Después de que Ohio saliera de la habitación, Edward se levantó y miró a través de la ventana, como si la tormenta volviera a formarse, apretó el puño fuertemente, cuatro años desde la desaparición repentina de la chica de ojos dorados, cuatro años de incertidumbre y duda, no tenía forma de demostrar que seguía viva, a menos que ella se presentase ante sus ojos, nadie que había enviado a buscarla había vuelto con una noticia favorable, alguna vez pensó en rendirse y dejar que ella cayera en el olvido, pero su imagen se le aparecía en la mente cada vez que se acercaba lujuriosamente a otra mujer, su tristeza y vacío lo llevaron a perder algunos hábitos, ya no buscaba complacencia de mujeres desvergonzadas, ya no bebía sangre directamente de los humanos, incluso empezó a tomar demasiado enserio su papel de Señor, su carácter había cambiado también, su sonrisa educada y amable se había convertido en una expresión indiferente e imponente, nadie podía creer su drástico cambio, pero tampoco nadie podía regresarlo a la normalidad. Los meses se convirtieron en años, y con el paso del tiempo la esperanza de encontrarla viva se extinguió hasta que sólo quedaron cenizas, se preguntaba a sí mismo qué hubiera pasado si no la hubiera abandonado ese día, él no había elegido dejarla pero el trabajo lo había sacado de la mansión de sus tíos, se alejó unas horas de ella y cuando regresó se enteró de que la habían secuestrado mientras ella dormía, pero sin importar cuanto lo intentará, nunca pudo saber de su paradero, se prometió que jamás volvería a tocar a una mujer si no sabía qué era lo que le había pasado a ella, y así lo hizo, siempre había sido un hombre de palabra.
***
Aldea Fog Spell.
Adelaida estaba recogiendo la ropa para ir a lavarla al rio Crystal of Light, esto se había convertido en una rutina que realizaba cada tres días sin falta, algunas veces iba sola y otras la acompañaban las semanas Ashly y Caitlyn, aunque durante los últimos tres meses quién la acompañaba era Marc. Después de recoger la ropa sucia y ponerla en un costal, Adelaida y Marc salieron de la casa y se dirigieron al río Crystal of Light, se demoraron quince minutos en llegar ahí, Adelaida empezó a restregar los vestidos de su madrina mientras hablaba con Marc.
- ¿Adelaida?
- ¿Mmm?
- ¿Alguna vez intentaste hacer un hechizo para congelar la edad de un ser mortal?
- ¿Quién no lo ha hecho? Yo lo hice en Phinian...
- ¿Tu caballo?
- Si, por eso aún corre como un adolescente, de otra forma su velocidad habría disminuido hace tiempo.
- ¿Cuando aprendiste a hacer eso?
- Seis meses después de haber llegado aquí, aunque nunca lo he intentado en un humano, ¿crees que el efecto sería diferente?
- No lo sé, no he podido intentarlo, mi poder aún necesita desarrollarse, no es como el tuyo que apareció de golpe...
- Yo tampoco me lo explicó, lo único que sé es que desperté un día con estos extraños dones, es abrumador creer que hayan sido la razón de que mi familia me repudiara...
- ¿Por qué piensas así?
- Porque ellos nunca vinieron a visitarme, también dejaron de escribir cartas hace dos años, no sé nada de ellos, y creo que ellos tampoco saben nada de mí ahora. Pero ya no importa si me recuerdan o no.
- ¿Por qué no?
- Porque encontré a mi verdadera familia cuando los comoci a ustedes.
- Es muy lindo lo que dices Adelaida, pero no pierdas la esperanza de que ellos algún día vendrán a verte...
- Tienes razón, gracias Marc, eres muy bueno conmigo, aprecio tus consejos...
Ambos siguieron ocupándose de la ropa, el resto del tiempo hablaron de cosas mas triviales y no volvieron a mencionar a la familia de Adelaida.
***
Mansión Hunt.
Habiendo pasado cuatro años desde el planeado viaje sin retorno cercano de Adelaida, los Duques Hunt habían desarrollado tristeza y culpabilidad, aunque desearan que Adela no les guardara rencor, ambos sabían que las cosas no eran asi, desde el principio sabían que eso iba a suceder, pero su deseo de mantener a su sobrina inmaculadamente inocente los sobrepasaba, tálves era porque ella era una débil humana o quizá porque era lo único que quedaba del hermano de Samantha, pero las cosas ya estaban hechas y hasta que Adelaida no cumpliera dieciocho años no había forma de revertirlo. Vanessa y Jessica habían adquirido tristeza crónica, nada en la mansión Hunt volvió a ser igual desde que Adelaida se fue, incluso los sirvientes demostraban su luto eterno, una nube de soledad azotó la mansión de los Duques. La sala de música había estado cerrada desde la noche en que partió Adelaida, su antiguo cuarto también estaba igual, su asiento en la mesa no se había movido ni un centímetro, parecía que el tiempo se hubiera detenido en la mansión, pero ese tiempo no se detuvo para Adelaida y todos en la casa lo sabían, todos sólo deseaban que Adelaida volviera pero esa decisión estaba solo en las manos de Milo Hunt y Samantha Hunt.
Jessica creció como una encantadora vampiresa de sangre pura, ella aparentaba dieciséis años para un humano, aunque en realidad tenía poco más de treinta años, se había vuelto encantadora con el tiempo, era reconocida por su inteligencia y belleza en la sociedad, pero también era recordada como la vampiresa que no había sonreído hace mucho tiempo. Sus pasatiempos eran pocos, a parte de montar a caballo y escribir poesía, no había mucho que le interesase, no iba a eventos sociales, detestaba la muchedumbre y se había negado a cualquier propuesta de cortejo, argumentando a sus padres que no se casaría hasta que su querida prima Adelaida volviera.
Vanessa también había crecido encantadora, ahora aparentaba tener poco más de diecinueve años, sus ojos rojo habían tomado un color más oscuro haciéndola más destacada entre la sociedad vampírica, pero al igual que Jessica, ella también había dejado de sonreír desde la partida de su prima, su expresión siempre era irritada o cansada, su carácter había tomado posesión de ella y la había convertido en la belleza inalcanzable de la sociedad. Sus pasatiempos también eran limitados, tan solo la jardinería la hacía ver más presente en el mundo, pero a pesar de esto no perdía su actitud antisocial, también se había negado a casarse sin la presencia de su prima.