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Chapter 20 - Cuarta parte 04 - LOS COMERCIANTES (01)

COMERCIANTES Y constantemente, como avanzadas de la hegemonía política de la Fundación, estaban los comerciantes, extendiendo tenues tentáculos a través de las enormes distancias de la Periferia. Podían pasar meses o años entre dos desembarcos en Términus; a menudo sus naves no eran más que conjuntos de reparaciones e improvisaciones caseras; su honradez no era de las más altas; su osadía

Mediante todo esto forjaron un imperio más consistente que el despotismo seudorreligioso de los Cuatro Reinos

Se relatan innumerables historias acerca de estas figuras macizas y solitarias que se regían, medio en broma, medio en serio, por un lema adoptado de uno de los epigramas de Salvor Hardin:

«¡Nunca permitas que el sentido de la moral te impida hacer lo que está bien!». Ahora es difícil saber qué historias son reales y qué historias son apócrifas. Probablemente no hay ninguna que no haya sufrido alguna exageración

Enciclopedia Galáctica

Limmar Ponyets estaba completamente enjabonado cuando la llamada llegó a su receptor lo que prueba que la vieja observación acerca de los telemensajes y las bañeras es cierta incluso en el oscuro y difícil espacio de la Periferia Galáctica.

Afortunadamente, la parte de una nave de libre comercio que no se dedica a estibar mercancías varias es extremadamente recogida. Tanto es así, que la ducha, con agua caliente incluida, está localizada en un cubículo de dos por cuatro, a tres metros del panel de mandos.

Ponyets oyó el repiqueteo del receptor con toda claridad.

Soltando espuma y un juramento, salió de la bañera para ajustar el vocal, y tres horas más tarde una segunda nave comercial estaba al lado, y un sonriente joven entró por el tubo de aire tendido entre las naves.

Ponyets inclinó su silla hacia adelante y se colocó junto al piloto oscilatorio automático.

¿Qué ha hecho, Gorm? preguntó, sombríamente. ¿Perseguirme desde la Fundación?

Les Gorm sacó un cigarrillo y movió la cabeza energéticamente.

¿Yo? Ni pensarlo. Soy el ingenuo a

quien se le ocurrió aterrizar en Glyptal IV el día después del correo. Así que me enviaron detrás de usted con esto.

La diminuta y brillante esfera cambió de manos, y Gorm añadió:

Es confidencial. Supersecreto. No se puede confiar al subéter y todo eso. O, por lo menos, es lo que yo creo. Es una cápsula personal y no puede ser abierta por nadie más que no sea usted.

Ponyets contempló la cápsula con disgusto.

Ya lo veo. Nunca he visto que una de éstas encerrara buenas noticias.

Se abrió en su mano y la delgada y transparente cinta se desenrolló rígidamente. Sus ojos recorrieron el

mensaje velozmente, pues cuando la última parte estaba saliendo, la primera ya se oscurecía y arrugaba. Al cabo de un minuto y medio se había vuelto negra y, molécula por molécula, se desintegró.

Ponyets gruñó con voz profunda:

¡Oh, Galaxia!

Les Gorm preguntó serenamente:

¿Puedo ayudarle de algún modo?

¿O es demasiado secreto?

Le molestará, puesto que usted forma parte del Gremio. Tengo que ir a Askone.

¿Allí? ¿Por qué razón?

Han apresado a un comerciante. Pero no se lo diga a nadie.

La expresión de Gorm se vio

dominada por la cólera.

¡Apresado! Eso va contra la

Convención.

Y también la interferencia con la política local.

¡Oh! ¿Es eso lo que hizo? Gorm reflexionó. ¿Quién es el comerciante?

¿Alguien que yo conozca?

¡No! contestó Ponyets secamente, y Gorm aceptó la implicación y no hizo más preguntas.

Ponyets estaba levantado y mirando inexpresivamente por la visiplaca. Murmuró fuertes expresiones hacia aquella parte de la nebulosa lenticular que era el cuerpo de la Galaxia, y después dijo en voz alta:

¡Maldito lío! ¡Estoy pasándome de la raya!

La luz se hizo en la mente de Gorm.

Eh, amigo, Askone es una zona cerrada.

Así es. No se puede vender ni un cortaplumas en Askone. No comprarán utensilios atómicos de ninguna clase. Con mi contribución vencida, es un suicidio ir allí.

¿No puede zafarse?

Ponyets meneó la cabeza con aire ausente.

Conozco al tipo complicado. No puedo abandonar a un amigo. ¿Qué puede pasarme? Estoy en manos del Espíritu Galáctico y me dirijo alegremente hacia

donde él me señala.

Gorm dijo, desconcertado:

¿Eh?

Ponyets le miró, y se echó a reír, brevemente.

Me había olvidado. Usted no ha leído el Libro del Espíritu, ¿verdad?

Nunca he oído hablar de él dijo

Gorm, concisamente.

Bueno, lo conocería si hubiera tenido una educación religiosa.

¿Educación religiosa? ¿Para el clero? Gorm estaba profundamente aturdido.

Me temo que sí. Es mi vergüenza oculta y mi secreto. Sin embargo, yo era demasiado para los reverendos padres.

Me expulsaron por razones suficientes para estimularme a recibir una educación seglar a cargo de la Fundación. Bueno, quizá sea mejor estar fuera. ¿Cuál es su contribución este año?

Gorm apagó el cigarrillo y se ajustó la gorra.

Ahora he conseguido mi último cargamento. Lo lograré.

¡Qué afortunado! se lamentó Ponyets, y, mucho después de irse Les Gorm, siguió inmóvil, sumido en cavilaciones.

¡De modo que Eskel Gorov estaba en

Askone y en la cárcel!

¡Era una mala cosa! De hecho, considerablemente peor de lo que podía

parecer. Era muy fácil dar a un joven curioso una versión resumida del asunto para apartarlo de él y lograr que se ocupara de los suyos. Era algo muy diferente hacer frente a la verdad.

Pues Limmar Ponyets era una de las pocas personas que sabían que el maestro comerciante Eskel Gorov no era ningún comerciante, sino algo completamente distinto: ¡un agente de la Fundación!