Un pequeño Renato se encontraba en un campo observando flores en un campo. Sus ojos brillaban al ver la belleza de estas delicadas flores y cómo la fauna alrededor convivía con la vegetación. Con un libro de botánica en su mano, el pequeño Renato amaba estudiar y admirar la vegetación.
En un momento, decidió tomar una flor con sus manos. Al hacerlo, la flor se prendió en unas voraces llamas negras, la flor se marchitó rápidamente en sus manos. Sus manos se prendieron en fuego, estaban envueltas en llamas negras, más oscuras que el vacío del espacio. Eventualmente, las llamas de su cuerpo se extendieron a todo el hermoso campo, provocando la muerte de toda su fauna y vegetación.
Aterrorizado, su cuerpo cayó hacia atrás, sentándose en el suelo. Comenzó a empujar su cuerpo con los talones, arrastrándose hacia atrás. Intentaba alejarse de las llamas, pero el temblor de sus piernas hacía difícil la tarea. Eventualmente, el fuego consumió todo. El radiante sol que había, fue remplazado por un eclipse. Una figura humanoide, sin rostro o forma y con cuernos a cada lado de su cabeza que se asemejaban a ramas de un árbol muerto, comenzó a caminar entre las llamas. Este ser poseía unos brillantes ojos blancos, que desentonaban con el paisaje ardiente de llamas negras. Lo curioso, es que, pese a estar hecho de las mismas llamas negras, se podía ver con claridad su silueta, observándolo fijamente.
Finalmente, algo atravesó su pecho desde la espalda. Al mirar a su corazón, una hoja, parecida a la obsidiana, se veía salir de su tórax. Envuelto en sangre, su visión comenzó a nublarse lentamente. La mano de alguien se puso sobre su rostro, tapando parte de su visión. Solo podía ver a través de un ojo, por medio de la abertura entre sus dedos, pese a eso, ni él, ni la criatura, dejaron de mirarse. En ese instante, alguien desconocido le susurró al oído, con una voz vacía y sin sentimientos.
— Solo eres un demonio—
Renato pegó un grito y se levantó hiperventilando, sus manos temblaban incontrolablemente. La gran cantidad de sudor que había soltado su cuerpo, provocó que la silueta de su cabeza, quedara dibujada en su almohada. Tras controlar su respiración y calmarse un rato, abrazó sus rodillas y pensó para sí mismo.
Una pesadilla... solo fue una pesadilla... ¿Verdad?
En ese momento alguien tocó la puerta de su habitación. Una voz, bastante aguda, que sonaba a la de un niño dijo.
— Renato, ¿Estás bien? Mami, dice que bajes a desayunar —
— Sí... estoy bien, solo pise algo, nada más — respondió Renato con gran gentileza, buscando no preocupar a su hermano—
— Bueno, no tardes mucho —
La joven voz respondió alegremente y sus pasos se pudieron oír al alejarse de la puerta.
Renato se levantó, se quitó su pijama y se puso ropa más casual. Se fue al baño a lavarse la cara y cepillarse los dientes. Mientras lo hacía, comenzó a pensar sobre lo sucedido hace 2 días, los recuerdos del combate contra aquel guardián del alba, la tortura que soportó y el cuerpo del guardián del alba desapareciendo entre llamas negras.
Todo lo que sintió aquel día: dolor, miedo, valentía, pánico. Todos y cada uno de esos sentimientos se quedaron vívidamente en su memoria. Cuando pensaba en las heridas que le
causó el guardián del alba, la sensación se reproducía vívidamente en su cuerpo, algo que lo atemorizaba. Trato de no pensar en eso, apago su mente y bajo al comedor de su casa.
Renato bajó la escalera de su casa y caminó al comedor. Su casa era hogareña y elegante. Lo más elegante que una familia de clase media se podía comprar en un país como lo era Ecuador. Al bajar al comedor, se fijó que su familia ya estaba desayunando sin él. Abrazo a su madre, hizo lo mismo con su padre y su hermano menor, les dijo: "buenos días, provecho". Sus padres le contestarían con un "gracias", su hermano también, solo que él lo hizo con la boca llena. Su madre le dio un pequeño golpe en la cabeza a su hermano menor y dijo.
