Dos años... dos años han pasado desde aquel día. Fui al cole al día siguiente sin ti, comía en el recreo sin ti, me gradué sin ti.
Renato se encontraba caminando en una calle que conocía muy bien, ya que era el camino que tomaba para ir a estudiar. Se detuvo en cierto sector del camino, se quedó esperando a que alguien le tapara los ojos, pero nada pasó... Continuó caminando.
Pese al tiempo que pasó, una parte de mí aún espera verte.
Renato siguió caminando hasta llegar a su antiguo colegio. En la entrada se podían ver varias fotos de estudiantes, profesores y víctimas adicionales de los fuertes vientos de aquel día. Todos cubiertos de flores y velas, junto a mensajes de despedida. Pero para él, aún faltaba una foto en ese mural, una foto que nadie pondrá y, de hacerlo, aquel que lo haga será despreciado y odiado por todos.
La gente odia a los eclipsados. No hay nada más en este mundo que la gente odie tanto como ellos. Son un mal que ha atormentado a la humanidad desde prácticamente el inicio de la misma.
Se quedó mirando un rato las fotos de las personas en el mural. Al lado de este, había una placa conmemorativa que poseía el símbolo de la Ordine Lux. Este símbolo tenía un sol con un ojo enfrente del planeta. El planeta se encontraba rodeado por un látigo envuelto en fuego y, afuera de este aro de fuego, unas manos oscuras se acercaban hacia el planeta.
En la placa decía:
«En honor a las personas que desaparecieron bajo la oscuridad del cometa a manos de los eclipsados. Sus vidas no serán olvidadas y sus muertes no serán perdonadas».
Leyó la placa y se marchó sin decir nada y sin mirar atrás. Continuó su camino.
Visitó varios lugares que solía frecuentar con Camila. Cada vez que los cruzaba, no podía evitar recordar los momentos que tuvieron juntos: las veces que rieron, las veces que uno lloró y el otro lo apoyó, las veces que se molestaban y discutían por pequeñas cosas. Aquello que alguna vez fue parte de la vida diaria de Renato, ahora lucía como un lugar lejano, uno al cual ya no podrá volver.
Al cruzar por una tienda, pudo ver un anuncio en una pared. En él se veía a un hombre con gafas y una especie de ancla construida con huesos de algún brazo, un cráneo y atado a una cadena blanca que estaba en su mano. El anuncio decía:
«Próximos conciertos del guardián del alba: El fenómeno peruano. Se darán en las provincias de Loja, El Oro, Guayas y Pichincha. Para más información visite la página web».
Los Guardianes del Alba, el brazo armado de la Ordine Lux, son los encargados de rastrear y acabar con los eclipsados. En cuanto el cometa negro se manifiesta, se ponen en acción, pues este cometa negro es el encargado de elegir a aquellos que volverán eclipsados.
Siguió su caminó alejándose del póster mientras continuaba su camino hacia las afueras de la ciudad. Vio cómo un chico era sacado a patadas de un restaurante. El chico vestía una bufanda verde con detalles rojos y naranjas. La larga bufanda se soltó de él. Mientras la recogía y se la ponía de nuevo, el dueño del restaurante le gritó:
—¡AQUÍ NO SERVIMOS A ADORADORES DE ECLIPSADOS! ¡MÁRCHATE DE MI RESTAURANTE Y NO VUELVAS! —
El chico, sin decir una sola palabra y sin mirar al dueño de la tienda, se colocó la bufanda de tal forma que cubría parte de su rostro. Dos largas colas de tela quedaron tras de sí y, al caminar lejos de la tienda, se alzaban como si tuvieran vida propia.
Renato observaba la escena. Esta le hizo recordar cómo fue su vida escolar después de la muerte de Camila. Los otros estudiantes no le dirigían la palabra, ni siquiera lo miraban; ignoraban su presencia por completo. Incluso los profesores, pese a estar obligados por su trabajo, a veces también lo hacían.
El dolor y la miseria que traen los eclipsados pueden verse en el odio de las personas hacia ellos... o hacia cualquiera que haya sido cercano a un eclipsado. Cuentan las leyendas que el cometa es la manifestación física de la maldad humana o un juicio divino debido a los pecados de la humanidad. Aunque la naturaleza del cometa varía según la cultura, hay algo en lo que todos coinciden: aquellos que son elegidos para ser eclipsados ya eran malvados antes de convertirse, pues el cometa solo selecciona a los perversos... o eso es lo que se cree.
Renato continuó caminando, aparentemente sin rumbo. Su viaje lo llevó hasta un cementerio. Se detuvo en la entrada, pues algo llamó su atención. Una mujer lloraba desconsoladamente mientras abrazaba un ataúd que era sacado de un coche fúnebre.
