DARELL, Arkady. Novelista, nacida 11-5-362 D.F. Muerta 1-7-443 D.F. Aunque principalmente conocida como escritora de novelas, debe su fama a la biografía de su abuela, Bayta Darell. Basada en información de primera mano, ha sido durante siglos la principal fuente de información relativa al Mulo y su época. Al igual que Memorias inéditas, su novela Una y otra vez es un apasionante reflejo de la brillante sociedad kalganiana de
principios del Interregno, basada, según se cree, en una visita a Kalgan durante su juventud
Enciclopedia Galáctica
Arcadia Darell declamó firmemente al micrófono de su transcriptor:
«El Futuro del Plan Seldon», por A. Darell y entonces pensó vagamente que algún día, cuando fuese una gran escritora, firmaría todas sus obras maestras bajo el seudónimo de Arkady. Simplemente Arkady, sin ningún apellido.
«A. Darell» era sólo lo que debía
poner en todos los temas para su clase de Composición y Retórica. Todos los otros niños tenían que hacerlo igualmente, excepto Olynthus Dam, porque la clase entera estalló en carcajadas cuando lo hizo por primera vez. Y Arcadia era el nombre de una niña pequeña, que le fue impuesto porque su bisabuela se llamaba así, ya que sus padres no tenían ninguna imaginación.
Ahora, hacía dos días que había cumplido catorce años, lo lógico era que reconocieran el simple hecho de su madurez y la llamaran Arkady. Apretaba los labios cada vez que recordaba a su padre levantando la vista del proyector de libros y diciendo:
«Pero si ahora finges que tienes diecinueve años, Arcadia, ¿qué harás cuando tengas veinticinco y todos los chicos piensen que has cumplido los treinta?»
Desde, el sillón en que se hallaba sentada de través era su sillón favorito
podía contemplarse en el espejo de su tocador. El pie le tapaba un poco la imagen porque la zapatilla no dejaba de balancearse sobre el dedo gordo, así que se sentó sobre ambos pies y estiró todo el cuerpo hasta que estuvo segura de haber añadido por lo menos dos centímetros a su majestuosa esbeltez.
Por un momento contempló pensativamente su rostro demasiado
redondo. Abrió las mandíbulas con los labios cerrados, y observó en todos sus ángulos la delgadez así obtenida. Humedeció sus labios con la punta de la lengua y los juntó en una mueca de fingida dulzura. Entonces dejó caer los párpados para adquirir una mirada misteriosa y mundana ¡Oh, qué fastidio! ¿Por qué sus mejillas tenían aquel tonto tono rosado?
Trató de estirarse los ojos hacia los lados, para conseguir la languidez exótica de las mujeres de los sistemas estelares interiores, pero con las manos se tapaba la cara y no podía verse muy bien.
Entonces levantó la barbilla, se miró de perfil, y con los ojos en tensión, por
mirar de reojo, y algo doloridos los músculos del cuello, dijo con voz algo más baja de su tono normal:
Realmente, padre, si crees que me importa una sola partícula de lo que puedan pensar esos estúpidos chicos, estás
Entonces recordó que aún tenía el transcriptor en la mano y funcionando, y exclamó, desconectándolo:
¡Oh, demonios!
El papel de color violeta pálido, con margen de color melocotón a la izquierda, contenía lo siguiente:
EL FUTURO DEL PLAN SELDON
Realmente, padre, si crees que me importa una sola partícula de lo que puedan pensar esos estúpidos chicos, estás ¡Oh, demonios!
Fastidiada, arrancó la hoja de la máquina y otra se colocó automáticamente en su lugar.
Pero el fastidio se desvaneció pronto de su rostro, y sus labios anchos se abrieron en una sonrisa de satisfacción. Olfateó el papel delicadamente. Era perfecto. Tenía el toque apropiado de elegancia y distinción, y el carácter de la escritura era la última palabra.
