Ikki seguía mirando el gran lago de lava mientras Fenrir dormía para recuperarse de sus heridas dentro de la mente de Ikki, a lo lejos la gran bestia de tres cabezas que se había sumergido en el lago salió a la superficie, en su espalda traía cargando un gran cristal azul que contenía el cuerpo cristalizado de Folstag, después de que la bestia tomó una bocanada de aire fresco esta se sumergió de nuevo en el lago desapareciendo para siempre.
—Parece que el hielo donde están los enanos se debilita. —susurró Ikki.
Talvez dentro de tres días queden libres de su prisión, pensó Ikki, mientras esperaré aquí en lo que Fenrir se recupera, no sé qué haya pasado en las afueras del castillo, pero es mejor que esté preparado por si hay un ejército en la puerta.
—Mientras que haré. —se preguntó Ikki así mismo—. Necesito ropa y recuperar mis armas del fondo del lago.
Cuando Ikki salió de la cámara del rey y se aventó un clavado directo al lago de lava, su ropa no tenía protección contra el calor extremo hizo combustión lentamente hasta que solo quedaron cenizas, su espada élfica y su arco que estaban sujetos por unas correas cayeron al fondo ya que las correas también se quemaron, su carcaj con sus flechas se redujo a cenizas en cuestión de segundos, al parecer lo único que soportó la interacción con el magma fue su espada y su arco ya que estos están protegidos por la bendición de Gea.
Ikki se adentró en el lago y nadó hasta llegar al fondo de este, todo se veía rojo y sus armas estaban ocultas entre el denso fluido, nadar entre magma es muy agotador pues requiere mayor esfuerzo. El oxígeno que necesita Ikki para bucear lo obtiene de una gran bocanada de aire en el exterior y gracias a la prueba en las montañas nevadas sus pulmones son más eficientes y puede aguantar un par de horas sin respirar.
Ikki tardó un largo tiempo buscando sus armas, cuando se le acababa el oxígeno salía a la superficie respiraba y volvía a sumergirse, después de casi un día logró encontrar su espada junto a su arco, también encontró un túnel sumergido, pero no le prestó mayor atención y regresó a la cocina del castillo que ahora estaba al aire libre.
—¡Muy bien!, ya tengo mis armas, ahora solo me hace falta un poco de ropa. —habló Ikki para darse ánimos—. Qué bueno que dejé el collar de perlas en casa de Imi, sino lo hubiera hecho ahora solo sería un pedazo de carbón.
Ikki caminó por los pasillos tratando de encontrar una recamara, después de buscar por todo el lugar encontró una pequeña habitación que aún conservaba su armario intacto, con sus manos abrió las puertas del armario completamente y dentro de ahí encontró un poco de ropa, sin embargo, no era su talla, buscó un poco más en el armario y encontró una camisa blanca a la cual le recortó las mangas y unos pantalones de cuero flexible.
En los cajones del cuarto había todo tipo de artículos, había peines, toallas, velas, cuchillos, navajas de rasurar, tijeras, etc. En un cajón encontró un cinturón que por fortuna le quedó perfectamente bien y ahí colgó su espada, también encontró unas correas que utilizó para colgarse el arco en su espalda.
Al terminar de vestirse salió por la puerta en dirección al pasillo para regresar a la cocina, cuando estaba a medio camino de llegar a la cocina Ikki se detuvo en seco.
Mejor debería investigar si hay criaturas cerca de la entrada, pensó Ikki, tengo que encontrar la escalera que me lleve a la torre de vigilancia, ¡aguanta! Y si los enanos tienen hambre al descongelarse, ¡Oh rayos!
Ikki dio media vuelta y buscó en los cuartos comida y un camino hacia la torre de vigilancia, al final terminó en la cámara de la entrada, la puerta seguía intacta y bloqueada así que Ikki no se preocupó de que los atacaran furtivamente, a los lados de la puerta se encontraban unas entradas para lo que parecía ser la torre de vigilancia, Ikki entró por ellas y subió por las escaleras en caracol hasta llegar a la punta. Al llegar a la cima de la torre pudo observar toda la extensión que tuvo esa ciudad en tiempos remotos, miró hacia la entrada y para su sorpresa solo encontró unos tres Akrabuamelu y dos Kashnab, siguió su mirada hacia los tres puentes, pero solo había un Kashnab en cada uno de ellos, cuando miró a detalle la ciudad en ruinas se entusiasmó pues todo el ejercito que anidaba ahí se había dispersado y solo quedaron unos pocos soldados.