El cometa elige, alrededor del mundo, quién se convertirá en un eclipsado. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Lo único que la humanidad tiene claro es que el objetivo de todo eclipsado es destruirla. Qué busca el cometa con esto sigue siendo un misterio. Lo que no lo es, es que tanto el cometa como los eclipsados son enemigos de la humanidad. Al transformarse, pierden toda su humanidad, como si esta fuera eclipsada por la maldad del mundo... o por la suya propia. De ahí su nombre: eclipsados.
Logro ver cómo la mujer era consolada por otras personas mientras se disponían a ir al lugar del entierro.
Una vez te conviertes en eclipsado, no hay vuelta atrás. Tu destino queda sellado y solo te quedan dos opciones: destruir el mundo o morir a manos de la Ordine Lux. Pero ni siquiera en la muerte recuperas aquello que perdiste. Mueres como eclipsado, y lo que quede de ti será tratado como tal. Por este motivo, la inmensa mayoría de eclipsados no recibe un entierro digno... ni siquiera tú.
Renato volvió a caminar, alejándose del cementerio. Recordó cómo tuvo que perseguir un camión de basura hasta un vertedero para recuperar una urna funeraria. Era una urna de metal, sin detalles ni signos de calidad. En ella, una inscripción decía: Camila Herrera.
Avanzó hacia las afueras de la ciudad, acercándose a las montañas que rodeaban Quito. Siguió un sendero de la montaña, uno formado por el constante paso de alguien. Al llegar a una zona alta, caminó hasta un pequeño acantilado desde donde se podía ver toda la ciudad.
En ese acantilado se alzaba un árbol, un poco más grande que los que lo rodeaban. Renato se acercó y se sentó bajo su sombra. Cerca de él, junto al árbol, había una cruz de madera, hecha de forma rudimentaria por manos inexpertas. Alrededor de la cruz crecían flores de la zona, de varios colores. Apoyó su frente sobre sus rodillas.
Espero que te guste este sitio. ¿Te acuerdas de este lugar? Fue aquí donde nos conocimos por primera vez. Yo estaba observando las flores de por aquí. Tú te me acercaste silenciosamente y me preguntaste qué estaba haciendo. Je, je, recuerdo saltar del susto, pues estaba muy concentrado estudiando las flores con mi libro de botánica. Desde ese día nunca te despegaste de mí; al principio creía que era algo muy molesto, quería que me dejaras en paz. Pero me terminé acostumbrando a tu presencia, a comenzar a apreciarla y ahora... la extraño más que nada en este mundo.
Comenzaron a salir lágrimas de sus ojos y lentamente se puso a llorar.
Te extraño tanto, Camila, extraño tus bromas de mal gusto, tus chistes tan malos que no hacían reír a nadie más que a ti. Extraño que siempre me saludaras tapándome la visión con tus manos. Extraño tu risa y tu sonrisa. Yo... simplemente te extraño... Camí.
Mientras lloraba, dirigió su mirada a la improvisada lápida de madera, una lápida sin nombre, la cual Renato tuvo que construir con sus propias manos.
Hubiera deseado poder hacerte algo más, poder darte una lápida más bonita con tu nombre en ella. Pero no tenía la habilidad para poder hacerlo y además... oí por ahí que aquellas personas que se atrevan a enterrar a sus familiares eclipsados, los familiares de las víctimas irán a destruir la lápida. No quería que eso te pasara a ti. Por eso es que te enterré tan lejos y no puse tu nombre.
Renato se puso a reflexionar, mientras miraba el cielo azul, sobre cómo fue su vida después de la muerte de Camila, el exilio provocado debido a su fuerte relación con Camila. Pero un recuerdo vino a su mente más vivo que cualquier otro, en él, Renato se metió en una pelea porque un grupo de personas estaban insultando la memoria de Camila frente a él. Aunque quedó bastante herido, logró noquear a los 4 estudiantes antes de que llegaran los profesores, quienes, al llegar, lo encontraron llorando, tumbado en el suelo.
Dicen que tú siempre fuiste malvada, que por eso el cometa te eligió. Dicen que, en realidad, tú siempre fuiste un monstruo y que solo lograbas ocultarlo bastante bien a los demás. Dicen que la visión que tengo de ti es solo de una falsa Camí, que jamás te conocí bien.