La máquina había sido enviada dos
días atrás, en su primer cumpleaños de persona adulta. Había dicho a su padre:
Pero, papá, todo el mundo, absolutamente todo el mundo de la clase con la más ligera pretensión de ser alguien posee una. Sólo una persona anticuada usaría una máquina manual
El vendedor explicó:
No existe otro modelo tan compacto por un lado y tan adaptable por el otro. Deletrea y puntúa correctamente según el sentido de la frase. Es, por supuesto, una gran ayuda en la educación, pues anima al usuario a emplear una enunciación cuidadosa y una respiración correcta a fin de asegurar la escritura perfecta, además de exigir una
pronunciación adecuada y elegante para la correcta puntuación.
Incluso entonces su padre intentó adquirir una de impresión por cinta entintada, como si ella fuera una maestra insulsa y solterona.
Pero cuando la enviaron vio que era el modelo que ella quería obtenido tal vez con más lamentos y sollozos de los que convenían a la adulta edad de catorce años, y la escritura era encantadora y enteramente femenina, con las mayúsculas más bellas y graciosas que nadie contemplara en su vida.
Incluso la exclamación «¡Oh demonios!» respiraba encanto, escrita por el transcriptor.
Pero ella tenía que dictar bien, así que adoptó una postura erguida en su asiento, colocó ante sí el primer borrador, con un gesto profesional, y empezó de nuevo, clara y armoniosamente, con el abdomen hundido, el pecho alto y la respiración cuidadosamente controlada. Entonó, con fervor dramático:
«El Futuro del Plan Seldon.
»Estoy segura de que la historia del pasado de la Fundación es bien conocida por todos los que hemos tenido la suerte de ser educados en el eficiente y bien dirigido sistema escolar de nuestro planeta.
(¡Bien! Aquello suavizaría las cosas con la señorita Erlking, aquella vieja y
maligna bruja.)
»La historia de dicho pasado es, en su mayor parte, la historia del gran Plan de Hari Seldon. Ambas son una sola. Pero la cuestión presente hoy día en la mente de casi todos es si el Plan continuará en su gran sabiduría o si será locamente destruido, en el supuesto de que aún no se haya llevado a cabo su destrucción.
»A fin de comprender este aspecto, conviene repasar someramente los puntos culminantes del Plan, tal como ha sido revelado hasta ahora a la humanidad.
(Esta parte era fácil porque había estudiado Historia Moderna el semestre anterior.)
»Hace casi cuatro siglos, cuando el
Primer Imperio Galáctico se hallaba sumido en la parálisis que precedió a su muerte definitiva, un hombre el gran Hari Seldon previó el inminente final. Y lo previó gracias a la ciencia de la psicohistoria, cuyas intrincadas matemáticas habían permanecido en el olvido durante largo tiempo.
»Él y los hombres que trabajaban a su lado pudieron predecir el curso de las grandes corrientes sociales y económicas dominantes en la Galaxia por aquella época. Comprendieron que, sin ayuda, el Imperio se derrumbaría, y que a partir de entonces reinaría el caos durante, por lo menos, treinta mil años, antes de que fuera establecido un nuevo Imperio.
»Era demasiado tarde para evitar la gran caída, pero aún era posible acortar el período intermedio del caos. Por consiguiente, el Plan fue elaborado con el fin de reducir a un solo milenio el intervalo entre el Primer Imperio y el Segundo. Ahora estamos completando el cuarto siglo de este milenio, y muchas generaciones de hombres han vivido y muerto mientras el Plan continúa su inexorable marcha.
»Hari Seldon estableció dos Fundaciones en extremos opuestos de la Galaxia, del modo y en las circunstancias necesarias para obtener la mejor solución
Fundaciones, la nuestra, establecida aquí, en Términus, se concentraron las ciencias físicas del Imperio, y mediante la posesión de estas ciencias la Fundación pudo contener los ataques de los reinos bárbaros que se habían separado y proclamado independientes en los límites del Imperio.