— No hables con la boca llena, carajo — con una voz molesta y arrugas de ira sobre sus ojos.
—Glup... lo siento — respondió el niño apenado luego de tragar lo que tenía en la boca.
— Estos guambras... como sea, Renato, ¿Vas a hablar de lo del otro día? ¿O te tendremos que esperar más tiempo? —
Preguntó con un tono serio el padre de Renato, sin apartar la vista de su plato de humitas en ningún momento.
— Es cierto, Renato, aquel día llegaste muy raro. ¿Qué fue lo que sucedió? — Agregó la madre, quien lo miraba con preocupación.
— Yo... esto ah... —
Por su parte, Renato no sabía qué decir. Evitando hacer contacto visual en todo momento, intentó pensar en alguna excusa o alguna mentira, que pudiera saciar su curiosidad y preocupación.
Piensa Renato, piensa. No podés decirles por unas más que obvias razones lo que pasó aquel día... Pero entonces, ¿qué podré decirles para que ya no se preocupen más?
En eso, el recuerdo de la lápida de madera, que Renato había improvisado para Camila, llegó a su mente.
Es cierto... jamás se los conté
Renato tomó aire, agarra valor dentro de sí para poder mentirles a sus padres, y sin ser capas de mirarlos a los ojos, les dijo, con un tono de melancolía.
— Yo... hace algo de tiempo... hice una tumba improvisada para Camila... parece ser que alguien la encontró y... supo a quién pertenecía, así que bueno... ya se pueden hacer una idea —
Su familia se quedaría en total silencio, sus padres se miraron entre sí con preocupación y tristeza en sus ojos, su madre no podía soltar la mano de su corazón. Las tristes palabras de su hijo, hacían que este le doliese demasiado.
— Renato... sé que aún te cuesta perdonarnos por lo que dijimos de ella, pero, eso no significa que sea insensible a tu dolor... sé lo mucho que ella significaba para ti, desde que ella se fue, no recuerdo cuándo fue la última vez que sonreíste realmente —
La madre de Renato, quien había dicho estas palabras, se levantó y abrazó a su amado hijo. Su hermano menor haría lo mismo, abrazándolo por el otro lado. Su padre se levantaría de su puesto y simplemente puso su mano sobre la cabeza de Renato. Era un pequeño gesto, pero venía cargado de mucho amor.
Ante esta escena, el corazón de Renato no podía soportar más los sentimientos contenidos, lentamente, lágrimas brotaron de sus ojos. Eran lágrimas de tristeza, arrepentimiento, dolor y desesperación. Abrazando a su madre, Renato dejó salir todo lo que podía soltar. Ante este gesto de amor familiar, Renato se arrepentía completamente de haberles mentido, le encantaría decirles la verdad. Le encantaría poder sacar todo su verdadero dolor, pero sabía que no podía. Aunque fingía ser Renato Vega, un joven de 20 años recién cumplidos, él sabía mejor que nadie, que ahora era un eclipsado, el ser más odiado de este mundo.
Luego de este momento familiar, que logró traer algo de calma al turbulento corazón de Renato. Renato emprendió un pequeño viaje para ver la tumba de su mejor amiga, con la excusa de reubicar sus restos a un lugar más escondido. El viaje a ese lugar fue bastante tranquilo para él, quizás sea porque intentó mantener la mente en blanco durante el viaje, o quizás, porque el amor de su familia había logrado alejar cualquier emoción negativa de él, aunque sea de forma temporal.