Un recuerdo de una Camila sonriente apareció en su mente. Este recuerdo se vio contrastado por la visión de una Camila completamente aterrada, con lágrimas en sus ojos y sangre en su uniforme roto, que dejaba ver parte de su pecho. Esta Camila, la cual pedía ayuda desesperadamente a Renato. Su expresión se tornó sombría y, con un rugido de rabia y lágrimas en sus ojos, gritó.
— ¡TODO ESO ES UNA MIERDA! — dio una fuerte patada al aire — ¡ELLOS JAMÁS TE CONOCIERON COMO LO HICE YO! ¡NINGUNO DE ELLOS VIO A AQUELLA CHICA ATERRADA QUE YO VI! ¡NINGUNO DE ELLOS VIO CÓMO LLORABAS POR AYUDA! — Su voz se encontraba rasgada por la ira y el llanto — ¿¡QUÉ SABEN ELLOS!? ¡NO SABEN NADA! —
Renato, aun llorando, corrió sin ningún tipo de dirección y se desplomó al suelo. Mientras trataba de limpiar sus lágrimas, se cubrió los ojos con el brazo. Él trataba de no recordar nada más, cada recuerdo era proporcionalmente más doloroso, según la felicidad que en él había. Pero le fue completamente imposible.
Quitó el brazo de sus ojos y, al hacerlo, pudo ver el cielo azul. Se quedó perdido mirando el aparentemente infinito cielo azul. Estuvo así, en silencio, por varios minutos, con la mente...
Totalmente apagada. Pero su conciencia retornaría en sí cuando se percató de que el cielo empezó a tornarse oscuro.
Al mover su cabeza para revisar el cielo, él pudo verlo. El cometa que tanto temía el mundo apareció sin ningún tipo de aviso, cerniéndose sobre el horizonte por encima de la ciudad, eclipsando hasta la luz del propio sol. Observó con odio aquel cometa, fijamente vio cómo se movía por el cielo.
Mientras lo hacía, repentinamente, todo se volvió oscuro. Bueno... no exactamente oscuro, no era oscuro ni negro, era más bien como el vacío absoluto que ve una persona ciega. Adicional a eso, había perdido todo tipo de sensación, no sentía ni el frío ni el calor, no oía nada, era incapaz de sentir su propio cuerpo, como si este hubiera desaparecido por completo. Simplemente, no sentía nada.
Unas letras blancas aparecieron en este vacío que, por decirlo de alguna manera, Renato observaba. Estas letras decían lo siguiente:
«Tratabas de salvarlos de la frialdad del mundo, pero solo dejas cenizas a tu alrededor.
Bajo la sombra del cometa, los demonios se revelan... y tú siempre fuiste uno de ellos»
De la misma manera en que esta sensación apareció, se esfumó por completo. Él no sabía qué acababa de pasar; la sensación de terror era impresionante, su cuerpo se paralizó por completo, pero, aun así, no dejaba de temblar, su cuerpo estaba sudando a mares. Era incapaz hasta de mirar alrededor, su vista se quedó fija en el cometa, que lentamente desapareció del cielo.
Se quedó en este estado por varios minutos, ignorando todo lo que pasaba alrededor, pero un pequeño golpe en la cabeza lo regresó en sí. Al hacerlo, observó a su alrededor, sus ojos quedaron con la mirada perdida y su boca se abrió de pánico. Lentamente, bajó su mirada y pudo ver lo que aparentaba un pequeño pájaro, ardiendo en llamas negras. A su alrededor, todo estaba ardiendo en llamas negras.
Renato se arrastró hacia atrás del susto, mientras gritaba, pues acababa de mirar sus manos, y estas estaban envueltas en llamas negras. Se levantó y echó a correr mientras gritaba.
— ¡AYUDA, POR FAVOR! ¡ALGUIEN AYÚDEME! —
Corrió a gran velocidad por el bosque montañoso. Tras correr por un rato, se tropezó con la raíz de un árbol. Levantó la cabeza un poco y miró hacia atrás, se percató de que las llamas se estaban extendiendo hacia su dirección, como si lo estuvieran siguiendo. Al ver que sus piernas también estaban cubiertas de llamas, pensó que su fin había llegado, se cubrió los ojos con las manos esperando su muerte.
Pero, tras un rato, esta nunca llegó. Empezó se percató de una cosa: no sentía dolor, su cuerpo estaba envuelto en llamas negras, pero no sentía dolor. Sacó las manos de sus ojos, y pudo ver cómo casi todo lo que estaba frente a él había desaparecido. Las llamas habían consumido todo, pero no dejaron ni siquiera cenizas. Todo lo que las llamas habían tocado desapareció, incluso las propias llamas, dejando solo una zona desértica, todo menos él, que se encontraba sentado en el suelo, observando todo con una mirada muerta.