Ikki encontró algunas estatuas de los enanos dispersas por diversos lugares, visitó la armería para ver si habían armas, armaduras o algo que pueda ayudar a los enanos a combatir contra los soldados de Folstag.
Ikki regresó a la cocina para descansar junto a Fenrir y reponer su energía que estaba desgastada a causa del combate contra Folstag, Ikki durmió durante muchas horas mientras su cuerpo se iba regenerando del cansancio y las heridas, cada herida en el cuerpo de Ikki formó una cicatriz y aunque todavía no había sanado ya no tenía pérdida de sangre.
—Despierta Ikki. —dijo Fenrir mientras lo molestaba con su pata.
—Eh, por… qué. —dijo Ikki entre murmullos con sus ojos entre cerrados.
—Los enanos están a punto de despertar.
—Ah… ya…veo. —Ikki se levantó lentamente del piso mientras estiraba sus extremidades.
Fenrir miraba con sus ojos azules como la capa de hielo se iba derritiendo desde la cabeza hasta los pies, poco a poco los cuerpos de los enanos fueron visibles y los que se encontraban de pie se derrumbaron al suelo al descongelarse, el tono de piel marrón que tenían no conservaba rastros de la congelación.
Ikki caminó hacia ellos y ayudó a cada uno a quedarse sentados, después de la congelación que sufrieron sus músculos perdieron un poco de fuerza y equilibrio por lo que no podían caminar aún, los enanos recuperaron su consciencia, pero parecían confundidos, perdidos y sin saber en dónde estaban o quienes eran, ese estado era un efecto secundario de años de congelamiento, si hubieran estado medio siglo más en congelación ellos hubieran muerto.
Uno de los enanos vestía una armadura más llamativa y ese enano era el que se encontraba sentado en el lugar más llamativo de la mesa, cuando se descongeló él fue el primero en recobrar la conciencia y la razón, al ver esto Ikki caminó lentamente hacia él junto a Fenrir.
—Veo que eres el primero en recobrar la conciencia. —dijo Ikki, el enano le hecho una mirada aun confundida—. Mi llamo Ikki.
—I…Ikki. —el enano lo miró desde la cabeza a los pies—. Tú… quién…, qué…, donde estoy.
—Veo que todavía tienes amnesia. —Ikki busco un banquito en los muebles dispersos y lo colocó cerca del enano para charlar—. La verdad no sé dónde estamos, solo sé que aquí existe algo llamado el pozo de las almas.
—El pozo…de las… almas. —el enano miró el centro de la mesa—. Si… había algo así en este lugar, recuerdo que yo… protector.
—¿Ustedes lo protegían?, sabes algo de Folstag.
—Fols… tag. —el enano cerró su puño y golpeo la mesa con brusquedad—. El solo escuchar su nombre me entra una rabieta, seguramente debe de estar planeando invadir nuestra ciudad nuevamente.
—¿Enserio no lo sabe? —dijo Ikki preocupado.
—¿De qué hablas chico?
—Es mejor si lo ve usted con sus ojos.
Ikki guio al enano a través de la puerta en donde el cuarto contiguo había sido destruido y se llegaba el gran lago de lava, al cruzar la puerta el enano no podía creer lo que estaba observando, la cámara del rey ya no estaba enfrente de él se extendía un gran lago de magma, el enano cayó sobre sus rodillas mientras lágrimas de sus ojos brotaban sin cesar en ese mismo instante lanzó un gran alarido de dolor, Ikki lo dejó solo ahí mientras regresaba al comedor, al llegar la mayoría de los enanos ya estaba comenzando a caminar lentamente y todo se dirigieron al lugar donde salió el alarido del enano.
Fenrir e Ikki salieron al pasillo para dejarles un momento a solas, recorrieron el castillo en busca de otros enanos y cuando los encontraban los guiaban a la cocina, también buscaron en los cuartos en donde había algunas enanas, el total de todos los sobrevivientes no superaban más de cien personas, de mujeres habían alrededor de cuarenta y de hombres alrededor de cincuenta.
Todos se juntaron en la cocina y no salieron durante los próximos días, Ikki y Fenrir al ver que iba para largo se dedicaron a ir cazando a los pocos soldados que se quedaron en las ruinas de la ciudad, todos los días buscaron y dieron muerte a los Kashnab y a los Akrabuamelu hasta que la ciudad quedó completamente desierta.
—Regresemos Ikki. —dijo Fenrir—. Los enanos ya deberían de estar saliendo hacia el salón principal.
—Te refieres a donde está el portón de entrada.