Finalmente, volvió al sitio de descanso eterno de Camila. Cerca del lugar, a varios metros más abajo, pudo presenciar el lugar donde aparecieron sus llamas negras. Esta zona era una tierra totalmente muerta, era un hueco color marrón entre los árboles y la vegetación de ese lugar. Esto le recordó, en cierta medida, a aquellos símbolos dejados en los campos de maíz, que algunas personas aseguraban, eran hechas por supuestas razas alienígenas que visitaban nuestro mundo.
Al pensar en eso, Renato soltó una pequeña risa, respecto a la ironía de lo que acaba de pensar. Muchas personas se negaban a aceptar la posibilidad de seres de otros mundos visitando nuestro planeta. Algunos, incluso, negaban la posibilidad de vida inteligente, con una civilización mucho más avanzada que la nuestra. Este mundo albergaba algo tan anómalo y extraño como el cometa negro, un cuerpo espacial de origen y propósito desconocido. Nadie entendía por qué existía y dotaba de poderes a los eclipsados.
Pero existía. Algo como eso existía. Y, sin embargo, la vida alienígena no. ¿Por qué? Quizás sea porque, a diferencia de los alienígenas, el cometa era algo que se podía ver todos los años, o todos los meses, o todas las semanas, incluso, todos los días. Por otro lado, nadie había visto un alien. ¿Verdad? Tal vez, de la misma forma en la que nadie logró ver un alien y por eso no creen en su existencia... nadie había logrado ver un eclipsado bueno, uno que no busque hacer daño, uno que no quiera matar, uno que rechace el destino del cometa. Pero, ¿eso significa que no puedan existir?
Renato pensaba en todo esto, mientras estaba sentado bajo la sombra de un árbol al lado de la tumba de Camila. Mientras observaba el paisaje de la gran ciudad, decidió mirar a la tumba de Camila. Recordó sus últimos momentos de vida, la tristeza, el miedo y la confusión que había en sus ojos. La forma en la que Camila tomaba su mano, se aferraba tan fuerte a Renato, que le estaba lastimando. Mientras Renato recordaba la forma en la que Camila lloraba, él, lo comenzó a asociar con otro recuerdo.
Aquella vez... la única vez que te vi llorar de esa forma fue aquella vez.
Renato cerró sus ojos y comenzó a rememorar el pasado. Recordó que era un día de intensas lluvias. La cantidad era tanta que el alcantarillado de la ciudad se desbordó un poco, mientras estaban los dos juntos corriendo bajo la lluvia. Solo Renato traía un paraguas, así que ambos corrían juntos bajo este. Estaban hablando respecto a cómo Camila no podría volver a casa y le tocaría quedarse en casa de Renato hasta que las lluvias pasen.
— Supongo que no quedan muchas opciones, llamaremos a tus padres para avisarles una vez lleguemos a casa —
Dijo Renato con un tono de voz agotado debido a estar corriendo, mientras sostenía el paraguas, asegurando que ninguno de los dos se moje demasiado.
— Lo dices como si eso fuera algo malo, ¿Acaso no te emociona tener una linda chica en tu casa? — Comentó Camila con un tono de picardía, tratando de poner a prueba a Renato —
— Ja, para eso ya está mi madre, así que no, en lo más mínimo —contestó Renato con un toque de ironía y un poco molesto —
— jajajaja... me gusta cuando reaccionas así — Camila tendría una gran sonrisa en el rostro mientras Renato solo suspiró con frustración — ¡ESPERA! ¿Oíste eso? —
Camila se detuvo de la nada, fue tan repentino que Renato no logró reaccionar y se alejó un poco de Camila, dejándola bajo la lluvia.
Renato se detuvo y retrocedió para volver a cubrir a Camila de la lluvia. "¿Y ahora qué pasó?", preguntó Renato. Sin responder a su pregunta, Camila comenzó a correr, dejando bastante atrás a Renato. Sin esperar a nada ni a nadie, Camila corrió bajo la lluvia, mientras Renato trataba de alcanzarla. Mientras corrían, las fuertes zancadas que daban provocaron que terminaran totalmente empapados de la cintura para abajo, aunque Camila terminó totalmente mojada, debido a que corría sin paraguas.
