El Infierno, un lugar lúgubre donde las almas corrompidas pagan por sus pecados, el hogar de los demonios. En sus profundidades se encuentra la Academia Nox Aeterna, un sitio donde todas las razas espirituales coexisten. Sin embargo, entre ellas hay un ser en particular que cambiará su destino... y el de aquellos que lo rodean.
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POV de Cleymor
-Así que esta es la Academia Nox Aeterna... -murmuré para mis adentros mientras observaba la imponente construcción. Más que una academia, parecía un castillo.
Me froté la nuca con frustración y avancé hacia el aula que me habían asignado.
Al entrar, noté la cantidad de estudiantes dentro, pero no les presté demasiada atención. La verdad, no me interesaban los demás. Me senté en un lugar vacío y, frente a mí, encontré a un Draconio. A simple vista parecía humano, pero sus brazos estaban cubiertos de escamas rojas y tenía una larga cola del mismo color. Su piel era morena, su cabello rizado y usaba lentes. Además, parecía un poco más bajo que yo.
Interesante.
Suspiré y miré alrededor. ¿Qué clase se supone que es esta? No tenía la menor idea.
No me gusta hablar con la gente, pero supongo que tendré que preguntarle a él.
-Oye, disculpa. -Toqué su hombro para llamar su atención. Giró hacia mí con una expresión amistosa. ¿Demasiado amigable?
-Oh, esta es la clase de Introducción a la Magia. -Me respondió con una sonrisa.
Fruncí el ceño. ¿Por qué sonríe? La gente que sonríe así es molesta.
-Oh, gracias. -Le respondí con un tono frío y seco. No iba a ser amable solo por cortesía. Sería hipócrita de mi parte, después de todo, no somos amigos ni nada por el estilo.
El Draconio me miró con curiosidad antes de hablar de nuevo.
-Esos ojos rojos como la sangre y ese cabello negro... eres un demonio, ¿verdad?
Me tomó por sorpresa que continuara la conversación, pero decidí seguirle el juego.
-Sí, lo soy. Tú debes ser un Draconio, ¿no? Digo, no hay otra raza con una cola como esa.
Sin darme cuenta, mi tono fue menos hostil... ¿acaso estaba sonriendo?
-¡Sí! -exclamó con entusiasmo-. Me llamo Mark, ¿y tú?
Dudé un momento antes de responder, pero supongo que tener a alguien con quien llevarme bien podría ser beneficioso.
-Me llamo Cleymor.
-¡Genial! Oye, al salir de clase iré con unas amigas, ¿quieres venir?
Parpadeé sorprendido. ¿Apenas nos conocíamos y ya me estaba invitando a su grupo social? Este tipo era demasiado sociable.
-Supongo que puedo ir. No tengo nada mejor que hacer.
Por alguna razón, hablar con él no se sentía tan molesto.
Al terminar la clase, seguí a Mark hasta un jardín donde había varios estudiantes. No presté atención a la mayoría, pero dos figuras destacaban entre los demás: una chica fantasma y una Driada.
La fantasma era alta, aproximadamente 1.80 metros, unos ocho centímetros más baja que yo. Su cabello era largo, rizado y de un tono castaño oscuro, con ojos marrones que parecían brillar con energía.
Por otro lado, la Driada era pequeña, de alrededor de 1.52 metros. Su cabello negro y lacio caía hasta su pecho, su piel era pálida y sus ojos completamente oscuros. Había algo inquietante en su mirada, como si pudiera ver a través de mi alma. Incluso podría jurar que, si la mirara por demasiado tiempo, me perdería en el abismo.
Ah, y era bastante linda, a decir verdad.
Mark me miró con entusiasmo antes de hablar.
-Cleymor, ellas son mis amigas: Zafiro y Nini.
-Hola. -Saludaron al unísono.
Zafiro parecía extrovertida y entusiasmada por conocer gente nueva, mientras que Nini... bueno, no parecía interesada en absoluto.
-Hola. -Respondí con torpeza. No soy bueno conociendo gente nueva.
Zafiro me sonrió.
-¿Cómo te llamas?
-Cleymor. Mucho gusto.
Maldición, de todas las formas de presentarme, escogí la más genérica.
