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Chapter 43 - Capítulo 43 – Sé fuerte

Nana oyó unos pasos que subían apresuradamente las escaleras y corría hacia la puerta para ver quién era. Ella se decepcionó al descubrir que era su alteza.

—¿Dónde está Anna?

— Ella todavía está trabajando. Podría venir más tarde.

—¿Trabajo?

Nana oyó al príncipe decir esa palabra a menudo en estos días.

—¿Quieres decir que está quemando ese polvo gris?

—Por el momento, sí.

Nana hizo un puchero y regresó a la mesa. También tengo trabajo, pensó. Me quedo aquí y trato a los que terminan heridos mientras defienden el pueblo.

—¿Qué sucede? ¿Estás aburrida cuando Anna está fuera?

Roland sonrió. Tomando una silla, se sentó junto a la chimenea.

—Bueno…

Nana miró hacia abajo. Honestamente, ella no quería ayudar a los heridos. Es que era sólo... demasiado terrible.

Ella recordó la escena cuando primero trató a Brian. Estaba empapado en sangre y los coágulos de color marrón rojizo se solidificaron en su pecho. Sangre roja y blanca brotaba de sus labios resecos. Al ver esto, se desmayó...

Estaba tan avergonzada.

Nana levantó la vista y miró al príncipe, solo para descubrir que estaba roncando en su silla.

Parece agotado, también, pensó, debe haber estado construyendo la muralla de la ciudad y entrenando soldados para proteger Ciudad Fronteriza de las bestias demoníacas.

Cuando él la invitó a ir al castillo, ella había vacilado durante mucho tiempo, pero al final estuvo de acuerdo.

También encontrarás algo para lo que quieres vivir, incluso si tienes que luchar por ello.

Nana no entendió el significado de estas palabras, pero cuando cerró los ojos, pudo ver a Anna. Sus ojos azules eran como un lago, envolviéndola suavemente. Fue por ella que aceptó ayudar a Roland.

Ella quería ser tan fuerte como Anna.

De repente, escuchó pasos abajo. Nana se levantó de un salto de su silla para ver si era Anna. Sin embargo, fue detenida por una mano invisible.

—Espera, hay más de una persona.

Nana se dio unas palmaditas en el pecho, nerviosa.

—Me asustaste, Ruiseñor.

La puerta se abrió y Brian, que estaba a cargo del primer piso, entró.

—Señorita Pine, por favor baje. Alguien fue quemado.

—Este es mi trabajo, ¿verdad? —preguntó Nana cerrando los ojos y respirando profundamente—Está bien, lo tengo.

Bajó las escaleras. Los dos guardias estaban ocupados colocando a un hombre que gemía dolorosamente en la cama. Junto a ellos estaba un hombre pequeño, que parecía ansioso. Brian se adelantó y ató las manos heridas y los pies del hombre a la cama. Los guardias luego enviaron al hombre pequeño fuera de la habitación y cerraron la cortina.

—¿Qué pasó? —preguntó Roland, bajando las escaleras y frotándose los ojos.

—Su Alteza, este hombre vino de la mina de la ladera norte. Parece gravemente quemado.

El príncipe miró al hombre.

—Estas son quemaduras de vapor. ¿Hay algún problema con la primera máquina? ¿Quién lo trajo aquí?

—Está en el pasillo —dijo Brian apuntando a la puerta.

—Iré y preguntaré acerca de la situación. Quédate aquí—dijo Roland mientras salía de la habitación.

Nana se acercó lentamente y vislumbró a ese hombre por el rabillo de sus ojos. Ella vio que su cara se derritió y ahora era sólo una bola. Su piel rojiza original se puso pálida por la deshidratación y colgaba de su cara como un trapo. En su cuello había ampollas del tamaño de cuencos, algunas de las cuales habían sido rotas. El moco con sangre mojó la almohada. En la luz parpadeante del fuego, su apariencia era más terrible que un demonio de una pesadilla.

Retrocedió unos pasos y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, vio que su padre la estaba mirando con cuidado.

—¿Estás bien?