»La Fundación consiguió, asimismo, conquistar estos reinos rebeldes con ayuda de una serie de caudillos sabios y heroicos, como Salvor Hardin y Hober Mallow, que supieron interpretar inteligentemente el Plan y conducir a nuestra patria a través de sus complicadas coyunturas. Todos nuestros planetas siguen venerando su recuerdo, pese a que
han transcurrido varios siglos.
»Eventualmente, la Fundación estableció un sistema comercial que controlaba una gran porción de los sectores siwenniano y anacreontiano de la Galaxia, e incluso derrotó a los restos del antiguo Imperio bajo el mando de su último gran general, Bel Riose. Parecía que nada podría detener la marcha del Plan Seldon. Todas las crisis previstas por Seldon se habían producido en el momento señalado y habían sido solucionadas, y con cada una de estas soluciones la Fundación dio un paso gigantesco en su camino hacia el Segundo Imperio y la paz.
»Y entonces perdió el aliento en
este punto, y silabeó las palabras entre dientes, pero el transcriptor se limitó a escribirlas, tranquila y graciosamente, tras la desaparición de los últimos restos del Primer Imperio, cuando solamente ineficaces señores guerreros gobernaban sobre las cenizas y astillas del coloso derribado había copiado esta frase de una novela de aventuras transmitida por el vídeo la semana anterior, pero la vieja señorita Erlking jamás escuchaba otra cosa que sinfonías y conferencias, de modo que no se enteraría, apareció en escena el Mulo.
»Este hombre extraño no había sido previsto en el Plan. Era un mutante, y su nacimiento no hubiera podido predecirse.
Poseía la extraña y misteriosa facultad de controlar y manipular las emociones humanas, y de este modo podía moldear a todos los hombres según su capricho. Con sobrecogedora rapidez se convirtió en conquistador y constructor de un Imperio, hasta que, finalmente, derrotó a la propia Fundación.
»Sin embargo, nunca obtuvo el dominio universal, ya que en su primera y arrolladora empresa fue detenido por la sabiduría y el valor de una gran mujer ahora se enfrentaba al problema de siempre. Su padre insistía en que no debía revelar jamás que era nieta de Bayta Darell. Todo el mundo sabía que Bayta fue la mujer más grande de la
historia; y era cierto que había detenido al Mulo sin ayuda de nadie cuya verdadera historia es conocida en su totalidad por muy pocos hombres.
(¡Ya estaba dicho! Si tenía que leerlo ante la clase podía decir lo último en voz muy baja, y a buen seguro que alguien preguntaría cuál era la verdadera historia; y entonces bueno, entonces no tendría más remedio que contar la verdad. En su mente ya estaba preparando una larga y elocuente explicación a un padre severo e inquisitivo.)
»Tras cinco años de gobierno restringido se produjo otro cambio cuyas razones son desconocidas, y el Mulo abandonó todos sus planes de ulteriores
conquistas. Sus últimos cinco años fueron los de un inteligente déspota.
»Algunos dicen que el cambio operado en el Mulo se debió a la intervención de la Segunda Fundación. No obstante, nadie ha descubierto nunca la localización de esta otra Fundación, ni se conoce su función exacta, por lo que la teoría carece de base.
»Una generación ha pasado desde la muerte del Mulo. ¿Qué será del futuro, ahora que ha existido y, por fin, desaparecido? Él interrumpió el Plan Seldon y al parecer lo hizo estallar en fragmentos, pero en cuanto murió, la Fundación resurgió de nuevo, como una nova de las cenizas de una estrella
moribunda.
(Esta frase era sólo suya.)
»Una vez más, el planeta Términus alberga el centro de una federación comercial casi tan grande y rica como la que precedió a la conquista, y aún más pacífica y democrática.
»¿Ha sido esto planeado? ¿Continúa vivo el gran sueño de Seldon? ¿Se formará un Segundo Imperio Galáctico dentro de seiscientos años? Yo así lo creo, porque ésta era la parte importante. La señorita Erlking no se cansaba de garabatear con lápiz rojo: Pero esto es sólo descriptivo. ¿Cuáles son sus reacciones personales? ¡Piense!
