Chereads / FUNDACION / Chapter 23 - Cuarta parte 04 - LOS COMERCIANTES (05)

Chapter 23 - Cuarta parte 04 - LOS COMERCIANTES (05)

Transcurrió otra semana antes de que se concertara el encuentro con Pherl. Ponyets acusaba la tensión, pero ahora ya estaba acostumbrado a la sensación de inutilidad física. Se hallaba en la villa suburbana de Pherl, bajo custodia. No había otra cosa que hacer más que aceptarlo sin siquiera volver la vista atrás.

Pherl parecía más alto y joven fuera del círculo de los ancianos. Vestido informalmente, no parecía en absoluto un anciano.

Dijo bruscamente:

Es usted un hombre muy peculiar.

Sus ojos juntos parecieron pestañear. No ha hecho nada en la semana pasada, y particularmente en estas dos últimas horas, aparte de insinuar que necesita oro. Parece una labor inútil, porque, ¿quién no lo necesita? ¿Por qué no avanzar un paso?

No es simplemente oro dijo Ponyets, discretamente. No simplemente oro. No es tanto sólo una moneda o dos. Es más bien todo lo que hay detrás del oro.

¿Y qué puede haber detrás del oro?

apremió Pherl, con una sonrisa que le curvó los labios hacia abajo. Seguramente esto no será el preliminar de otra chapucera demostración.

¿Chapucera? Ponyets frunció ligeramente el ceño.

Oh, desde luego. Pherl cruzó las manos y se tocó ligeramente con ellas la barbilla. No es que le critique. La chapucería fue hecha a propósito, estoy seguro. Tendría que haber advertido de

eso a su excelencia, si hubiera sido usted, habría producido el oro en mi nave y lo hubiera ofrecido simplemente. De este modo, se habría evitado la demostración que nos hizo y el antagonismo que levantó.

Es cierto admitió Ponyets, pero puesto que era yo, acepté el antagonismo con la esperanza de atraer su atención.

¿Conque es eso? ¿Simplemente eso? Pherl no hizo ningún esfuerzo por ocultar su despectivo tono de burla. Y me imagino que sugirió el período de purificación de treinta días para tener tiempo de convertir la atracción en algo un poco más sustancial. Pero ¿y si el oro

se vuelve impuro?

Ponyets se permitió una muestra de humor negro.

¿Desde cuándo el juicio de esa impureza depende de los que están más interesados en encontrarlo puro?

Pherl alzó los ojos y los fijó en el comerciante. Parecía sorprendido y satisfecho a la vez.

Es una opinión sensata. Ahora dígame por qué quería llamar mi atención.

Lo haré. En el poco tiempo que he estado aquí, he observado hechos muy útiles que le conciernen a usted y me interesan a mí. Por ejemplo, usted es joven muy joven para ser miembro del

Consejo, e incluso procede de una familia relativamente joven.

¿Está criticando a mi familia?

De ningún modo. Sus antepasados son grandes y sagrados; todos admitirán esto. Pero hay algunos que dicen que no es usted miembro de una de las Cinco Tribus.

Pherl se inclinó hacia atrás.

Con todo el respeto a los implicados dijo, sin ocultar su rencor

, las Cinco Tribus han empobrecido el linaje y aclarado la sangre. Ni cincuenta miembros de las Tribus están vivos.

Pero hay quienes dicen que la nación no está dispuesta a tener un gran maestre que no pertenezca a las Tribus. Y

un favorito del gran maestre tan joven y recién ascendido es propenso a crearse grandes enemigos entre los importantes del Estado se dice. Su excelencia está envejeciendo y su protección no durará hasta después de su muerte, cuando sea uno de los enemigos de usted el que indudablemente interpretará las palabras de su Espíritu.

Pherl torció el gesto.

Para ser extranjero sabe muchas cosas. Tales oídos están hechos para ser cortados.

Eso se puede decidir más tarde.

Deje que me anticipe. Pherl se movió impacientemente en su asiento. Usted va a ofrecerme riqueza y poder por

medio de estas diabólicas maquinitas que lleva en su nave. ¿De acuerdo?