Nana asintió y pensó en lo que Roland le había dicho: Es mejor pensar en tratar a los heridos como tratar a un animalito.

Con esto en mente, volvió a la cama y estiró las manos.

Una sensación increíble surgió de su cuerpo, y ella juntó una pequeña parte de este poder en su palma. Vio un rayo de luz verde que fluía de su palma hacia la cara del herido. Aunque esta luz verde era tan visible para ella, otros no podían verla. La herida empezó a cambiar, la piel escaldada se cayó y la piel nueva creció rápidamente debajo de ella. El doloroso gemido del herido se detuvo gradualmente. Su respiración se volvió más suave, como si se hubiera quedado dormido. Nana exhaló. Actuó mejor que la última vez, ¿no?

—Mi Dios, ¿es este el poder sanador que mencionó su alteza? Esta es la primera vez que lo veo —dijo Tigui Pine—. Mi querida hija, ¡eres increíble!

—Es el poder de las deidades —dijo Brian—. Estoy muy agradecido de que Nana me haya ayudado cuando me lastimé.

Ah, este tonto. Nana se agarró la cara y pensó: ¿No sabía que Ruiseñor me ayudó a escabullirme para curarlo? 

—¿Cuándo fue? —dijo Tigui, sorprendido—¿Por qué no lo sé?

—Bueno... su fuerza no tiene nada que ver con las deidades. Sólo le pertenece a la bruja misma.

Roland se metió en la conversación entre los dos hombres y tosió mientras se unía.

—¿Cómo está el herido ahora?

—Básicamente curado —dijo Brian emocionado—. ¡Es como si nunca hubiera sido herido! ¡Su Alteza, con ayuda de la señorita Nana, todos tendrán la oportunidad de sobrevivir el Mes de los Demonios!

—Siempre y cuando no mueras en el acto, no es un problema mantenerte con vida.

El príncipe asintió, indicándole a Brian que despertara al hombre.

—Eres Cabeza de Hierro, ¿estoy en lo cierto?

—¿Es esto un sueño? —dijo Cabeza de Hierro, confundido, mientras se sentaba.

—No —dijo Roland—. Sigues vivo.

—Tú... te he visto en la plaza

De repente, el hombre se dio cuenta de la identidad de Roland. Se bajó abruptamente de la cama y cayó de rodillas.

—Principe Roland, ¿me ha salvado?

—La hija de Tigui Pine te salvó. Ella es una bruja con poderes curativos.

Nana se tensó y se preguntó si estaba bien decir que ella era una bruja tan directamente. Efectivamente, la mirada en los ojos del hombre cambió.

—¿Una bruja? Su Alteza, ¿no son demonios...?

—¿Qué diablos estás diciendo? —gritó Tigui con tristeza, mientras se ponía de pie— Mi hija no tiene nada que ver con los demonios. Ella salvó tu vida. ¿Crees que un demonio te ayudaría?

—¡No, no! Por favor, perdóname por mi rudeza —dijo apresuradamente Cabeza de Hierro mientras bajaba la cabeza—. Me salvaste la vida. Gracias, señorita Pine. 

Nana estaba abrumada por sus sentimientos. Ella quería salir corriendo de la habitación. Aún así, había una voz repitiendose en su cabeza, recordándole: sé fuerte.

—¿Esto realmente está bien, Su Alteza? Si haces esto, me temo que mi hija no podrá vivir una vida normal —preguntó Tigui con preocupación cuando Cabeza de Hierro fue expulsado.

—Piense en el lado positivo, Sr. Pine —dijo el príncipe—. Si aprovechamos este período para romper el hielo, Nana puede tener un futuro donde será verdaderamente libre. De lo contrario, a medida que pase el tiempo, algún día estará expuesta. Cuando llegue ese día, me temo que no puedo hacer nada más que esconderla.

¿Realmente libre?

Nana no lo sabía, pero ahora sentía que era libre.

Pero si lo que dijo Su Alteza se hacía realidad, entonces Anna también podría abandonar el castillo por sí misma. ¿Volvería ella a al colegio del maestro Karl?