El tiempo pasaba y la ansiedad de Sei seguía creciendo a medida que se acercaban a la casa embrujada. Estaba completamente oscura y adentro tenía todo tipo de cosas aterradoras. A pesar de que era la primera vez de él entrando a un lugar así, podía saber lo talentoso que era el fabricante de las cosas que había dentro. Porque todo se veía tan real, incluyendo los sonidos y los disfraces de fantasmas.
Sin embargo, el rostro sin expresión de Sei cambió lentamente. Frunció el ceño mientras miraba a la chica que venía detrás de él. Debido a que antes parecía emocionada, pero se había vuelto increíblemente silenciosa desde que entraron a la casa. Estaba tirando con fuerza la camiseta de Sei desde atrás como si quisiera romperla en tiritas mientras apoyaba la frente en su espalda, parecía que se estaba escondiendo de alguien.
Sei se detuvo cuando llegaron a una habitación que estaba levemente iluminada por velas. Parecía un lugar en el que las brujas llevaban a cabo sus rituales. Se volvió hacia la chica y sus ojos se abrieron cuando vio el pálido rostro de ella. Tenía la máscara colgando en el cuello, estaba con los ojos apretados y los nudillos blancos de tanto tirar de su camiseta. El sudor la cubría desde la frente hasta el cuello.
Al ver a la chica en ese estado, Sei decidió salir. La tomó de los hombros.
—Vámonos —dijo, y su voz hizo que Davi se pusiera rígida instantáneamente. Su mente ya no estaba trabajando correctamente porque estaba ocupada forzándose a imaginar cosas agradables, y la voz de Sei fue como un ruido fuerte que la sobresaltó. Soltó un poco la camiseta y abrió los ojos.
Sin embargo, lo primero que vio fue un ataúd de madera rodeado de velas. Sus ojos se abrieron llenos de miedo en un instante. Estaba a punto de cubrirse los ojos cuando el ataúd se abrió de repente y apareció la mano de un cadáver en deterioro.
—¡Ahhh! —Davi chilló e inmediatamente abrazó al hombre que tenía en frente. Estaba temblando mientras su grito desgarrador hacía eco dentro de la casa.
Sei estaba sin palabras. Se quedó perplejo.
Podía sentir que la chica estaba muerta de miedo, lo abrazaba tan fuerte como si quisiera matarlo, levantó la mano y le dio unas palmaditas en la espalda como queriendo decir: está bien, estoy aquí.
—Solo era un disfraz de fantasma —dijo, pero la chica no dejaba de temblar. No lo soltó ni siquiera un poquito.
En ese mismo momento, Davi recordó a su yo pequeña sentada sola en el rincón de un cuarto levemente iluminado, abrazándose las rodillas. Tenía tan solo diez años cuando vivió ese evento traumático. No había pasado siquiera un mes desde que encontró el cuerpo de su madre colgando del techo de su habitación, no había pasado siquiera un mes desde su entierro y, aun así, esas malvadas personas la estaban atacando, como si fuera un conejo perseguido por lobos. Le hicieron todo tipo de cosas sucias para enloquecerla y hacer que abandonara su hogar. La asustaron cada noche, convirtiendo la gran mansión de su familia en un lugar horrible, lleno de sangre y sogas parecidas a la que su madre utilizó para suicidarse. En ese tiempo, Davi era solo una niña y estaba sola en esa casa tan grande. Años más tarde descubrió que todos esos fantasmas y horrores que había visto eran falsos y fueron creados solo para que abandonara la casa bajo su propia voluntad. Sin embargo, la cicatriz y el trauma emocional nunca desapareció después de tantos años. Y esos recuerdos tan crueles siguen vivos en sus pesadillas, horrorizándola cada vez que vuelven a su mente.