Finalmente, Camila se detuvo, junto a un par de bolsas de basura que estaban cercanas a un arroyo. Cuando Renato logró alcanzarla, vio cómo Camila estaba buscando algo entre las bolsas de basura. En poco tiempo, Renato pudo escuchar un "miau", uno bastante agudo, parecía el maullido de un gato muy pequeño. Cuando finalmente Renato se acercó a su amiga, se aseguró de cubrirla de la lluvia.
— ¡Aquí estás! No te preocupes, ya está pequeño michi, todo estará bien. ¿Vale? —
Camila le hablaba al pequeño gatito negro, con la misma voz de una madre que estaba limpiando la herida de su hijo.
— Haaaah... Mira cómo te has mojado, puedes pillar un resfriado. ¿Sabes? Deberías de haberme esperado al menos, venga, será malo si ambos se quedan aquí mucho más —
Con el mismo tono de preocupación que tenía Camila, Renato la regañaba por la pequeña imprudencia.
Pero... luego de eso, las cosas... no terminaron tan bien como uno esperaría, Camila terminó pillando un resfriado debido a lo mucho que se mojó bajo la lluvia. Aunque ese fue el menor de los problemas.
Camila se acercaba al pequeño gatito negro que rescató, tenía una lata de atún ya abierta y lista para servir. Pero, por más que Camila intentaba llamar la atención del gatito, este no daba respuesta alguna.
Tal parece ser, que el gato ya estaba muy enfermo antes de que lo recogiéramos, pasó sus últimos momentos en mi casa junto a Camila. Aún recuerdo lo mucho que le afectó cuando enterramos al gatito.
Camila estaba llorando, totalmente desconsolada junto a un pequeño montículo de tierra, Renato estaba al lado con una pala, mirando con tristeza la escena. Él no quería estar ahí, no porque no le importara, sino, porque no podía soportar ver a su amiga así.
— Lo siento, michi yo... yo... no pude... lo intento... perdóname, por favor... — Camila arrancó en llanto, se sostenía el pecho, pues sentía que algo en ella iba a romperse pronto —
— No digas eso, Camila... no fue tu culpa, no eres responsable de nada, fue... solo mala suerte. El veterinario dijo que ya estaba enfermo de antes, era imposible que pudieras hacer algo — la voz de Renato se oía un poco afónica, él también quería llorar, pues entendía el dolor de su amiga—
— ¡Te equivocas! No existe lo imposible, Renato, solo lo muy difícil y yo fui incapaz... yo... ¡Aaaah! —
Con una voz rota en llanto y sonidos de mocos en su nariz, Camila continuó llorando mientras Renato la abrazaba para tratar de calmarla, Camila se aferró con fuerza a la mano de Renato.
No era la primera vez que te veía llorar... pero sí era la primera vez que vi esa tristeza en tu rostro, el arrepentimiento y la impotencia. Se podía sentir en cada llanto.
Renato se abrió los ojos, una pequeña lágrima salía de uno de sus ojos, mientras observaba las vistas a la ciudad que tenía enfrente. No pudo evitar comparar el rostro, llanto y lágrimas que Camila tenía el día que enterraron al gato con las que tenía instantes antes de su muerte.
Realmente... ¿Aquella Camila desapareció en el exacto momento que te volviste una eclipsada? Las lágrimas de impotencia, dolor y desesperación que vi aquel día... eran exactamente las mismas.
Mientras Renato seguía comparando los dos recuerdos, un último pensamiento vino a su mente.
Realmente... ¿Jamás ha existido un eclipsado que conserve su humanidad?
— He de admitir... es un bello paisaje el que tienes aquí, wachin —
Mencionó una voz calmada y serena cerca de Renato, aunque él no sabía de quién, era. Sus ojos se abrieron de la sorpresa, debido a que le resultó, una voz muy familiar.
