Hao Ren miró estupefacto al anciano. Sin embargo, Zhao Jiayi y los otros de
repente soltaron su brazo y mantuvieron distancia de él.
Había un gran número de estudiantes caminando cerca de la entrada del
dormitorio; algunos solo regresaban de sus clases y otros estaban por irse a casa
con sus mochilas. Todos miraban a Hao Ren con curiosidad desde donde estaban
parados.
Hao Ren estaba avergonzado, pero guardó silencio.
—Por favor, sube al auto, —dijo el Anciano Sun a Hao Ren con reverencia.
—¡No! —la terquedad de Hao Ren explotó mientras gritaba.
—¿Qué demonios es esto? Ni siquiera me dieron un aviso de antemano —Hao
Ren no estaba muy complacido.
—Niño Hao, ya estás comprometido con Zi. Es mejor no actuar con irracionalidad
en estas cosas, —dijo el Anciano Sun.
Aunque sus palabras podrían no haber sido escuchadas por aquellos que estaban