¡Exprésese! ¡Penetre su propia alma!
Penetrar la propia alma. Como si ella supiera algo de almas, con su cara de limón que no había sonreído en la vida
nunca, en ninguna época, ha sido tan favorable la situación política. El viejo Imperio está completamente muerto, y el período de dominio del Mulo también, al igual que la era de señores guerreros que lo precedió. La mayor parte de las áreas circundantes de la Galaxia están civilizadas y disfrutan de paz.
»Además, la salud interna de la Fundación es mejor que nunca. Los despóticos tiempos de los alcaldes hereditarios de la preconquista han cedido el paso a las elecciones democráticas de la primera época. Ya no
hay mundos disidentes de Comerciantes Independientes, como tampoco existen las injusticias y dislocaciones que acompañaban a las acumulaciones de gran riqueza en manos de unos pocos.
»No hay razón, por lo tanto, para temer el fracaso, a menos que sea cierto que la propia Segunda Fundación representa un peligro. Los que así piensan carecen de evidencia en qué fundar sus afirmaciones, que se basan únicamente en supersticiones y temores. Yo creo que nuestra confianza en nosotros mismos, en nuestra nación y en el gran Plan de Hari Seldon, debería expulsar de nuestros corazones y nuestras mentes todas las incertidumbres y humm. Eso era en
exceso grandilocuente, pero se esperaba algo parecido al final por eso afirmo»
Aquí terminó por el momento «El Futuro del Plan Seldon», porque sonó un ligerísimo golpe en la ventana, y cuando Arcadia se levantó de un salto se encontró frente a una cara sonriente que estaba al otro lado del cristal; una cara cuya simetría de rasgos era acentuada de modo interesante por la línea corta y vertical de un dedo colocado sobre los labios.
Tras la breve pausa necesaria para adoptar una actitud de perplejidad, caminó hacia el diván situado frente a la ancha ventana donde se encontraba la
aparición y, arrodillándose encima de él, miró pensativamente hacia fuera.
La sonrisa se desvaneció enseguida del rostro del hombre. Mientras los dedos de una mano se agarraban al alféizar, los de la otra hicieron un rápido gesto. Arcadia obedeció con calma y corrió el pestillo que movía suavemente el tercio inferior de la ventana, permitiendo que el cálido aire de primavera se mezclase con el aire acondicionado del interior.
No puede entrar dijo con tranquila satisfacción. Todas las ventanas están provistas de una pantalla que sólo deja pasar a las personas que viven aquí. Si usted entra, sonarán todas las alarmas imaginables. Hizo una
pausa y añadió: Su aspecto es bastante ridículo, colgado del alféizar. Si no tiene cuidado se caerá y se romperá el cuello, amén de destrozar muchas flores valiosas.
En tal caso replicó el hombre de la ventana, que había estado pensando lo mismo, pero con una ligera variación en los adjetivos, ¿por qué no neutralizas la pantalla y me dejas entrar?
No pienso hacerlo repuso Arcadia. Probablemente usted busca una casa diferente, porque yo no soy la clase de chica que deja entrar en su dormitorio a hombres desconocidos, y menos a estas horas de la noche.
Sus ojos, al decir esto, adoptaran una
insólita seriedad, o algo que pretendía parecerlo.
Todo vestigio de humor había desaparecido del rostro del joven desconocido. Murmuró:
Es la casa del doctor Darell,
¿verdad?
¿Por qué habría de decírselo?
¡Oh, por la Galaxia! Adiós
Si salta ahora, jovencito, tocaré personalmente la alarma. El adjetivo era de una refinada ironía, pues a los ojos experimentados de Arcadia el intruso parecía tener por lo menos treinta años; de hecho, era viejo.
Una larga pausa. Entonces, él dijo:
Bueno, vamos a ver, niña; si no
quieres que me quede, ni quieres que me vaya, ¿cuál es tu intención?