Mark y las chicas comenzaron a charlar animadamente. No presté atención a la conversación; en realidad, no me interesaba. Suspiré y me alejé un poco, encontrando una roca donde me senté con pesadez.
Saqué un cigarro y lo encendí con un chasquido de mis dedos. La primera bocanada de humo se mezcló con el aire frío del jardín.
Pude notar que Zafiro y Nini arrugaron la nariz en desaprobación. No era como si me importara... pero, sin pensarlo demasiado, apagué el cigarro contra la roca. Tsk. Supongo que no quiero causar problemas el primer día.
Después de unos veinte minutos, la reunión se dispersó y cada quien se dirigió a sus respectivos dormitorios.
Más tarde esa noche
Mi habitación era tan aburrida como lo había imaginado. Cuatro paredes, una cama, un escritorio y una ventana con vista a la nada.
Suspiré.
Definitivamente no tenía ganas de estar aquí.
Así que decidí visitar a unos viejos amigos.
Salí del dormitorio y caminé por los pasillos oscuros de la academia hasta llegar a otra de las residencias. Me detuve frente a una puerta de madera reforzada y llamé dos veces.
La puerta se abrió lentamente y, del otro lado, apareció un enano con expresión seria.
Sefrael.
Hacía tiempo que no lo veía, pero había cambiado bastante. Aunque seguía teniendo una barriga pronunciada, su musculatura se veía más definida. Su barba, bien cuidada y trenzada, le daba un aire aún más rudo. Medía alrededor de 1.69 metros, bastante alto para un enano.
-Hola, Cleymor -dijo con voz grave, sin mucha emoción en su tono.
No era que no estuviera feliz de verme. Es solo que mis amigos no son del tipo expresivo... igual que yo.
-Hola, Sefrael.
Sin esperar invitación, pasé a su habitación.
Allí, sentado sobre una silla reforzada, encontré a Kohta, su hermano gemelo. A diferencia de Sefrael, él tenía una expresión más relajada. Le estreché la mano en un gesto de camaradería y, sin decir nada más, me dejé caer sobre la cama de Sefrael.
-Vaya, cuánto tiempo sin verte, Cleymor -comentó Kohta, inclinando la silla hacia atrás con un leve crujido-. ¿Desde cuándo estás en la academia?
-Llegué hoy.
-Tsk, y ni siquiera pasaste a saludarnos primero. Te has vuelto un maldito antisocial -se quejó Sefrael mientras cerraba la puerta y cruzaba los brazos.
-Siempre he sido antisocial.
-Cierto -murmuró Kohta con una sonrisa burlona.
Sefrael tomó un tarro de cerveza de su escritorio y se sentó frente a mí.
-¿Y? ¿Qué tal el primer día?
Solté un suspiro.
-Conocí a un Draconio, Mark. Es molesto... pero no es tan desagradable como otros.
-Huh, interesante. -Kohta arqueó una ceja-. ¿Y qué más?
-Me presentó a unas amigas, una fantasma llamada Zafiro y una Driada llamada Nini.
-¿Y la Driada es linda? -preguntó Kohta con una sonrisa burlona.
Le lancé una almohada en respuesta.
-No me jodas.
Ambos soltaron una carcajada.
Sefrael se sirvió un poco más de cerveza y me pasó un tarro sin preguntar. Acepté, porque, bueno... ¿por qué no?
-Hablando de cosas importantes -dijo Sefrael con tono más serio-, ¿tienes algún plan en mente o solo estás aquí para perder el tiempo?
Me quedé en silencio por un momento.
-Quiero encontrar Arcadia.
Los hermanos se miraron por un segundo antes de reírse.
-¿Arcadia? -repitió Kohta, sacudiendo la cabeza-. Vamos, Cleymor, eso es solo una leyenda.
-Sí, y dicen que en Arcadia los sueños se hacen realidad -añadió Sefrael con burla-. ¿Desde cuándo crees en cuentos de hadas?
Apreté los dientes.
-Solo porque algo parece imposible, no significa que lo sea.
Los gemelos se quedaron en silencio por unos segundos, hasta que Kohta resopló.
-Bueno, no seré yo quien arruine tu sueño. Pero si quieres encontrar un mito, más te vale no morirte en el intento.