Renato volteó rápidamente en dirección a la voz, un pequeño suspiro de terror salió de su boca al ver quién fue el dueño de esas palabras. Su rostro completamente serio, la mirada que no transmitía ningún tipo de emoción, la espada envainada que tenía una empuñadura que parecía algún material óseo, el logo en una de las placas de la armadura de unos fragmentos negros que se desvanecían en los rayos de luz del sol. No había ninguna duda, era el mismo guardián del alba, que mató a Camila aquel día.
El rostro de Renato comenzó a sudar por los nervios, su respiración se entrecortaba y en sus ojos el recuerdo de aquel día, se superponía con la realidad. Trago saliva y pensó.
Este tipo... no es solo el guardián del alba que mató a Camila, es uno de los guardianes del alba más poderosos del mundo. Por no decir que muchos lo consideran el más fuerte. Nacido en Argentina y guardián del alba de rango seraphin, el más alto de todos los rangos... Gabriel Cruz, el fulgor argento.
Renato se quedó viéndolo en silencio durante unos segundos, en su mente, analizaba la idea de que él estaba ahí para matarlo. Pero entonces, al ver que Renato no iba a continuar la conversación, con una actitud seria, pero una pose y gestos que indicaban total despreocupación por lo que estaba sucediendo ahora, como si el peso de su reputación o los problemas del mundo no le afectaran, le dijo.
— ¿Te importaría si te hiciera unas preguntas? Hay algo que necesito investigar — el guardián se quedó viendo a Renato, sin cambiar su seriedad, pero transmitiendo un aura amigable —
— ¿Qué es lo que un guardián necesitaría de mí? — Renato contestó con un tono molesto, mientras giró su cabeza hacia otro lado —
— Pues verás... hace un par de días un guardián del alba llamado: Diego Andrade. Fue enviado a la búsqueda de un posible eclipsado, ya que se rastreó la energía proveniente de uno en esta área. El guardián contactó con la central para avisar de que hizo contacto con el eclipsado, lo describió como una especie de... demonio de fuego negro. Informó que realizaría el correspondiente exterminio, pero no se supo más de él luego de eso. — Gabriel comenzó a sacar algo de su gabardina blanca, sonaba como unas cadenas — Tras investigar lo único que encontré fue su artefacto crepuscular, estas áreas como, de zonas muertas y... relativamente cerca al área donde estaba esta arma, me encontré con vos — Gabriel volvió a guardar el arma que saco, tenía los ojos entrecerrados mirando con sospecha a Renato — Es por eso que, necesito interrogarte un breve momento... hmmm, te me haces familiar ¿Nos hemos conocido ya? —
Tras escuchar esto, Renato comenzó a ponerse de mal humor, las arrugas en la frente delataban este hecho. Pensó con cuidado cómo debería actuar ahora, no parecía que el guardián tan poderoso que tenía enfrente, supiera nada a su condición como eclipsado... al menos no aún. Pensó con cuidado sus palabras y dijo.
— Hace dos años... usted y yo nos conocimos brevemente en mi cole... agh, ¿qué es lo que necesita saber? — Contestó sin dejar de mirar al horizonte —
— Entiendo eso lo explica... en fin, tal vez ya conoces mi nombre, soy Gabriel Cruz, lo que necesito que contestes es: ¿Dónde estuviste hace 2 días?, ¿Por qué visitas tanto este sitio? Y ¿Tienes alguna idea de qué fue lo que sucedió aquí, o vistes algo o alguien? —
— Yo, eh... hace dos días no estuve en este lugar y, no sé qué sucedió en este sitio, ya estaba así cuando llegué — Renato seguía sin cambiar su mirada del horizonte —
— Dos de tres... y en la primera dudaste, dime, pibe, ¿Qué estás ocultando? —
La voz del guardián no cambió mucho, aunque ahora sus palabras salían con un tono más siniestro. Su actitud y pose relajada también cambiaron a una más rígida y recta, como si tratara de imponer su presencia por sobre todas las cosas a su alrededor y sus ojos se abrieron mirando fijamente a Renato. Comenzó a acercarse lentamente a Renato tras pronunciar estas palabras.
