Academia Nox Aeterna – Al día siguiente
El aula de Historia de la Magia y Teorías sobre Mundos Olvidados era una de las más antiguas de la academia. Los muros de piedra estaban cubiertos de estanterías repletas de libros viejos, pergaminos amarillentos y artefactos que parecían sacados de otro tiempo. La iluminación era tenue, solo unas cuantas lámparas flotantes iluminaban el lugar, proyectando sombras danzantes en las paredes.
Me senté en una de las últimas filas, observando al hombre que estaba en el centro del aula. El Profesor Variel.
Era un elfo oscuro de apariencia imponente. Alto y delgado, con una piel grisácea y largas orejas puntiagudas que sobresalían de su cabello blanco. Vestía una túnica oscura con detalles plateados y un colgante de piedra negra colgaba de su cuello. Sus ojos, de un profundo color violeta, parecían analizar a cada estudiante con un aire de indiferencia.
—Bienvenidos —dijo con voz calmada, pero firme—. En este curso aprenderán sobre los misterios de la magia antigua y los mundos que alguna vez existieron… o que aún pueden existir.
Al escuchar sus palabras, me enderecé en mi asiento. Definitivamente este tipo sabe algo sobre Arcadia.
Después de clase
Esperé a que todos los estudiantes se fueran antes de acercarme al profesor. Variel hojeaba un grueso tomo antiguo, ignorándome completamente, hasta que aclaré la garganta.
—Profesor Variel, quiero hacerle una pregunta.
Sin levantar la vista del libro, respondió:
—Si es sobre el examen, no te ayudaré.
—No es sobre el examen. Quiero saber sobre Arcadia.
Eso captó su atención. Sus ojos violáceos me miraron con frialdad mientras cerraba el libro lentamente.
—Arcadia… —repitió en un susurro—. Qué curioso. Pocos en esta academia se atreven a mencionar ese nombre.
Di un paso adelante.
—Entonces sí sabe algo.
El elfo oscuro apoyó los codos sobre el escritorio, entrelazando los dedos.
—Dime, demonio, ¿qué te hace pensar que Arcadia es algo más que una fábula?
No respondí de inmediato. Porque quiero creer que hay algo más. Porque necesito algo más.
—Digamos que no soy del tipo que se conforma con lo que otros me dicen —respondí con una sonrisa ladeada.
Variel sostuvo mi mirada por un momento antes de soltar un leve suspiro.
—Supongamos que Arcadia no es solo un mito —dijo con voz pausada—. Supongamos que, en efecto, es un reino donde los sueños pueden hacerse realidad. ¿Has pensado en lo que eso realmente significa?
Fruncí el ceño.
—¿Qué quiere decir?
—Los mitos no son solo historias, Cleymor. Son advertencias.
El aire en la habitación se sintió más pesado.
—Los pocos registros que existen sobre Arcadia mencionan algo en común: el precio.
—¿El precio?
—Nada en este mundo es gratuito. Si Arcadia realmente tiene el poder de conceder cualquier deseo, entonces su precio debe ser algo inimaginable.
Permanecí en silencio.
—Dices que no te conformas con lo que los demás te dicen, pero debes tener cuidado con lo que deseas. Hay cosas que es mejor no encontrar.
Me crucé de brazos.
—Si realmente creyera eso, profesor, usted no estudiaría estos mitos.
Un leve destello cruzó sus ojos violetas.
—Astuto —murmuró—. Tal vez no seas un caso perdido.
Se levantó de su asiento y caminó hasta una estantería. Tras revisar varios libros, sacó un pergamino y lo dejó frente a mí.
—Este es uno de los textos más antiguos sobre Arcadia. Fue escrito por un viajero desconocido hace siglos.
Desenrollé el pergamino y leí en voz baja:
"Arcadia no es un lugar que se pueda encontrar. Es un reino que solo se revela a aquellos que han perdido todo... o que están dispuestos a perderlo."
Mis manos se tensaron alrededor del pergamino.
—¿Eso significa que alguien ya ha estado allí?
