la espalda descubierta. Lo único que mantenía unir las dos piezas de tela eran unos lazos dorados a la altura de la cadera.
–¡Oh por favor! Si te ves fabulosa en ese vestido, vas a arrasar con esa fiesta–. Nia se sentía confidente con lo que veía. Daniel solo negaba con la cabeza. –Buenoooo, tal vez si es un tanto revelador... Pero, ¿cuándo eso te ha detenido?–.
–Yo sé que no me ha detenido eso, aún así esta ocasión es diferente. Si fuera una fiesta cualquiera creeme que si lo utilizaría–.
Nia se puso seria por un instante, pensando bien las cosas. Pidió de regreso el vestido y otro más negro, ella se los probaría. Ella al ingresar me dio su única petición, tenía que usar el color negro. Era el único color que ella aceptaba para mí.
–En eso estoy de acuerdo con tu amiga. Te favorece mucho el negro–. Daniel lo confirmaba.
Paseaba por la tienda, viendo con detenimiento cada prenda. Elegí dos vestidos negros, uno era corto y otro largo. Llamé a Daniel y le pregunté qué tan difícil era que me diseñaran un vestido con características de ambos vestidos. Al parecer al Delta le agrada mucho la idea y me da una sonrisa.
–Va a estar listo para la fiesta–.
Se encontraba en su verdadera ciudad natal. Aunque viviera y fuera dueño de otro territorio, aquí era donde había nacido y pasado su infancia. De vez en cuando regresaba en búsqueda de algo que no estaba seguro de que siquiera existiera, de alguna forma u otra, disfrutaba de su estadía.
El transportarse de su hogar, a las orillas de la ciudad, hasta el corazón de Ziawan, le daba un tiempo en relajarse de su recién llegada. Apenas había llegado a la capital de Asmara solo un par de horas antes. Sin embargo, aún con agotado que se encontrara, personalmente iba a estar en el evento.
Sonrió de lado al saber que al fin lo tenía acorralado y por ello la importancia de que él debía estar presente. Públicamente le iba a declarar su victoria. Se sabría quién era el verdadero líder.