Al ver que no había nadie en el pasillo, Vivian corrió hacia su habitación. Cerró la puerta, detrás de ellarespiraba con sonidos irregulares que podían escucharse en la habitación silenciosa, y algo le decía que no era por haber corrido fuera del salón principal. La chica puso su mano en el pecho para calmarse. Hacía poco se había dado cuenta de que cada vez que Leonard se paraba cerca suyo, su corazón comenzaba a latir como si no pudiera contenerse. ¿Se estaría enfermando? Puso su mano en su frente y frunció las cejas. No parecía que tuviera fiebre.
Tocó sus mejillas suavemente con los dedos tres o cuatro veces esforzándose por calmarse. Fue hacia el lavabo y se inclinó sobre él para observarse en el pequeño espejo que se había comprado en la feria. La rama realmente se había vengado de ella por no cortarla con cuidado.
Mojó su delantal con agua y limpió su mejilla cuidadosamente, sintiendo que quemaba cada vez que la limpiaba. Dejó su cara limpia y miró a la muchacha de ojos negros que le devolvía la mirada en el espejo. Vivian había crecido para ser absolutamente hermosa, por lo que a menudo recibía cumplidos de los hombres, y de algunas mujeres. Era delgada y tenía un cuerpo proporcionado.
Abrió sus ojos ampliamente y movió un poco la cara para luego sonreir ante el pensamiento de que tenía unos ojos hermosos. No eran azules, ni verdes, ni rojos, ni tenían salpicaduras doradas, pero eran de un negro puro que brillaba cada vez que sonreía con emoción, y ella lo sabía porque las personas la elogiaban.
Metió de nuevo en la trenza los mechones de cabello marrón que se habían salido, y abrió la puerta de su habitación solo para ver a Leonard parado de frente.
—¿Dónde está Lady Shirley? –preguntó Vivian haciendo lugar mientras Leonard entraba en la habitación y cerraba la puerta.
Ha ido al tocador. –murmuró Leonard, tomando el silencio que había en la habitación. Había una pequeña cama en la esquina, al lado de la cual había una pequeña mesita de té. En la otra esquina había un lavabo. Había ropa apilada en la mesita.
Creo que deberías ir con ella. Puede que comience a buscarte en un minuto. –sugirió Vivian y escuchó que el muchacho soltaba un suspiro como respuesta.
—Iré con ella.
Vivian no sabía si Leonard necesitaba algo, así que preguntó.
—¿Necesitabas algo? –ante su pregunta, los ojos apacibles de Leonard se fijaron en la notable línea roja que bajaba por la mejilla de la chica.
—¿Te duele? –esta vez, el muchacho colocó su pulgar directamente sobre la línea y sintió cómo la chica se estremecía.
—¡Ahora sí que duele! –Vivian intentó quitar la mano de Leonard, pero él era demasiado testarudo como para correrla. –Leo. –su voz suave suplicó mientras lo miraba.
Leonard podía oler la ligera esencia de la sangre en la cara de la chica, donde había colocado su pulgar. Sostuvo la cara de Vivian en una mano y dijo:
—¿Sabías, Bambi, que los vampiros a veces pueden curar si alguien no se cura? –Vivian continuó mirándolo, la pregunta la había confundido. –Ven...
—Está bien, Leo, me he lavado—. –pero Leonard ya había colocado su otra mano en la pared y se inclinó hasta que su cara estaba cerca de la de ella. Luego, dio una lamida en la línea roja de la mejilla de la chica.
Vivian se había puesto como una roca, excepto por su corazón que latía tan fuerte que tanto ella como Leonard podían escucharlo. Había podido sentir la mirada del muchacho clavada en ella mientras la lamía, y su expresión seria. Cuando su áspera lengua pasó nuevamente sobre la piel suave de Vivian, la chica se sobresaltó y alejó a Leonard con poco esfuerzo. No porque ella fuera más fuerte sino porque Leonard la hacía sentir que eran iguales, que no tenían diferencias.
—¿Q--Qué fue eso? –tartamudeó Vivian mientras sostenía su mejilla de manera protectora y se alejaba de él con los ojos muy abiertos.
—Te estaba curando. –una sonrisa maliciosa apareció en sus labios.
—N--No quiero ese tipo de curación.
—Bueno, qué mal. Mira, ya estás curándote. –Leonard ladeó su cabeza y Vivian evitó cuidadosamente acercarse a él, y, en cambio, se dirigió hacia el espejo solo para ver que el muchacho tenía razón. ¿Era aquella una habilidad de los vampiros?
—Vivi, ¿estás allí? –Paul golpeó la puerta de la habitación con suavidad.
Vivian comenzó a preocuparse y mordía su labio inferior. Leonard se dirigía a abrir la puerta cuando ella tomó su mano y la alejó.
—No abras. –susurró, negando con la cabeza. –No está bien que haya un hombre en la habitación de una muchacha soltera.
—Soy yo, así que está bien. –dijo, y Vivian negó con la cabeza enérgicamente. Escuchó los pasos alejarse, así que soltó la mano del muchacho. Luego de un minuto, Leonard abrió la puerta y se retiró.
Lo que Vivian había dicho era verdad, pero también había otra razón. El día que ella y Paul habían sido vigilado por el hermano menor del Señor Carmichael, Sullivan, le habían dicho claramente que no se relacionara con Leonard porque pertenecían a dos clases diferentes.
Aquella noche había estado triste. Paul la había encontrado en la iglesia del pueblo, y le había contado de su vida antes de trabajar con los Carmichael. Le pidió a Vivian que mantuviera distancia de las personas de clase alta, diciéndole que saldría lastimada si no era cuidadosa. Le había dicho que a veces el mantener distancia preservaba el valor de cada uno.
Sin embargo, Vivian no entendía por qué debía ser así si Leo nunca la había tratado como a alguien inferior.