—Eso significa que si realmente deseas encontrar Arcadia… debes estar preparado para el sacrificio.
Respiré hondo, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad.
—Entonces, ¿por dónde empiezo?
Variel me observó por un largo rato antes de hablar.
—Si realmente quieres seguir este camino, hay alguien más a quien deberías buscar.
—¿Quién?
—Una vidente. Una de las pocas criaturas en este mundo que podría darte una pista real.
—¿Dónde la encuentro?
—Ese es el problema —Variel sonrió con ironía—. La última vez que alguien supo de ella, estaba en el Bosque de las Sombras. Pero ese lugar no es precisamente hospitalario.
No me importaba. Era un inicio.
—Entonces ahí es donde iré.
Variel dejó escapar una leve risa.
—Eres terco, igual que todos los que han intentado esto antes.
—¿Y ellos la encontraron?
La sonrisa del elfo oscuro se desvaneció.
—Ninguno regresó.
Perfecto. Un verdadero desafío.
Me di media vuelta y salí del aula, con una sola idea en mente: encontrar a esa vidente y dar el primer paso hacia Arcadia.
Bosque de las Sombras – En busca de la vidente
La brisa helada me golpeó el rostro mientras cruzaba la frontera de la academia. El camino de piedra se desvanecía poco a poco bajo la vegetación salvaje del bosque. Las ramas nudosas se alzaban como garras, retorciéndose en direcciones imposibles, mientras la luz de la luna apenas lograba atravesar el espeso dosel.
El Bosque de las Sombras no era un lugar para estudiantes. No solo por la cantidad de criaturas peligrosas que lo habitaban, sino por las historias que lo rodeaban. Desapariciones. Ecos de voces que imitaban a los vivos. Sombras que se movían solas.
Nada de eso me detendría.
Según Variel, la vidente era la única que podría darme una pista real sobre Arcadia. Y si ella estaba en este bosque, la encontraría.
Cada paso que daba hacía que el aire se sintiera más denso. No como niebla, sino como si algo invisible presionara mi cuerpo. Como si el bosque mismo estuviera… observándome.
—Solo sigue caminando —me dije a mí mismo en voz baja.
Pero entonces lo escuché.
Un susurro.
Me detuve en seco.
El sonido venía de todas partes y de ninguna.
Giré la cabeza lentamente. No había nada. Solo árboles y sombras.
Avancé unos pasos más, pero el susurro se convirtió en un murmullo. Palabras incomprensibles, como si cientos de voces hablaran a la vez en un idioma antiguo.
—No tengo tiempo para juegos —gruñí, desenfundando mi espada.
La brisa se detuvo. El murmullo cesó.
Y entonces, una figura emergió de la oscuridad.
Era una mujer de cabello largo y pálido, flotando levemente sobre el suelo cubierto de hojas. Sus ojos eran dos orbes plateados que brillaban en la penumbra, y su piel tenía un tono grisáceo, casi translúcido.
No sentí hostilidad en ella… pero tampoco confianza.
—Buscas respuestas —su voz era como el eco de muchas otras—. Pero las respuestas no son regalos. Deben ganarse.
—Entonces dime cómo —respondí, manteniendo mi guardia.
La vidente inclinó levemente la cabeza.
—Tres pruebas. Solo superándolas demostrarás que mereces conocer la verdad sobre Arcadia.
Sabía que no sería tan fácil.
—Dime cuáles son.
—La primera prueba es de fuerza. Enfrentarás a un guardián del bosque. Sobrevive, y avanzarás.
Un crujido resonó detrás de mí.
Me giré justo a tiempo para ver cómo la tierra se abría y una criatura monstruosa emergía de las sombras.
Su cuerpo parecía estar hecho de raíces y roca, con ojos brillantes como brasas ardientes. Rugió con una furia primitiva, su aliento desprendiendo vapor en la fría noche.
Sonreí con satisfacción mientras apretaba el mango de mi arma.
—Perfecto. Me estaba aburriendo.
La primera prueba había comenzado.