Renato, sin levantarse, retrocedió al mismo paso que el guardián del alba se le acercaba, manteniendo la misma distancia siempre. Mientras se acercaba, Gabriel se dio cuenta de algo que estaba oculto a su vista, tapado por el tronco del árbol donde estaba Renato. Una cruz de madera hecha de forma artesanal por manos inexpertas, usando de base unas cuantas piedras y algunas flores, decoraban el área cerca de esta. Supo de inmediato lo que era, una tumba sin nombre.
Renato, al percatarse de que Gabriel vio la tumba de Camila, se puso en medio para interponerse. Al ver esta reacción, Gabriel se relajó, volvió a su actitud amigable que tenía antes. Con los ojos cerrados, comenzó a unir los puntos en su mente.
— Comprendo... creo que ya sé más o menos lo que sucedió. Esa es la tumba de la eclipsada de aquella vez. ¿Verdad? Tratabas de ocultarlo, ya que usualmente la gente tiende a profanar y destruir las tumbas de los eclipsados. Una reacción normal si me lo preguntas, como sea... supongo que tiendes a visitar este sitio debido a eso ¿No? — Renato asintió con la cabeza — Eso explicaría por qué te negabas a responder aquella pregunta, en se casó, solo necesitaría saber cada que tanto visitas este sitio y si realmente no vistes u oíste nada —
— Tiendo a visitar este lugar, por lo menos una o tres veces por semana, ¡Vale!, y ya te dije que yo no sé nada. Este sitio ya estaba así cuando llegué — su tono de voz era más molesto y evasivo, realmente quería acabar con la conversación —
— Hmm, tengo la sensación de que me sigues ocultando algo, pero mis sospechas se basan más en mis instintos que en pruebas tangibles... —
Gabriel observó la tumba que Renato cuidaba con cariño, esto se notaba debido a las flores, tan hermosas y florecidas, que decoraban el área sobre la tumba. Gabriel miró con algo de condescendencia, no era la primera vez que veía a alguien llorar a un eclipsado, finalmente suspiró y dijo.
— Sé que es difícil aceptar que alguien muy querido para ti, terminó sucumbiendo a la maldad como todos los eclipsados. Pero entre más rápido lo aceptes, mejor será para ti —
Estas palabras despertaron algo en Renato, algo que lo enojo bastante, gruño un poco mientras mostraba sus dientes apretados. Le lanzó a Gabriel, lo único que se podría describir como una mirada asesina directa a sus ojos, chasqueó su lengua, desvió su mirada y dijo.
— Tsk... y qué es lo que sabes tú, ¡Dime, que es lo que sabes tú! — La voz de Renato se rasgaría entre la ira y la tristeza, sus ojos lagrimearían un poco — ¡Tú no conociste a Camila como yo! ¡James viste la bondad y compasión que ella tenía! ¿¡Qué es lo que sabes tú... cómo estás tan seguro de que ella era malvada!? ¿¡CÓMO!? Ni siquiera le diste una oportunidad de demostrar lo contrario... ¿Por qué ni siquiera le concediste esa oportunidad? —
Gabriel soltó una fuerte exhalación, se dio la vuelta y comenzó a caminar, sabía que debía irse, ya que no iba a obtener nada más que le sea de utilidad. Pero su corazón estaba intranquilo, sabía que acababa de tocar una profunda herida en el chico tras de sí, se detuvo y, decidió sincerarse con el chico respecto a su opinión, con los eclipsados diciendo.
