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Chapter 32 - Capítulo 32. Corazones Negros – Parte 3

—Sr. Jerome. Espero que la celebración no lo haya cansado —dijo Leonard.

—Oh, no para nada. En realidad, lo estoy disfrutando mucho —respondió el Sr. Jerome y le deseó: —Feliz cumpleaños, Duque Leonard.

Vivian miró a los dos intercambiar un pequeño saludo formal entre ellos. Leonard parecía en ese momento más irritado de lo normal.

—Si nos disculpa, Sr. Jerome, me gustaría hablar con ella.

Sin ningún indicio de sutileza en su tono o expresión, Leonard habló directamente con el hombre que lo tomó por sorpresa.

—Por supuesto.

Al ver que el hombre se iba, Leonard cogió su mano, tirando de ella en otra dirección. En el camino, él no parecía hablar y ella se preguntaba si tenía que esperar hasta que se detuvieran donde quiera que fueran, para desearle feliz cumpleaños. Su corazón había empezado a latir de nuevo mientras sus manos se cerraban alrededor de las de ella.

—¿Por qué no estás en el salón?

—Tenía trabajo en la cocina.

Se preguntaba si era normal que un duque, de pura sangre, tuviera una amistad con una criada como ella. ¿Era siquiera eso una amistad? La experiencia de Paul en la última casa para la que trabajó la asustó. ¿Qué tenían Leo y ella?

—Unos minutos no deberían obstaculizar el trabajo.

—Hacer esperar a los invitados por comida y bebida no se vería bien para tu familia. Se cortará el pastel... —Vivian se dio la vuelta y le preguntó cautelosamente—: ¿Por qué estás enfadado?

—Dímelo tú. —Respondió, cuando soltó sus manos y se las llevó al bolsillo.

—¡Ah, sí! ¡Feliz cumpleaños, Leo! —Le deseó de repente con una sonrisa brillante en la cara—. Fui a tu habitación por la mañana, pero debes haberte ido temprano al trabajo....

—¿Leo? —Vivian llamó por su nombre al hombre que parecía estar en su pensamiento profundo, mientras se quedaba quieto antes de que sonriera.

—Gracias, Bambi. ¿Dónde está mi regalo? —Apartó con su mano algunos mechones de cabello de su cara, pero Vivian apenas podía mantener su corazón en silencio. Ella dio un paso atrás cuando su mano estaba demasiado cerca de ella a lo que los ojos de él se entrecerraron—. ¿Qué pasó?

—¿Qué? ¿Qué pasó? —le dijo ella, con los ojos un poco dilatados.

—¿Por qué te alejas? —Le preguntó, dando un paso adelante y ella tuvo que dar un paso en diagonal ya que no había espacio detrás.

—¿Adónde me alejo? —le preguntó nerviosa mirando hacia otro lado y luego le devolvió la mirada—. Maestro Leonard, creo que debería regresar al salón principal. El pastel se cortará pronto.

—Quiero que estés allí, que estés cuando corte el pastel preparado por ti —dijo sin dar otro paso adelante. Las puntas de sus orejas se habían vuelto rosadas por su timidez. Parecía que finalmente había empezado a verlo como un hombre y no como el niño al que solía seguir cuando era joven—. Estarás allí, ¿verdad?

Su asentimiento cada vez se volvía más firme, y ella respondió con una dulce sonrisa: —Allí estaré. ¿Cómo podría perdérmelo?

Vivian siguió a Leonard, un paso detrás de él sabiendo bien que si alguien veía a una criada como ella caminando al lado del Duque como un igual, las palabras se convertirían en rumores indeseados.

Dejando que Leonard entrara primero en el salón, pronto fue rodeado por su familia, apresurando a cortar el pastel, ella disminuyó la velocidad de sus pasos. Desde el rabillo del ojo, pudo ver a Paul que caminaba en dirección a la cocina. Unos minutos y luego regresaré a la cocina, dijo Vivian para sí.

