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Chapter 46 - 46: Dulce venganza

Al despertar permanecimos abrazados.

—Tenemos que llevar ese cuerpo al sótano y limpiar este desastre— le dije.

—¿Te sientes bien?— acarició mi mejilla.

—Sí, ¿Y tú?

—Más que bien. Me gustas, Caden.

—Y tú a mí. Salgamos a alguna parte juntos.

Limpiamos el desastre para poder bañarnos y salir a dar una vuelta.

—¿Has pensado en mudarte?— preguntó repentinamente.

—¿Mudarme por qué?

—A otro estado. Tenía esos planes antes de conocerte, pero no sabía si debía hacerlo. Ahora que te tengo conmigo, podemos hacer una vida lejos de aquí. Para conseguir un buen empleo, aquí sería muy difícil y con lo que sucedió en el supermercado más. Podemos conseguir una casa más grande y con un sótano más espacioso, donde pueda guardar mi colección también.

—Esa es una buena idea, pero para eso necesitamos conseguir un empleo.

—Yo tengo dinero ahorrado— sonrió.

—Hagámoslo entonces, preciosa.

Caminando por la acera y reconocí al profesor que me daba clases, ese que se burlaba de mi. ¿Qué hace él en este estado? ¿No se supone que esté en la escuela? Se veía deteriorado, mucho más delgado que antes. Me le quedé viendo desde la otra orilla y Suzy me agarró la mano.

—¿Qué te pasa, cielo?

—Ese idiota es uno de los que me debe— Suzy también lo miró.

—¿Hacemos algo divertido antes de irnos? —rio.

—Me apunto, preciosa.

Nos quedamos vigilando al profesor Robben. Él es uno de los que hizo mi vida más miserable. Por su culpa mi madre se molestó y me encerró en ese lugar. No pensé que tendría la oportunidad de hacerle pagar por todo eso. Nos subimos al auto de Suzy para seguirlo, él se estacionó en una casa y se bajó con una bolsa de compras.

—¿Vamos ahora, Caden?

—No, esperemos hasta la noche— nos memorizamos el camino, y fuimos a comer algo.

—¿Quieres comer algo mejor? — rio, abriendo el botón de su camisa.

—Cuando lleguemos a la casa, amor. Tengo hambre, pero la ansiedad me está matando. Pienso que debemos regresar y buscar lo necesario.

—Yo tengo uno en mi auto, siempre lo tengo conmigo— me hizo un guiño.

—Esa es mi chica, siempre preparada— sonreí.

Cenamos algo y luego fuimos de vuelta a vigilar la casa, todo se veía igual, aún estaba su auto afuera. Esperamos hasta que dieron las 7, y ambos nos bajamos a tocar el timbre de la casa. Me quedé vigilando que nadie nos estuviera viendo, los perros de la casa del lado estaban ladrando. Al abrirse la puerta nos atendió una señora.

—Buenas noches, ¿Puedo ayudarlos?

—¿Se encuentra el Sr. Robben?— pregunté tímidamente.

—Sí, ¿Son alumnos de mi esposo?— ambos nos miramos.

—Sí, alumnos— fue cuando Suzy clavó el cuchillo en su pecho y lo giró, haciendo que la señora ni un pobre grito hubiera dejado escapar. Fue fascinante ver esa faceta de Suzy y más con la sonrisa de satisfacción que en esos dulces labios se dibujó.

Entramos a la casa y ella sujetó el cuerpo de la señora, hasta acostarlo suavemente en el suelo. El televisor de la sala estaba encendido, pero no había nadie.

—¿Quién era?— escuché la voz de Robben y caminamos los dos en dirección a donde escuchamos la voz, nos acercamos a una puerta y escuchamos la pluma de agua abierta.

—Se está bañando, ¿Esperamos a que salga? — preguntó Suzy.

—No— abrí suavemente la puerta. La cortina era de color marrón y eso nos hizo el trabajo más fácil. Suzy se acercó por una esquina y yo por la otra y, al abrirla a la vez, él se asustó y se cayó con todo y cortina fuera del baño. Se estaba quejando y arrastrando con la cortina debajo.

—Que poca diversión me causa este sujeto— comentó Suzy desanimada.

Caminé al frente de él y pisé sus dedos, antes de agacharme.

—No causes más alboroto— imité su voz y sonreí—. ¿Te acuerdas de mí, profesor? — alzó un poco la mirada, y al verme trató de arrastrarse a otro lado—. Se nota que los profesores de hoy en día, no le prestan atención a sus alumnos— cogí el champú y lo dejé caer frente a él—. ¿No vas a atenderme, profe? Estás haciéndome perder el tiempo— siguió arrastrándose—. ¿Vas a responder o debo enviarte al infierno?— reí, y me levanté poniendo mi pie encima de su cabeza y restregándola al suelo—. Eres patético, profesor. No sabes cuánto deseaba poder tener esta oportunidad de destruirte, de torturarte, es una lástima que estás ya muy jodido para tomar el tiempo y hacerlo— me levanté y le di varias patadas, mientras reía—. Te haré vivir un infierno, así como me lo hiciste vivir a mi, viejo hijo de puta— reí más fuerte, mientras continuaba golpeándolo—. Te enseñaré lo que me hacía mi madre cuando me castigaba, lo que me hizo también ese día que hiciste que la llamaran. Por tu culpa fui castigado y golpeado hasta el cansancio— me levanté del suelo y miré a Suzy—. No dejes que vaya a ninguna parte.

—Está bien, amorcito— sonrió.