—Si.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Ikki.
—Los enanos suelen tener un periodo de tres días para llorar a los muertos y realizar un funeral de despedida.
—Ya veo, como han pasado ya tres días en teoría deberían salir en poco tiempo si no que ya.
—Es teoría es correcto, vamos a ver si no me equivoque.
Ambos caminaron entre las calles destrozadas y las casas derrumbadas, al llegar al puente miraron hacia el lago de lava una vez y prosiguieron hasta la puerta, cuando abrieron la puerta en frente de ellos se encontraban todos los enanos que habían encontrado y al frente de todos se encontraba aquel enano que tenía la armadura más llamativa, sus ojos se encontraban rojos y su rostro endurecido.
—¡Hola! —dijo Ikki mientras daba una leve reverencia.
Ya viéndolos de pie no parecen enanos, pensó Ikki, la mayoría tiene una estatura de un metro con setenta centímetros, casi tienen la misma altura que yo de un metro con ochenta centímetros y Fenrir tiene una altura de dos metros en su estado pequeño, si que es una sorpresa.
—Gracias por liberarnos. —dijo el enano mientras respondía la reverencia de Ikki—. Mi nombre es Alvíss hijo del gran rey Dvalin y heredero al trono de Magnus o más bien de estas ruinas.
—Yo… lo siento, lamento que esto le haya pasado a su reino. —dijo Ikki.
—Ni siquiera yo sé cómo pasó esto, podrías contarnos lo que sepas. —dijo Alvíss.
—Claro.
Ikki cerró la gran puerta de mithril y se colocó en un lugar un poco más alto para que los enanos escucharan su narración, los enanos se sentaron frente a él y todos atentamente oyeron el relato, Ikki les contó desde su viaje a ese lugar hasta la liberación de la prisión de hielo que tenían los enanos, Fenrir se acomodó sobre su abdomen y cerró un poco sus ojos mientras descansaba un poco.
Al término de la historia de Ikki los enanos bajaron sus caras al suelo mientras los invadía una rabia, Alvíss fue el único que se levantó cuando Ikki terminó de hablar y se llevó a Ikki al comedor, Fenrir se quedó quieto en el mismo lugar mientras descansaba, cuando Ikki y Alvíss estuvieron solos Alvíss comenzó a charlar con Ikki.
"Nuestro reino prosperaba antes de todo esto, nuestra ciudad con sus plateadas torres y sus calles iluminadas con magia hacian de este lugar una joya en lo profundo de la tierra, un día como este un gigante de color azul con una armadura muy extraña llegó a las puertas de nuestra ciudad, nos exigió hablar con el rey pues tenía noticias importantes respecto a la seguridad del reino.
El gigante recorrió las calles de nuestra ciudad, atravesó el puente central y cuando entró por la gran puerta de Mithril tuvo que agacharse un poco para pasar, mi padre le dejó tener una audiencia y ahí estábamos todos tensos.
Primero empezó con una cordialidad, una muestra de respeto hacía el rey, luego se presentó como Folstag el heraldo de dios, un tal Loki, sus palabras sonaban amables y relajó nuestros corazones, pero llegó el momento en que soltó su lengua venenosa, nos trajo un mensaje de Loki en el cual ese dios quería que nos subyugáramos a él y formáramos parte del ejército que estaba construyendo.
Mi padre y todos los que estábamos presentes nos sentimos indignados ante tal arrogancia y despotismo, así que lo corrimos y le prohibimos que regresara a nuestra ciudad, Folstag lo tomó con calma y soltó una sonrisa perversa mientras nos señalaba a todos con su dedo y nos amenazaba, acto seguido se marchó sin oponer resistencia.
Toda la cadena de mando militar entró en caos e incertidumbre así que se prepararon ante un posible ataque, preparamos nuestras defensas, adiestramos a nuestras tropas y fabricamos armas y armaduras en cantidades industriales, sin embargo, pasó un año sin rastros de él, después ya eran dos y tres y así siguieron transcurriendo los años sin noticias de él, nos habíamos preparado tanto para nada o eso fue lo que creímos hasta que después de diez años pasó lo inimaginable.
En la pared de roca al exterior de la ciudad surgieron una cantidad inconmensurable de hoyos, desde ahí comenzaron a salir hordas de Kashnab y Akrabuamelu, los cuernos de guerra retumbaron por toda la ciudad y el eco siguió a través de las cavernas alrededor de la ciudad, todos entramos en alerta máxima y corrimos a defender las puertas de la ciudad.