El pastel fue cortado y todos se turnaron para felicitar al Duque por el título y por su cumpleaños, augurándole muchos más. Vivian sintió que el pecho se llenaba de una sensación explicable cuando los ojos de Leonard se encontraron con los suyos.

Mientras sus ojos deambulaban rápidamente antes de salir del salón, se encontró a Paul que venía del otro extremo. Un poco confundida, ella lo miró. Paul debe ser un buen sirviente para poder correr tan rápido alrededor de la mansión, ella entonces salió del salón para ir a la cocina donde las criadas estaban trabajando.

Los sirvientes cenaron una vez que los invitados se retiraron de la mansión, excepto algunos parientes del Sr. y la Sra. Carmichael.

Los sirvientes estaban cansados, pero cada vez que se daba una ocasión como ésta, sus salarios se duplicaban por ese día, lo que compensaba sus esfuerzos. Era casi medianoche cuando todos los platos y los salones se limpiaron.

Vivian se sentó en su cama, con la cabeza apoyada en sus rodillas mientras miraba la vela centelleante. Ella no podía creer que había llegado a ver a Leonard cortar el pastel, tal vez no ver el pastel exactamente cortado debido a la gente que lo rodeaba, pero ella lo vio y él estaba feliz. Era gratificante que todo hubiera ido tan bien. Los invitados estaban contentos, el Sr. y la Sra. Carmichael estaban contentos y ella también lo estaba.

Sus ojos habían empezado a languidecerse cuando los abrió de par en par antes de que comenzaran a cerrarse. Estirando los brazos y las piernas, se bajó de la cama, cogiendo el vaso vacío de la mesita junto a la cama, salió de la habitación. Parecía que todos los trabajadores se habían ido a descansar en sus habitaciones debido al cansancio.

Volviendo a la cocina, Vivian empujó la tapa de la olla que contenía agua, cuando oyó un ruido en el pasillo. Normalmente era ella la que rompía las cosas en la mansión, así que se preguntaba quién había roto algo afuera.

Dejó el vaso y se dirigió hasta el lugar de donde provenía el sonido. Mirando de un lado a otro, no encontró a nadie hasta que algo mojado cayó sobre su frente. Fue cuando se escuchó un grito de ahogo que subió corriendo por las escaleras mientras sostenía la parte delantera de su pálido camisón blanco. Cuando llegó al último escalón de las escaleras, sus movimientos se pausaron en estado de shock. Se tapó la boca.

Había sangre por todas partes: en el suelo, en las paredes, incluso salpicó los objetos y los cuerpos en el suelo, donde algunos de ellos no tenían sus partes intactas.

Con las piernas temblorosas, caminó para escuchar un sonido proveniente de una de las habitaciones. Al ver a la Sra. Carmichael en una de las habitaciones donde la puerta estaba abierta, se sintió aliviada porque la señora estaba bien, pero cuando giró para mirarla, vio el cuerpo del Sr. Carmichael acostado junto a sus pies inmóvil en el suelo frío, no se sintió bien. La mujer no parecía ella misma. Sus ojos se habían vuelto negros como la noche y las venas habían aparecido a los lados de su cara como la raíz de un árbol.

—¿Sra. Carmichael...?

Algo enloqueció a la Sra. Carmichael, que parecía estar aturdida. Se volvió hacia Vivian, abriendo la boca para mostrar los colmillos que crecían. La mujer fue a atacarla, pero fue arrojada a la pared por nada menos que por Leonard, que estaba cubierto de sangre. El choque no impidió que la "vampiresa" se pusiera de pie y se abalanzara sobre su propio hijo, lo atacara con movimientos brutales y fuera asesinarle directamente.

Fue cuando Leonard clavó la daga, que tenía en su mano, y lo punzó en el pecho de su madre y es allí cuando la mujer dejó de moverse gradualmente.

Pasaron unos segundos hasta que su cara se llenara de dolor, mientras sostenía cerca de él en sus brazos a su madre muerta.