— Está bien, voy a responder a tus preguntas, respecto a la primera. Es muy simple, ella era débil, como todos los eclipsados... como todas las personas malvadas en este mundo. Los débiles sucumben a la maldad y buscan hacer daño a los inocentes para intentar sentirse más fuerte...— Gabriel se dio la vuelta y sacó la espada del estuche — Por otro lado, luego están las personas buenas. Los justos, los fuertes, solo las buenas personas pueden ser fuertes y por eso — Gabriel puso la hoja de la espada frente suyo y se prendería en llamas plateadas — Yo soy el más fuerte, mi justicia es absoluta, estas llamas obedecen a mis deseos. Y mi deseo es purgar todo aquello que sea malvado e impío de este mundo —las llamas se apagaron y Gabriel apuntó la espada hacia Renato — Es por eso que tu amiga fue reducida a cenizas como todos los eclipsados, había maldad en su corazón... y las llamas lo purgaron de este mundo —
Renato se quedó mudo ante este argumento, trataba de procesar la fría información que le envió el guardián del alba frente a él. Todo lo que dijo chocaba con su realidad actual, apretó los dientes, cerró su puño y se levantó para ponerse frente a Gabriel.
— Y respecto a lo segundo... ¿Sabes lo que es un portador del eclipse? —
— No... no del todo, he oído el término, pero no sé bien a qué se refieren —
—Eso es, porque la Ordine Lux hace todo lo posible para evitar que uno aparezca. Verás, un portador del eclipse, es la forma final de los eclipsados. Aquellos que se sumergen en lo más profundo del abismo... obtienen un poder aterrador —
Gabriel bajó la espada un momento, posando la punta en el suelo y extendió su otra mano, señalando al horizonte.
— No hablo de destruir un barrio o ciudades enteras... todos los portadores del eclipse, se vuelven una amenaza de escala global, con la capacidad de destruir todo lo que conocemos—
Gabriel tomó la espada con ambas manos y, con un rápido y preciso movimiento, la movió hacia el corazón de Renato. La punta de la espada estaba a unos pocos centímetros de tocar su pecho. Renato se quedó inmóvil, no por miedo, sino por el impacto de la información que estaba recibiendo.
— Es debido a eso, que los matamos tan pronto como nazca uno. Si se deja mucho tiempo con vida a un eclipsado... se volverá un portador del eclipse y peor aún. Se han dado casos donde un eclipsado se vuelve en portador el día uno en el que nacen... fue por eso que maté a tu amiga en cuanto tuve la oportunidad —
Tras estas palabras, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Esa revelación provocó que cuestionara muchas cosas en su mente.
Camila... yo... ¿Realmente somos malvados?... Acaso... ¿Realmente podría terminar destruyendo todo?
Mientras Renato pensaba en las cosas que apreciaba y rememoraba en su mente el momento en el que mató a Diego. A él, solo se lo ocurrió una forma de poder despejar todas las dudas de su mente, una manera de, tal vez, ponerle fin a todo esto. Con la cabeza agachada, mirando directo a la puta de la espada cerca de su pecho, comenzó a hablar.
— Respóndeme una cosa... — su voz era baja, pero firme — ¿Tú crees que pertenezco a los malvados, los buenos o los inocentes? —
Gabriel entrecerró sus ojos, analizando la pregunta
— Hasta lo que he podido ver de ti... diría que a los buenos—
— Entonces, bajo tu lógica, no solo soy una buena persona. Si no también alguien fuerte, ¿no? —
— Exactamente —respondió Gabriel mientras asentía con la cabeza —
— Pero dime, Gabriel... si los eclipsados son débiles y sucumben a su maldad, ¿Qué pasaría si yo me convirtiera en uno? — Renato miró intensamente a los ojos de Gabriel, tratando de penetrar en lo más profundo de su ser — ¿Eso significaría que siempre fui malvado? ¿Qué siempre hubo algo podrido en mí, esperando a despertar? — Renato llevó su mano al pecho, tratando de
calmar las llamas negras alborotadas dentro de su corazón — Si eso sucede... ¿Levantarás tu espada ante mí? ¿Purgarás lo impío en mí, como hicistes con Camila? —
El silencio en la escena se volvió denso. Incluso el bosque se calló, como si la naturaleza misma reaccionara ante la tensión.