-No pienso morirme todavía.
Sefrael me dio un golpe en el hombro y bebió un largo trago de su tarro.
-Bien dicho.
Esa noche nos quedamos hablando un rato más. La conversación fluyó con naturalidad, como en los viejos tiempos. Al menos, por un momento, no sentí que estaba completamente solo en esta academia.
La habitación de Sefrael estaba llena del sonido de tarros chocando, el leve murmullo de la conversación y el crepitar de una lámpara de aceite en el escritorio. Kohta seguía bebiendo, con la misma sonrisa burlona de siempre, mientras Sefrael miraba fijamente su tarro como si estuviera reflexionando sobre algo importante.
-Así que Arcadia, ¿eh? -repitió Sefrael, su voz más seria que antes.
-Sí -asentí, dejando mi tarro sobre la mesa de noche.
Kohta resopló y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas.
-Mira, Cleymor, no es que quiera aplastar tus sueños ni nada, pero Arcadia es solo eso: un sueño.
-¿Por qué lo dices? -pregunté, mirándolo con expresión inquisitiva.
-Porque no hay pruebas de su existencia -respondió Sefrael, con un tono más mesurado que el de su hermano-. Es solo un mito que ha pasado de generación en generación, un cuento para demonios ingenuos que quieren algo más que este lugar.
-¿Y qué dice exactamente el mito?
Kohta chasqueó la lengua y miró a su hermano.
-¿Quieres contarlo tú o lo hago yo?
Sefrael suspiró y se acomodó en su silla, cruzando los brazos.
-Está bien, escucha bien, Cleymor, porque solo lo diré una vez.
La leyenda de Arcadia
-Hace eones, antes de que el Infierno estuviera gobernado por el Caos absoluto, existía un reino escondido entre las sombras del mundo, un lugar donde ninguna raza importaba, donde todas las almas podían encontrar paz y donde los sueños más imposibles podían volverse realidad. Ese lugar era conocido como Arcadia.
-Dicen que Arcadia no era solo un reino, sino una voluntad viviente, algo más allá de la comprensión de los seres que habitamos este mundo. No era solo un lugar físico, sino un espacio donde el destino mismo podía reescribirse.
-Se dice que aquellos que logran encontrarlo pueden obtener lo que más desean: poder, sabiduría, redención... o incluso volver de la muerte.
-Pero aquí está el problema -interrumpió Kohta, señalándome con su tarro-. Nadie sabe cómo llegar. Nadie sabe si realmente existió o si es solo un cuento de hadas para demonios desesperados.
Me quedé en silencio, procesando la historia.
-Entonces, ¿ustedes no creen que sea real?
Sefrael se encogió de hombros.
-No lo sé. Pero dime, Cleymor, ¿por qué te interesa tanto encontrar Arcadia?
Apreté los puños, sintiendo una extraña presión en el pecho.
-Porque si existe... quiero llegar allí.
El silencio llenó la habitación por un momento.
Kohta dejó escapar una carcajada y se sirvió más cerveza.
-Bueno, si de verdad crees en esa tontería, supongo que no podemos hacer nada para detenerte. Solo ten cuidado de no volverte loco en el proceso.
Sefrael asintió.
-Si de verdad quieres buscar Arcadia, necesitarás información. Y si hay alguien que sabe sobre mitos antiguos, es el Profesor Variel.
-¿Profesor Variel? -pregunté, levantando una ceja.
-Un elfo oscuro. Uno de los profesores más viejos de Nox Aeterna. Enseña historia de la magia y teorías sobre mundos olvidados. Si alguien tiene pistas sobre Arcadia, es él.
Kohta soltó una risa seca.
-Aunque buena suerte tratando de sacarle información. Ese viejo no suelta nada sin una buena razón.
Me incliné hacia atrás en la cama de Sefrael, mirando el techo de piedra.
Un profesor con conocimientos sobre Arcadia...
Quizás ahí podría encontrar la primera pista real.
-Mañana lo buscaré.
Sefrael sonrió apenas y alzó su tarro.
-Entonces que tengas suerte, Cleymor.
Chocamos nuestras bebidas y continuamos la conversación hasta que el cansancio nos venció.