Supongamos que sí. ¿Qué tendría usted que objetar? ¿Únicamente sus normas del bien y del mal?

Pherl meneó la cabeza.

De ninguna manera. Mire, extranjero, su opinión sobre nosotros, dado su pagano agnosticismo, es la que es, pero yo no soy el rendido esclavo de nuestra mitología, aunque pueda parecerlo. Soy un hombre educado, señor, y también culto. Toda la profundidad de nuestras costumbres religiosas, en el sentido ritual más que el ético, es para las masas.

Entonces, ¿cuál es su objeción?

apremió Ponyets, amablemente.

Justamente eso. Las masas. Es posible que esté dispuesto a tratar con usted, pero sus maquinitas deben usarse para que sean útiles. ¿Cómo podría venir a mí la riqueza, si yo tuviera que usar?

¿Qué es lo que vende? Bueno, una navaja de afeitar, por ejemplo, sólo en el secreto más estricto. Incluso si mi barba estuviera mejor afeitada, ¿cómo me haría rico? ¿Y cómo me libraría de la muerte por gas o a manos de la espantada turba si me sorprendieran usándola?

Ponyets se encogió de hombros.

Tiene usted razón. Podría decirle que el remedio sería educar a su propio pueblo sobre el empleo de los aparatos

atómicos por su propia conveniencia y sustancial provecho de usted. Sería un trabajo gigantesco, no lo niego, pero el resultado sería aún más gigantesco. Sin embargo, eso es algo que le concierne a usted, no a mí, por el momento. Porque no le ofrezco ni navajas de afeitar, ni cuchillos, ni ningún instrumento mecánico.

¿Qué me ofrece?

Oro. Directamente. Puede usted quedarse con la máquina que probé la semana pasada.

Y entonces Pherl se puso rígido y la piel de su frente se movió espasmódicamente.

¿El transmutador?

Exactamente. Su suministro de oro igualará a su suministro de hierro. Me imagino que esto es suficiente para todas las necesidades. Suficiente para el cargo de gran maestre, a pesar de la juventud y los enemigos. Y es seguro.

¿En qué forma?

En que el secreto es la esencia de su empleo; ese mismo secreto que usted ha descrito como la única seguridad con respecto a la energía atómica. Puede enterrar el transmutador en el calabozo más profundo de la fortaleza más inexpugnable de su posesión más alejada, y seguirá proporcionándole riqueza instantánea. Lo que usted compra es el oro, no la máquina, y ese oro no llevará

traza alguna de su manufactura, pues no se distingue del natural.

¿Y quién hará funcionar la máquina?

Usted mismo. No necesita más que cinco minutos de aprendizaje. Se la pondré a punto en cuanto lo desee.

¿Y a cambio?

Bueno Ponyets se mostró más cauto, solicito un precio, y bastante elevado, por cierto. Es mi medio de vida. Digamos, porque es una máquina valiosa, el equivalente de treinta centímetros cúbicos de oro en hierro forjado.

Pherl se echó a reír, y Ponyets se sonrojó.

Me permito señalar, señor

añadió, inflexiblemente, que puede usted recuperar el precio en dos horas.

Es verdad, y en una hora usted puede haberse ido, y mi máquina puede haberse estropeado. Necesitaré una garantía.

Tiene usted mi palabra.

Muy buena garantía Pherl se inclinó sardónicamente, pero su presencia sería una seguridad aún mejor. Yo le doy mi palabra de pagarle una semana después de la entrega y de que la máquina funcione bien.

Imposible.

¿Imposible? ¿Cuando ya ha incurrido en la pena de muerte, muy fácilmente, sólo por ofrecerse a venderme

algo? La única alternativa es que, de lo contrario, mañana estará en la cámara de gas.

El rostro de Ponyets era inexpresivo, pero sus ojos centellearon. Dijo:

Es injusto. Por lo menos, ¿hará constar su promesa por escrito?

¿Y hacerme así candidato a la ejecución? ¡No, no señor! Pherl sonrió con evidente satisfacción. ¡No, señor!

¡Sólo uno de nosotros está loco!

El comerciante dijo con una vocecita suave: Entonces, está convenido.