Supongo que puedo dejarle entrar. El doctor Darell vive aquí. Voy a neutralizar la pantalla.
Cautelosamente, tras una mirada inquisitiva, el hombre apoyó una mano en la ventana, se dio impulso y saltó al interior. Con gesto airado se desempolvó las rodillas y levantó hacia la muchacha el rostro ahora enrojecido.
¿Estás completamente segura de que tu reputación no sufrirá ningún daño cuando me encuentren aquí?
No sufriría tanto como la suya si,
cuando oiga pasos en el exterior, grito, vocifero y digo que ha entrado aquí por la fuerza.
Conque eso harías, ¿eh? replicó él con forzada cortesía. ¿Y cómo piensas explicar la neutralización de la pantalla protectora?
¡Bah, eso sería fácil! No estaba conectada.
El hombre abrió mucho los ojos.
¿Ha sido una treta? ¿Cuántos años tienes, chiquilla?
Considero muy impertinente su pregunta, jovencito. Y no estoy acostumbrada a que me llamen
«chiquilla».
No me extraña. Probablemente eres
la abuela del Mulo, disfrazada. ¿Te importa que me vaya antes de que se organice un linchamiento conmigo en el papel principal?
Será mejor que no se vaya, porque mi padre le está esperando.
La mirada del hombre volvió a ser cautelosa. Enarcó una ceja mientras decía con pretendida ligereza:
¿Ah, sí? ¿Hay alguien con tu padre?
No.
¿Le ha visitado alguien últimamente?
Sólo comerciantes y usted.
¿No ha ocurrido nada especial?
Sólo usted.
Olvídate de mí, ¿quieres? No, no me olvides. Dime, ¿cómo sabías que tu padre me estaba esperando?
¡Oh, eso fue fácil! La semana pasada recibió una Cápsula Personal, cifrada expresamente para él, que contenía un mensaje autooxidable, ya sabe. Tiró la cápsula al desintegrador de basuras, y ayer dio a Poli, es nuestra sirvienta, unas vacaciones de un mes para que pueda visitar a su hermana en la ciudad de Términus. Esta tarde ha arreglado la cama de la habitación de huéspedes. De este modo me he enterado de que esperaba a alguien acerca del cual yo no podía saber nada. Corrientemente, me lo cuenta todo.
¡Vaya! Me sorprende que tenga que hacerlo. Yo diría que tú lo sabes todo antes de que te lo cuente.
En general, así es.
Entonces soltó una carcajada. Estaba empezando a sentirse a sus anchas. El visitante era de edad avanzada, pero su aspecto tenía una gran distinción, con sus cabellos castaños rizados y los ojos muy azules. Tal vez conocería a alguien parecido en el futuro, cuando ella también fuese vieja.
¿Y cómo sabías exactamente que era yo a quien esperaba? preguntó él.
Bueno, ¿quién podía ser, si no? Esperaba a alguien con gran secreto,
¿comprende?, y entonces usted llega
agarrándose a las ventanas, en lugar de entrar por la puerta principal como hacen las personas sensatas. Recordó una de sus frases favoritas, y la usó inmediatamente: ¡Los hombres son tan estúpidos!
Estás muy segura de ti misma, ¿no crees, niña? Quiero decir, señorita. Podrías estar en un error, ¿sabes? ¿Y si yo te dijera que todo esto es un misterio para mí y que, por cuanto yo sé, tu padre está esperando a otro y no a mí?
¡Oh, no lo creo! Yo no le he dicho que entrara hasta que le he visto tirar su cartera.
¿Mi qué?
Su cartera, jovencito. No estoy
ciega. No se le cayó de las manos, porque primero miró hacia abajo, como para asegurarse de que caería bien. Entonces debió pensar que iría a parar justo bajo los setos y nadie la vería, de modo que la tiró y no volvió a mirar hacia abajo. Además, el hecho de que entrara por la ventana y no por la puerta principal indica que le daba un poco de miedo aventurarse en la casa sin antes investigar el lugar. Y después de discutir conmigo se cuidó de la cartera antes de cuidar de sí mismo, lo cual indica que considera el contenido de la cartera más valioso que su propia seguridad, y esto significa que mientras usted esté aquí dentro y la cartera esté afuera, y nosotros sepamos
que está afuera, su situación es bastante precaria.
