—No lo hagas, por favor— suplicó girando su rostro. Su cuello se veía muy apetecible y deseaba acercarme.
—Relájate, solo será un poco— me acerqué a oler su cuello y su dulce olor, estremeció cada parte de mi.
—Aléjate de mi, por favor—trató de levantarse y no tuve de otra que sentarme en su falda para encararla.
—Sé buena, te juro que seré rápido— acerqué el filo del cuchillo a su hombro y ella me empujó—. No deberías hacer eso, pude haberte lastimado más de la cuenta. Quédate quieta, no me hagas enfadar. Voy a prepararte primero— besé su cuello y fui descendiendo hasta llegar a su hombro. Bajé parte de su camiseta para poder verlo mejor y lamí esa área, cuando escuché su llanto.
—Te lo ruego, no más.
—Te has vuelto muy llorona últimamente, Noah. No me gusta esta faceta de ti, creo que me gustabas más antes. Te daré de comer luego de que me des de comer a mi, quizás es eso lo que te sucede, la falta de carne y sangre te tiene cambiada— enterré el filo del cuchillo en su hombro, no muy profundo, más bien casi superficial y ella gritó. Quiso meter la mano y la quité, me acerqué rápidamente a la herida y la lamí, no quería desperdiciar ni una gota. Su sangre no era la misma dulce de antes, pero me hacía sentir poco a poco satisfecho y excitado también. Llevaba mucho tiempo sin probarla. Puso su mano en mi brazo queriendo empujarme y evitar que continuara—. Te dije quieta, ya mismo tendrás tu turno— presioné la herida para que saliera un poco más y poder succionar todo de ella. Sus quejidos cerca de mi oído me tenían caliente. Su sangre se convirtió en algún tipo de postre y fue muy placentero para mí paladar. El sabor asqueroso de esa sangre que probé hoy, de alguna manera se fue desapareciendo y me sentía satisfecho. Ya mis tripas no sonaban y podía sentirme relajado—. A pesar de no ser esa dulce chica de antes, me sigues gustando, Noah. Mira todo lo que provocas en mí — puse mi mano en su cuello obligándola a mirarme—. Tienes ese don de provocarme y calmarme a la vez. Te amo, Noah— cambió la cara y sonreí. Me quedé sentado en su regazo y llevé el cuchillo a su rostro—. Es tu turno, ¿De dónde quieres tomar, Noah? — me miró asustada y se tapó la cara.
—Yo no quiero nada. Déjame, por favor.
—No es justo que yo sí me haya alimentado y tú no. Necesito que te alimentes, linda. Te ayudaré— acerqué el cuchillo a mi mano y me corté un poco, al ver como se retuvo la sangre en mi mano, la acerqué a su boca para darle, pero la empujó derramando todo lo que había y molesto me levanté de encima de ella—. ¿Cómo te atreves a derramarla? ¡Eres una necia! — tiré el cuchillo a la cocina y busqué las llaves en mi pantalón para soltarla y la subí en mi hombro hasta llegar a la habitación y la tiré encima de la cama—. Todo lo hago por tu bien y siempre me rechazas. No soporto tu actitud— restregué mi mano en su boca y ella forcejeó conmigo para que la quitara, hasta que me mordió. En otras circunstancias, lo más probable me hubiera molestado, pero no me sentí molesto del todo; todo lo contrario, me sentía excitado de sentir sus dientes en mi mano—. Así te ves muy hermosa, continúa— ella me soltó y empujó mi mano a un lado.
—¡Estas loco! ¡Estás enfermo! ¡Me das asco!— gritó con todas sus fuerzas y sonreí.
—Ambos lo estamos. Has olvidado muchas cosas, pero te recuerdo que quien me contagio con esto fuiste tú. Quien me hizo adicto a ti, fuiste tú misma, no tienes derecho de quejarte ahora. Tus labios están llenos de mi, deberías probar un poco a ver si así dejas de ser tan histérica y bipolar— se limpió la boca y pasé mi mano en la mía, antes de agarrar sus manos y presionarlas contra la cama—. Sellemos nuestro amor otra vez, linda— la besé a la fuerza y pude probar por fin, esos labios que moría por robar. Me mordió el labio y la miré—. Deberías hacerlo otra vez, de alguna manera se sintió bien— la traté de besar nuevamente y mordí fuertemente su labio inferior, pero ella se quejó.
—¡Suéltame cerdo! — gritó en llanto. Su labio se tornó rojo y me gustó.
—Tú comenzaste a morderme, solo hice lo que hiciste. Tus labios son muy suaves, quisiera probarlos otra vez. ¿Será que me dejarás hacerlo a la buena, Noah? ¿O es que ni eso puedes hacer por mi? Ahora solo quiero besarte.
—¡Yo no quiero! ¡No me gustas! ¡Estás loco!
—¿Se trata de eso? Ya he escuchado eso anteriormente—suspiré desanimado—. Ni modo, supongo que deberé darte más tiempo. Espero ser capaz de esperar por ti, porque mi paciencia se está agotando— me levanté de encima de ella y le agarré sus dos manos para amarrarlas a la cabecera de la cama—. Me iré a bañar, ya luego te llevaré para que también lo hagas; luego voy a curar esa herida de tu hombro— entré al baño y le di un golpe al espejo. ¿Por qué no puedes amarme como antes? ¿Por qué tienes que rechazarme tanto? ¿Para qué demonios me enamoraste, si ahora vas a fingir no recordarme? No sé cuánto tiempo más pueda soportar esto.