La batalla se encarnizó en el muro defensivo y en las afueras del muro, por la puerta salieron legiones de enanos a defender la entrada y desde los muros los lanzadores de hachas y jabalinas disparaban al ejercito de escorpiones, los Akrabuamelu se encarnizaron en una sangrienta batalla con las legiones de la puerta mientras que los Kashnab intentaban perforar la muralla de granito, esos excavadores no podían entrar por el suelo pues túneles de magma recorren la ciudad por debajo.
La batalla duró diez días y nueve noches con cantidades exageradas de sangre derramada, al final del décimo día logramos la vitoria, pero el precio a pagar fue demasiado, esa noche limpiamos el campo de batalla y durante los tres días siguientes realizamos un funeral en conmemoración de los valientes héroes que dieron su vida protegiendo su patria, pasaron dos días más sin avistamientos de los escorpiones, pero seguíamos en alerta máxima.
Dos días habían transcurrido desde el funeral y nos encontrábamos cenando, en ese momento se oyó un estruendo provenir desde el salón del trono, pero antes de que nos levantamos una ola de energía azul surgió desde el salón del trono que atravesó las paredes y golpeó nuestros cuerpos, en ese instante todo nuestro cuerpo fue congelándose hasta quedar en una prisión de hielo y nuestra conciencia entró en un profundo sueño."
—Eso es todo lo que recuerdo. —Dijo Alvíss.
—Afuera en las ruinas de la ciudad no encontré enanos congelados, solo en el castillo. —dijo Ikki.
—De alguna manera que desconocemos logró congelar a todos los que estaban en el castillo. —dijo Alvíss
—Y después que logró infiltrarse fue cuestión de tiempo para que la ciudad cayera ante el asalto de los escorpiones. —dijo Ikki mientras Alvíss miraba el techo cuarteado.
—Nuestra ciudad se ha ido al olvido, ya no tenemos la fuerza para proteger el pozo de las almas y seguramente Folstag regresará.
—¿Qué es el pozo de las almas? —preguntó Ikki.
—Es una puerta que conecta con el reino del inframundo, un puente que permite el flujo entre ambos lados, sin embargo, para que las criaturas del inframundo atraviesen a esta tierra necesitan que la puerta sea abierta aquí y si nosotros queremos ir al inframundo ellos tienen que abrir la puerta. Nuestro deber era proteger una de las entradas a este mundo, ahora con mi reino destruido nos es imposible custodiar el puente y el control de este pasó a manos de Folstag. —respondió Alvíss
—Eso significa que estamos en grave peligro, cuando Folstag recupere su fuerza regresará a tomar control del pozo de las almas y entonces si Loki le ordena abrir el puente puede que todo el continente sea destruido al igual que las islas Neruda. —dijo Ikki.
—Ese sería el peor de los casos. —dijo Alvíss
—Si queremos detenerlo tenemos que construir un ejército que se oponga a la destrucción. —Dijo Ikki—. Alvíss, ¿qué harán ahora?
—Lo mejor que se me ocurre sería buscar refugio en las montañas heladas, ahí existe otro reino enano.
—¿Dónde queda ese lugar? —preguntó Ikki.
—Es al noreste, cerca de Midgar.
—¿Y qué pasará con el pozo de las almas?, ¡lo van a dejar así nada más!
—Ya no está en nuestro poder, ¡olvídalo!, lo que me importa ahora es salvaguardar la vida de mis hermanos y hermanas que siguen vivos, nos marchamos al norte. —dijo Alvíss, mientras Ikki solo podía callar con impotencia.
Ambos regresaron con los demás enanos en la entrada y Alvíss le explicó la situación, los enanos tomaron armas de la armería que seguía intacta y todos partieron hacia los túneles para ir al norte, Ikki observó junto a Fenrir su partida mientras apretaba su puño con toda su fuerza hasta que un par de gotas carmesís se filtraron entre sus dedos.
—Estas seguro de dejarlos ir solos, la mayoría están armados con picos y palas, son pocos los que tienen hachas de combate y recuerdan como pelear, también los túneles están llenos de escorpiones, a mi parecer solo están levantando una bandera de muerte sobre ellos. —Fenrir expresó su opinión sobre lo que veía.
Ikki soltó un suspiro mientras levantaba su mirada al techo de mithril, después de pensarlo por tres minutos caminó hasta la puerta y la abrió, Fenrir lo siguió detrás mientras se reía y ambos emprendieron su marcha por el camino que tomaron los enanos, la conciencia de Ikki no lo dejaría tranquilo si no seguía su corazón.