Hizo una pausa para recobrar el aliento, y el hombre dijo entre dientes:
Excepto que estoy pensando en estrangularte o dejarte medio muerta y largarme de aquí, con la cartera.
Excepto, jovencito, que yo tengo por casualidad un palo de béisbol debajo de la cama, al que puedo llegar en un segundo desde donde estoy sentada, y que soy muy fuerte para ser una chica.
Callejón sin salida. Finalmente, con forzada cortesía, el «jovencito» dijo:
Será mejor que me presente, ya que
somos tan amigos. Soy Pelleas Anthor.
¿Cuál es tu nombre?
Soy Arca Arkady Darell. Encantada de conocerle.
Y ahora, Arkady, ¿quieres ser una niña buena y llamar a tu padre?
Arcadia se enfureció.
No soy una niña. Creo que es usted muy grosero, especialmente cuando está pidiendo un favor.
Pelleas Anthor suspiró.
Muy bien. ¿Quieres ser una buena y cariñosa viejecita, que huele a lavanda, y llamar a tu padre?
Tampoco es eso lo que quería, pero le llamaré. Recuerde que no pienso quitarle los ojos de encima, jovencito y
pataleó contra el suelo.
Se oyeron pasos en el vestíbulo, alguien abrió la puerta de par en par.
Arcadia Hubo una pequeña explosión de jadeos, y el doctor Darell preguntó: ¿Quién es usted, señor?
Pelleas se puso en pie de un salto, con evidente alivio.
¿Es el doctor Toran Darell? Soy Pelleas Anthor. Creo que ha recibido noticias de mi visita. Al menos, su hija así lo asegura.
¿Mi hija lo asegura? La miró con reprobación, pero la mirada resbaló por la impenetrable red de inocencia con que ella recibió la acusación. El doctor Darell dijo por fin: Es cierto, le
esperaba. ¿Quiere acompañarme al piso de abajo?
Se detuvo al darse cuenta de que algo se movía, y Arcadia lo observó casi simultáneamente.
Se abalanzó sobre su transcriptor, pero fue inútil, pues su padre ya se encontraba junto a él. El doctor Darell dijo con dulzura:
Lo has dejado funcionando todo este tiempo, Arcadia.
Padre gimió ella, realmente angustiada, no es nada cortés leer la correspondencia privada de otra persona, en especial si se trata de correspondencia sonora.
¡Ah! exclamó el padre, ¡pero
esta vez se trata de una «correspondencia sonora» con un desconocido en tu dormitorio! Como padre, Arcadia, tengo que protegerte contra el mal.
¡Oh, demonios! No ha pasado nada malo.
Pelleas rio de improviso.
Eso no es cierto, doctor Darell. La jovencita iba a acusarme de toda clase de cosas, y debo insistir en que usted lo lea, sólo para salvar mi buen nombre.
¡Oh!
Arcadia reprimió las lágrimas con un esfuerzo. Su propio padre ni siquiera confiaba en ella. Y el maldito transcriptor Si aquel idiota no hubiese aparecido en la ventana, ella no habría
olvidado desconectar la máquina. Y ahora su padre pronunciaría largos discursos sobre lo que una jovencita no debe hacer. Al parecer, lo único que podía hacer era ahogarse de pena y morir.
Arcadia dijo suavemente su padre, creo que una señorita como tú
Lo sabía, lo sabía.
no debería ser impertinente con hombres de más edad que ella.
Pero ¿por qué tenía que venir a atisbar a mi ventana? Una joven tiene derecho a su intimidad Ahora tendré que escribir de nuevo toda mi maldita composición.