— Hmm, dudo mucho que eso llegué a pasar, como dije, tú eres alguien bueno —contestó Gabriel de forma fría y sin bajar su espada —
— ¿Y por qué no ponemos a prueba esa lógica? —
Renato dio un paso al frente, haciendo que la punta de la espada chocara con su pecho. Mientras lo hacía, un pensamiento sacudió su mente.
Si realmente soy malvado, si realmente todos los eclipsados son elegidos porque siempre fueron malvados... entonces será mejor terminar con esto ahora. Pero... si las llamas plateadas no me consumen, entonces le demostraré... le enseñaré en lo que me convertí realmente, le demostraré lo equivocado que está realmente... lo equivocado que todos están.
Renato tomó aire, y con una mirada que no albergaba dudas, una sonrisa confiada que mostraba su determinación dijo.
— Prende tus llamas... si me consumen, entonces eso significa que te equivocas conmigo, que soy alguien malvado y que a futuro me convertiré en un eclipsado. Y si no... entonces aceptaré que Camila siempre fue alguien mala, tal y como tú dices—
Gabriel y Renato se miraban fijamente, ninguno estaba dispuesto a ceder ante su postura. Entonces Gabriel soltó una risilla, bajó su espada y contestó.
— Duro... recontra duro, ja, eres tenaz chico, respeto eso, ya que eso demuestra la fuerza que hay en ti. Y eso, es prueba más que suficiente de que eres alguien bueno, esto... — Gabriel miró brevemente al cielo, para encontrar qué decir ahora — a todo esto... ¿Cuál es tu nombre?
Renato miró al suelo por un momento y soltó un leve suspiro
— Renato... me llamo Renato Vega —
— No es mal nombre, gusto en conocerte, Renato Vega. Como te mencioné antes, yo soy Gabriel Cruz... aunque hay quienes me conocen como el fulgor argento —
Gabriel guardó su espada y comenzó a alejarse del lugar, se detuvo un poco, volteó su cabeza levemente y dijo.
— Pero... si aun así te terminaras volviendo un eclipsado, responderemos tu gran pregunta. Aunque no sé si eso sería posible, me van a mandar a una misión fuera del continente... si desgraciadamente te volvieras un eclipsado, no podría estar ahí para hacerlo —
Tras esto, Gabriel se alejó lentamente hasta perderse entre los árboles. Renato soltó un gran suspiro y comenzó a respirar con fuerza. La tensión del momento había sido demasiado para él. Renato caminó hasta ponerse al lado de la tumba de Camila. Al recordar a su amiga, no pudo evitar sonreír de alegría mientras miraba su tumba. Comenzó a mirar la ciudad, y mientras recordaba todo lo que había sucedido hasta ese momento, pensó nuevamente, en lo que había divagado sobre los alienígenas. En cómo la humanidad no creía en los alienígenas porque jamás vieron uno. Agarró su corazón, respiró hondo y se dijo a sí mismo.
— Si al igual que los alienígenas, la gente no cree que pueda existir un eclipsado bueno... entonces les demostraré a todos. Yo me convertiré en el primer eclipsado bueno, uno al que la gente no mire con odio y temor. Uno al que puedan ver con esperanza y gratitud. Uno que les enseñe... que jamás fuiste alguien malvada, Camila —su mirada se perdió viendo el infinito horizonte — Eso es lo que haré, con este poder... con esta condena —
Nota del autor: Para los que llegaron hasta esta parte, me gustaría agradecerte de todo corazón tu interés en mi historia, además. Me gustaría informarte que con este capítulo concluye el primer arco de esta historia, he dividido la historia de esta obra en 3 actos, cada uno con un cierto número de arcos y tengo al rededor del 80% ya planeada. También me gustaría decirte que tratare de subir capitulo todos los domingos( énfasis en tratare ) y que agradecería un me gusta o un comentario para saber tu opinión. Sin más que decir, me despido y te deseo un buen día.
- Con cariño el autor de la obra: Una piedra consciente