Tú no eres quién para acusarle de haberse acercado a tú ventana. Podrías
haberle prohibido la entrada. Podrías haberme llamado al instante, en especial si creías que le estaba esperando.
Arcadia replicó con rabia:
Hubiera sido mejor que no le vieses es un estúpido. Lo echará todo a perder si entra por las ventanas, en vez de hacerlo por las puertas.
Arcadia, nadie necesita tu opinión sobre cuestiones de las que nada sabes.
Claro que sé algo. Se trata de la Segunda Fundación.
Hubo un silencio. Incluso Arcadia sintió un estremecimiento nervioso en el estómago.
El doctor Darell preguntó en voz baja.
¿Dónde has oído eso?
En ninguna parte, pero ¿qué otra cosa requiere tanto secreto? Y no tienes que preocuparte de que lo diga a nadie.
Señor Anthor dijo el doctor Darell, debo pedirle perdón por todo esto.
No importa fue la respuesta algo tensa de Anthor. No es culpa de usted que ella se haya vendido a las fuerzas de la oscuridad. Pero ¿me permite hacerle una pregunta antes de irnos? Señorita Arcadia
¿Qué quiere?
¿Por qué consideras estúpido entrar por las ventanas en lugar de hacerlo por las puertas?
Porque así proclama lo que quiere ocultar, tonto. Si yo tengo un secreto no me pongo una mordaza en la boca para que todo el mundo sepa que tengo un secreto. Hablo mucho, como siempre, pero de otras cosas. ¿No ha leído nunca los proverbios de Salvor Hardin? Fue nuestro primer alcalde, ¿lo sabía?
Sí, lo sabía.
Pues bien, solía decir que sólo una mentira que no estuviera avergonzada de sí misma podía tener éxito. También dijo que nada tenía que ser cierto, pero que todo tenía que sonar como si lo fuese. Si usted entra por una ventana, es una mentira avergonzada de sí misma, y no
suena a cierta.
Entonces, ¿qué hubieras hecho tú?
Si yo hubiese querido ver a mi padre para un asunto altamente secreto, me hubiera presentado a él abiertamente y hablado con él de toda clase de temas estrictamente legítimos. Y después, cuando todo el mundo me conociera y me asociara con mi padre con toda naturalidad, ambos podríamos hablar de cuantos secretos quisiéramos, pues nadie sospecharía nada.
Anthor dirigió a la muchacha una mirada extraña, y luego dijo al doctor Darell:
Vámonos. He de recoger una cartera que tengo en el jardín. ¡Espere!
Una última pregunta, Arcadia: ¿verdad que no tienes ningún palo de béisbol debajo de la cama?
¡No, ninguno!
¡Ya! Lo suponía.
El doctor Darell se detuvo en el umbral.
Arcadia dijo, cuando escribas de nuevo tu composición sobre el Plan Seldon, no seas innecesariamente misteriosa respecto a tu abuela. No la menciones en absoluto.
Él y Pelleas bajaron las escaleras en silencio. Entonces el visitante preguntó con voz tensa:
Espero que no le importe, señor.
¿Qué edad tiene su hija?
Cumplió catorce años hace dos días.
¿Catorce? Por la Gran Galaxia Dígame, ¿alguna vez le ha dicho que espera casarse en el futuro?
No. Nunca me ha hablado de eso.
Bien, si algún día se va a casar, mátelo. Me refiero a su novio. Miró gravemente a los ojos del otro. Hablo en serio. La vida no puede contener un horror más grande que vivir con la persona que será cuando tenga veinte años. No es mi intención ofenderle, naturalmente.
No me ha ofendido. Creo que sé a qué se refiere.
En el piso superior, el objeto de sus tiernos análisis se hallaba sentada frente al transcriptor; con gesto de tedio, dictó:
«Elfuturodelplanseldon». El transcriptor, con infinito aplomo, lo tradujo a elegantes y complicadas mayúsculas:
«EL FUTURO DEL PLAN SELDON»